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UNA SOLA OPORTUNIDAD
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Narradora Pov
Pensar en ellas; pensar en la vida pasada que alguna vez tuvo y perdió. Le era difícil de superar y asimilar. Todo había pasado tan... rápido ante sus ojos. La manada Cavendish y las personas que conocía desaparecieron.
Por eso, Diana se encontraba elaborando en algunas rocas símbolos con ayuda de una tinta que creó a base de pétalos de flores. Ella había tardado mucho en dar ese paso, sin embargo... aún se le hacía imposible dar ese último adiós; no obstante, era el momento de dejar las cosas en el pasado y continuar con lo que tenía como propósito. Gracias a esa orden u motivo la mantenía con vida añorando ver la mañana nuevamente, pero... alguien más alegraba sus días.
Con cuidado colocó las rocas terminadas en una carreta elaborada por ella misma. Empezó a tirar de la soga y subió la gran bajada con esfuerzo. Cuando llegó al sitio que había encontrado y apuntando previamente en el mapa, dejó la soga a un lado y comenzó a acomodar las rocas haciendo una pirámide pequeña de cada uno de las personas que alguna vez conoció e incluyendo a sus dos madres.
A Elaine le habían hecho lo mismo que Diana estaba realizando, pero la rubia se encontraba segura que las rocas fueron desacomodadas o posiblemente destruidas; la fuerza del enemigo se comparaba a la suya o quizás más.
Diana se arrodilló frente a las pirámides que había realizado; junto sus dos manos; y cerró sus parpados. «Descansen en tranquilidad junto a los ancestros». Al terminar, se puso de pies y agarró nuevamente la soga para regresar a su hogar y seguir con la construcción de la nueva habitación que no le faltaba mucho por acabar.
Al llegar, se sorprendió de ver a la castaña esperándola en una silla junto a la puerta. Akko tenía los parpados cerrados y disfrutaba gustosamente de la suave brisa. Diana quería apostar que se encontraba dormida, pero conociendo a la mujer sabía que sus alertas estaban despiertas.
Con normalidad pasó a su lado esperando escuchar una palabra de su parte, sin embargo, no la oyó y se extrañó de inmediato. Deteniendo su andar giró a verla encontrándola completamente dormida. Diana se sorprendió y, cuidadosamente se acercó para contemplarla más.
Si la rubia aún no tenía en claro que la castaña era hermosa, entonces presenciarla dormir haría que lo pensara otra vez. Diana miró sus orejas y bajó lentamente hasta su busto. Sus pechos no eran grandes, pero tenían un tamaño que le gustaba. Además, todavía la loba estaba en desarrollo y podía apostar que estos crecerían un poco más.
Nuevamente su mirada cambió, posándose ahora en la piel blanquecina de su cuello. Akko era más blanca que su piel y parecía que no tomaba el sol, sin embargo, Diana estaba segura que lo hacía. Sólo que su cuerpo era de esa forma.
Movió sus orejas ligeramente escuchando su suave respirar y los latidos apaciguados de su corazón. Aquello hizo que tuviera un poco de sueño, pero no iba a descansar y no quería hacerlo en un sitio donde no pudiera escuchar las palpitaciones y el inhalar y exhalar sutil de la loba.
Con cuidado se acercó un poco más aspirando del aroma dulce que desprendía. Diana quería embriagarse de ella, pero sabía que no podía; no aún, o eso esperaba. Akko no había aceptado en ningún momento cumplir con el pedido que le había hecho hace ocho años atrás; ni siquiera habían hablado del tema, pero, Diana estaba dispuesta a avanzar si la castaña no quería hacerlo.
Se separó con un sentimiento molestoso en su pecho al imaginar que era probable que, Akko, no fuera la otra madre de sus cachorros. Refunfuñó una vez dentro del hogar y observó el lado extra que se encontraba realizando. «Aún tengo un poco de trabajo», se dijo e inició a inspeccionar los lados de madera faltantes.
Sin embargo, sus pensamientos y acciones fueron interrumpidos por una pregunta que recibió no hace mucho tiempo. "¿Cómo piensas comenzar una manada completa?". Esa, era una buena consulta. Diana no tenía idea por dónde empezar y tampoco deseaba "exprimir" a su hembra, pero si traer una cantidad satisfactoria de cachorros Cavendish. No obstante, la rubia estaba consciente que sus crías necesitarían de una pareja para continuar y, en eso había un problema; un problema enorme.
