Capítulo 8:
VICENZO:
Localizar a la mascota de Arlette no resulta tan fácil como pensé que sería. Ha abandonado su trabajo en la heladería, el nuevo encargado me dijo que renunció de un día para otro, y ya no está viviendo en la fea casa a la que fui por ella una vez, pero afortunadamente después de un día Milad logra acceder a la base de datos de San Antonio y obtener su nueva dirección. Silbo por lo bajo al estacionar mi motocicleta frente al bonito condominio de apartamentos. La fachada del edificio es de ladrillos blancos y cristal. Las áreas verdes están llenas de rosales que esperan la primavera para florecer. La propiedad grita Carlo Cavalli por todos lados. Mascota lo hizo bien. Tras cederle su alma a Arlette, pasó de ser una aspirante a vagabunda a vivir como una estrella de cine, su único trabajo siendo soportarla. Arrugo la frente mientras me cuelo dentro gracias a una anciana paseando a su cachorro, a quién me arrodillo para acariciar, que juro que me mira con deseo mientras me comenta que tanto a ella como a su pequeño animal no le suelen agradar los extraños. Mi límite son los cuarenta y ella se ve de setenta, así que declino su coqueteo y me limito a pasar mientras siento sus ojos puestos en mi culo.
Incluso dentro, dónde los pisos son de mármol y hay una chimenea en el recibidor, admito que no es una paga lo suficientemente alta por soportarla. Esperaba un ascensor de oro. Estoy decepcionado. Arlette es la definición de problemas, así que mascota merece sus jodidos candelabros de oro. Prueba de ello es cuán rápido tuve que huir del psiquiátrico una vez las alarmas empezaron a sonar y mi plan falló no porque no funcionara, sino porque ella no estaba ahí, así que perdí dos malditos millones de dólares y arriesgué mi cuello por nada, ya que algún vigilante debió notar la ausencia de la recepcionista e investigar más a fondo el extraño panorama. Ni siquiera tuve tiempo de hacerle más preguntas a Marianne, por lo que ahora tengo que obtener respuestas de Verónica si quiero tener alguna idea de en dónde puede encontrarse mi psicótica ex antes de que, nuevamente, haga algo estúpido, arriesgado y sin sentido que la ponga en una posición peor de en la que ya se encuentra, la cual es bastante mala.
Ajusto mi mochila sobre mi hombro antes de tocar el timbre.
─¡Voy! ─grita del otro lado de la madera─. ¿Conseguiste los ingredientes para el pie? Sé que se ve exagerado, pero necesito todo eso para...
Los ojos cafés de Verónica se agrandan cuando me ve.
─Hola, mascota ─saludo haciéndola a un lado, encontrándome con lo que menos espero a penas pongo un pie en su casa.
Petruskha, la nana soviética de Arlette. Miriam, su enfermera afroamericana. Las dos están sentadas en el sofá violeta de Verónica tejiendo pequeños suéteres rosas que ocultan de mi vista a penas me ven, pero ya es demasiado tarde. Obtuve un vistazo de ellos. Una confirmación de que la pequeña Cavalli aún vive. Verónica me persigue por su casa en su búsqueda, también de Arlette. Si creen que aquí están a salvo, se equivocan. Aún no he atrapado a ninguno de ellos, pero sé que si ya descubrieron que la escena en el psiquiátrico no es más que una fachada, debe haber más de un par de ojos en cada una de las equinas de la ciudad.
Resignándome, dejo escapar un gruñido de frustración. Aunque busco en cada rincón, arrojando cajones por pistas y abriendo puertas de armarios, no encuentro a ninguna Cavalli. No quiero hacer esto enfrente de las señoras, así que tomo el cuello de mascota y la presiono contra la pared cuando nos encontramos a solas en su habitación. Las mangas de su suéter rosa son demasiado largas para sus brazos, por lo que envuelve el mío con ellas mientras lucha por respirar. Ejerzo más presión contra su garganta mientras me inclino sobre ella. Quiero la maldita verdad.
