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ERES MI ESPERANZA

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Narradora Pov

—No quiero hablar de eso.

—¿Por qué no?

—Tus preguntas eran acerca de los Cavendish, no de mi familia.

—Tu familia eran Cavendish. Eso cuenta.

—Lo siento, pero no.

Akko frunció ligeramente el ceño.

—Si no me cuentas me llevo ese libro que estás leyendo.

Diana la miró de manera retadora.

—¿Estás segura de poder llevártelo? —Ella sonrió—. ¿Te recuerdo que soy más fuerte que tú, Atsuko Kagari?

La mencionada arqueó una ceja.

—Soy más hábil y rápida. E incluyendo que sé usar mejor el arco. Además, tus habilidades no las has practicado como me lo prometiste.

Cavendish gruñó en disgusto.

—¿Por qué te interesa saber acerca de mi familia?

—Nunca me has contado. Siempre evitas el tema.

Y era verdad. Diana simplemente le había dicho lo que sabía de la manada de los Cavendish, pero la mayoría del tiempo evitaba hablar de sus madres. Ellas aún las extrañaba e intentaba no pensar en ello para no sentirse sola.

Ser la última de los Cavendish, con un deber importante, era duro y una carga muy grande.

Diana estaba consciente que podía confiar en la castaña luego del tiempo que había pasado a su lado y las cosas de las que habían hablado. Sin embargo, después de un año de lo ocurrido con sus hormonas y las erecciones molestas que tuvo, no había avanzado nada con la castaña.

La Cavendish miraba con diferentes ojos a la Kagari. En esas noches o madrugadas donde tuvo que saciar su molestia entre las piernas, no podía olvidar el cuerpo de Akko encima del suyo. Se había sentido bien y le había encantado, aunque lo que siguió después de eso, obviamente que no; todavía podía sentir la sensación del golpe recibido.

La cachorra pronto no sería una cachorra más. Ella tenía diecisiete y la hembra frente a sus ojos también. Faltaba poco para que, la castaña, llegara a su etapa hormonal y pudiera estar capacitada para tener cachorros. Diana estaba consciente de ello y deseaba demasiado que Akko fuera la hembra que trajera a los siguientes del linaje Cavendish.

A Diana no le molestaba si eran uno o dos o tres o hasta cuatro cachorros. Estaría contenta de que trajera la cantidad que pudiera, no obstante, también sabía que no podía obligar a la castaña a que los concibiera; una vez que estuviera embarazada, ella se convertiría en su pareja inmediatamente y se separarían hasta que una de las dos falleciera.

Imaginarlo le gustaba, pero a Akko parecía que no. Diana una vez se miró en el reflejo del lago frente a su hogar y se hizo una pregunta que la desanimó un poco. «¿Acaso soy fea?». Esa última palabra había resonado en su cabeza luego de que la persona de ojos rubíes la continuara tratando como la primera vez que la conoció.

Diana miró su boca moverse a la vez que decía algo de lo cual no le prestaba atención. Ella miraba atentamente el movimiento de sus labios y un deseo en su pecho provocó que agarrara una cantidad grande de aire por sus fosas nasales. «¿Cómo serían...?».

Sus mejillas se calentaron y su cola se movió ligeramente, no obstante, no duró mucho con esa sensación en su corazón y, nuevamente esa pregunta que se había hecho días atrás se presentó otra vez en su mente.

—¿Soy fea? —le preguntó de repente, tomando por sorpresa e interrumpiendo el palabrerío de la castaña.

—¿Qué? —soltó.

—¿Soy fea para ti? ¿O no soy de tu gusto?

Akko se ruborizó entendiendo a lo que se refería. Diana la esperó pacientemente sin quitarle la mirada de encima, sin embargo, después de no recibir una respuesta por unos largos tres minutos, suspiró.

—Te contaré esa historia, pero si me dejas tomar tu mano.

—¿Disculpa? —dijo ofendida—. Te he entregado los libros.

—Necesito un poco más de ti, Atsuko. —«Y porque tal vez no pueda controlarme luego», pensó con preocupación. Hablar de sus madres lo consideraba como un tema delicado—. Por favor... Siéntate cerca de mí y toma mi mano —pidió extendiendo la derecha.

Akko dudó. No le gustaba imaginarse estar cerca de Diana, pero el sentimiento de necesidad fue mayor que el de las dudas. Ella quería escuchar aquella historia; ella quería conocer más a la última que quedaba de la manada de los Cavendish; y, al final, hizo lo solicitado.

La castaña de diecisiete años se posicionó al frente y agarró su mano con delicadeza. En el momento de sentir el tacto, Diana inhaló sutilmente y una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. A ella le había encantado el tocamiento de sus manos provocando que ahora la deseara más cerca, sin embargo, sabía que no debía abusar.

Una vez más suspiró y, seguidamente observó los ojos rubíes que esperaban a que hablara.

