12🐺
═════●◆●═════
EL PRIMER PASO
═════●◆●═════
Narradora Pov
—No me mires.
—No puedo evitarlo. Eres hermosa. —Diana intentaba acercarse, pero Akko no se lo permitía—. Estuviste asombrosa —halagó.
Akko hizo una mueca con sus mejillas ruborizadas. Cada vez más su apetito aumentaba, e incluyendo que se sentía a veces demasiado cansada. Ella conocía la razón, sin embargo, no quería darle el gusto a Diana que la viera de esa forma. La Cavendish no había dejado de admirarla y decir palabras dulces después de esa noche. A Akko le empezaba a empalagar.
—Estabas hablándome de esa idea.
—Estoy leyendo los libros. Los acabaré en dos días si me permites permanecer despierta dos noches.
—Necesitas descansar.
—Llevas una luna de embarazo. He tomado en cuenta varias cosas que aprendí gracias a esta nueva información. Las Kagari hembras tienen un apetito curioso. ¿Te gustaría cenar conejo?
Akko quería negarse, pero no podía. En verdad tenía antojo de carne de conejo.
—No sabes utilizar el arco.
—Debo admitir que no se me da bien cazar a esos tipos de animales con esa especifica arma, sin embargo, puedo conseguirlo.
—Lo haré por mi cuenta —le dijo y se levantó del césped.
Diana la observó tomar el arco que se encontraba a un costado de la entrada de su hogar. Ella suspiró y abandonó el libro en su regazo. «Serán unas largas... lunas».
Segunda luna
Nada había cambiado. Diana recordaba esa noche donde la castaña se había entregado y acabado en su extremidad. La piel, labios y roces de Akko le provocaban muchas ganas por las noches. Y en ese día estaba complaciendo ese deseo con una mano bajo su pantalón.
Ella se sentía un poco asqueada por encontrarse pensando en la persona que se hallaba en la habitación que había hecho para los cachorros. Sin embargo, el sentimiento de culpa nunca apareció. Y a punto de acabar tapo su boca para que no se escuchara el grito de placer que ella misma se había causado.
Diana sacó su mano derecha y la observó cubierta de sus propios fluidos. Había sido intenso el orgasmo obtenido que la dejó cansada. Lentamente se recostó en su lecho y se quedó mirando su mano pegajosa. «La sensación no es igual», se dijo, para después levantarse e ir a limpiarse a mitad de la noche.
Cavendish no podía dejar que, cuando Akko despertara olfateara ese peculiar olor. Ella ya tenía suficiente con sus sermones y no quería escuchar uno que la avergonzara demasiado.
Cuarta luna
«No demorará en llover», pensó mirando el cielo. Diana entró con cuidado lo que estaba haciendo para continuar en el salón. Ella había empezado a combinar diferentes plantas en un intento de tener como resultado lo que tenía en mente. Lo inició en la mesa trasera, pero la lluvia estropearía todo lo que había hecho hasta el momento.
Una vez que terminó, empezó a llover y encontró a Akko acostada en el salón, en un lecho pequeño que Diana hizo, leyendo los libros que había acabado. El vientre de la castaña se empezaba a notar. Y eso le causaba felicidad a la Cavendish. Para su suerte, Akko estaba tranquila y no regañándola por una simple acción mal hecha o palabras dulces que le dedicaba de vez en cuando.
Agarró la hoja donde tenía apuntado las pruebas que haría paso a paso. Después de acabar con aquella medicina que ayudaría a encerrar los enemigos, terminaría el libro que había dejado con anticipación. Diana pensaba en crear cuentos como los que su mamá, Elaine, le contaba antes de dormir.
Un sentimiento cálido se apoderó de su pecho al recordarla. «Ya no duele», reconoció. Poco a poco con ayuda de la presencia de la castaña, estaba empezando a superar ese suceso y los demás. Aunque se encontrara sola, no lo estaría por mucho tiempo. Nuevos Cavendish habrían y ella los cuidaría, entrenaría y educaría de la forma correcta, gracias los libros y experiencia que ganó a lo largo de esos años.
Los minutos pasaron en silencio y la lluvia golpeaba fuertemente contra la bajada de aquel sitio. Diana estaba segura que si cayera en el techo de su hogar, éste gotearía en ciertas áreas. Ella sabía que tenía que mejorarlo, pero estaba ocupada con otras cosas. Luego vería como hacer la casa más resistente basándose en sus ideas y experimentos.
