Epílogo☽
Narradora Pov
Sus parpados se abrieron con pesadez y lentitud. Su visión era borrosa y le costaba mirar a un punto fijo. Pasaron los segundos hasta que su vista se aclaró y observó con confusión a las personas frente a ella. Intentó moverse, pero su cuerpo estaba atado a un tronco y las heridas no dejaban que hiciera presión para zafarse.
«¿Qué está pasando...?», se preguntó con extrañes mientras volvía a regular su respiración. Bajó la mirada y contempló las sogas que rodeaban completamente su abdomen y brazos, para después volver a ver a los demás en busca de una explicación. «¿Por qué estoy amarrada? ¿Por qué me han amarrado?». Un pensamiento repentino hizo que se moviera bruscamente y se lastimara más las costillas.
«Mis hijos... ¿Qué pasó? ¿Hicieron el símbolo?» Diana sacudió la cabeza. «No. No... Necesito volver. Necesito regresar». Nuevamente trató de zafarse, pero se lastimó severamente soltando un quejido.
—¡Ah!
«Akko... ¿Dónde está Akko?»
—Es inútil —dijo una voz masculina. Diana lo miró de reojo con una expresión molesta—. Ultima de los Cavendish. Hija de Bernadette.
«¿Quién es él?», se preguntó con enojo. Ella no recordaba haberlo visto junto a la que suponía era la líder de los Kagari. Todos la estaban observando con atención, pero faltaba personas en la habitación donde se encontraba.
Diana empezó a mirar a su alrededor en busca de una salida. «¿Cuánto tiempo ha pasado? Tengo que volver con ellos. Tengo que volver», se decía con desesperación.
—Tenemos unas preguntas...
—¡Suéltenme ahora! —exclamó furiosa.
Los presentes quedaron en silencio mirándola con molestia.
—¿En serio es la hija de Bernadette? —le preguntó uno de los lideres a Daria.
—Fue lo que dijo.
—Se parece —habló otro líder—. No hay duda alguna de que lo es.
«¿De qué están hablando? ¿Conocían a mi madre?» Aunque esa pregunta anterior fuera obvia, Diana, la desconocía y le creaba cierta curiosidad. Sin embargo, no le interesaba hacer lo que esperaban los lideres.
—No estás en posición para darnos órdenes.
«No tengo tiempo para esto. Debo volver. Ellos están esperándome», pensó con preocupación y enojo.
—Déjanos presentarnos —dijo la mujer con una voz dulce.
Uno a uno, fueron diciendo quienes eran y la manada donde pertenecían. Diana bajó la cabeza y apretó sus dientes. «Maldición...» Ella sabía que no debía ir; sabía que, sólo le traería consecuencias. «Tal vez... no funcionó y ahora me harán pagar por ello». Era lo más lógico, puesto que, si hubiera funcionado no la tendrían amarrada, aunque eso no era del todo cierto.
Los lideres le tenían miedo, y para que no se escapara decidieron contenerla a la fuerza. Ellos poseían muchas preguntas al respecto de lo ocurrido y acerca de la manada Cavendish, no obstante, Diana no estaba de ánimos para contestarla. Ella debía volver con sus cachorros, y por el aroma que entró en sus fosas nasales pudo dar con el tiempo del día. Era de noche. Y lo último que recordaba fue al líder de los enemigos en el suelo.
Bastan: Creímos que los Cavendish estaban extintos.
—¡Déjenme ir! —gritó y los miró fulminantemente—. Necesito volver...
Konrad: ¿A dónde? ¿Y con quién?
Diana gruñó y pensó antes de responderles. «¿Qué pasaría si les digo? Es posible que manden a un equipo de búsqueda tras ellos. No... No les voy a decir».
—No lo entenderían... Ninguno de ustedes.
Reyna: Si sigues moviéndote te harás más daño —dijo, al verla otra vez intentar desatarse—. Bastan, Konrad y mi persona, no estuvimos cuando venciste al líder de nuestros enemigos. En cambio, Daria, escuchó unas palabras vinientes de ti y de tu contrincante.
