Capítulo 7:
ARLETTE:
Hay neblina por todas partes. Mi cuerpo, ahora cubierto por un vestido de terciopelo de mangas largas, rojo, está protegido de ella y de las bajas temperaturas de esta época del año con una frazada térmica. Estoy sentada sobre uno de los asientos de cuero de un lujoso yate negro. Hay cinco personas en él. Marcelo. Tres de sus escoltas. Yo. Aunque soy superada en número, mis manos se encuentran nuevamente atadas. Esta vez no son los fuertes y apretados nudos de Vicenzo los que las mantienen juntas, sino un juego de elegantes esposas de acero inoxidable. Una estilista me ayudó a arreglarme en la suite del hotel en la que nos quedamos. Cortó las puntas de mi cabello. Lo onduló en rizos que se curvan a mitad de mi espalda. Cubrió mis moratones. Mis ojeras. Borró las señales de paranoia y sufrimiento de mi cara. Hizo ver mis pestañas más largas y rehízo mi manicure y pedicure. Retomó mis sesiones de depilación con láser, lo que me hizo recordar a Beatrice. A pequeña Beatrice. A pesar de la nostalgia, tuve que preguntarle a Marcelo por qué pidió que hicieran esto último. En estas circunstancias el escaso vello que poseo es en lo último que pienso. Realmente no necesito rasurarme.
Cada centímetro de ti debe lucir hermoso.
Eso fue lo que respondió.
Por supuesto, eso fue antes de que me pusiera las esposas y me arrastrara al interior de uno de los G-Wagon que le regalé con una funda negra cubriendo mi cabeza, la cual él mismo retiró cuando nos encontramos lo suficientemente lejos de Chicago. Gruño cuando la marea me hace saltar, por lo que tengo que reajustar mi posición ante la atenta mirada de un imbécil con barba y tatuajes, su mano derecha. Ya me acostumbré al movimiento ondulatorio que producen las olas, así que puedo sobrellevar las náuseas que recubren las paredes de mi garganta debido a este y a la desintoxicación de mi sangre. No soporto sus ojos en mí. Son saltones y tal vez cuenten como una deformidad, pero lo que me molesta es su mirada. Él busca cosas en la mía que estoy segura de que no quiere hallar.
Lo que los hombres de Marcelo me inyectaron hace tres días solo duró un par de horas. Desearía que hubieran sido más. Que su efecto durara hasta quizás pisar tierra firme, por lo que ahora no tendría que soportar el sabor de mi propio vómito en la boca o la molesta opresión en mi pecho que reconozco como anticipación y nervios. Mientras me sacaban del restaurante de Constantino, a unos cuántos kilómetros de Fratello's los cadáveres de los verdaderos enfermeros del psiquiátrico reposaban sobre el asfalto. Otro par de sicarios los suplantaron para llevarse a Marianne con ellos, los cuales todavía se encuentran fingiendo ser personal del manicomio, luciendo como yo. Conseguir dobles no es tan difícil como creía. No cuando tienes millones en una cuenta en Suiza.
Mis manos se aprietan en puños, puesto que el dinero que nunca quise tocar, el de mi madre, es el único recurso que me queda en este momento. Desde su tumba, incluso sin el recordatorio constante de lo que fue su existencia debido a la muerte de mi padre, ella jamás dejará de atormentarme. Mientras existan los espejos, existirá mi reflejo y su mirada en mis ojos. Mientras lleve su sangre, ella también vivirá. Debido a que ya no estoy tomando mis pastillas, nunca he sido más consciente de la manera en la que su influencia sobre mí no se ha desvanecido.
Ella es la razón de todo lo malo en mí.
Pero gracias a ello también soy más fuerte que el promedio.
La odio tanto por hacerme reconocerlo.
─Estamos a punto de llegar, principessa. ─Marcelo presiona su mano contra mi mejilla─. Eres el mejor regalo que Luciano recibirá.
Hago una mueca, pero no lo corrijo. Presiento que la mirada violácea del capo italiano se llenará de júbilo cuando me tenga en su poder. Marcelo me vendió. Le pedí que me trajera un par de brownies Cavalli para que Verónica y él pudieran idear un plan para ayudarme a escapar, pero terminé siendo vendida por segunda vez en mi vida al rey de la trata de blancas en Chicago. Al parecer está escrito en mi destino pertenecerle.
