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TENEMOS QUE HABLAR
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Narradora Pov
¿Huir con ella? Aquellas palabras la habían regresado a donde estaba. Además, de que le recordó lo que había pasado. «Me besó...», susurró en su cabeza con leve molestia y vergüenza. Y, con rudeza la empujó quitándola un poco de encima. Diana ponía resistencia.
—Lo único que te importa es que tu legado se mantenga con vida.
La rubia frunció levemente el ceño.
—Pensé que lo habías entendido.
—Muchas personas morirán por nuestros enemigos.
—Te he entregado una solución.
—¿Y si no funciona? ¿Huiras?
Diana sabía que, lo que diría sólo causaría que la castaña se enfadara más, pero si no respondía ella supondría la respuesta.
—Sí —afirmó—. Si no funciona, entonces... lamento decirte que en ese día llegó nuestra sangre, Atsuko Kagari. Tu raza no es la única que desaparecerá por completo. Con mi huida, demorarán menos de cinco años para encontrarme y acabar con mi vida y, posiblemente con las de otras razas que se encuentran más allá de lo que conoces.
—Aun reconociendo que morirás también, no quieres presentarte ante los lideres y hablar del símbolo que has hecho.
Diana la miró fijamente y acercó un poco su rostro. Akko retrocedió al instante.
—Tendré más tiempo.
—¿Para qué?
—Para preparar a mis cachorros y encontrar una solución a ese enorme problema. Mi abuela y mi madre estaban segura que aquel símbolo los sellaría por miles de años, sin embargo, desconozco los detalles de cómo Beatrix lo descubrió. Akko —llamó con sutileza y tomó delicadamente la mano de la mencionada—, necesito que me ayudes y permanezcas conmigo.
—Sólo me quieres para tener a tus crías.
—Si fuera eso cierto, entonces no me preocuparía por tu vida. Al contrario, te he dicho que permanezcas a mi lado.
Akko frunció el ceño y se soltó bruscamente del agarre. Diana notó su comportamiento y en ese instante sabía perfectamente que la castaña deseaba espacio para, posiblemente, pensar mejor las palabras que había dicho.
Diana retrocedió y se sentó a una distancia poco lejos frente a ella. Akko de inmediato se sintió un poco más cómoda y no dudó en sentarse correctamente y empezar a rememorar lo escuchado.
La rubia no iba a interponerse cuando los enemigos aparecieran en, probablemente, las tierras de Bastan. Los más fuertes eran los primeros en la lista negra. Diana no tenía intenciones de probar ella misma el símbolo que había cambiado, ahora que veía mejor la hoja.
Ella no quería entrometerse y eso Akko lo entendía, pero a la vez le disgustaba. Diana era un Cavendish; una de las razas más fuertes conocidas. Que se encontrara escondida, e imaginándola huyendo del peligro le parecía patético.
—Las visiones —habló captando de inmediato la atención de la Cavendish—. ¿La has tenido?
—Mis ojos son azules. No tengo ese don.
«Es cierto», pensó enseguida.
—Sólo una vez... —continuó refiriéndose a los cachorros—. Y te dejaré ir si eso deseas.
«Aunque fácilmente pudiste desaparecer de mis ojos quedándote donde perteneces», se dijo Diana con seguridad. Akko había tenido esa posibilidad, pero, a cambio, se había quedado con ella compartiendo tiempo juntas hasta llegar al punto donde la rubia no quería soltarla. Pero, si eso deseaba la sucesora de los Kagari, lo cumpliría e ignoraría el dolor que le causaría no volver a ver esos hermosos ojos rubíes.
Akko ahora analizaba lo ocurrido y lo último dicho por Diana. Previamente la había tomado por sorpresa y con sus defensas bajas. Ella no se esperaba que la Cavendish la besara tan... dulcemente. Sus mejillas se sonrojaron ante ese recuerdo. «Fue dulce y suave», se dijo causando que el rubor se expandiera hasta sus orejas. Diana lo notó y sonrió tenuemente.
Era probable que le causara esos sentimientos a la castaña, pero no estaba del todo segura debido al comportamiento que tenía con ella.
Akko en su vida había besado a alguien que no fuera a su madre Carmen, pero en la mejilla. Sentir labios ajenos sobre los suyos le había entregado una sensación bonita que le creaba, el tan simple recuerdo, cosquilleo en su vientre.
La castaña suspiró profundamente, tomó y enrolló la hoja con el símbolo, y se puso de pies sin mirar a la rubia. Estaba avergonzada y molesta a la vez, no quería verla ni dirigirle la palabra en ese momento. Sabía que Diana la estaba mirando y esperando a que dijera algo, sin embargo, en silencio, abandonó el lugar.
Llegando por la parte trasera de su hogar con la mente ocupada, no se percató que su madre Daria, la esperaba con impaciencia.
—Has faltado a tu entrenamiento —habló sacando a su hija de sus pensamientos.
