13🐺
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NO OLVIDES
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Narradora Pov
—¿Qué tratas de decirme?
—Te veo diferente.
—Estoy igual.
—Cariño...
—Por favor, mamá. Estoy bien —dijo Akko, pero Carmen no lo creyó del todo.
La segunda madre de la sucesora de los Kagari, estaba preocupada por el pequeño, casi mínimo, cambio de apariencia y comportamiento que tenía. Desde que regresó de las tierras de Bastan, había notado lo distraída que se encontraba.
—Tus amigas vendrán.
—E incluyendo a los demás lideres —agregó—. ¿De qué hablaran esta vez?
—La formación correcta de las defensas. Los osos también lucharan. —Carmen la miraba con preocupación—. He escuchado que le mostraste un símbolo.
Akko desvió la mirada y frunció ligeramente el ceño recordando aquella conversación que había tenido con su madre Daria.
—A ella no le importó.
—¿Puedo verlo? ¿O puedes hablarme de eso?
La castaña regresó sus ojos con sorpresa.
—Si hay una manera de conseguir una verdadera victoria. Me encantaría conocerlo.
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Amanda: Tiene un poco de sentido.
Carmen: ¿Lo hiciste tú?
—Sí... —contestó nerviosa.
Lotte: ¿Cómo sabremos cual es el líder?
—No lo sé, pero supongo que lo averiguaremos en el momento.
Mary: Sólo quedan dos lunas.
Fiora: Nos prepararemos —dijo la hembra de Bastan; segunda madre de Amanda y su primogénito.
Lillian: A los lideres pueden parecerle una tontería, pero esto. —Apuntó la hoja—. Puede ser nuestra única salvación —agregó la hembra de Reyna; segunda madre de Lotte y Mary.
Barbara: ¿Lo haremos todas juntas?
Hannah: Los lideres nos mantendrán segura en las tierras de mi padre. Las defensas no dejaran que escapemos a las tierras de Bastan.
Deidra: Creo tener una idea para eso —habló la hembra de Konrad; segunda madre de Barbara y Hannah.
Había pasado dieciséis lunas desde que, Akko, había tenido a los tres sanos cachorros. La castaña permaneció una luna más con la rubia para terminar de alimentarlos y que luego no la necesitaran. Sin embargo, después de verlos y tenerlos en sus brazos no podía sacárselos de la cabeza.
Akko no tenía intenciones de abandonarlos y continuó visitando a la Cavendish tras haberlos dado a luz. Aún le parecía un poco incomodo y curioso ver a tres criaturitas corriendo en su dirección cuando se presentaba cada dos días. La castaña los recibía de la mejor manera e intentaba no hacer contacto visual con la persona que la miraba de una forma que le creaba una sensación de hormigueo en el vientre.
Ella era madre; había traído al mundo a tres cachorros. Dos eran Cavendish y el otro un Kagari. Akko pensó que Diana se disgustaría al ver que uno de los dos machos había nacido con su sangre, sin embargo, sucedió lo contrario, la rubia estaba feliz de tenerlos a los tres. Cavendish les entregaba el mismo cariño y educación por igual.
«Una mujer y dos varones». Internamente Akko imploraba que fuera solamente un cachorro, pero no estaba descontenta con el resultado. Lo único que la hacía sentir inconforme, era el dolor por el que pasó. Recordarlo la hacía estremecer ligeramente.
Un recuerdo se presentó en esa conversación que estaba llevando a cabo en compañía de las hembras de los lideres y sus amigas. «Su sonrisa...» Diana se encontraba feliz y se ponía aún más contenta cuando la veía. Akko lograba notar el movimiento apresurado de su cola; una clara señal de la alegría que le causaba su presencia.
"Me has cautivado." «Esas palabras...» Ella aún creía que no era posible que la Cavendish tuviera aquellos sentimientos, sin embargo, en el pasar del tiempo sus dudas fueron disminuyéndose y su atención se centró en algo más. Diana intentaba en cada ocasión llamar su atención y ella la ignoraba, o simplemente, la escuchaba sin mirarla y sin hacerle caso.
"Contigo, estoy en casa." Akko frunció el ceño y bajó lentamente la cabeza evitando que las demás lo notaran, no obstante, una persona lo hizo. Carmen la miró con preocupación. «¿Qué te sucede?», se preguntó. «¿Tienes miedo?». La hembra de la líder de los Kagari, intentaba entrar en los pensamientos de su hija, pero no podía y se le hacía imposible leer sus expresiones, comportamientos y palabras.
"No vas a morir." «Eso no lo puedes asegurar», pensó con molestia y cerró sus puños con fuerza. «¿Qué pasará con ellos?». Si los enemigos conseguían vencerlos los cachorros morirían. Akko sabía que Diana no sería capaz de vencer a una manada completa de ellos; pensaba también que no le podía hacer frente ni al líder. Ella no la había visto entrenar, aunque su cuerpo se encontraba bien trabajado, pero deducía que era debido al trabajo que hacía cada día.