─¿Cómo harás para convencerlo de que no es una trampa? ─pregunto, genuino interés en mi tono bañado de repulsión.
El capo di tutti capi se encoje de hombros.
─Se ha convertido en uno de los hombres con más poder de la región. Es razonable que todos a su alrededor quieran establecer un lazo con él. Además, tiene control sobre más de la mitad de mi dinero en inversiones y propiedades. Tengo múltiples razones para no enemistarnos, al igual que las tenía con tu padre. ─Me mira fijamente─. No es personal, pero esta es la única manera. No estamos en los mejores términos y me ha garantizado que respetará tu vida, así que no puedo desaprovechar la oportunidad.
*****
Lo primero que veo cuando llegamos a la isla de la violación, como la llamó Vicenzo, son las maquinarias y los obreros trabajando en el oasis de las escorias del submundo de Chicago. Lo segundo es la gigantesca mansión al fondo que se asemeja bastante a la finca que mi ex prometido y yo visitamos hace un par de meses. Es más parecida a un fuerte que a un hogar. Conserva el mismo estilo de paredes altas, grises, y muros gruesos debido a que no solo es el sitio en el que descansa, sino también una prisión. Todas sus propiedades lo son, puesto que en todas ellas retiene mujeres y niñas para introducirlas a la esclavitud y a sus subastas. A pesar de que el capo italiano mantiene una mano sobre mi espalda baja, su gesto posesivo, siento la mirada de todos los hombres que nos rodean en mí.
Soy la chica que vale más que todos los diamantes Cavalli juntos.
No pueden creer que esté aquí.
─Señor Astori ─pronuncia con tono plano, sin alma, el guardián de la entrada antes de empujar las pesadas puertas para nosotros junto a su compañero─. Lo están esperando en la sala principal. Es la primera entrada a mano derecha. No es necesario que dejen sus armas aquí. Le dieron a usted y a sus hombres permiso de portarlas.
Contengo el impulso de bufar.
Por supuesto que sí.
Luciano probablemente levantará una estatua en honor a Marcelo en el centro de este infierno gracias al regalo que tiene para él.
─Gracias ─dice él, siempre amable, antes de reforzar su agarre sobre mí llevándolo a mi codo y arrastrarme a la dirección que le dieron.
Cuando llegamos ahí, mis ojos inmediatamente se topan con los de Francesco. Está sentado junto a Luciano en el centro de una mesa redonda con Kai y Emi armados tras su espalda, los cuales no lucen felices de estar aquí, pero no tienen otra opción, puesto que trabajaban para Francesco y él, a pesar de su incomprendida conducta, continua siendo un Cavalli y continua estando vivo. Me mira fijamente por unos segundos antes de llevar su atención al vaso con licor frente a él y bebérselo entero. No puedo seguir observándolo, así que me enfoco en el hombre junto a él que se levanta y rodea la estructura de madera para acercarse a nosotros. Está usando un traje violeta a juego con sus ojos. Su cabello lleno de canas está peinado hacia un lado. Su colonia no es desagradable, pero su presencia sí.
Así esté usando la que usaba papá, huele a basura para mí.
─Arlette ─exclama con los brazos abiertos─. Bienvenida a mi nuevo hogar. Espero que sea de tu agrado, puesto que acaba de convertirse en el tuyo. ─Una vez soy empujada por Marcelo hacia él, sus dedos se encajan en el borde de mi barbilla, sosteniendo mi rostro frente al suyo. No me molesto en ocultar el asco que su cercanía me produce, lo que lo hace sonreír. Mira a Marcelo por encima de mi hombro─. Desátala.
Marcelo gruñe.
─Yo no haría eso si fuera tú. Es difícil de controlar.
Luciano nuevamente toma mi rostro entre sus manos, las cuales son sorprendentemente suaves para pertenecer a un criminal. Al parecer le gusta hacer eso. Aunque fue más duro la última vez, en el restaurante, antes de que me enfrentara a los hombres de La Organización, lo toma de la misma manera. Probablemente piensa que me hace sentir vulnerable. Tiene razón, pero la verdad es que no tengo nada de mí misma que proteger. Ya no. Si él quiere obtener un vistazo de mi oscuridad interior, es libre de obtenerlo. Mi único motivo para esconderla ha desaparecido.