—Conoces a mi madre, Bernadette Cavendish, pero desconoces de mi mamá hembra, Elaine Angels.

—¿Angels? —murmuró confundida apretando ligeramente el agarre—. ¿Son otra clase de manada?

Diana asintió.

—Es posible que los Angels también estén muertos. Y... no sé si alguien sobrevivió como lo hice yo.

Esta vez, Akko, asintió.

—Comienza desde el principio.

—Cuando Beatrix tomó la decisión de alejarse de las otras manadas, no lo hizo con malas intenciones. Ella estaba consciente que nuestros enemigos iban primero por la raza más fuerte.

—Aun no comprendo su motivo. La manada: O'Neill, Alzarad, Alzir y Kagari. Ayudaron a los Cavendish años atrás.

—Es correcto, pero... muchos de aquellas manadas que mencionaste morían luchando a nuestro lado. Beatrix veía un hermoso futuro más allá de lo que desconocemos. Ella tomó una decisión y emprendió un largo viaje con su gente. Acamparon en varios sitios y en el invierno conseguían la cantidad de alimentos necesario para pasar sin dificultad la época. —Con lentitud, Diana, agarró su otra mano sin dejar de mirar los hermosos ojos rubíes que observaban sus bellas esferas azules—. Beatrix continuó avanzando hasta que, encontró un lugar donde empezar de nuevo, sin embargo, cerca de aquel sitio se encontraban una raza de lobos nunca antes vista por nuestros ojos.

—¿Cómo eran?

—Hermosos —contestó enseguida—. Su cabello era albino y sus ojos amarillos. El nombre le quedaba a la perfección. La manada Angels se sorprendieron cuando vieron a más de cinco mil Cavendish en busca de un nuevo hogar. El líder de ellos se acercó con tranquilidad y confianza a Beatrix. Hablaron hasta el anochecer e hicieron una alianza de paz. —Delicadamente, Diana acarició y miró las manos de Akko, para luego volver a posar sus ojos en los ajenos—. Elaine era una Angels de una familia cualquiera. Ella no era una líder; ni la hija del líder. Sin embargo, se ganó el corazón de mi madre, Bernadette, la líder anterior de los Cavendish.

—Es un poco extraño. Mi madre, Carmen, es hija del antiguo líder de los Alzarad.

—Lo sé, pero el sentimiento de amor... funciona de diferentes formas. Mi madre la tomó y me hicieron en una noche donde mi madre, Elaine se encontraba... en celo. —Diana suspiró y bajó la cabeza—. Ella... me cantaba canciones por las noches. Jugaba conmigo en las mañanas y... me esperaba cuando regresaba de mis entrenamientos de caza. Aún recuerdo su sonrisa...; su risa...; y sus palabras amorosas. Ella fue... la mejor mamá que alguna vez pude tener —dijo y sus ojos se cristalizaron.

—¿Los enemigos...?

Diana negó con la cabeza.

—Murió por una enfermedad. Los Angels tenían el don de predecir sucesos u ocurrencias que pasarían dentro de tres días. Mi madre sabía que iba a morir y estuvo conmigo y Bernadette en el poco tiempo que le quedaba. Cuando se fue... mi madre se rompió y yo también... Ella me dijo que me amaba y que nunca me dejaría sola. —Ligeramente sus manos apretaron las de Akko—. Bernadette también sabía... que iba a morir contra nuestros enemigos. Preparó un libro para mí con poca información que necesitaba para sobrevivir. —Lagrimas fueron derramadas en el frio suelo de madera—. Tenía amigos... Uno de ellos se llamaba: Elsy. Pero luego... todos murieron.

Diana alejó sus manos y se abrazó a sí misma. Su cuerpo estaba empezando a temblar. Akko lo notó y permaneció quieta mirándola con atención.

—Aún sueño con ese momento; aún los recuerdo y... duele. Los ancestros me mostraron el camino. Pasé noches con hambre; me caí a un lago congelado; me enfermé; y sentí que casi... —Hizo una ligera pausa y levantó la cabeza observando con sus ojos húmedos los rojos—. Moría.

Akko no había dejado de mirarla. Ella, ahora entendía por qué Diana no quería hablar de aquel tema. Aún le afectaba la pérdida de su familia, sin embargo, las siguientes palabras que escuchó provocó que su corazón latiera cálidamente y que su expresión se suavizara.

—No puedo morir —continuó—. No puedo morir —repitió—. Necesito... comenzar con el nuevo linaje de los Cavendish. Los Cavendish, deben prevalecer.

Akko se había quedado sin palabras.

Regresando a su hogar, su cabeza era un completo lio. Las palabras de Diana le habían afectado hasta cierto punto que, no dejaba de pensar en aquello que era importante para la rubia. «Ella quiere comenzar de nuevo», se dijo. «Ese es su deber como la última que queda de los Cavendish. La raza de lobos más fuerte». No obstante, ante la mirada triste de Diana, Akko descubrió que los Cavendish no eran tan fuerte como pensaba. Esa imagen se rompió con lo visto.

