Capítulo 6:
VICENZO:
Aunque no tienen un cuerpo para enterrar, La Organización prepara un funeral para Carlo en la Iglesia principal de Chicago al que ninguno de sus hijos asiste. Su ausencia es más que palpable durante los discursos en su memoria. Ninguno de los sujetos que sube al estrado para hablar de Carlo, de sus logros y éxitos, parece recordar ninguna de las cosas que realmente le importaban al capo. Ante todo, su hija. En segundo lugar, la familia. Aunque los Cavalli no son tantos, ahora solo quedan cuatro, al igual que los Ambrosetti, los protegía y educaba a todos para sobrevivir. La prueba de ello es la manera en la que Arlette es capaz de enfrentarse a La Organización, un grupo de empresarios y políticos corruptos, hombres que si presiona mucho podrían recurrir a exterminarla, por Flavio, su hermano.
Un Cavalli nunca permitiría que hirieran a otro Cavalli.
Mientras cumplo mi papel de llevar la corona de rosas negras al ataúd de roble en nombre de mi familia, no puedo evitar sentir envidia al respecto. Quizás mi padre debería aprender un poco de la perra esquizofrénica. O tal vez amaba más a Carlo, al poder, que a su propio hijo. No me sorprende que sea por ello que sus palabras sean las únicas con un poco de significado para el difunto. Mi madre me pellizca cuando bufo porque le da dos golpecitos al micrófono, revisando sus notas, antes de empezar.
─Carlo Cavalli era más que un socio para mí. Era mi hermano ─dice, consciente y desinteresado del hecho de que ahora solo la mitad de los presentes, quizás menos, puesto que hay pocos miembros de la Cosa Nostra presentes, lo entienden. Solo están los más importantes. Marcelo. Morello. Luciano. Francesco. Aunque se percata de que lo estoy observando, este último no me devuelve la mirada. Ahora es la puta de Luciano─. Ahora, debido a que su mayor debilidad se volvió en su contra, está muerto. Espero que esto nos sirva de lección para darnos cuenta de que somos libres de amar tanto como queramos mientras no olvidemos nuestra realidad. ─Mientras habla sus ojos están enfocados en mí. Papá se ve como yo me veré en unos años, robusto, cansado y frustrado a pesar de que lo tiene todo, así que es como verme en el futuro a menos que tome un camino diferente al que quiere para mí─. Para nuestra fortuna... ─O desgracia─. Carlo Cavalli no nos abandonará mientras viva un Cavalli.
Tras sus palabras, Francesco ocupa su lugar en un traje negro hecho a la medida. Ha recuperado peso. Ya no está tan delgado como hace unos días, pero las profundas ojeras siguen bajo sus ojos. Apenas se sitúa tras el podio parece no saber qué decir. Tras un asentimiento de Luciano, sin embargo, recuerda las oraciones que probablemente este le hizo memorizar en la isla de la violación. Niego, todavía sin creer que mi mejor amigo esté metido en esa mierda. Carlo siempre estuvo contra la trata de blancas. Mi padre también. Desde jóvenes se mantuvieron tan lejos de ella como pudieron. El hecho de que Constantino esté trabajando con Luciano ahora no es más que otra contradicción a la educación que me dio que aumenta mi decepción y desprecio hacia esta nueva versión de él.
De verdad no entiendo cómo puede estar junto a alguien que se orina en los pantalones si me acerco, pero que podría tener una erección viendo a mi hermana. Recordándolo, hago que Pen se siente entre mamá y yo para bloquearla de su vista. Mi pequeña hermana me ve con confusión en sus grandes ojos grises antes de descender nuevamente la vista al suelo, decenas de lágrimas secas en sus mejillas mientras sorbe su nariz. Probablemente es la única que en este momento llora genuinamente a Carlo. No debería hacerlo, debería empezar a ser un poco más fuerte, pero no puedo evitar poner una mano sobre su hombro. La estrecho cuando se aprieta contra mí y oculta su rostro en mi costado en respuesta.