«Es cierto...» Diana recordó lo que había dicho aquel demonio. «Entonces...» Ellos lo sabían. Sabían que no era la última de los Cavendish y estaban tratando que les dijera absolutamente todo, pero... Diana no tenía tiempo para discutir de un tema que probablemente no entendería: el motivo de Beatrix.
Reyna se acercó lentamente y colocó una de sus manos en el mentón de Diana para levantar su cabeza.
Reyna: ¿Qué otro Cavendish se encuentra con vida?
—¿Qué harías con mi respuesta? —contestó conteniendo sus ganas de morderla—. Déjenme ir y no volveré a causar problemas.
Daria: Mirabas a mi hija. ¿Qué relación tienes con ella?
Diana se sorprendió. «Akko...» Ella no estaba en el salón y tampoco sabía que había sucedido.
—¿Dónde está?
Daria: Responde primero, Cavendish.
La mencionada gruñó provocando que la líder de los Alzarad retrocediera y se posicionara nuevamente a lado de Konrad.
—No diré nada. Ahora... quiero que me dejen ir.
Bastan: Hiciste un símbolo. Los enemigos desaparecieron y nadie murió, por suerte.
«Funcionó...», se dijo conmovida. Había funcionado y Akko se encontraba con vida. Ese dato la alivió y la hizo sonreír tenuemente. «Funcionó...» Sus ojos se humedecieron y su cabeza se agachó para que no la vieran. «Madre... funcionó», repitió y respiró profundamente lastimando sus huesos rotos. «Se han ido... Ellos no volverán a molestar a nadie más». Y sus cachorros tendrían una vida plena sin preocupación de morir atacados por espíritus sedientos de sangre.
Daria: Mi hija dijo que lo había hecho. Me dio una explicación que no acepté por lo ridícula que era, pero... estaba en lo correcto y me arrepiento de no haberla aprobado.
—No te arrepientas de algo que está en el pasado —soltó y la miró. «Aunque yo a veces lo hago»—. Lo que ha ocurrido, fue por una razón.
Un trueno hizo que su piel se erizara. Diana observó el techo y escuchó las gotas caer rápidamente. «Oh no...» La línea que había hecho alrededor de su casa no demoraría mucho en desaparecer debido a la lluvia. «Necesito regresar». De nuevo trató de moverse y gruñó al fallar otra vez.
«No, no, no, no, no, no». Diana se imaginaba varios escenarios que le disgustaba. ¿Qué pasaría si el lago se inundaba? Sus cachorros no sabían nadar y no sabrían a donde ir. Además de que se resfriarían y enfermarían si se mojaran.
Los lideres observaban como, otra vez, la Cavendish volvía a desesperarse por escapar.
Bastan: Creí que los Cavendish se habían ido para siempre. Pero verte aquí... es sorprendente y molesto.
«¿Qué dice?» Diana miró con sorpresa las miradas de disgusto de todos; menos de Daria. Ella se hallaba con una expresión seria. «Los salvé... Los salvé...» Diana había creado un nuevo símbolo con ayuda del anterior y le había entregado a Akko la hoja para que la mayoría de las personas no fallecieran. Sino fuera por ella, estarían muertos todos.
Diana apretó su mandíbula y frunció fuertemente su entrecejo. «No puede ser...» A punto de abrir sus labios y decirles los tontos que eran, escuchó unos gritos y pasos acercándose a la habitación. "No puedes." "Detente." "Te meterás en problemas." Era lo que oía. Y, repentinamente la puerta fue abierta de golpe.
Una molesta hembra Kagari de cabello castaño y ojos rubíes, entró al lugar sin permiso y con un vendaje en su cabeza y manos. Daria la miró y le dirigió la palabra.
Daria: Vuelve a descansar.
—Hazte a un lado.
