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Capítulo 42:

ARLETTE:

Desde el momento en el que Vicenzo salió a hacerse cargo de la situación de Iván, una pequeña prueba que el ruso estuvo dispuesto a llevar a cabo por mí, no abandono mi oficina incluso cuando mi socio me envía un mensaje diciéndome que Vicenzo la pasó. Pudo controlarse. No asesinó a nadie impulsivamente, lo que es mi mayor preocupación con respecto a él. Además de mi prometido, tengo un montón de cosas en las que pensar. Un montón de jugadas que hacer. Me inclino sobre el ventanal con una copa repleta de champagne en la mano. Desde dónde estoy puedo ver el centro del jardín de rosas, una cúpula de hierro negro rodeado de una cascada. Antes solo era la cúpula, pero la cascada fue añadida con las reformas.

Estoy por ponerme a trabajar en revisar los informes diarios de nuestras empresas más importantes cuando abren la puerta sin previo aviso. Mis ojos se deslizan a Francesco. Al igual que Flavio, quiere ayudar, pero este no es su lugar. Que esté por debajo de mí no es lo que quiero para él. Es un desperdicio de recursos. Mi padre lo crió, así que está capacitado para más, pero perdió Sicilia. Lo culparía del todo por ello si la situación no hubiera estado lo suficientemente difícil por sí sola entes de la muerte de Carlo Cavalli. Aun así, debió esforzarse mucho más al tener todas las herramientas necesarias a su alcance. La preparación. La inteligencia. El poder. No honró nuestra sangre como debió haberlo hecho. Su corazón continuamente está interponiéndose entre lo que quiere y lo que debe hacer para conseguirlo. Hasta que no se lo arranque del pecho, no será absolutamente nadie.

─¿Qué sucede? ─le pregunto cuando se limita a sentarse frente a mí con la mandíbula apretada, todavía viéndose como el desastre que era cuando llegó hace unas horas y extendiéndose para servirse una copa de mi champagne.

─Necesito hacer más.

Suelto un suspiro, cansada.

Entre Flavio y él perderé los últimos ápices de cordura que me quedan. Hasta ahora Beatrice es la única de los Cavalli que no me trae innecesarios dolores de cabeza. Flavio es perfecto en todos los sentidos, como mi padre e incluso diría que mejor que él, pero su impaciencia me desespera. En algunos casos no es necesariamente una mala cualidad, pero en la mayoría de ellos, en los que hacen que corra menos sangre, sí lo es. Esto, sin embargo, es un defecto que parece caracterizar a los hombres de esta época. Se han olvidado del arte y el placer de planear.

─Estás a cargo del territorio de los Morello ─susurro en respuesta─. Eso es suficiente por ahora, Francesco.

Lidiar con pandillas no es mi estilo.

Tampoco el suyo, pero es lo que hay para él hasta que no sienta que pueda confiarle una tarea más grande. Si realmente quisiera un ascenso, se esforzaría en cumplir con el trabajo por el que algunos matarían. Luc, por ejemplo. Estar a cargo de lo que pertenecía a Salvatore significa ser el segundo capo más poderoso de la ciudad. Antes lo hacía Marcelo, pero debido a los últimos acontecimientos decidí transferirlo a Francesco. Las pandillas no se lo tomaron bien y por eso lo golpearon.

─No estoy de acuerdo.

Aunque no quería recordárselo, no me queda de otra.

Perdiste Sicilia.

Francesco responde a lo que digo estrellando la copa aún llena de licor contra la parte superior de la chimenea. Me froto la sien mientras contengo las ganas de abofetearlo. Sé de lo que es capaz. No estoy cometiendo el error de subestimarlo. Solo no es el momento para utilizarlo.

Sicilia estaba perdida antes de que llegara ─sisea, la ira gobernando sus ojos azules mientras desabotona la parte superior de su camisa como si esta le impidiera respirar─. Mi tío, tu padre, ¡nuestro maldito padre lo sabía! ¡Sabía que me estaba arrojando a los lobos! ¡Que no resistiría a una guerra de uno a mil y aun así me envío allá porque...!

Porque me amabas ─lo corto mientras me pongo de pie y rodeo el escritorio para alcanzarlo, mis manos enmarcando su precioso rostro de facciones angulosas y a la vez duras.

Porque te amo ─corrige, su aliento apestando a alcohol─. Como tú solías amarme, pero ahora solo te veo y lo veo a él. No eres la misma niña con la que crecí. Te ensuciaste, pero todavía estando sucia eres a la única mujer a la que no mataría cuando mi corazón se acelera, Arlette.