─Ninguno de los presentes debe continuar preocupándose por el asesino de mi tío. Este ya ha sido identificado. Nada como esto volverá a pasar. ─Los Cavalli, tanto Carlo como Arlette, saben mentir y manipular tan bien que es casi imposible que Francesco no tenga algo de ello. Me pregunto cómo se siente usándolo después de veinte años de fingir nobleza. ¿Existe la posibilidad de que sea mejor que ellos? Cuando sus ojos vacíos se enfocan en Luciano, este asiente, complacido─. Flavio lo está haciendo bien. Los Cavalli resurgirán. Gracias por venir a honrar su memoria.
Ya que no tengo pensado asistir a un entierro de aire en una caja, todos se dieron cuenta de que Arlette jamás revelaría dónde dejó el cadáver de Carlo y de Beatrice, deshago el agarre que Penélope mantiene sobre mí y desato el nudo de mi corbata mientras recorro el pasillo de la Iglesia. Todos están ocupados oyendo la mierda de Francesco, quién sé que si me quedo solo me ignorará, al igual que ha hecho desde que regresó, por lo que me voy como la mierda de aquí. Mientras más rápido ponga distancia entre mi padre y él, más rápido me desharé de las ganas de asesinarlos.
Hay otro lugar en el que necesito estar.
****
─¿Esto es suficiente dinero? ─pregunto mientras dejo caer la bolsa con dos millones de dólares en efectivo, lo que gané durante las peleas en el sótano de Marcelo, en el escritorio de Iván, quién alza las cejas.
─No lo sé, Vicenzo, primero que todo, ¿por qué debería ayudarte cuando asesinaste a dos de mis hombres y me amenazaste la última vez que estuviste aquí? Eres la muerte, chico, por eso nadie te toca. ─Me encojo de hombros. Él pone los ojos en blanco─. Segundo, ¿crees que arriesgarme a enemistarme con Luciano y tu padre, quiénes ahora están a cargo de todo lo que solía pertenecer a Carlo, vale dos escasos millones de dólares? Este es un trabajo que no haría por menos de cien. ─No respondo. Solamente lo miro. Si no lo toma, pondré mis manos en la parte posterior de su cabeza y la estrellaré contra la pared hasta deformar su cráneo. Primero cederá su nariz. Luego se abrirán sus cuencas. Por último, sus pómulos se derrumbarán y terminarán nadando como trozos de hueso bajo su piel. Él hace una mueca al darse cuenta de la amenaza en mis ojos y lo toma─. Bueno, supongo que podré pedirle algo de la herencia de su madre a Arlette cuando la recuperemos. Si algo bueno había de hacer negocios con Carlo, era la paga. Espero que su hija sea igual. ─Toma una honda bocana de aire antes de echarse hacia atrás en su silla─. ¿Qué es lo que quieres que haga a parte de enemistarme con La Organización y la mafia siciliana?
─Necesito a dos de tus hombres, pero no dos maricas que lo único que sepan sea disparar. Quiero dos tipos que puedan trabajar en silencio. ─Tomo asiento frente a él. Ya que estamos hablando el mismo idioma, pongo mis pies sobre el borde de su escritorio y hurgo en mi bolsillo por un puro. Iván hace una mueca de desagrado cuando soplo humo sobre su rostro─. A alguien que nos espere en el auto, el cual tú también suministrarás. ─Me inclino hacia adelante─. Si lo identifican, los llevará a ti, así que yo procuraría hacer el trabajo bien. Una vez la tengamos, quiero un lugar seguro donde pueda esconderla mientras las aguas se calman.
Iván asiente, su típica expresión sarcástica fuera de su rostro.
─Después de lo que pasó, ¿todavía crees que pueda recuperarlo todo?
Niego.
─No, sinceramente no ─respondo─. Pero con que las aguas se calmen me refiero a hacer a entender a Arlette que de nada le servirá tener el dinero de su padre si ella y sus hermanos están muertos.
Así tenga que convertirme en Carlo Cavalli y sedarla para hacerla entrar en razón, encontraré la manera de hacérselo entender. Mi meta es que acepte huir y esconderse con Flavio, en el caso de que lo recuperemos, hasta que este cumpla dieciocho. La otra opción es que diga que sí a mi propuesta de matrimonio si la venganza es tan importante para ella, pero esta vez añadiré una cláusula a nuestro trato. Una vez su hermano sea mayor, todo regresará a los Cavalli. Me haré cargo de ello únicamente para acallar a Constantino y que este acepte ayudarnos a cazar a las ratas que asesinaron a su padre, lo cual debería hacer sin recibir nada a cambio.