─Hazlo ─pide con una sonrisa─. Arlette es inteligente. Sabe que no puede enfrentar sola a treinta hombres armados. No harás nada estúpido mientras Flavio y tú estén bajo mi techo, ¿no es así? ─No respondo, así que toma una parte de mi cabello en su puño y lo hala hacia abajo, haciendo que suelte un gruñido y exponga mi cuello para él─. ¿No es así, Arlette?
Sí.
─Sí ─murmuro tan bajo que solo él puede oírme, así que vuelve a lastimarme─. ¡Es así! ─grito para que todos puedan escuchar.
─Ya la escuchaste, jefe. ─finalmente Luciano retrocede─. Desátala para que podamos celebrar su incorporación a mi colección de la manera adecuada. Sé que me dijiste que no te quedarías porque tienes cosas que hacer en la ciudad, pero siendo tú no me perdería el espectáculo.
No entiendo a qué espectáculo se refiere hasta que noto el tubo de pole dance en una esquina al fondo de la habitación y mis manos son liberadas por uno de los hombres de Marcelo. Luego de él, uno de los de Luciano se acerca y a su señal desgarra el vestido que cubre mi piel con el filo de su cuchillo, dejándola expuesta. Luciano le hace una seña para que me permita conservar el conjunto de lencería gris que llevo debajo. A pesar del odio hirviendo en mi pecho, no intento cubrirme. No le daré esa satisfacción. En su lugar enderezo mis hombros y alzo el mentón.
─Habrá menores en la audiencia ─explica ante los sonidos de decepción de los demás, momento en el que las puertas se abren y dejan entrar a Flavio, tres escoltas armados siguiéndolo y apuntándolo.
Retrocedo un par de pasos, sorprendida de verlo tan pronto, antes de correr hacia él. Todo mi cuerpo está estremeciéndose para el momento en el que mis brazos por fin rodean su cuerpo. A pesar de que se ha reducido la grasa de bebé en sus mejillas, continúa siendo un niño. La cantidad de lágrimas deslizándose por mis mejillas aumenta cuando me arrodillo frente a él y noto que se han deshecho de sus rizos dorados, rapando su cabeza al cero. Tampoco se ve elegante y sofisticado como Flavio es, sino desgarbado. Lleva una sencilla camisa negra y pantalones vaqueros con zapatillas baratas. Probablemente consiguieron su ropa en un supermercado. Si prácticamente quise asesinar a Vicenzo cuando me trajo ropa de puta callejera, no quiero ni pensar en cómo se debe estar sintiendo Flavio, cuya madre, padre y hermano han muerto para él también.
Aunque siga vivo, puedo ver cómo lo están matando.
─¿Flavi?
Él niega, sus ojos azules húmedos, antes de ver hacia el suelo. Sus puños están apretados a ambos lados de su cuerpo. Busco marcas de abuso en los sitios visibles de su cuerpo, pero no hallo ninguna. El hecho de que no las vea, sin embargo, no significa que no estén ahí.
─¿Qué haces aquí, Arlette? ¿Por qué estás desnuda? ─pregunta con voz susurrante─. No debiste venir por mí, no sabes lo que le hacen a las niñas. No son hombres como papá o como Constantino, incluso como Vicenzo, son... malos. Realmente malos. ─Finalmente me ve de nuevo─. Mamá y papá están muertos, ¿verdad? ¿No lo dicen para torturarme? Papá dijo que nuestro enemigo podría decirnos cosas así para rompernos, pero si él estuviera vivo no estarías aquí. Creo... creo que yo tampoco.
Flavi es tan inteligente.
─Sí. ─Trago el nudo en mi garganta─. Lo están.
Flavio se quiebra, pero como respuesta a mis palabras lo único que hace es asentir con una mirada vacía y agónica que me revuelve por dentro.
─Lo sabía.