Diana miró de reojo a Akko y sonrió ligeramente. Ella agregó una hoja en un plato de madera redondo y profundo.
—You are my sunshine, my only sunshine —susurró en un tono suave captando la atención de la castaña.
La última de la Cavendish, observó la hoja y continuó preparando la medicina.
— You'll never know, dear, how much I love you.
—Sabes cantar... —murmuró curiosa frunciendo levemente el entrecejo. Diana sonrió nuevamente, pero esta vez sin mirarla.
— The other night dear, as I lay sleeping. —Agarró un pétalo de flor amarilla y lo dejó caer en el plato—. I dreamed I held you in my arms. Es una canción de mi madre Elaine.
—¿Esas eran sus canciones?
—Es la única que recuerdo a la perfección. —Diana observó las plantas que tenía en la mesa y buscó lo que seguía en su lista—. So I hung my head and I cried. —Con cuidado cortó con el filo de una cuchilla de piedra un pedazo pequeño de un tallo—. You'll never know, dear, how much I love you. —Seguidamente con una roca empezó a aplastar todo utilizando poca fuerza, para después hacer una pausa.
Una vez que terminó se levantó de su silla y caminó con seguridad a donde se encontraba su invitada. Akko la miró aproximarse y su ceño se frunció enseguida. Diana ignoró esa reacción y se arrodilló frente a ella.
— Please don't take my sunshine away —dijo tomando con delicadeza su mano derecha para depositarle un pequeño beso. Akko después de recibirlo la apartó de inmediato.
—¿Qué crees que haces? —soltó con las mejillas sutilmente ruborizadas y desviando la mirada.
Diana la observó fijamente y suspiró resignada luego que, Akko, evitara nuevamente verla.
—Prepararé la cena en unos minutos. Estoy a punto de acabar.
—Sigo preguntándome cómo estás segura de que eso vaya a funcionar.
—Agarraré un pez vivo y le rociaré encima lo que he hecho. Si su piel llega a consumirme, significa que el resultado será el esperado.
—Entiendo... —musitó mirando como volvía a tomar asiento en la silla.
A ella le había gustado el canto, pero no tenía intenciones de decírselo.
Sexta luna
—Un mes...
—¿Crees que nazca uno?
—Ojalá sea uno —imploró Akko no soportando mucho estar en ese estado.
Diana estaba emocionada y no podía dejar de mirar su vientre. «Sólo una luna más y nacerá». Ella estaba lista físicamente para el parto, pero no emocionalmente; no obstante rogaba que nada saliera mal.
Los cachorros demoraban siete lunas en nacer. La luna restante Akko estaría para alimentarlos y luego volvería con su manada. Ese era el plan, y a Diana no le gustaba para nada. Los enemigos aparecerían en dieciocho lunas. No quedaba mucho tiempo y estaba empezando a tener sueños extraños. Sin embargo, no les prestaba mucha atención, ya que pensaba que era causa de su miedo interior.
Ella no quería perder a Akko, pero tampoco podía arriesgarse e intentar el símbolo. Iba a tener uno o dos cachorros; iba a ser madre y debía estar para él o ella. Diana no quería tener que abandonarlos y dejarlos a disposición de la vida; como le había pasado a ella, pero la diferencia era que, se quedaría solo o sola a muy temprana edad.
Akko le había contado que una de sus amigas le comunicó lo que le había dicho a la líder para llegar a un acuerdo. Una tenía que sacrificarse e intentarlo mientras todos luchaban. Y Diana no deseaba imaginar que esa persona fuera la segunda madre de su cachorro o cachorra.
—¿Quieres ayuda?
La castaña avergonzada asintió. Diana se acercó a la orilla del lago y la tomó por la cintura. Seguidamente la dejó con lentitud y cuidado en el agua. En esa tarde se estaban dando una ducha como normalmente hacía cada una, sin embargo, para sorpresa de Diana, Akko había accedido a que esta vez lo hicieran juntas; pero con poca ropa.
De inmediato, Cavendish aprovechó la distancia en la que se encontraba con Akko y la atrajo a ella para darle un beso en la mejilla. La castaña reaccionó enseguida y la apartó.