Es lo que yo haría por Francesco a pesar de que ahora sea un traidor.
─Estoy de acuerdo contigo, pero no creo que ella lo esté. ─Entrelaza sus dedos─. ¿Quieres saber por qué nadie se tomó la molestia de torturarla? ─Aunque no respondo, me da la respuesta de todas formas─. Porque no habría valido la pena. Arlette murió el día que su padre lo hizo. Lo que ves es solo la cáscara de un ser humano. También se están esforzando todo lo que pueden por ignorarla debido a que desafía todos sus principios. Es mujer, Vicenzo, y tiene tan solo dieciocho años y ya posee la misma mirada vacía que tienen los hombres de nuestro mundo. Sinceramente, no creo que sea alguien que necesite tu ayuda. Aún así, entiendo por qué lo haces.
Niego.
No estoy de acuerdo con la mitad de lo que dice.
Él no puede entenderme cuando ya ni yo mismo lo hago.
Cuando veo la cicatriz en su rostro, sin embargo, e inconscientemente llevo las manos al sitio en el que debería estar la mía, no puedo evitar sentir que estoy haciendo lo correcto. Lo que mi padre debería hacer si realmente apreciaba a Carlo. No quiero ser como él, así que esto debería ser suficiente para iniciar mi camino hacia un destino diferente al suyo.
*****
Tardo más de dos días en conseguir la dirección del psiquiátrico al que llevaron a Arlette. Se la pedí a Constantino la misma mañana que se fue, pero este se negó a dármela. Según él, debemos esperar al menos un mes antes de hacerle una visita y replantearle nuestra propuesta. Ya que preguntarle de nuevo llamaría la atención, aproveché uno de los momentos que me dejó a solas en el restaurante, puesto que tras la muerte de Carlo volvió a reincorporarse, y entré en su oficina. Busqué hasta que encontré la dirección anotada en una factura de la tienda de música en la que Penélope compra implementos para su clase de chelo. Estaba guardada descuidadamente en un cajón. Si no me hubiera enseñado el arte de ocultar cosas a simple vista, en el que por lo visto no es tan bueno como solía, puesto que Arlette consiguió los cadáveres de los violadores de su mascota, no habría sido capaz de darme cuenta de a qué realmente los datos escritos descuidadamente en ella pertenecían.
Hago detener la Tahoe negra en la que nos desplazamos cuando estamos a unos cien metros de llegar al estacionamiento. El lugar solo tiene una salida y una entrada. Está rodeado por un grueso muro de metal que hace de muralla entre el exterior y el psiquiátrico. Ninguno de los tres pisos posee ventanas. Es un bloque de cemento abandonado al oeste de Chicago. Mientras tomo el par de gafas falsas de montura gruesa de la guantera y la coloco sobre el puente de mi nariz, me pregunto si por dentro es aún más frío de cómo es por fuera. Está nevando y son más de las once de la noche, por lo que sospecho no es posible. Ante mi seña, continuamos. El cambio de guardia se hará en diez minutos.
Pinté mi cabello de rojo con spray para evitar ser reconocido por las cámaras de las instalaciones, haciendo uso de las técnicas que solía emplear Arlette para pasar desapercibida. Nicola, el hombre de Iván que estuvo ahí cuando me di cuenta de que Carlo estableció una alianza entre Marcelo y los rusos, y un rubio llamado Vladimir también alteraron su apariencia para esto. Los tres se supone que somos enfermeros. Milad, que accedió a trabajar para mí, probablemente también decepcionado de mi padre, hizo una buena investigación. En poco tiempo fue capaz de conseguirnos carnets con las credenciales necesarias para entrar.
La chica de la recepción se sonroja cuando me ve. Es atractiva. Pelirroja de grandes tetas que parece querer juntarse con otro pelirrojo para conservar los genes en la descendencia. Si no estuviera concentrado, tendría algo de acción con ella tras el mostrador, pero necesito llegar a Arlette.