Para mí es un alivio que no pregunte por pequeña Beatrice. Si lo hiciera tendría que mentirle. Aunque fuera necesario, eso me destrozaría por dentro. Mi hermano es sinónimo de nobleza. No merece estar pasando por esto. Mientras lo abrazo de nuevo, la rabia se cuela en mi sangre. Flavio nunca ha lastimado a nadie, pero nuestros padres lo han hecho y ahora que han muerto debemos pagar por ello. Sus pecados son la verdadera herencia. El dinero y el poder de nuestro apellido son compensaciones.
─Ellos también dicen que tú los asesinaste.
No respondo. Lo miro mientras se acercan a separarnos. Ninguno de los dos lucha contra nuestros captores. Es pérdida de energía innecesaria. Ambos sabemos que a partir del momento en el que pusieron sus garras en nosotros, todo lo que debemos hacer es sobrevivir mientras encontramos la manera de escapar. Es por ello que, ante la amenaza tácita de hacerle daño a Flavio si no coopero, me presiono contra el tubo de pole dance mientras imito mi coreografía en la fiesta de diamantes. Mis movimientos no coinciden con el ritmo de la música, pero eso no parece molestar a ninguno de los presentes. A Luciano, sin embargo, le enoja mi docilidad.
─Suficiente ─grita, cortando la música a lo que parece la mitad de la canción y arrastrándome peligrosamente cerca de la mesa, dónde el mango de un cuchillo para mantequilla sobresale de una de las esquinas─. Esto no se siente real, ¡haz que se sienta real o me desquitaré con tu hermano!
Algo dentro de mí se desconecta.
Dándole lo que quiere, tomo el metal y lo hundo en su estómago. Los párpados le Luciano se abren abruptamente cuando siente el filo cortar su piel. Antes de que llegue demasiado lejos y cause una herida seria, quizás su muerte, soy empujada hacia atrás por una mano familiar. Francesco. Él me arroja al suelo, la parte posterior de mi cabeza impactando fuertemente contra el mármol, y luego viene hacia mí para levantarme con la mano envuelta en mi cabello, su expresión entre impenetrable y furiosa. Lleva un traje similar al de Luciano de color azul. Su manera similar de vestir aumenta mis ganas de vomitar. No me sorprendo cuando las sombras empañan mi visión. Todo aquí es oscuro y denso.
─Les dije que no podrían controlarla. ─Me lanza a los brazos de los guardias de Luciano, quién no deja de mirar la sangre manchando su camisa. Con uno de ellos sosteniéndome, me abofetea con fuerza─. Contrólate a ti misma ─masculla─. O enviarás todo a la mierda y tendré que asesinarte. Ya que acabaste con la vida de mi tío, nadie lo verá como un crimen. ─Busco a Marcelo con la mirada, pero no lo encuentro. Se ha ido. Quería maldecirlo por permitir que Luciano se quedara con Flavio. Si pensó que con él podría estar seguro, estaba equivocado. Probablemente también lo está con el hecho de que mi vida sea respetada aquí─. Sé una buena puta, dale lo que quiere, y no tendrás problemas. ─Francesco se tensa cuando escupo su rostro de la misma manera que escupí el de Constantino, mi saliva en su frente. Tras dedicarme una larga mirada, hunde su puño en mi estómago─. No me hagas repetírtelo de nuevo. ─Ante los gritos de Flavio, vuelve a hacerlo, esta vez más fuerte debido a los sonidos de excitación que recibió del primer golpe. Les complace ver una mujer indefensa siendo lastimada─. Pórtate bien, Arlette, o...
Francesco se detiene cuando escucha el seguro de un arma siendo removido tras él. Tras tomar el aire que perdí, alzo la cabeza para ver quién lo está apuntando. Luciano. Mientras este ejerce presión contra su herida con una mano, mira a mi primo con recriminación.
─¿Por qué la castigas? Aprecio tu lealtad, pero ella solo me complació. ─Rodeándolo, ahora apunta el rostro del hombre que me retiene─. Llévenla a una celda. Ese será su premio por sobresalir en sus asignaciones. Si la tocan, me aseguraré de que sufran antes de morir ─gruñe─. Estoy guardándola para mi noche de bodas. Arlette Cavalli el mejor regalo que ningún novio haya abierto antes. Después de ver lo que acaba de pasar, ¿no están de acuerdo? No todo los días encuentras una joya así. Los diamantes de verdad no se rompen con un simple golpe. Necesitas la maquinaría adecuada para quebrarlos y moldearlos a tu antojo.