Mis manos se deslizan hacia abajo, la rabia corriendo como lava por mis venas. Si Francesco al menos hubiera tenido la decencia de mantener nuestro poder en Sicilia, aunque eso no significara que fuera el más fuerte de todos, nuestra familia seguiría contando con la seguridad de tener más de un hogar. Puesto que perdimos todas nuestras influencias allá cuando se vino, ahora somos nadie en nuestras raíces. Le doy la espalda, nuevamente concentrándome en el jardín de rosas. Si no me relajo, cederé a la tentación de lastimarlo y no quiero. Aunque ya no sea tan especial para mí como antes, es familia. Es un aliado. Es mío.

Me ensucié porque nadie más lo hizo.

No me doy la vuelta a pesar de que lo siento acercarse. Dejé de ser una niña cuando mi padre murió. Por eso, en gran parte, los juegos entre nosotros se terminaron.

Arlette ─gruñe─. El hecho de que seas más astuta que todos nosotros no significa que fueras la única con intenciones de salvarnos. Me hice amigo de Luciano para salvar a Flavio y recuperar lo nuestro antes de que decidieras poner un pie en la isla. ─Eso es cierto, pero aun así no significa nada. Su plan tenía un montón de fallos. Habría funcionado a largo plazo, no a corto, y necesitábamos sacar a Flavio de allí─. Incluso Vicenzo estaba intentando salvarte. Todos lo estábamos. No es nuestra culpa no haber deducido que te entregarías a Luciano como una maldita esclava sexual.

Trago el nudo en mi garganta al recordar mi tiempo allí. No a lo que viví por cuenta propia, sino a lo que otras chicas pasaron por él. Brenda. Aunque ya esté muerto, Luciano, su gente y yo todavía tenemos una gran deuda pendiente. La trata de blancas ya no se mueve en Chicago, no como antes, pero eso no significa que la organización de la cual formaba parte haya tenido su merecido. Él no actuaba solo.

Muchos de sus hombres murieron.

Si no voy por ellos, ellos vendrán por mí. Solo es cuestión de tiempo. Tiempo que cada vez se vuelve más escaso. Soy una fuerza a tomar en cuenta en Chicago, pero no es lo mismo fuera de aquí. Esa fue la excusa perfecta de Marcelo para no dejarme salir de la ciudad. Protegerme. Sus reglas eran razonables porque tenían una buena base. Claramente sabe cómo engañar y tratar con las personas. Prueba de ello es cómo disfrazó su miedo a que me expandiera con su deber de mantenerme a salvo. Tanto tiempo al lado de mi padre debió dejarle algo.

¿Cuándo perdí tu amor? ─susurra tras de mí cuando no obtiene una respuesta a sus palabras, sus frías y pálidas manos en mis hombros antes de que sucumba al torno atormentado de su voz y me dé la vuelta─. ¿Tu respeto?

No es la primera vez que me hace esas preguntas, pero ciertamente será la última. No tengo la mente, ni la paciencia, para detenerme a charlar sobre nuestros sentimientos cuando tenemos enemigos en todas partes. En la mafia italiana. En la Bratva rusa. En el negocio de la trata de blancas. Entre nuestra propia gente, inclusive.

¿Crees que sucedió después de que mi padre muriera?

Francesco asiente.

Sí.

Acerco mis labios lo más que puedo a los suyos sin tocarlos, envolviéndome a mí misma en su aroma a dinero, siempre oliendo a billetes en efectivo, cigarro y licor. Sus pupilas se dilatan debido a que esto es lo más cerca que hemos estado el uno del otro desde hace tres años.

Pues no. ─Me giro otra vez, cerrando una puerta invisible que no tengo intención de volver a abrir nunca más─. Fue cuando lo obedeciste y te marchaste a Sicilia sin luchar por lo que querías. ─Lo escucho dejar de respirar y lo siento alejarse de mí. No es hasta que oigo sus pasos e intuyo que está en la puerta que le echo un vistazo─. Te daré un consejo, Francesco. Tómalo o déjalo. ─No se da la vuelta para mirarme, limitándose a alzar su cabeza de rizos negros y abundantes por encima de su hombro, su labio inferior partido en una de sus equinas. Diría que la presencia de Vicenzo fue lo que le hizo venir aquí, pero él nunca ha sido un problema para Francesco en lo que se refiere a mí. Son como hermanos. Supongo que compartir a una mujer es como compartir un juguete para ellos─. La vida es demasiado corta, el doble de corta para nosotros, como para perder el tiempo rogando que nos amen.