Daria: Por favor, no es un buen momento para...
—¡Que te hagas a un lado! —gritó y la empujó.
Los lideres fruncieron el ceño y Daria se sorprendió ante la actitud de su hija. En el instante que la apartó sus ojos hicieron contacto con los azules profundos de Diana. Akko exhaló suavemente, para después respirar entrecortado y acercarse con rapidez y envolver sus brazos en el cuello de la Cavendish.
—Estás viva... —murmuró con alivio moviendo ligeramente su cola.
El cuerpo de Diana reaccionó ladeando igualmente su cola de un lado a otro, sin embargo, la de ella se agitaba con más prisa y sin vergüenza. En ese momento, las palabras de Carmen, cobraron sentido en la cabeza de Daria. "La conoces." «Es su pareja...»
Daria frunció el ceño y golpeó con fuerza la pared más cercana a ella; su puño traspasó llamando la atención de todos, e incluyendo a las amigas de la castaña que se habían quedado a ver el hermoso y pequeño reencuentro.
—Akko, tengo que volver... —pidió.
—Lo sé, lo sé —respondió acariciándole la mejilla con el dedo pulgar—. Déjame arreglar esto.
Daria: ¿Cómo te atreves...? —musitó con enojo aproximándose.
Diana gruñó y Akko no la giró a ver.
—No des, un paso más —la amenazó.
Daria: Aléjate de ella —le ordenó dispuesta a quitarla por la fuerza de ser necesario.
—No lo haré.
En el instante que su mano se extendió con intenciones de tomarla con firmeza, una hembra de cabello negro y ojos purpura entró con molestia.
Carmen: ¿Qué está sucediendo aquí?
Seguidamente, Fiora, Lillian y Deidra ingresaron observando el entorno.
Bastan: No deberían estar aquí —dijo de manera intimidante.
Carmen miró a su hija y a Cavendish juntas. Lo que le molestó no fue la clara unión que tenían ellas dos, sino que, Diana, se encontrara atada.
Carmen: ¿Qué estás haciendo? —le pregunto a Daria con indignación—. Ella nos salvó. ¿Y la tienes de esa manera?
Daria: Es una Cavendish.
Fiora: ¿Y?
Deidra: Si no fuera por ese símbolo y la valentía que tuvo al pelearse contra el líder, estuviéramos muertos. ¡Todos! —exclamó.
Lillian: Esto es un horror... —dijo con disgusto—. Suéltenla y déjenla ir.
Reyna: Tenemos algunas preguntas primero.
—Las responderé —habló Akko a la vez que cortó las sogas que sujetaban a Diana—. Pero ella no puede quedarse.
Konrad: ¿Qué es tan importantes para que necesite irse?
Akko suspiró suavemente y se sentó correctamente en el suelo con sus piernas cruzadas. Diana empezó a sobarse los brazos y soltar leves quejidos. La castaña miró a Amanda y las demás, para luego asentir con sutileza.
—Tienes hijos —contestó—. Tenemos hijos... —corrigió y trago saliva con fuerza.
Diana la miró con sorpresa no esperando que lo dijera y menos de esa manera. A Daria se le congeló la sangre y Carmen no pudo contener también la impresión. Akko observó de reojo a Diana y le sonrió tenuemente.
—Vuelve con ellos. Yo me encargo.
La Cavendish estaba asustada e igualmente impresionada. Ella se encontraba segura de un posible castigo que tendría la castaña y no quería dejarla, pero... parecía ser la única oportunidad que tendría para escapar sin ser perseguida. Además de que debía volver lo más rápido posible si no deseaba que sus cachorros no pasaran hambre y frio esa noche.
Gruñó con molestia. Otra vez... estaba tomando una decisión difícil, sin embargo, era menos peligrosa que la anterior. Diana se decidió y la abrazó delicadamente por la cintura. Akko se ruborizó levemente, pero no la apartó.
—Volveré por ti —le susurró y, seguidamente se logró poner de pies con esfuerzo.