─Debería atarte en una silla y someterte a un interrogatorio de horas, pero solo te haré dos malditas preguntas. ─Aflojo mi agarre para que pueda hablar, pero no lo deshago del todo─. ¿Realmente te importa Arlette?
Hay lágrimas en sus ojos, pero no las deja caer.
─Sí.
Le creo.
─Bien. ─Tomo aire─. ¿Dónde mierda está?
Ella niega tanto como puede.
─No lo sé.
Soltando una maldición, en medio de la rabia aprieto su garganta hasta que hago que piense que está a punto de morir. Cuando se rinde a ese hecho, la suelto y retrocedo. Ella no está mintiendo, pero no me lo está diciendo todo y por primera vez no tengo ni idea de qué preguntar sin terminar sonando como si estuviera delirando. Mis puños se aprietan cuando regreso a la sala y me topo con Fósil. Él lleva un par de bolsas de supermercado con elementos de repostería. No está usando su traje, lo que lo hace lucir extraño, sino vaqueros y una camisa de a cuadros. Si Arlette no está aquí, pero las personas que le limpian el culo sí, debe estar ensuciando algún sitio con su mierda sin que haya nadie cerca para recogerla. Aunque la idea de clavar mi cuchillo en algún sitio de la piel de Verónica me haga sentir mal, a pesar de lo que sufrió aún luce como una inocente, como Penélope, con Fósil es diferente.
─Viejo pervertido ─gruño mientras, ante la mirada atónita de Petruskha y Miriam, presiono un cuchillo contra su garganta─. ¿Dónde está Arlette?
─Ambrosetti. ─Pone sus manos en mis muñecas─. Aún si lo supiera, no te lo diría. Mi respuesta sigue siendo la misma que te di hace unos meses. Solo me debo a los Vólkov y tú, desafortunadamente, no eres uno. ─Suelto un rugido cuando empuja mis manos hacia abajo─. Aún así, a mis oídos ha llegado el rumor de que un psicópata pelirrojo intentó sacar a la señorita Arlette del psiquiátrico... ─Sus ojos se enfocan en la irritación que la pintura causó en mi cuero cabelludo─. Así que te puedes quedar a comer pie.
Mira a Verónica, quién asiente desde el pasillo a pesar de las marcas de mis dedos en su delgado y frágil cuello.
─Sé hacer un buen pie ─dice con voz de bocina averiada.
Si ellos no tienen nada más que decir, no me queda de otra que declinar.
Esta es la jodida primera vez que rechazo comida, pero si yo fuera Arlette y estuviera a punto de cometer una locura no involucraría en mis planes a las personas de las que principalmente sospecharían. Además, cuando se metía en un maldito problema o rompía las reglas, nunca recurría a ellos. De alguna manera siempre los protegía. Tanto para llevarle la contraria a su padre y asistir a un concierto, como para asesinar a una pandilla de violadores y amenazar a capos en sus propias casas, ella recurría a mí. Nunca involucró a Fósil, mucho menos a su amiga, a su enfermera o su nana. Realmente, me doy cuenta, nadie aquí sabe dónde está.
*****
Por primera vez en días, la terraza del restaurante está sumida en la calma absoluta. Con el anuncio de la muerte de Carlo y la pequeña convención de La Organización que se celebró después, no ha habido espacio para caminar hasta hoy. Mis labios se curvan lentamente hacia arriba cuando identifico la pequeña y regordeta silueta de mi hermana corriendo hacia mí. Tuve que cobrar unas cuantas deudas después de ir a casa de Verónica, así que son las seis de la tarde. Ella y mamá, a quién veo sentada en una mesa junto a Constantino, seguramente vinieron a cenar.
─¿Cómo estás, Pen? ─pregunto mientras la levanto del suelo para hacerla girar varias veces en mis brazos, lo cual trae una sonrisa a su rostro de expresión triste y ojos grises apagados─. ¿Todo bien?
Ella hace ademán de asentir cuando la bajo, pero termina negando.