─Hola... ─Leo su placa─. Ana. Empezamos ayer. ─De acuerdo con Milad, ayer era el día libre de Ana, así que eso explicaría por qué no nos vio. Los demás enfermeros y doctores se encuentran alistándose para el siguiente turno o para irse a casa. La seguridad también. Es ahora o nunca─. Lo hicimos mal, así que Carson nos mandó a pasar la noche en el pabellón difícil. ¿Sabes cuál es? No quiero preguntarle y perder más puntos.
Ante la mención del director del hospital, los ojos verdes de Ana se llenan de entendimiento y terror. Ella afirma mientras señala el pasillo sin luz a nuestra izquierda. Mierda. ¿Por qué si quiera tuve la esperanza de que fuera el de la derecha? La Organización debe estarle pagando bien a este sitio por retener a Arlette, por lo que a menos que hasta los del personal sean lunáticos, no puedo entender por qué mierda no se molestarían en comprar un bombillo. Una persona normal no estaría feliz de trabajar así.
Soy asesino e incluso a mí me gusta ver lo que toco.
─Al final cruzando a la izquierda ─susurra─. Son los pacientes que más problemas causan o los que más dinero traen aquí, así que no se encuentran demasiado lejos de la oficina del director. Es como la sala de evaluación de cuidados intensivos en un hospital.
Afirmo.
─Gracias.
Nicola y Vladimir me siguen en silencio. Noto los estremecimientos del primero al escuchar los susurros que provienen de las habitaciones de los pacientes. Uno habla sobre lo bien que se siente coger a su hija de dos años. Otro sobre el anticristo y los asesinatos que cometió en su nombre. Hay unos que simplemente tatarean. Escucho una versión triste de Rock Your Body. En alguna de ellas se encuentra una mujer jadeando y llamando a su marido marica. El pedófilo la escucha y le ofrece una noche en su celda, lo que podemos oír a la perfección puesto que en este pasillo no hay puertas, sino barrotes, a lo que la mujer responde saltando hacia a nosotros. Vladimir es sobre quién pone sus manos. Ella no puede evitar gritar cuando la envía hacia atrás, de regreso a su infierno, con fuerza.
─¡Enfermero, trae mis pastillas! ─le grita.
Ya que tenemos que ser silenciosos, él no le responde.
Me preparo para lo peor, quizás un pasillo con cadáveres colgando del techo y sangre cubriendo los suelos, cuando llegamos a la esquina y nuevamente debemos cruzar a la izquierda. Debo cerrar mis ojos, sin embargo, debido a la intensidad de la luz que de alguna manera no se reflejó a nosotros. Este se encuentra completamente limpio. A diferencia del anterior, las puertas no tienen barrotes. Tienen un sofisticado sistema de seguridad que amerita una clave de seis dígitos para abrir las puertas.
─Encuentren a Arlette ─les ordeno en su idioma─. Conseguiré la clave.
Dejándolos mirando por las pequeñas ventanillas en el material de metal, troto de regreso a la recepción. Solamente una de las puertas se encuentra resguardada. La seguridad de las demás se limita a cámaras y una pesada puerta de metal que dudo que aunque estuviera libre para abrirse, los pacientes pudieran empujarla. Llevo una hojilla en el bolsillo de mi pantalón azul real, como un traje quirúrgico, de tela de mono. Es todo lo que necesito. Las mejillas de la pelirroja se encienden cuando rodeo el mostrador para ir directamente a ella. Su mente es retorcida y está usando una linda falda, así que no sospecha cuando me arrodillo entre sus muslos, fuera del alcance de la cámara, y la miro desde abajo, tan cerca de su vagina que soy capaz de oler su excitación, un desperdicio, antes de cortar sus fantasías presionando el afilado metal contra el punto en su ropa interior bajo el cual se debe encontrar su clítoris. Al ver el pánico en sus ojos, giro la cabeza y beso suavemente su suave y blanquecina piel.