—¿Madre?
Daria suspiró y la miró de forma enojada con los brazos cruzados.
—Me han dado el reporte.
Akko bajó las orejas y escondió lentamente detrás de su espalda la enrollada hoja que sostenía.
—Tenía... que agarrar un poco de aire.
Y, honestamente lo estaba necesitando mucho en ese momento. Ella no sabía qué hacer con respecto a la petición de Diana. «Es la manada más fuerte», se decía. «Pero sólo queda uno de ellos».
—Tengo que hablar contigo a solas.
—¿Mamá lo sabe?
—Todos lo saben. Sígueme.
Akko elevó una ceja. «¿De qué trata? ¿Acaso es del anuncio hace dos años?». Ella recordaba las miradas de espanto de las personas cuando la noticia fue dicha. Los Cavendish se encontraban muertos bajo la mano de los enemigos que todos temían. La mayoría sospechaba y sabían cómo terminarían. Ellos tenían miedo por los pequeños lobos que esperaban una vida plena y llena de prosperidad.
Sin embargo, los lideres intentaron apaciguar las dudas y el temor; no obstante, algunos estaban seguros que no ganarían. Los enemigos habían vencido a los más fuertes y no cabía duda que no obtendrían la victoria.
Todos los lideres se encontraban presentes en ese día. Hablaban acerca de lo que harían y lo fuerte que eran juntos. Akko y sus amigas estuvieron escuchando con claridad aquellas palabras, y una de ellas le había pedido con anterioridad algo acerca de la Cavendish.
Lo que tenía Akko escondido era lo que su amiga le había suplicado. Amanda, tenía mucho miedo y eso que venía de la manada actual más fuerte. Akko entendía su temor, pero no le aseguró que, Diana, le diera ese algo que serviría para contraatacar. Sin embargo, agradecía internamente que, la Cavendish, le entregara aquella hoja con el símbolo dibujado.
Al llegar a la habitación donde comúnmente su madre trabajaba, cerró la puerta al ser la última en entrar con la hoja aún escondida. A Daria, no le interesaba en absoluto lo que su hija hacía cada vez que se retiraba, no obstante, lo que tenía "oculto" le llamaba la atención. Akko dudaba aún si mostrárselo.
—He hablado con el líder de los Bastan.
—Espera... —interrumpió temerosa—. Tengo algo que decirte.
Daria movió curiosa sus orejas y la miró fijamente. A Akko le temblaban los dedos y tenía la cabeza baja demostrando inseguridad. Ella tenía que ser discreta y cuidadosa si quería hablar de aquel tema.
—He estado... —continuó—, investigando —mintió y, lentamente levantó la mirada—. Hice algo que tal vez... nos beneficié contra nuestros enemigos.
—Tocar el tema de nuestros enemigos es delicado —dijo provocando más temor en la castaña.
«Está a la defensiva», se dijo con aseguración. Su madre normalmente no la trataba de esa forma, pero desde que la noticia de los Cavendish llegó a sus oídos había estado actuando de una manera más autoritaria.
—He llegado a la conclusión que... nuestros enemigos son espíritus.
—¿Espíritus? —repitió con confusión—. Si fueran espíritus sólo nos atormentarían en nuestras pesadillas. No en carne propia.
«Lo sé, para mí tampoco tuvo mucho sentido». Le dio la razón, pero, seguidamente se acercó a la mesa que estaba en el lugar y mostró la hoja con el símbolo. Daria la siguió con la mirada y miró la extraña imagen.
—Si utilizamos la sangre...
—Nuestros enemigos no sangran —le recordó.
—Lo sé, sólo... escúchame por favor —pidió nerviosa.
Daria asintió.
—Con la sangre del líder se tiene que dibujar este símbolo. El tamaño... tiene que ser grande —dijo no muy segura de eso. Diana no le había explicado ese detalle—. Una vez que estén... nuestros enemigos serán sellados por miles de años.
—¿Sellados?
—Sí, madre. Es la única forma de obtener una victoria satisfactoria.
La líder de los Kagari permaneció callada por unos largos minutos que a, Akko, le pareció eternos. La miró de reojo esperando una contestación positiva. Estaba nerviosa, pero a la vez extrañamente ansiosa. Ahora que lo pensaba mejor, el plan de Diana no parecía tan descabellado. «Si hay una oportunidad de que no mueran tantas personas, será bueno tomarla».
—Sugiero hablar con los otros lideres...
—No pondré a las manadas en riesgo simplemente para hacer un símbolo extraño. Esto ridículo, Akko.
¡Pum! Esas palabras le cayeron como un balde de agua fría. «Lo sabía. No debí decir nada».
—Nuestros enemigos no son espíritus. Ni mucho menos poseen sangre y tienen un líder. Recuerda la historia y lo poco que sabemos de algunos sobrevivientes. Ellos intentan saciar su sed de sangre con otra. ¿Sabes por qué?