«Volveré... lo prometo».
La tormenta era fuerte y la lluvia le dificultaba ver con claridad. Su cuerpo aún le dolía y una de sus manos estaba colocada en la izquierda costilla rota que todavía conservaba. La recuperación de aquellas heridas no tardaría más de una semana, sin embargo, por el momento debía descansar y evitar que los cachorros durmieran encima de ella.
Le fue difícil pasar por la selva sin tropezarse y ensuciarse. Y su ropa, obviamente, se mojó por completo. La lluvia no daba ninguna señal buena en ese momento, sólo que iba a empeorar más.
Llegó a su hogar luego de unos minutos tratando de caminar y respirar a la vez. Cuando abrió la puerta sus rodillas cayeron al suelo lastimando sus huesos rotos. Cansada miró dentro de la casa en busca de sus crías.
—¿Alf? ¿Rafe? ¿Lyan? —llamó y tosió dos veces.
Diana ingresó del todo y cerró la puerta, para después usarla como soporte para su espalda. Le dolía horriblemente el cuerpo y necesitaba de las medicinas que había preparado para apaciguar el dolor.
Al no oír una respuesta se empezó a preocupar, sin embargo, al captar unos pequeños pasos provenientes de su habitación levantó sus orejas en esperanzas de que fueran ellos. Unos ojos azules se asomaron con miedo, pero al ver que era la persona que esperaba se alegró casi al instante.
—¡Volvió! —gritó Alf avisándole a sus otros hermanos.
Diana rio sutilmente y extendió sus brazos para recibirlos a los tres. Se quejó por el afectuoso abrazo, pero no los quitó. «Están bien... Están bien...», se dijo en consolación y alivió. Diana los atrajo más a su cuerpo mojado.
Alf: ¿Dónde estabas?
Rafe: Tengo hambre.
Lyan: Hace frio.
Diana les sonrió y acarició sus cabezas.
—Haré algo de comer y prenderé el fuego.
Alf: ¡Quiero carne de jabalí! —exclamó bajándose de un saltó de las piernas de su madre.
Lyan: ¡Yo de conejo!
Rafe: Traeré la madera.
Diana los observó, y sintiéndose confortable suspiró. «Están bien...» Ellos estaban bien, sólo que, hambrientos.
A la mañana siguiente Diana se levantó con la temperatura alta. Tenía fiebre y no se sentía para nada bien. Sus heridas seguían siendo profundas y en algunas partes de las prendas de los cachorros se mancharon de sangre, puesto que, durmieron a su lado en busca de calor y afecto.
Sin embargo, luego que se levantara con cuidado y despojara cerca del lago su vestimenta para darse una refrescante ducha que bajó su temperatura, tomó la medicina que le ayudó a preparar el desayuno y a bañar a los tres cachorros. Ellos aprenderían algo nuevo en ese día y, Diana, los estaba alistando.
En la hora de descanso, Diana se hallaba acostada en un lecho que había hecho cerca de la entrada de su hogar. Los cachorros estaban jugando con unos palos. Cavendish se preguntaba porque les gustaba tanto, pero no los detenía al tener una idea.
Suspiró y cerró sus parpados disfrutando de la brisa de la tarde. Los minutos pasaron convirtiéndose en tres horas. Ella había dormido con el poco dolor que aún sentía y no se percató de la persona que se encontraba observándola de cerca, hasta que la tocó y reaccionó bruscamente.
—Calma... —susurró.
—¿Akko...? —dijo con impresión.
La mencionada sonrió y el agarre fuerte de parte de la rubia se aflojó. Sin pasar otro segundo más Diana la abrazó no importándole que le doliera al hacerlo. Akko se rio, pero luego la golpeó sutilmente para que la soltara.
—¡Auch!
—No estoy muerta, Cavendish.
—Lo sé, pero... estás aquí... ¿Cómo?
—De eso he venido a hablar.