Tras dedicarme un seco asentimiento, abandona mi oficina con un portazo. Sin poder controlar el temblor en mi barbilla y las lágrimas acumulándose en mis ojos, abro el primer cajón del escritorio y esparzo el contenido de una bolsita de un gramo en la superficie de madera antes de inclinarme sobre ella, volarla por los aires con mi antebrazo con un gruñido y volver a reclinarme en mi silla sintiendo mis parpados pesados, a punto de desmayarme por horas como cada vez que el cansancio finalmente le gana al insomnio. Me desvanezco con un último pensamiento en mente. Mi padre me enseñó muchas cosas, casi todo lo que soy se lo debo a él, pero Sveta Vólkov me hizo aprender la más importante de ellas cuando tan solo era una niña.

Nunca ruegas por amor.

Es inútil, triste y patético, pero sobre todo inútil.

*****

Me levanto a la mañana siguiente en mi cama, por lo que supongo que Fósil me vio a través de las cámaras en el cuarto de seguridad y me llevó a mi habitación. Es el único que se atrevería a tocarme sin mi consentimiento. Deslizo mis manos por mi cuerpo, encontrándome con que mi ropa ha sido removida y me hallo en nada más que en un conjunto de lencería roja. Al verme desnuda mi teoría sobre Fósil trayéndome aquí se vuelve nula. Lucho por enfocar mis ojos hasta que soy capaz de identificar al intruso en mi habitación. Vicenzo. El rubio está sentado leyendo el periódico y tomando café en mi sofá, sus piernas cruzadas. Lleva puesta una camiseta negra, jeans y una gorra de béisbol que estoy segura de que compró por sí mismo porque Gavin nunca se la daría. Le pedí específicamente que llenara su armario de conjuntos elegantes, a excepción de algunos vaqueros, camisetas blancas y ropa de dormir y deporte. Las apariencias son importantes en el Outfit. Ahora que no será solo un carnicero, debe esforzarse más.

─Son las nueve de la mañana ─dice doblando el periódico, todavía inclinado hacia adelante─. Hether está abajo esperándote desde la siete. Nunca eres malditamente impuntual, Arlette. ¿Por qué despiertas a esta hora?

Mi frente se arruga mientras mi cabeza lucha contra la desorientación, lo que me pasa cada vez que despierto de uno de mis lapsus. Si las condiciones de deshacerme del insomnio no fueran volver a mis pastillas, regresar a sentir nada, lo resolvería, pero no me puedo permitir a mí misma volver ahí. Dejar ir el odio. La venganza. La ira. El dolor. Eso es todo lo que hace que no olvide lo que nos hicieron.

─No escuché la alarma.

Vicenzo arroja el periódico junto a él y se acerca. 

Sus ojos oscuros no están en mi cuerpo desnudo, sino en los míos.

─Te encontré inconsciente en el suelo de tu oficina cuando regresé ─dice, su tono de voz calmado, pero aún así letal─. Y no despertaste incluso cuando te quité la ropa y te abofeteé. Fósil me dijo que era normal. ─Estira los músculos de su espalda y cuello echando sus hombros hacia atrás antes de cernirse sobre mí. Mi cuerpo todavía duele por hacerlo golpearme frente a sus hombres, por lo que ni siquiera pienso en defenderme. Lo haré cuando tenga tiempo tras dejar algún somnífero en su crema dental─. ¿Por qué no me dijiste que tienes problemas para dormir? ─susurra frente a mi rostro─. Sé el pequeño desastre que eres. No tienes por qué esconderlo de mí. Si lo que necesitas es que alguien cubra tu espalda mientras duermes, puedes simplemente pedirlo por favor.

Aunque sea un monstruo, no es alguien a quién tema. Tampoco a quién le daré la satisfacción de verme débil aunque lo esté. Alzando mi mentón, me levanto de la cama sin importar mi desnudez, la cual estoy segura que ha aprovechado para ver durante todo este tiempo, y respondo mientras me dirijo al baño por una ducha.

Los dos sabemos que nunca tendría que pedirlo por favor.

No me sigue, pero aun así cierro la puerta tras de mí y paso el pestillo. Me doy una rápida ducha con agua caliente antes de salir y lavarme los dientes. Peino mi cabello hacia atrás, uso desodorante y aplico loción a mi cuerpo tras secarme. A pesar de que tengo el presentimiento de que Vicenzo continúa en mi habitación, salgo del cuarto de baño completamente desnuda. Nada que no haya visto ya o de lo que me sienta avergonzada. Escucho sus pasos tras de mí cuando entro en mi armario para buscar mi ropa para hoy, puesto que Gavin ya debe estar en la universidad. Hoy no saldré de casa. Marianne me suplirá en Cavalli Enterprises, por lo que me dedicaré a hacer algunas llamadas desde mi oficina aquí y a terminar de manejar el asunto de las pandillas de Morello. Les he ofrecido dinero, poder, cuantos beneficios la mente del hombre pueda imaginar, pero al tratarse de una mujer al mando de ellos, parece que la única arma a mi favor es la sangre. Nadie puede decir, sin embargo, que no la he evitado. No es que le tenga miedo o pudor, sino que odio los desórdenes.