─Hice esto para Flavio. ─Me tiende un trozo de papel que saca de un bolsillo oculto de su vestido azul con flores blancas─. Vine porque pensé que cenaríamos con ellos. Quería decirle que lo siento mucho por su padre. Se la iba a dar en su funeral, pero no lo encontré. ─Abro la tarjeta casera, sonriendo fugazmente ante la visión de la escritura de Penélope. Es descuidada en comparación con la de Arlette, creo que todas las letras lo son si las comparas con la suya, pero tan dulce. En el papel Penélope le dice que confía en que un día Flavio será un gran hombre que hará sentir orgullosos a sus padres en el cielo─. También hice una para Arlette, pero me da miedo entregársela. ¿Podrías darle ambas cuando la veas?
Afirmo mientras tomo la segunda tarjeta de su mano y la leo.
Lo siento
También extrañaré que mi tío Carlo me llame su dulce niña
Contengo el impulso de arrugar el papel. En su lugar lo guardo en mi bolsillo. Debería hacer que abra los ojos. Decirle que Carlo y Beatrice no irán al cielo. Que Flavio y Arlette pueden estar muertos. Que él está siendo mantenido cautivo por un esclavista y ella está escondida en alguna parte, acusada de asesinar a su padre, a su madrastra, a dos decenas de hombres y a su propia hermana. Pero no puedo. Penélope es una de las únicas cosas buenas que tengo en la vida. Quizás la única. Aunque esté haciendo lo incorrecto, deseo que permanezca inocente tanto como pueda.
─Estoy seguro de que ellos lo apreciarán ─contesto tras tragar el nudo de conflicto en mi garganta─. ¿Ya cenaron?
Niega, sus rizos negros agitándose.
─No, estábamos esperándote.
Eso es nuevo. Alzo las cejas mientras me dejo guiar por el suave agarre que envuelve alrededor de mi mano. Un segundo después, estoy sentado frente a mi madre y Constantino. Penélope ocupa el puesto a mi lado, como siempre. Todos pedimos lasaña y cenamos como si nuestra familia no se hubiera fracturado. Mamá me pide que, por favor, le pase el orégano y la sal. Eso hago. Cuando terminamos y viene el postre escucho a Penélope discutir la receta con el chef, papá mirándola con una mezcla de adoración y amor tanto a ella como a mamá. Hay tanto de ambas cosas para ellas que no puedo evitar que mi mano tiemble mientras sostengo el tenedor, pero logro esconder mi ira. No quiero ser quién arruine el momento. Me doy cuenta, sin embargo, de que él nunca me ha visto así. Siempre he sido alguien a quién exigirle más, en quién depositó la responsabilidad de continuar con el legado de los Ambrosetti. No un hijo, una herramienta.
─Vicenzo ─susurra mamá cuando está por irse con Penélope, quién baja las escaleras hacia la salida de la mano de Constantino─. Tu padre se ha negado a contarme los detalles de cómo van las cosas con Arlette y Flavio. Solo me dice que van lo mejor que pueden ir, pero sé que hay más. ─Muerde rápidamente su labio─. Sé que no hemos sido tan cercanos como solíamos últimamente, pero necesito saber si es cierto. Si tu padre me está ocultando la verdad para no lastimarme. Le dije que acogiéramos a Flavio y a Arlette y estuvo de acuerdo, así que preparé sus habitaciones en la casa, pero no he sabido nada de ellos. ¿Él... no será su tutor?
Niego.
No sé por qué papá no se postuló, pero no puedo mentirle a mi madre.
─Se involucraron hombres de La Organización.
Al entender lo que eso significa, que papá decidió que los hijos de su mejor amigo no eran lo suficientemente valiosos para iniciar una guerra, menos si no estaban dispuestos a renunciar a su herencia, lo cual guardo para mí, Aria se cubre la boca con la mano mientras sus ojos se llenan terror.