Diana la miró con preocupación.
—¿Te alejarás de mí?
La mirada de Akko se compadeció y sus manos se situaron en las mejillas ajena.
—Nadie me alejará de ti y de mis hijos. Me quedaré contigo, pero... no aquí.
El ceño de Diana se frunció en confusión.
—¿Qué intentas decir?
—He llegado a un acuerdo con la líder. Ella te aceptará con los cachorros y conmigo, sin embargo... ha pedido hablar antes contigo. Tiene unas preguntas que no logré responder.
—Akko...
—Sé que no quieres ir —soltó interrumpiéndola—, pero podrías llegar a un acuerdo diferente.
Diana no había despegado sus ojos de los de Akko. Les encantaban y adoraba demasiado, no obstante el acuerdo en el que había llegado no le gustaba en absoluto. Ella no quería envolverse con las otras manadas que la miraron con disgusto; ella no confiaba en ellos y temía por la vida de sus cachorros.
—¿Vendrá?
—Sí.
—¿Sola?
—No.
—¿Sabe dónde estoy?
—Sí...
—Cambiaré el acuerdo que hayas hecho con ella. No me malinterpretes, Akko, deseo estar contigo y nuestros cachorros. —«Que bien se siente decirlo»—. Pero... he estado por muchos años evitándolos y no se me hace cómodo unirme. Puedo cuidarme por mi cuenta y he demostrado ser más fuerte que cada uno de ellos.
Akko sonrió y acercó su rostro provocando que Diana se sonrojara.
—¿Ahora te vergüenza? —comentó con gracia.
Diana tragó pesado y desvió la mirada.
—Tú nunca... has querido saber de mí. Me evitabas e ignorabas.
—Y aun así fuiste a mi rescate.
—Te amo —dijo volviendo a mirarla—. Demasiado —concluyó sintiendo su corazón cálido.
Akko colocó una mano encima de su pecho y volvió a aproximarse para depositarle un beso cerca de la comisura. Diana se sorprendió y la castaña se alejó empujándola con fuerza hacia atrás.
—Pero no te acostumbres.
«Era muy bueno para ser verdad...», pensó con dolor.
—Eres una loba con cinco fortalezas y un don de otra raza —continuó—. ¿Lo sabías?
—No. Lo descubrí en ese día. Los sueños... eran visiones y los otros... recuerdos pasados.
—Utilizaste ese don para predecir en tiempo real los movimientos del enemigo —dijo y giró su cabeza para ver a los cachorros que había saludado con anterioridad—. Eso significa que, es probable que ellos también lo sean.
Diana los vio y pensó en esa posibilidad. Alf, Lyan y Rafe, habían cambiado su apariencia humana a la de unos lobos pequeños. En total había dos de pelaje blanco y otro de pelaje rojo.
—Podrían, pero... lo sabremos después. Los enemigos se han ido —le recordó—. Ahora todos tendrán un mejor futuro. —Diana la miró a ella y le sonrió—. Has dicho que te quedarás conmigo —dijo captando su atención—. ¿Eso quiere decir que me amas?
Akko se sobresaltó, sonrojó y la golpeó causándole otra queja.
—Eres irritante.
Cavendish tomó esas palabras como un sí.
El sol empezaba a ocultarse y, Diana, se hallaba haciendo la cena mientras Akko jugaba y acariciaba a los dos cachorros que se encontraban dentro del hogar. Uno de pelaje albino y cabello rubio con ojos azules, estaba afuera observando a los peces en el lago. Él quería cazar a alguno, pero no sabía cómo. Curioso empezó a pensar. Cuando tuvo una idea en mente, cambió su aspecto y se preparó para atacar abriendo su hocico.
No obstante, sus pequeñas orejas se levantaron y su cabeza se volteó a ver a donde provino el sonido de unos pasos acercándose. Una loba de cabello castaño y ondulado hasta los hombros y de ojos rubíes, fue la primera en hacer contacto visual con el cachorro de esferas azules que tenía una expresión de sorpresa.