Akko bajó la mirada y jugó con sus dedos.
—No tienen sangre —dijo, simplemente para satisfacer a su madre.
—Es correcto. —Daria tomó y enrolló la hoja, y se la devolvió—. Está decidido. Pelearemos.
—Morirán muchos. Ellos vencieron a lo Cavendish.
—Somos más fuertes que ellos juntos.
—Una manada entera de tres le haría, por suerte, frente a los Cavendish.
—¿Estás despreciando nuestras cualidades?
—No. Sólo digo que... sí intentamos hacer el símbolo en vez de luchar, podríamos acabar con ellos para siempre.
—Akko, no tienes pruebas de que eso. —Apuntó la hoja—. En verdad funcione. Y si tuvieran un líder, nos hubiéramos enterado.
—¿Cómo? —le preguntó con el ceño fruncido—. Los únicos que peleaban contra ellos, eran los Cavendish. Y la noticia les llegó a ustedes cuatro años después.
Daria la miró con molestia y leve sorpresa causando que unas palabras se presentaron en su cabeza. "Sin nosotros, están perdidos." «Maldita mujer...», pensó con enojo. «Siempre subestimando a los demás».
—¡No me interesa cuan fuerte eran ellos! Lo que les pasó es una clara prueba de que no eran tan dominantes como demostraban y decían. Y ahora por confiar en que lidiarían con nuestros enemigos estamos en esta posición.
—¿Confiar? —soltó incrédula—. ¿Estás consciente de lo que dices?
—No quiero escucharte.
—Ellos se sacrificaron. ¡Se fueron para salvarnos! Los enemigos siempre los buscaban a ellos y para que tuviéramos una buena vida, se fueron. ¡Ellos lidiaron contra nuestros enemigos y perdieron muchas vidas para salvarnos!
—¿Y cómo estás segura que esas fueron sus intenciones?
—¡Piénsalo! —exclamó—. ¿Qué otros motivos tendrían?
—Los Cavendish se fueron pensando en ellos. Eran una manada egoísta, Akko. Y no quiero hablar más del tema —dijo dándole la espalda—. Llévate ese papel y piensa en el futuro que tienes.
El ceño fruncido de Akko se relajó lentamente. «Es caso perdido», se dijo pensando en la última que quedaba de los Cavendish. «Lo intenté».
—El hijo de los Bastan, será tu pareja cuando acabemos con esos demonios.
«¿Qué?».
—¿Qué? —soltó mirándola con impresión.
Daria suspiró y giró a verla con una expresión más calmada.
—Eres preciosa, mi hija. Tienes mi sangre y un don especial.
—No todo tienen un don... —dijo confundida.
—Sí. Tienes razón. Y recuerda que cada hijo e hija de un líder deben estar con otra persona descendiente de un líder. Además, estoy segura que daremos un paso a la nueva generación.
—¿Nueva generación?
—Uno o dos cachorros con cualidades y dones mesclados —contestó con una sonrisa sutil y, Akko, volvió a fruncir el ceño.
—Eso es imposible. Todos los cachorros nacen con una sola cualidad.
—Los tiempos cambian y cosas pasan en el transcurso. Sin embargo, nuestros motivos de conseguir a un lobo con la mezcla de dos dones, siempre ha sido nuestra prioridad. Y estoy segura que podrás conseguirlo.
Akko la miró en silencio. «Por eso quería hablar a solas conmigo». En su pensamiento no le molestaba el hecho de traer crías, sin embargo... sentía un disgusto de tan sólo imaginar que vendrían de una persona que no era la que se lo había pedido con anterioridad.
«No...», pensó al sentir su corazón dolerle y latirle con prisa. «Es simplemente... una petición de ayuda». Ella suponía que se sentía de esa manera por esa razón, sin embargo, la única que ocupaba su mente en ese momento era la última de los Cavendish. «Ella sólo me necesita», se dijo tratando de convencerse. «Necesita ayuda».
—¿Por qué te sorprende mis palabras, Akko? Sabías que tarde o temprano...
—Sí... —susurró e interrumpió todavía un poco aturdida.
«Lo sabía... Mi madre se unió con mi mamá. Las dos eran hijas de un líder. Era obvio», pensó. «Era tan obvio... Pero...». Ella no había pensado en ello durante todos esos años. Lo único en lo que estaba concentrada era en el descubrimiento que había hecho. «Diana...»
—Amanda se encuentra —avisó—. Está esperándote en tu habitación.
«Amanda...». Sus parpados se abrieron en grande y sin pensarlo dos veces salió disparada hacia su cuarto. Al llegar, abrió la puerta con rapidez asustando a la mencionada.
—¿Qué cara...?
—Tenemos hablar —le cortó con la respiración agitada. Akko cerró la puerta y le extendió la hoja—. Y necesito... que me hagas un favor.
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Fin del Cap. 9 (Tenemos que hablar)
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