─Yo... ─Retrocede y se tropieza, así que me adelanto para ayudarla. Mi enojo con ella quizás durará en pasar, pero sigue siendo mi madre así continúe obsesionada con Arlette─. No puedo creer que tu padre lo haya permitido. Aunque no se hayan casado, los Cavalli son familia.
A su favor, era una situación difícil.
En su contra, es un maldito cobarde.
─Arlette y Flavio estarán bien, mamá. ─Ella se desploma contra mí cuando cedo y la abrazo. En mis brazos por fin es capaz de derrumbarse, pues se estremece mientras llora. Acaricio su cabello negro mientras recuerdo cómo ella solía acariciar el mío cuando era un niño─. Me ofrecí a ayudarla, pero ella rechazó mi oferta, así que debe tener algo preparado.
Mamá sorbe por su nariz mientras se aleja, su mano en mi mejilla.
─¿Eso hiciste?
Asiento.
─Le pedí que nos casáramos, así nadie podría tocarla, pero me rechazó.
Su labio inferior tiembla.
─Vicenzo ─susurra casi sin aliento─. Por fin estás creciendo. Lo veo en tus ojos. Quizás solo necesitabas estar un tiempo lejos de casa. Estás empezando a sonar como el hombre que siempre he soñado que seas. ─Su amor maternal me hace estremecer cuando besa mi frente─. Tu padre nunca te lo dirá, pero lo heriste profundamente cuando tomaste tus cosas y te fuiste. No ha vuelto a ser el mismo desde entonces. Penélope y yo somos su corazón, pero tú eres el resto de sus órganos. Su sangre y carne. Eres su hijo ─susurra─. Solo he visto a mi esposo llorar dos veces en su vida. Cuando naciste y la noche que discutieron. No seas tan duro. Aunque en este momento esté tan enojada con él que apenas puedo respirar, los conozco a ambos y puedo ver cómo este distanciamiento está poniendo un muro, que cada vez se hace más fuerte, entre ustedes.
No estoy seguro de que alguna vez pueda ver a mi padre como lo hacía antes, así que me limito a devolverle el gesto y presionar mis labios contra su frente. No debí decirle que Arlette y Flavio estaban retenidos por La Organización, pero no pude mentir tan descaradamente. Nunca he sido bueno en ello. Puedo intentarlo, pero trabajar con la sangre es más fácil.
─Buenas noches, mamá.
Sus ojos grises nuevamente se llenan de lágrimas.
─Buenas noches, príncipe.
Permanezco en la barandilla de la terraza para ver cómo Aria abofetea y le grita a Constantino antes de marcharse a casa con Penélope y un grupo de guardaespaldas. Me encojo de hombros cuando tengo una dedicación exclusiva de la mirada acusatoria de Constantino en mí. Me dirijo a su oficina, intuyendo que es ahí donde me quiere para reclamarme haber delatado su cobardía, y logro encender un porro de marihuana que saco de mi bolsillo antes de que llegue. Solo alcanzo a darle dos caladas. Constantino me lo arrebata y lo aplasta con la suela de su zapato hasta hacerlo trizas. Niego. Qué desperdicio.
─Justo cuando pienso que no puedes ser más estúpido... ─empieza, pero lo corto antes de que pueda empezar con sus insultos.
Estaría gastando saliva en vano. Ya no me afectan como solían.
─Ayuda a Arlette sin apoderarte de la herencia de Carlo. ─Su mano refuerza la torcedura que mantiene sobre mi camiseta blanca, haciéndola girar, al escucharme─. Compórtate como el Ambrosetti que me enseñaste a ser trayendo venganza sobre los hombres que asesinaron a tu hermano, porque sé que Carlo era como familia para ti, y nuevamente seré capaz de verte como mi padre. ─Mantengo su mirada─. Hazlo y te perdonaré haber permitido que me retuviera como su prisionero porque me estarás demostrando que lo veías como tal, así que por eso le confiaste a tu hijo para torturarlo: porque él era como tu propia sangre para ti.
Tras observarme en silencio, papá me estrella contra la pared antes de pasearse por la habitación con las manos tras la nuca.