Detrás de Daria se hallaban los otros lideres, las hembras y amigas de la castaña. El cachorro dio dos pasos hacia atrás y bajo sus orejas. Daria arqueó una ceja y ladeó su cabeza en confusión.
—Oye...
—¡¡¡Mamá!!! —gritó corriendo en dirección al hogar.
Carmen: Lo has asustado.
Daria: No era mi intención —dijo en su defensa.
Diana salió de la casa después de que Rafe le dijera quienes se encontraban. "Monstruos gigantes." Ella se había asombrado, ya que no escuchó sus pasos. Posiblemente porque estaba concentrada en el leve dolor que sentía y en preparar los alimentos.
Los miró enseguida y se aproximó a recibirlos con una expresión de molestia. Esa noche tendrían una charla demasiada larga.
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Lillian: No nos malentiendas. Estamos aliviados de que no tengamos que pelear de nuevo después de miles de años.
Reyna: Por lo que nos has contado el símbolo fue creado por Beatrix, teniendo un fracaso de tres veces. Bernadette siguió y fracasó dos veces. Y ahora... sólo quedaba una oportunidad para realizarlos. ¿Cómo pudiste dar con el resultado final?
—Fue complicado... —musitó mientras acariciaba a Alf que se encontraba acostado en su pierna derecha—. Quemé la hoja cuando estuve caminando sin rumbo.
Konrad: ¿La quemaste?
—Memoricé todo antes de hacerlo —aclaró.
Akko se hallaba a su costado mientras los lideres, las hembras y sus amigas, estaban sentados frente a ellas sobre una manta que trajeron. También habían preparado una cantidad enorme de comida que compartieron con los cachorros. Ellos estaban llenos y, Lyan y Rafe, se encontraban descansando en las piernas de la castaña.
En la conversación Diana contó con más detalle lo ocurrido con su manada y contestó las preguntas de los lideres acerca de las cosas que había estado haciendo durante esos diez años. E incluyendo el cómo había conocido a la persona que capturó su corazón por completo. Sin embargo, decidió saltarse algunos detalles por la baja confianza que les tenía.
Todo estaba tranquilo.
Deidra: Puedo suponer que ustedes lo sabían —soltó sobresaltándolas.
Amanda: ¿Nosotras?
Mary: Para nada.
Lotte: N-no... tenía idea.
Barbara: ¿Tenías parejas, Akko?
Hannah: Me sorprendió igual que ustedes.
Las hembras suspiraron.
Fiora: No mientan.
Lillian: Es malo que lo hagan.
Deidra: Piensen en las consecuencias de mentir.
Carmen: Siempre intenten decir la verdad y solamente la verdad.
Diana tuvo un Déjà vu por aquellas palabras. Ella miró a Akko ganándose una sonrisa sutil.
Bastan: Nosotros tenemos algo que decirte.
Daria: Es algo que tal vez llegues a disgustarse de nuestra persona.
Reyna: Quiero aclarar que tomamos una mala decisión y estamos arrepentidos.
Konrad: Esas palabras pesan hasta el día de hoy.
—¿De qué hablan?
Daria suspiró llenándose de valor.
Daria: Bernadette visitó mis tierras en busca de ayuda.
Bastan: Hicimos una reunión y nos negamos a ayudarla.
«¿Qué...?»
Daria: Estábamos molestos y asustados. Sabíamos de lo que eran capaces nuestros enemigos y ninguno de nosotros no quería ver la luz del día siguiente.
Bastan: Ella rechazó pelear conmigo.
Konrad: Eso fue porque eres un tonto.
Bastan lo miró con impresión.
Reyna: Es verdad. Tu ego te hizo ver como un inútil.
Bastan: ¿Disculpen...? ¿Acaso quieren pelear?
Daria: Silencio —dijo callándolos.