«Necesito... hacer algo». Diana le había dado la clave de como deshacerse de los enemigos, pero... era complicado si pensaba detalladamente lo que probablemente llegaría a suceder. «Piensa, piensa, piensa». Tenía que haber algo más que pudiera hacer e incluirlo en el plan. Era posible que, en ese día, su madre Daria falleciera y muchos otros más que tenían igualmente familia.
Pese a que, estaba levemente molesta con su progenitora Daria, no significaba que la deseaba muerta. Su madre Carmen sufriría al perderla y ella también. Daria era una loba dulce cuando se encontraba a solas con ella o con su otra madre, sin embargo, después de recibir la noticia de los Cavendish, su actitud cambió repentinamente a una más autoritaria e imponente; no obstante, aún conservaba el comportamiento previo, sólo que no lo demostraba muy frecuente.
Akko no esperó recibir un abrazo cálido de su madre. Sus ojos se abrieron en sorpresa, pero se humedecieron y su entrecejo se arrugó más. Sus amigas la miraron con una expresión tranquila. Ellas sabían la preocupación mayor de la Kagari; el deseo de proteger a los cachorros que había tenido con Cavendish. Akko se aferró a los brazos de Carmen y apretó su mandíbula en un intento de contener las lágrimas.
«Si no funciona... Todo habrá terminado».
—Ganaremos —dijo Carmen, tomando por sorpresa otra vez a su hija.
Mary: Lo haremos —continuó.
Fiora: Evitaremos que muchas vidas se pierdan. Estaré al frente y buscaré al líder. Una vez que lo encuentre me lanzaré contra él.
Lillian: Te cubriremos.
Amanda: Espera un momento. Mamá, no podrás contra el líder —dijo mirándola con inquietud.
Fiora le sonrió.
Fiora: Estoy segura que no, pero lo contendré lo suficiente como para que, Bastan, venga a mi rescate.
Deidra: Serás una carnada.
Fiora: Sí. Una de nosotras debe serlo. Y esa, seré yo.
Amanda: ¡No! Déjame intentarlo.
Fiora se rio y desordenó su cabello.
Fiora: Tu padre puede ser un gruñón, pero me ama y vendrá a mi auxilió. Él no dejará que muera.
Amanda tensó su mandíbula ante esa respuesta. Mary, Lotte, Barbara y Hannah se acercaron a ella para entregarle conformidad y seguridad.
Lotte: Todo saldrá bien.
Mary: Nosotras nos encargaremos de aislar a los demás para que nadie salga herido.
Carmen: Es correcto. Dejen el trabajo duro para las mayores —dijo con gracia, causando leves risas en las demás hembras de los lideres.
—Si fallan... morirán. Si no funciona, morirán —habló captando la atención de todas—. Ni siquiera estamos segura de que en verdad funciona.
«Beatrix y Bernadette fallaron», recordó.
Carmen: Estamos consciente de ello, Akko. Y es un riesgo que vamos a tomar.
«No...», pensó con temor. «No pueden morir», se dijo aferrándose más a sus brazos. «No puedes morir. No te dejaré morir. No dejaré morir a nadie». Sus parpados se cerraron y de sus ojos descendió una pequeña lagrima. Ella sabía lo que tenía que hacer. «Por favor... protégelos», pidió rogando que Diana la escuchara.
Una luna más pasó. Las defensas se estaban preparando y partirían al día siguiente por la noche hacia las tierras de Bastan. Akko se encontraba en ese momento caminando con inquietud hacía el hogar de Diana. Ella pensaba demasiado en una sola cosa: el plan que las hembras de los lideres habían hecho.
Con normalidad descendió por la enorme bajada y caminó sobre el césped creando un ligero ruido que fue captado de inmediato por las orejas de Cavendish. Diana se hallaba dentro de la casa con los cachorros arrimados sobre su cuerpo. Enseguida utilizó su olfato identificando a la castaña; una sonrisa se dibujó en sus labios.
Cuando la puerta fue tocada dos veces, los cachorros reaccionaron y reconocieron su aroma al instante.
—¡Volvió! —exclamó creándole emoción a sus hermanos.
Rápidamente la puerta fue abierta y tres pequeños lobos en crecimiento se aferraron a las piernas de Akko. La castaña sonrió e hincó sus rodillas para recibirlos con un abrazo.
—También me da gusto verlos.
Diana se alivió al verla sana y salva, y luchó contra ese impulso de abrazarla y recibirla como comúnmente intentaba sin éxito. Sin embargo, estaba segura que, Akko, la ignoraría y, lentamente recostó su espalda en el lecho y cerró sus parpados soltando con profundidad aire de sus pulmones.
Akko la miró de reojo y el cosquilleo la atacó enseguida, no obstante lo dejó a un lado con la misma rapidez que había aparecido. Ella ingresó al hogar y caminó hasta la cocina, encontrando la fogata encendida con una hoya arriba. Nuevamente su mirada se posó en la Cavendish y admiró como el cachorro Kagari se subió a sus piernas y se acurrucó en su pecho.
—Es tarde —dijo sobresaltando un poco a la segunda madre de sus cachorros—. Naturalmente vienes más temprano.