─¿Prefieres que todos piensen que estás pasando un buen rato siendo una chica sucia en el trabajo o sufrir una ablación? ─susurro, sus ojos llenos de lágrimas y mi pene duro dentro de mis pantalones, pero no por ellas, sino porque a pesar de lo que está pasando, la evidente mancha entre sus muslos se agranda: definitivamente los empleados de esta mierda están tan mal como sus pacientes─. Lo que te pediré no es un sacrificio tan grande como perder el clítoris, así que yo tomaría la segunda opción. ─Cuando no responde, presiono aún más el metal. Gime─. ¿Qué decides?
─¿Qué... qué necesitas?
─Quiero la clave para el acceso a la habitación de uno de los pacientes.
─No trabajas aquí, ¿no es así? ─llora.
Niego.
─No ─gruño─. Su nombre es Arlette Cavalli.
La chica se ve dudosa sobre ayudarme, lo hace aún más al oír su nombre, así que le pruebo que voy en serio haciendo sangrar el interior de sus muslos con una perfecta, pequeña y profunda incisión, a lo que sus manos empiezan a temblar mientras se muerde el labio para no llorar. He dejado claro que solo necesito un movimiento de mi mano para amputar su vagina.
─El código es...
─No. ─Me pongo de pie─. Ven y ponlo tú, cariño, no te dejaré aquí sola para que puedas alertarle a tus amigos de seguridad.
Ya que aún sostengo la hojilla, Ana me hace caso. Su llanto se incrementa a medida que me avanzamos por el pasillo.
─Me despedirán por esto ─solloza mientras cruzamos.
Me encojo de hombros.
─Si cuando todo esto termine alguna vez pasas por el prostíbulo de mi padre, le pediré que te contrate. Eres retorcida. Eso puede gustar a varios de sus clientes. Ganarías más dinero en una semana de lo que haces aquí en un mes. ─La empujo cuando alcanzamos a los rusos, quiénes señalan la habitación de Arlette─. ¿Están seguros de que es esta?
─Sí ─responde Nicola.
Hay dos hombres muertos apoyados contra la pared como si aún estuvieran bien, las cámaras apuntándolos. Claramente están aquí para mantenerla a raya. Están armados. Cuando los vi, nunca pensé que Arlette sería a quién estuvieran custodiando. Claramente se tomaron muy en serio mantenerla bajo llave. Los sollozos de Ana aumentan cuando la inclino hacia el panel. Cuando la luz verde que indica que la puerta ha sido abierta se enciende, golpeo fuertemente su cabeza contra la pared con la intención de noquearla. Sería un desperdicio matarla. Es una buena puta.
─Esperen aquí ─les indico antes de entrar, puesto que no sé en qué condiciones se encuentra Arlette.
Me estremezco cuando la veo sentada en un rincón frente a la pared. Se mece hacia adelante y hacia atrás mientras murmura incoherencias que solo ella puede escuchar, pero que sospecho que están relacionadas con la muerte de su padre. Está usando una camisa de fuerza con correas tanto en la parte superior de su cuerpo como en la inferior. Su cabello cae largo y desordenado sobre su espalda. Aún no estoy viendo su rostro cuando le doy la vuelta y me arrodillo frente a ella para colar mis manos en su barbilla y alzarlo. Me congelo cuando lo veo. Sus facciones eran dulces.
De ángel.
Ya no.
─¿Marianne? ─susurro─. ¿Qué haces aquí?
Reconociéndome, la amiga de Arlette deja de fingir por unos segundos y me sonríe de la manera dulce que solía tener para los clientes mientras servía helados. Sus ojos ya no son marrones, sino azules. Está usando lentillas, pero estas de alguna forma no se notan. Su cuerpo tiembla, probablemente debido a los medicamentos que le han suministrado, dosis a las que no está acostumbrada, pero pese al incontrolable castañeo de sus dientes es capaz de responder.
─El papel de mi vida.
Y mátenme si no suena como Arlette.
¿Qué tal?
Capítulo dedicado a Missscoqueta por sus comentarios, la amo tanto
Siguiente a la mejor teoría conspirativa sobre dónde se encuentra Arlette, no tiene que ser cierta, solo creativa
Gracias por darle tanto amor a mi novela
Love u
Hasta la semana que viene, mañana actualizo FAPV <3
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