*****
Mi celda no es individual. Soy arrojada a un pequeño cuarto de tres paredes y una rejilla con candado en el que se encuentran cinco chicas más, todas sucias y temblorosas. Mi atención se enfoca en la más pequeña de ellas. Una rubia regordeta que me recuerda a Penélope cuando era más pequeña y que no puede tener más de nueve. Aunque toda mi vida he sido una maestra de la indiferencia, no puedo evitar gritar y patear el metal cuando identifico rasguños entre sus piernas. Lo único que todas llevan puesto es una ancha y fea camiseta que seguro es fácil de quitar.
─Grita lo que quieras ─dice la que la abraza, una versión unos años mayor de ella, probablemente su hermana─. Nadie te prestará atención. Solo conseguirás molestar y asustar a las demás.
─¿Cuántas son?
Ella niega.
─No lo sé. No sé si en otros pasillos hay más de nosotras, pero en este somos cinco o cuatro por celda ─Acaricia el cabello dorado de su hermana. Hay cuatro. Eso hace veinte chicas. Si en cada una de las celdas hay una o dos como la pequeña, esas son de cuatro a seis niñas─. Ella es Estela. Yo soy Brenda. Somos hermanas. Estábamos en el estacionamiento de un supermercado cuando nos raptaron. ─Sus ojos dorados se llenan de lágrimas─. Estela quería celebrar su primer día de escuela con helado. Siempre se culpa a sí misma de que estemos aquí cuando en realidad es mi culpa por siempre haberme vestido como una puta. Jeff, el que nos eligió, dijo que mi mini falda le gustó. Llevamos más de seis meses aquí. El enfermo al que nos vendieron no ha llegado a Chicago por nosotras, pero nos obliga a hacer... cosas en línea.
Niego.
Así que además de raptarlas y violarlas, las hacen sentir responsables de ello. No tengo ni idea de cómo se siente, las pastillas de papá siempre me ayudaron a aislarme de mis emociones, por lo que no puedo decir nada.
─Supuse que eran hermanas. ─Tras soltar un gemido ahogado debido al dolor que mis movimientos producen, gracias a los innecesarios golpes de Francesco, me arrodillo junto a ellas, mi espalda desnuda apoyada en la pared. Hace frío, así que envuelvo mis rodillas con mis brazos. Solo hay dos colchones. Estos están ocupados por figuras femeninas que se agitan en sueños, así que supongo que se turnan para dormir en él. Le ofrezco mi mano, lo cual hace que me mire con extrañeza. Probablemente ha pasado un tiempo desde alguien fue amable o cordial con ella. Duda entes de tomarla─. Mi nombre es Arlette. Mi padre era un cassetto de mafia siciliana. Él murió, así que sus enemigos fueron en contra de nuestra familia ─Le doy mi versión de cómo terminé aquí sin dar muchos detalles─. Pero a diferencia de ti, nadie me raptó por usar una mini falda. Lo hicieron por venganza, así que lo que me espera probablemente es peor a lo que Estela y tú han atravesado, sin menospreciar tu sufrimiento.
Mientras procesa la información que le di, mi mirada viaja a los cortes en sus muñecas. Son horizontales y verticales, así que el fin de algunos es diferente. Está atrapada aquí por alguien más. Su mirada se amplía con vergüenza cuando la veo nuevamente a los ojos. Quiere morir, pero no puede permitírselo. No dejando a su pequeña hermana atrás.
Sé cómo se siente, así que al fin sé qué decirle.
─Ella... ─Ladeo la cabeza hacia Estela, quién se ha quedado dormida con la cabeza apoyada en su regazo gracias a las caricias de su hermana, ¿pero quién consuela a Brenda?─. Antes de que te des cuenta un día crecerá y será quién te proteja a ti ─murmuro─. Esa será tu recompensa.
O será quién te lastime.
O será tu castigo.
Sorry a las lectoras de FAPV, de verdad no puedo contenerme. Estoy poseída ;-;
¿Qué tal el capítulo? ¿Se lo esperaban?
Cap dedicado a xxnhoranxx, siguiente a la que + comente <3
Las amo, no olviden echarle un vistazo al soundtrack
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