—¡Hey, Akko! —exclamó alguien al verla.

La mencionada levantó la mirada y movió sus orejas ante el repentino llamado. Se sorprendió cuando sus ojos se toparon con los verdes de su amiga.

—¿Amanda? —soltó, no esperando verla en su casa y menos en su habitación—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó con curiosidad y suavidad.

—No es la única que vino —dijo una voz atrás de su mejor amiga.

—¿Mary? —Akko enseguida observó encima del hombro de ésta encontrando a sus otras amigas—. ¿Lotte, Barbara, Hannah? ¿Qué hacen todas aquí? Pensé que vendrían hasta la siguiente luna.

Mary: Bueno... los lideres desearon hacer la reunión antes.

Amanda: Parece que van a decir la noticia.

Lotte: Las personas han estado sospechando y no pueden ocultarlo más.

Ellas sabían anticipadamente de que trataría el anuncio, sin embargo, ante su padre y madre hacían como si no. Akko se los había dicho cuando los escuchó hablando de ello años atrás.

Barbara: ¿Estabas otra vez agarrando aire?

«Aire...», repitió en su cabeza y un recuerdo especifico apareció de repente creándole una expresión de duda. «Cavendish...», pensó. Akko había conoció en ese día el sentimiento y el peso de la responsabilidad que cargaba encima la última de la manada de los Cavendish. Ella ahora lo entendía e internamente se arrepentía un poco de haberla tratado tan distante; cuando la persona que visitaba necesitaba un poco de consentimiento.

Sin embargo, algo más le creaba una sensación extraña en su pecho. Aquellas palabras; aquellas últimas palabras donde mencionó que no podía morir y debía empezar de nuevo. Dicho de otra manera, la necesitaba. Diana, la necesitaba.

Hannah: ¿Estás bien?

Akko parpadeó bajando de su nube.

—Sí. Es una lástima lo que sucedió con los Cavendish.

Amanda: Somos los siguientes, Akko. Recuerda que, sin los Cavendish en el camino, nuestros enemigos vendrán por nosotros.

Lotte: Los lideres deben tener un plan.

Barbara: Es correcto —dijo posicionándose a un lado de su amiga de anteojos y colocando con delicadeza una de sus manos en el hombro ajeno—. Mi padre ha estado entrenando a escondidas a las defensas de nuestro pueblo.

Amanda: Mi padre está haciendo lo mismo.

Mary: Y la mía intenta tener a todos tranquilos, pero fortalecer en secreto a las defensas da mucho de qué hablar.

Akko suspiró y bajó la cabeza.

—Mi madre también está haciendo lo mismo.

Hannah: ¿Debemos prepararnos?

Amanda: ¿Para correr?

Barbara: No vamos a correr.

Mary: No podemos abandonar a los nuestros. Debemos luchar.

Lotte: No duraremos ni dos minutos de pies contra ellos —dijo con temor.

Akko las oía atentamente y tomó asiento en el suelo de madera. La habitación donde se encontraba estaba alejada del cuarto donde se hallaban los lideres hablando del posible plan que tenían.

La sucesora de los Kagari miró de reojo las expresiones de dudas, temor, molestia y confusión de sus amigas. Ellas estaban discutiendo por lo que posiblemente sucedería dentro de tres años. El tiempo sonaba lejos, pero era poco; demasiado poco. Y, de nuevo, como un destello, se presentó en su mente aquel símbolo que la Cavendish había dibujado en sus hojas y en la pared de piedra detrás de su hogar.

No obstante, otra vez estaban esas palabras que le causaban un remolino de emociones. "Los Cavendish, deben prevalecer". Akko inhaló profundamente y, de nuevo prestó atención a lo que hablaban sus amigas.

Amanda: Ellos nos comerán vivos —dijo mirándolas a todas—. ¿Crees que podemos contra ellos?

Hannah: ¿Y qué planeas? ¿Huir?

Mary: No funcionará de nada escapar. Si lo haces, estarías escapando toda tu vida.

Barbara: Para poder que regresen en diez años más, es necesario acabarlos por completo. Si los dejamos libres comenzaran a asesinar todo lo que se cruce a su paso.

Lotte: Conocemos el motivo por el cual atacan y asesinan —continuó—. Tal vez podríamos sacar algo de eso.

Amanda: Vencieron a los Cavendish —les recordó—. Ellos ya no existen. No están. Y eso que eran los lobos más fuertes. ¡Con cinco fortalezas!

—La verdad... —habló Akko captando de inmediato la atención de todas. Ella las observó y dudó demasiado en lo que diría. Lo pensó y otra vez vaciló unos cortos segundos. Akko las miraba con cierto miedo e inseguridad, pero, al final se decidió—. No todos los Cavendish murieron.

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Fin del Cap. 7 (Eres mi esperanza)

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