—Deja de hacer eso —pidió llevando su mano derecha a la mejilla.
—No puedo.
—Inténtalo.
—Lo intento, pero es imposible no querer besarte cuando te tengo... tan cerca. ¿No tienes el mismo impulso? ¿No deseas que mis labios besen el hermoso rostro que tienes? O tal vez... esos carnosos labios que posees.
Akko no le respondió y mantuvo su mirada desviada hacia un lado. Diana suspiró y le dio su espacio. Seguidamente procedió a asearse dándole la espalda. Akko la observó con extrañez. «Estás actuando más raro de lo normal», se dijo tratando de ignorar los latidos cálidos de su corazón y el rubor intenso en sus mejillas.
Una vez que terminaron de limpiarse correctamente y colarse las prendas limpias. Diana detuvo a Akko tomándola sutilmente de su muñeca. La castaña volteó a verla con confusión topándose con la sonrisa tranquila de la rubia.
—Deseo mucho llegar a agradecerte de manera concreta lo que has hecho por mí, pero... quiero decirte algo más, Akko. —Diana se arrodilló y acercó sus labios a la mano que sostenía—. Me has cautivado —dijo con seguridad mirándola fijamente desde abajo—. Me has ayudado y concedido lo que más añoraba cumplir. —Hizo una pequeña pausa—. Déjame decirte que me siento orgullosa, afortunada y feliz de que seas la segunda madre de mi cachorro.
Akko la miraba con impresión. Lo que estaba escuchando era indudablemente una declaración sentimental. Pero... «¿Desde cuándo?» ¿Desde cuándo la Cavendish sentía algo por ella? «¿Desde cuándo?», se repitió.
—Los ancestros me han guiado hasta ti. Akko, contigo estoy en casa.
La castaña no sabía que decir. En su cabeza asimilaba lo escuchado con dificultad. «No es posible», se dijo y su ceño se frunció. «Deja de latir», pidió a su acelerado corazón, pero éste no obedeció. Se irritó y se dio la vuelta dejando a la rubia arrodillada en el suelo sin ninguna respuesta.
«No es posible».
Séptima luna
Lo esperado empezaba a ocurrir. Akko gritaba y maldecía a Diana a todo pulmón. La Cavendish no decía nada al respecto y esperaba que la castaña siguiera las indicaciones que habían repasado con anterioridad.
Tardaron horas en el salón; horas de sufrimiento. Las cosas habían salido perfecto y Akko lo había hecho bastante bien desde el punto de vista de Diana, aunque lo visto la dejó un poco pensando en cómo había nacido. Ella lo sabía, pero nunca se imaginó verlo. Estaba segura que las demás hembras se encargarían de ayudar a la mujer que escogiera para que estuviera a su lado; omitiendo ver el procedimiento.
Sin embargo, estaba más contenta con el resultado. Akko se había dormido y el salón se encontraba completamente limpio. Diana se tardó un poco en quitar la sangre que cayó al suelo, pero al final pudo eliminarla con un líquido que había hecho con anterioridad; al igual que la cuna pequeña donde se encontraba el resultado de la noche en la cueva.
La Cavendish observó a Akko descansar en el lecho del salón. Era tarde y tenía hambre, pero no quería separarse de la castaña y mucho menos por lo que había tenido que pasar. Sus gritos fueron una clara demostración del dolor sentido. Diana pensaba en como recompensarla luego de que despertara.
Con cuidado se levantó y buscó un trapo húmedo y prendas limpias para Akko. Inició primero a asearla por la entrepierna evitando tocar el centro, para después lavar el trapo y continuar por su cuello. Akko estaba sudada y obviamente cansada.
Cuando acabó permaneció despierta cuidándolos y esperando que, la castaña, se levantara y viera lo que había hecho. Akko se desmayó minutos después de terminar causándole casi un susto de muerte a Diana.
Pero todo estaba bien. «Todo está bien. Salió perfecto», se recordó mientras preparaba algo para comer. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando volvió y tomó asiento a un costado de la cuna.
«Tres cachorros...» Diana no podía creerlo. «Tres hermosos cachorros».
--------------
Fin del Cap. 12 (El primer paso)
.
.
.
.
.
Canción:
Christina Perri- You are my sunshine.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro