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Capítulo 2


Caminamos durante tres días. Nos detuvimos a descansar brevemente al aire libre. Y en cada ocasión, el oso me empujaba a su lado y me rodeaba con los brazos, mirando a los otros como si los desafiara a intentar tocarme. Ellos no lo hacían. El oso era enorme y claramente el líder. Descansé en sus brazos e intenté desesperadamente pensar en una manera de escapar, pero los que estaban de guardia no permitirían que yo pasara desapercibido, y con las manos atadas no se podía hacer mucho, incluso si lograba escabullirme de ellos.

Al menos, como estábamos de viaje, no había tiempo para el apareamiento; tales actividades eran distracciones y un peligro, pues no buscábamos estar expuestos. Eso no impidió que el oso olisqueara mi cabello y toqueteara mis costados cuando nos recostamos juntos. Su atención era aterradora. Yo estaba solo y asustado.

En la mañana del cuarto día llegamos a su base. Era en una colina, más alta que las que nos rodeaban, con un área plana a mitad de todo. Pude ver el humo del fuego con el que cocinaban. Al subir me di cuenta de que habían construido sus casas en las cuevas que rodeaban el territorio plano. Hay pieles colgadas para evitar el viento. Las mujeres y los niños salieron a saludar a los que regresaban.

El oso dio un gran rugido, el que los suyos vitorearon. Buscó en una bolsa en el hombro de otro hombre y sacó la Piedra Azul. Lo miré sorprendido mientras él lo elevaba al son de los aplausos. La Piedra Azul había sido la posesión más preciada de mi tribu. Era mágica, vino de nuestro dios. No había otra piedra igual, tenía espirales tallados y brillaba a la luz del sol.

Ahora les pertenecía a ellos, y yo también.

No pude sacar la mirada de indignación de mi rostro. Uno de ellos me empujó fuerte y me gruñó en advertencia. El oso se giró y por un momento sólo dejó sus ojos fijos en los míos. No eran negros como lucían a la luz del fuego, eran azul claro, más brillantes que la Piedra Azul. Se puso de pie junto a mí.

Di un paso hacia atrás, pero los suyos me rodearon. Las mujeres estaban viéndome confundidas, los niños preocupados y los hombres en desconfianza y sospecha.

El oso tomó mi brazo y me jaló junto a él entre la multitud. Quizá iba a ser asesinado esta noche, destazado en un altar mientras nuestra Piedra Azul encontraba un nuevo hogar. Mi corazón estaba latiendo tan fuertemente que podía sentirlo contra mi pecho.

Entonces lo vi. ¡El azotador! El hombre de un solo ojo que mató a mi padre. Estaba aquí. Pensé que perdería el poco orgullo que me quedaba y me quebraría a sus pies. Él había sido el hombre de mis pesadillas durante mucho tiempo, y ahora estaba frente a mí. Su único ojo me miró, la gran lanza con la que había matado a mi padre estaba en su mano, su rostro era severo.

"Thor, ¿wa id di?" dijo él.

El oso gruñó. "Niye." Dijo, acercándome a él.

"Du, Thor, du. Je tejen ah dool." Dijo el azotador, mirándome.

"Ni-ye." Dijo el oso, pronunciando cada sonido lentamente mientras el azotador lo miraba de forma estúpida.

"Thor-"

"¡NIYE!" El oso gritó y levantó su martillo de piedra. Pensé que me desmayaría. Él le estaba gritando al Azotador. Imaginé que caería muerto con sólo una mirada de ese terrible ojo.

Para mi sorpresa, el Azotador retrocedió. Estaba negando con la cabeza, pero no dijo nada más. Se giró y se marchó. Quedé impactado al ver al Azotador usar su lanza para apoyarse al caminar. De alguna forma, el hombre de mis pesadillas había envejecido.

Me pregunté qué tan difícil sería matarlo.

Entonces, el oso me arrastró más allá, entre la montaña hasta una cueva. Antes de entrar ahí, una mujer apareció. Ella tenía plateado en su cabello rubio, el cual caía en espesos mechones enmarcando su rostro. Ella miró al oso y luego a mí.

"Niye." Dijo el oso de nuevo, apuntándome.

Ella asintió, después le sonrió, se acercó y le dio un abrazo.

"Niye som. Da gool seh yu." Dijo ella al soltarlo.

Él me ató a un poste cerca de la entrada y yo me quedé ahí. Me senté y observé a la tribu pelear y discutir sobre las cosas que habían traído de regreso. Mis cosas, las cosas de mi tribu. Algunos de ellos me miraban de forma ocasional y gruñían. Los niños estaban lo más alejados posibles del monstruo de cabello negro. Intenté liberar mis manos, pero no tuve más suerte que hace tres días. Me forcé a quedarme sentado y esperar.

Ellos tuvieron un festín esa noche. Los cazadores que dejamos atrás habían hecho un buen trabajo, así que cocinaron en el fuego alrededor del cual bailaban, cantando canciones en ese idioma de gruñidos suyo. Me senté en la oscuridad alejado del fuego e intenté cortar la soga en mis manos con una roca del suelo. No estaba teniendo nada de suerte.

A la distancia, vi las flamas crecer altas. Mi corazón se congeló dentro de mí. Ellos iban a quemarme. Lo sé ahora. Yo sería un sacrificio e iba a ser arrojado a las flamas y mantenido ahí con lanzas hasta que mi piel se cayera quemada. Comencé a entrar a pánico. No deseo morir, no deseo arder. Las flamas eran tan ardientes que sabía que iba a gritar hasta no poder respirar. ¿Ellos se reirían? ¿Cantarían canciones y bailarían mientras yo ardía en agonía? Pude sentir lágrimas en mis ojos ante el pensamiento. Una espada. Seguro que ellos me matarían con una espada antes de... antes de...

Sólo vi negro. No pude sentir mis extremidades. Si ellos intentaran hacerme caminar, colapsaría a sus pies. Las flamas llenaban mi visión, junto con el oso, que se acercaba a mí.

Él cortó la cuerda con una roca, pero no liberó mis manos. Intenté no quejarme mientras me metía entre sus brazos. No quería darles la satisfacción de mis gritos, pero no creo que hubiera forma de evitarlo.

Para mi sorpresa, el oso me llevó lejos de las flamas, a las cuevas detrás de mí. Me guío dentro, donde una cama de telas estaba preparada. Plumas de aves exóticas estaban esparcidas en ella, me hicieron cosquillas cuando él me recostó.

Así que él iba a hacerme un ergi antes de matarme. No tenía la fuerza para detenerlo. Mi tribu estaba muerta, mi vida estaba acabada. Él me haría sangrar, y después me haría arder por un dios en el que no creo.

Acarició mi cabello y apretó mis costados con sus grandes manos. Yací bajo de él e intenté no mostrar mi miedo. Supe que había fallado cuando él se reclinó y pasó sus dedos por mi rostro de forma gentil, como lo haría con un niño.

"Flacks." Dijo él. "Flacks."

No pude evitar temblar cuando me besó, presionando sus cálidos labios en los fríos míos. Su barba picaba en mis casi lisas mejillas. Otra cosa que no podría hacer, nunca sería lo suficientemente mayor como para que me creciera la barba de hombre, y ahora nunca lo sería.

Su beso era largo y profundo, presionando mi cabeza contra las pieles tan fuerte que podía sentir la roca debajo. Intenté alejarme, pero no tenía a dónde ir. Presioné mis manos atadas contra su pecho, e intenté alejarlo, pero él ignoró mi esfuerzo. Si tuviera suficiente espacio como para mover mis brazos y golpearlo, al menos podría dañarlo un poco, pero él se quedó cerca y no pude.

Él se alejó de repente, sorprendiéndome, entonces buscó por algo cerca de nosotros. Olía como a animal y se sentía pegajoso mientras él introducía sus dedos dentro de mí. Me retorcí, intentando detenerlo.

"Flacks." Dijo él de nuevo, en voz baja. "Flacks."

Me quedé quieto mientras sus dedos me preparaban, abriéndome bien. No supe por qué él haría algo así, a menos que estuviera preparándome para arder mejor. Sé que las mujeres en mi tribu usaban grasa de animales para cocinar mejor la carne. El pensamiento hizo que mi garganta se cerrara en terror, mi cabeza se llenó con visiones del oso empujándome con palos ardiendo, mirando con delicia como me quemaba de adentro hacia afuera.

"No." Susurré, rogando. "Por favor, no."

"Flacks." Repitió y siguió.

Cuando se retiró, se acarició a sí mismo y se untó de la grasa que, yo estaba seguro, era para asegurar que yo ardiera por completo. La violación sería un placer extra para él, uno que yo me vería forzado a darle.

Las lágrimas bajaron por mis mejillas mientras él metía su miembro en mí.

"Flacks." Dijo una vez más, con fuerza. Me quedé rígido, pero mis manos lo empujaban desesperadamente.

El oso se presionó dentro sólo un poco más, entonces suspiró en frustración. Se inclinó y tomó una de mis piernas, subiendo mi rodilla hasta su hombro y acomodándola ahí. Entones hizo lo mismo con la otra, dejándome tan expuesto como pudiera. Presionó mis manos atadas sobre mi cabeza. No podía moverme, él me tenía y yo estaba abierto, no pude detener sus ávidas embestidas.

"Flacks." Susurró mientras molía su cuerpo contra el mío. "Flacks, gool, flacks."

Sus movimientos eran menos dolorosos de lo que pensé que serían, gracias a la grasa, pero me aterraba lo que sucedería cuando terminara. Él me arrastraría fuera y, juntos, él y los suyos, me empalarían y me dejarían morir en agonía. Quizá ellos prepararon el palo mientras él me preparaba a mí, acomodándolo en las flamas para que estuviera al rojo vivo.

Él estaba moviéndose rudamente ahora, haciéndome mover a mí debajo de él. No podía moverme más allá de eso. No podía ni siquiera tensarme en esta posición. Él me reclamaba, y yo estaba indefenso para detenerlo.

Tal vez era lo mejor. Iba a ir con mi dios y con mi tribu. Me arrodillaría ante mi padre y pediría su perdón por ser un ergi, seguramente él entendería que no pude hacer nada para evitarlo.

El oso soltó un quejido y esparció su humedad dentro de mí. Me pregunté si eso también ayudaría a que yo ardiera mejor.

Se alejó de mí y me dejó moverme. Sólo pude ver su sonrisa en la oscuridad. Ahora yo iba a morir. Intenté estar listo, no estar asustado. Fallé. Había lágrimas en mis mejillas y mi cuerpo temblaba con miedo a lo que estaba por venir.

El oso se puso de pie y me dejó.

No estaba esperando eso. Por un momento, me quedé paralizado, entonces me di cuenta que él debió haber ido a traer a los suyos. Ellos vendrían por mí.

Me puse de pie en mis piernas temblorosas e intenté caminar a la entrada de la cueva. Quizá si salía ahora tendría una oportunidad de escapar.

Mi suerte se había ido junto con la Piedra Azul. El oso regresó justo cuando estaba a unos pasos de salir. Sostenía un hueso en sus manos, aún quedaba algo de carne en él. Me lo dio y se sentó, mirándome.

¿Una última cena? No le quedaba mucha carne, pero sí algo de tuétano. Yo no tenía hambre, pero lo acepté. Mi padre me dijo que un hombre sabio nunca desperdicia comida.

No sé qué diría de un hombre que estaba a unos momentos de ser quemado hasta la muerte, pues quizá que comiera sería un desperdicio.

Me lo terminé, abriendo el hueso para sacar el tuétano con mis dientes. El oso me observó hacerlo con interés. Cuando terminé, tomó el hueso y lo arrojó sin preocuparse por la entrada. Entonces me llevó de nuevo a las pieles y me envolvió con sus brazos.

"Da Thor." Dijo, apuntándose a sí mismo.

"Da Thor." Repetí.

Frunció el ceño. "Du. Da Thor." Se señaló a sí mismo de nuevo.

"Da Thor." Repetí yo, preguntándome si él estaba siendo más estúpido de lo normal.

"DU. Da THOR." Dijo, mirándome con frustración.

Sólo lo miré. Quizá 'da' no era un nombre, pues él ponía más fuerza al decir el otro sonido.

"¿Thor?" Sugerí.

Sonrió y asintió. "Jar." Entonces me apuntó.

"Loki." Dije.

"Lowki." Repitió de forma rara. "Lowki."

Me acercó y acarició mis costados de nuevo. "Niye Lowki" Dijo. Momentos después se quedó dormido.

Quedé perplejo. Estaba seguro de que iba a morir, pero estaba vivo y se esperaba que durmiera tranquilamente junto al enemigo. El oso estaba muy confiado de que yo no lo atacaría en la noche.

¿Qué podía hacer yo? Todos los míos estaban muertos. No tenía a dónde ir, ningún lugar que fuera seguro. Estar aquí junto al oso, Thor, era todo lo que tenía.

No dormí bien esa noche. Ni siquiera dormité. Estaba muy preocupado acerca de la mañana y lo que iba a ocurrir conmigo. Al menos ya sabía lo que 'niye' significaba. Eso había quedado bastante claro.

Mío.

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