Por lo que tenía entendido los Cavendish eran odiados y cero tolerados. Era posible que algunos de sus cachorros naciesen con los ojos de la segunda persona, pero Diana quería que todos nacieran con sus peculiares ojos azules; sin embargo, estaba consciente que tal vez, eso no fuera posible.
La sangre Cavendish debía prevalecer, y el primer paso que daría para que eso ocurriera era traer a nuevas crías Cavendish. Lo otro era acabar con lo que su abuela comenzó y con lo que su madre intentó conseguir. «El símbolo». Aquella imagen que había plasmado en la pared atrás de su hogar y en las hojas que había hecho, era para capturarlos.
En otras palabras, sellarlos por miles de años. Y, sinceramente, le tomó seis años dar con su función, pero una vez que lo entendió correctamente comenzó a trabajar en ello. «De nada serviría traer a más Cavendish, si luego morirán por las mismas manos». Y era cierto. Diana debía acabar con sus apariciones, pero... no creía tener el valor de hacerlo.
«¿Y qué sucede si fallo?». Moriría y no podía dejar a los cachorros por su suerte. Ella debía educarlos y enseñarles lo que debían hacer. Aparte de contarle la historia de cómo los Cavendish llegaron a casi extinguirse por completo.
Diana pensaba en entregarle la hoja con el símbolo a Akko para que fuera llevado ante los lideres e hicieran lo que, la castaña, les explicaría. Sin embargo... «¿Le creerían? ¿O al menos lo intentarían?». Por lo que sabía de aquellas manadas, no estaba segura que por lo menos trataran. «Las cosas... están complicadas y no queda mucho tiempo».
La última de los Cavendish suspiró profundamente y agarró algunos materiales para comenzar por donde había quedado.
Pasaron aproximadamente tres horas cuando acabó una parte de lo restante, y una soñolienta loba se levantó de su profundo sueño a causa de los pequeños ruidos que Diana intentaba no ocasionar. Akko llegó sin ninguna dificultad al sitio y la observó elaborando una puerta dentro de la habitación.
—¿Por qué no me levantaste?
—Buenas tardes para ti también, Akko —contestó sin necesidad de mirarla.
Akko arrugó el puente de su nariz y giró a ver su entorno en busca de una respuesta, sin embargo, al no encontrarla decidido preguntar.
—¿Qué vas a hacer con este cuarto?
—Los cachorros no pueden dormir conmigo. Necesitaran de su propio espacio más adelante.
La castaña no asintió y, simplemente la miró con seriedad.
—Los enemigos se acercan y tú piensas en crías.
—Es mi deber. Si debo huir, huiré con ellos y encontraré un nuevo sitio donde vivir y educarlos.
—¿Educarlos? ¿Sabes algo de cómo criar a cachorros?
—No, pero me ayudaría mucho si me traes un libro que hable de ese tema.
Akko rodó sus ojos, cruzó sus brazos y apoyó su hombro en la pared de madera.
—Lo pensaré.
—Gracias, Akko —dijo con la mirada fija en la puerta que estaba trabajando.
La loba de cabello castaño miró nuevamente su entorno, para luego observar de nuevo a la Cavendish. En ese momento recordó las palabras que le había dicho a sus amigas. «En verdad... no todos los Cavendish, murieron». Ella lo había soltado y Diana no lo sabía, sin embargo, sus amigas se quedaron impresionadas de aquel descubrimiento y prometieron no irla a buscar.
Akko estaba consciente que, Diana, no quería recibir visitas imprevistas, y era seguro que empezara a sospechar si alguna se presentara por el lugar donde vivía. Sus amigas le habían hecho muchas preguntas al respecto que respondió de manera inconclusa, ya que no deseaba soltar toda la información. Ella había hecho un trato con la Cavendish y, aunque lo rompió un poco, no iba a hacerlo más.
Amanda era la más ilusionada pensando que la última de los Cavendish los salvarían, pero cuando le dijo que ella no tenía intenciones de meterse contra sus enemigos, se desilusionó y empezó a decir: "Qué clase de Cavendish es". «Ella no lo entiende», pensó en ese instante. «Pero yo sí».
Diana no podía morir y se estaba protegiendo. «No puede con una manada entera», se recordó. Lotte había pedido hablar con ella y buscar una solución, pero Akko se negó enseguida recordando como la Cavendish derramó lagrimas ante sus ojos. La castaña sabía que, Diana, no desearía hablar nuevamente de ese tema, sin embargo, ella necesitaba de algo que le beneficiara y pudiera salvar a los suyos.
—¿A dónde fuiste esta mañana? —preguntó.
—A cumplir con algo pendiente.
—¿Qué otras cosas tienes pendiente aparte de estar aquí?
Diana la miró encima de su hombro con una expresión neutra.
—Dejar que las almas de mis madres y mi manada descansen en paz. No me había olvidado completamente de despedirlas de la manera correcta, sin embargo, no me encontraba lista para ese paso; hasta hoy.
«Oh...» Un sentimiento de leve se presentó en su corazón por lo escuchado. «Ella los estaba despidiendo».
Después de unos minutos, Diana se levantó del suelo y empezó a colocar la puerta. Una vez que terminó, entró a su habitación y agarró específicamente las hojas que contenían el símbolo. «Nada pierdo en intentarlo», pensó e hizo una seña a la castaña para que se sentara al frente de ella.
Akko obedeció y observó nuevamente esa imagen que le había causado curiosidad. Previamente ella no había preguntado al respecto, ya que parecía no ser de mucha importancia, aunque sentía interés por ello.
—Te explicaré cómo funciona y se lo mostraras a los lideres.
La castaña elevó una ceja.
—Nuestros enemigos son espíritus —continuó y señaló el dibujo que había hecho de ellos—. Los espíritus son almas perdidas que buscan venganza e intentan saciar su necesidad de probar sangre matando a otros. Sin embargo, también tienen un motivo por el cual lo hacen.
—Quieren expandirse e incrementar su manada. Ser la única raza —dijo, y Diana asintió.
—El símbolo es para encerrarlos y funciona sólo de una manera. Para crearlo en el momento, es necesario dibujarlo en el suelo utilizando la sangre del líder.
—Dijiste que son espíritus. Los espíritus no tienen sangre.
—Uno sí —aseguró y señaló al que le había saltado aquel día—. El líder.
—¿Cómo estás segura que el sangra?
—Tuve un sueño... Mi madre me salvó, y luego la vi desangrándose en el suelo, pero en gran mayoría no era la de ella. No creo que sea real, pero, al menos sería bueno intentarlo. —Hizo una pausa pequeña—. Estoy segura que hay un líder. He estado investigando y puedo deducir gracias a la información del libro y la hoja que quemé años atrás que, Beatrix, tuvo tres intentos fallidos. Y mi madre, dos.
—¿Y ahora?
—Sólo queda uno. —Diana le acercó la hoja con sutileza—. No pueden fallar o morirán todos. ¿Crees que los lideres lo intenten?
Akko sonrió ligeramente.
—Conocimiento la terquedad de mi madre, no lo creo. Pero... —Akko le regresó la hoja—. No puedo aceptarlo. —La rubia la miró con confusión—. Preguntaran de donde lo he sacado y es posible que luego te descubran por mi culpa.
«Tiene sentido...», pensó Diana. Ella no había pensado en eso.
—¿Tienes amigos?
—Sí, pero no estamos a la altura de la fortaleza de los lideres; no todavía. Morirían de tan sólo intentarlo.
—Una vida a cambio de muchas —soltó Diana enseguida.
—¿Qué me planteas? —le preguntó con molestia—. ¿Qué sacrifique a una de mis amigas?
—No. Pero tal vez... un líder pueda considerarlo y hacerlo —dijo arrastrando el papel nuevamente hacia su dirección.
Akko bajó la cabeza y de nuevo lo miró. Ésta mostraba el símbolo y las figuras dibujabas de los enemigos. «Una sola oportunidad». Era casi imposible. «¿Y qué sucede si no funciona?». Estaba claro que morirían la gran mayoría e incluyéndola. Las intenciones de Diana eran buena, pero era también demasiado arriesgado.
—No creo que mi madre lo acepte. Diana, no puedo...
Sus palabras fueron interrumpidas por unos labios sobre los suyos. Akko abrió los parpados en grande y se dejó caer con lentitud en las tablas frías. Diana la estaba besando muy... lentamente y suavemente.
Cuando sus labios se separaron, Akko no pudo evitar contener la sorpresa e inconscientemente llevó dos de sus dedos a la boca rememorando lo ocurrido. Sus ojos rubíes estaban posados en los azules intensos de la Cavendish que la miraban con dulzura. Y el cuerpo de la mencionada se encontraba arriba de ella.
—No vas a morir —habló provocando que Akko volviera nuevamente a la tierra—. Si tienes que huir... huye conmigo.
«¿Qué...?».
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Fin del Cap. 8 (Una sola oportunidad)
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