Daria observaba a Cavendish directamente y los lideres lo hicieron luego de ver donde estaba posada la mirada de la líder de los Kagari. Diana estaba asimilando lo que habían dicho e intentaba no tomarlo de una mala manera, pero no podía. «Ellos...» Si ellos hubieran ayudado era probable que, Bernadette, estuviera con vida en ese momento.
Sus ojos temblaron y los cerró tratando de comprender sus razones.
Daria: Ella dijo: Si mi manada desaparece, quiero que estén conscientes de que ustedes fueron los responsables. Nos culpó, pero... no me molesta cargar con esa culpa. Aceptamos nuestro error.
Diana abrió sus parpados y contempló al cachorro que descansaba plácidamente en sus piernas. Ella sonrió con una expresión triste, para después mirar con seriedad a los lideres.
—No cederé a mis hijos. Sé lo que desean. No confió en ustedes y no creo que lo haga después de esa declaración, sin embargo, por salvar a más de cincuenta mil vidas e incluyendo las suyas, quiero pedirles algo a cambio —dijo observando a Daria y Carmen—. Amo a Atsuko y deseo que esté a mi lado. No aceptó quedarme en su hogar, pero aceptó que ella vaya a visitarlos cuando desee. Crearé mi manada y encontraré en el camino a otras nuevas que probablemente desconozcan, como los Angels. —Hizo una pequeña pausa—. Tal vez estén vivos. No lo sé con exactitud, pero espero que al menos uno haya sobrevivido. Y como poseo sangre de un Angels, es mi deber buscarlos e incluirlos a mi nueva manada.
Todos escuchaban y la miraban con atención.
—Me iré con mis cachorros.
La castaña giró a verla y sonrió.
—Y no estaré sola, otra vez —concluyó mirándola y dedicándole la misma sonrisa sutil—. Soy capaz de protegerlos y de cuidarme.
Carmen: Estoy segura de que podrás cuidarla y a ellos también. Tu fortaleza ha demostrado de lo que eres capaz. Y me alegro de que la hayas encontrando.
«Esas palabras...» "Busca tu fortaleza." Diana le asintió en contestación a lo dicho.
—Estaremos una luna más en este sitio para prepararnos —habló Akko—. Será un viaje largo —acotó acariciando la cabeza de sus dos cachorros acurrucados.
Lillian: Nos encargaremos de correr la voz de lo que has hecho por nosotros. Estoy segura de que llegarán a muchas manadas más.
Reyna: Corregiré los libros de los Cavendish. De ahora en adelante contaremos una nueva historia.
Mary: ¡Haré las entregas!
Lotte: Te acompañaré.
Amanda: ¿Entonces te irás?
Akko giró a verla.
—Sí.
Los ojos de Amanda se humedecieron.
Amanda: ¿Volverás?
—Sí. Y te agradezco por cubrirme. Eres una excelente amiga.
Fiora: ¿Así que fuiste tú?
Amanda se sobresaltó. «¿Eh?»
Amanda: ¡Ellas también lo sabían! —gritó señalando a Barbara, Hannah, Mary y Lotte.
Mary: ¡Tú lo sabías primero!
Amanda: ¡Ustedes también lo ocultaron!
Akko se rio ligeramente y colocó una de sus manos en la rodilla de Diana llamando su atención.
—¿Estás lista?
—¿Para qué? —le preguntó confundida.
—Para empezar de nuevo.
Diana le sonrió e inhaló sutilmente llenando sus pulmones. Su corazón latía de felicidad y calidez. Ella le agarró la mano y le depositó un sutil beso.
—Estoy lista.
Seguidamente, Diana, miró las estrellas en el cielo sin desaparecer el gesto en sus labios. «Gracias por protegerme».
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Fin.
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Después de quince capítulos y el epílogo, esta historia ha llegado a su primer final que es el original. Sin embargo, hay otros dos finales que están esperando a ser leídos por ti. E incluyendo un especial.
Más adelante verás de que trata cada uno. ;)
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