Y era cierto. Estaba empezando a anochecer. Akko bajó la mirada y recordó las palabras que le había dicho a Amanda antes de abandonar su hogar. "Cúbreme por esta noche." Amanda había accedido casi de inmediato y sus otras amigas la ayudaron a escapar sin que las defensas lo notaran.
De repente se había decaído. «Falta muy poco». No le gustaba imaginar no ver las dulces caritas de los cachorros que tomaban los libros guardados en diferentes cajones; no le gustaba imaginar no volverlos a ver. Sin embargo, lo que haría era para salvarlos y que tuvieran una vida la cual disfrutar sin miedo.
Comúnmente, Akko, no les prestaba mucha atención a las palabras de Diana y no las respondía, pero, en esa ocasión, lo hizo sorprendiendo a la Cavendish.
—Me quedaré esta noche.
Los cachorros igualmente oyeron y su emoción se demostró y reflejó en sus rostros.
—¿Vas a dormir con nosotros? —preguntó uno de ellos.
—Sí —contestó con una sonrisa y, nuevamente inclinó sus rodillas para estar a su altura.
Sus pequeñas colas empezaron a moverse con agitación y Akko los acarició sutilmente. La castaña escuchó unos pasos acercarse y sintió la presencia de Cavendish cerca. Evitó mirar hacia arriba e hizo que Diana se agachara.
—Tenemos un tema de que hablar.
«¿Cuál de los dos?», se preguntó Akko. Habían dos de que conversar: la aparición de los enemigos y el plan de las hembras. La Cavendish se puso de pies y caminó hacia la hoya para preparar la carne.
Una vez que colocó los tres platos en la mesa y situó los otros dos por separado, los cachorros empezaron a comer con cuidado. Diana aprovechó que se encontraban distraídos y lejos de su ubicación para empezar una conversación.
—Akko, quédate conmigo. Quédate con nosotros —pidió en un tono suave.
La castaña estaba mirando a sus hijos comer con alegría, mientras esquivaba la mirada de la rubia.
—He empacado algunas cosas —dijo Diana.
«¿Ha empacado?», se repitió con impresión. «¿Se irá?».
—Abandonaré este lugar con mis hijos en tres días. Buscaré un nuevo hogar y quiero... —Hizo una pausa pequeña llenándose otra vez de valor—. Quiero que vengas conmigo.
—Parece que es cierto lo que decían de los Cavendish —dijo provocando que Diana frunciera el ceño en confusión—. Son egoístas.
Diana tensó su mandíbula ante esas palabras.
—Tengo que protegerlos.
—No eres capaz de hacerlo. Huiras —soltó con molestia.
—¿Qué deseas que haga? No puedo exponerlos al peligro y no quiero que también te expongas al peligro —declaró tomándola con un poco de fuerza por el brazo derecho.
—Ni antes fuiste capaz de hacerles frente —le dijo y la miró directamente a los ojos por primera vez en tres lunas.
—Era la última de la Cavendish. Mi deber era empezar de nuevo y he dado el primer paso.
—Queda poco para que aparezcan. Mi madre y las madres de mis amigas se sacrificarán para intentar lo que has hecho.
Diana se sorprendió y lentamente empezó a aflojar el agarre. «Lo intentaran...»
—Si no funciona... —continuó—. Si no logramos vencerlo...
—Akko, te necesito.
—No abandonaré a mis madres. Tú pudiste hacerlo, pero yo no estoy dispuesta a dar la espalda.
«Era... una cachorra y no podía regresar a casa», pensó y frunció más su entrecejo, pero esta vez con enojo. El agarre se hizo más fuerte, pero Akko ignoró el dolor. «Si hubiera podido hacer algo...» Definitivamente lo habría hecho.
—Entiendo tu desesperación —habló con más tranquilidad debilitando nuevamente el agarre—. Entiendo lo que quieres hacer. —Los labios de Diana empezaron a temblar conteniendo las ganas de llorar y... con dificultad le sonrió—. Has lo que te parezca correcto, pero, cuando todo acabe... promete que nos buscarás.
Los ojos de Akko se humedecieron ante esas palabras; su corazón empezó a latir apresuradamente; y su cuerpo comenzó a temblar ligeramente. Ella deseaba abrazarla; ella deseaba encontrarle significado a las emociones que le causaba la Cavendish.
Akko... no quería dejar de mirarla. Sus pensamientos eran un enredo total y no entendía la emoción que hacía acelerar de esa forma su corazón. Sin embargo, unas últimas palabras hicieron que todo cobrará mayor sentido en su cabeza.
—Te amo, Atsuko Kagari.
De sus ojos brotaron lágrimas. «Diana...» Y su cuerpo tembló aún más. «No me sueltes...», pensó inconscientemente. «No me sueltes, por favor». Diana miraba sus ojos con atención y, despaciosamente empezó a soltarla con dificultad.
Sus lágrimas no demoraron en aparecer. «No puedo obligarte a estar a mi lado...»
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Fin del Cap. 13 (No olvides)
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