─Quiero hacerlo, siempre he querido hacerlo, pero no es tan fácil. Necesito el dinero y el poder de Carlo para mantenerlos a salvo. Sé que estarás decepcionado de mí por eso también, pero él nos protegía de maneras que ni te imaginas, hijo. ─Con una expresión llena de frustración, vuelca una silla─. Necesito que ella entre en razón y firme lo que tenga que firmar frente a todos, pero no quiere facilitarnos el trabajo. Eso me enoja. No quiero que ella y su hermano estén en manos de unos enfermos y al mismo tiempo tampoco puedo permitir arrastrar a mis propios hijos a esto, arriesgarlo todo. Lo mejor que podemos hacer es esperar que acepte nuestra ayuda y ponernos en marcha para recuperar a Flavio. Luciano llegó a él antes de que yo lo hiciera, pero fui en su búsqueda apenas pude. Si fuera su tutor, las cosas serían diferentes. No tendría que quitarles su herencia porque no tendría que gastar una fortuna en una guerra. En proteger a los míos. En deshacerme de todos sus enemigos.
Aunque eso explica su comportamiento, sigue sin ser suficiente.
Abro la boca para replicar, pero el sonido de su teléfono me interrumpe. Papá se comporta como si fuera a ignorarlo para continuar con nuestra conversación, pero hago un gesto con la cabeza para que lo tome mientras me siento frente a él. Mi frente se arruga cuando veo cómo el color se drena de su rostro y se deja caer en su silla. Se despide rápidamente de la persona al otro lado de la línea y mira hacia el techo antes de enfocarse en mí. No me ha dicho nada acerca del intento fallido de escape de Arlette del psiquiátrico, así que por un momento me preocupa que haya descubierto que fui yo. Desde un principio supe que esto podría pasar, así que estoy listo para enfrentarme a las consecuencias. Lo jodido es que podría llegar a pensar que tuve éxito y que fui yo quien dejó a Marianne ahí.
Sus palabras, sin embargo, no son las que esperaba.
Ni en un puto millón de años.
─Salvatore Morello ha muerto. Lo asesinaron saliendo de una degustación de mariscos ─pronuncia como si no lo creyera─. Un tiro en la cabeza... por la espalda.
¿Una convención de mariscos? Probablemente estaba ahí por su obsesión con las langostas y la comida marina. Lo que llama mi atención, sin embargo, aparte del ridículo entorno en el que tomó su último aliento, pues al menos pudo hacer lo que más amaba en el mundo antes de morir, es cómo lo hizo. Hay un jodido patrón que no puedo pasar por alto.
─Como el padre de Arlette.
Constantino afirma, de acuerdo con mi deducción.
─Sí, pero dudo que sea la misma persona. ─Se dirige a su mini bar y sirve dos vasos de whisky. Aunque no lo he disculpado por golpear a Arlette, lo acompaño aceptando el que me tiende. La situación lo amerita. Podríamos estar ante un asesino serial del Inframundo. Quizás un grupo de anti-héroes de Chicago. Quizás solo un psicópata de la Cosa Nostra queriendo escalar posiciones. Aunque en un principio pensé que los asesinos de Carlo estaban en La Organización, puesto que en mi opinión solo alguien igual de poderoso pudo asesinarlo, tiene sentido─. Los hombres que mataron a Carlo eran expertos. Este no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. No tenía ningún plan de escape. Solo una pistola y un blanco.
Alzo las cejas.
─¿Cómo lo sabes? ¿Lo atraparon sus escoltas mientras huía?
Niega.
─No ─dice─. La policía.
¿Qué tal?
¿Cuáles son las teorías conspirativas de este capítulo?
Dedicación a: Joanna33Lopez <3
Dedicación especial a Paulina y a Dani por sus cumpleaños (en Arlette), espero que cumplan muchos más y la pasen bien <3
Siguiente dedicación a la que + comente
Love u, nos leemos mañana (creo)
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