También tengo que repasar los detalles de seguridad de la boda, la ceremonia en una capilla en el centro de Chicago y la fiesta aquí, en el laberinto de rosas. Me pongo de puntillas para alcanzar un vestido negro de su percha en la parte superior de mi armario, pero Vicenzo se me adelanta. Me lo tiende con una mirada oscura y hambrienta en el rostro a la que sé que no va a sucumbir. Hay demasiado para él en riesgo. No puede permitirse ser tan estúpido.

A partir de ahora voy a dormir aquí. Si me niegas la entrada a tu habitación, voy a asesinar a cada hombre que se interponga entre tú y yo, Arlette ─promete, pero en su caso no se trata de promesas vacías: sé que lo hará─. Así que puedes dejar de meterte esta mierda por la nariz.

Antes de salir del armario, deja caer una bolsa plástica con los restos de la cocaína que no esparcí en la mesa anoche sobre el suelo. Su actitud me enoja, pero por fortuna para él no tengo tiempo para caer en sus provocaciones. Lo dejaré dormir aquí, en el suelo, como el perro que es, solo para demostrarle que no soy una adicta. A estas alturas las drogas ni siquiera me alteran a menos que estén especialmente diseñadas para mí. Solo me mantienen despierta. Tomo la bolsa casi vacía y la arrojo a la papelera tras terminar de alistarme. Esta vez cuando regreso a mi habitación por un par de aretes de diamantes, ya no está. Tampoco se encuentra en el segundo piso, dónde está su habitación y en dónde me detengo para saludar a Beatrice. Sonrío cuando la encuentro jugando con Matteo en una esquina, Hether vigilándolos. Mi hermana le habla en italiano mientras él, casi un año menor que ella, la mira con los ojos en blanco y babea. Aunque tiene el cabello rubio de Hether, al estilo surfista, sus ojos son violetas.

Todo el mundo sabe quién es su padre.

Hola ─los saludo mientras tomo asiento junto a ellos en un sofá rosa adaptado al tamaño de Beatrice, cuyos ojos se iluminan cuando me ve y se acerca para abrazarme. Está usando un vestido blanco de tul con sus alas tras su espalda. Retiro el cabello de su frente mientras le hablo─. ¿Cómo va tu día? ¿Ya has aprendido algo nuevo hoy?

Afirma mientras señala a Matteo.

Hola ─responde, afirmando y acercándose a mi oído para susurrar en él─. Matteo es tonto. No entiende nada de lo que le digo. ¿Todos los niños son así? Él solo habla inglés. ¿Por qué Hether no le enseña italiano?

Miro a Hether, divertida, cuya cara dice que ha entendido a medias a Beatrice. Ella abraza protectoramente a su hijo mientras suelta un bufido, pero aun así puedo ver algo de orgullo hacia mi hermana en sus ojos. Matteo llama mi atención acercándose a mí con paso decidido. Me abraza antes de volver con Beatrice. Está usando un suéter negro sobre una camisa blanca y pantalones de vestir de su tamaño. Hether, quién lleva un suéter del mismo color con cuello de tortuga y pantalones negros ajustados, mocasines de marca en sus pies, insiste mucho en hacer lucir a su familia como de la clase alta italiana. Se obsesionó con eso y con el cuidado de nuestras chicas. Luc y ella viven en el complejo en el que se educan, el cual también sirve como base de entrenamiento y de operaciones de mis hombres, normalmente de los mejores.

Si hay una familia y una casa casi tan protegida en Chicago como la mía, es la de ellos. Nada les pasará conmigo al mando. Tras animar a Beatrice a no ser mala con Matteo y en su lugar enseñarle palabras, me cruzo de piernas y me enfoco en su madre. No me levanté temprano porque me desmayé, Vicenzo tenía razón en eso, pero tampoco sabía que ella estaría aquí. Dejo las visitas personales para la tarde. Hether es con quién más estoy desde que Verónica se fue de la ciudad, así que ella lo sabe perfectamente.

─¿Qué sucede? ─pregunto sin rodeos.

Su mirada se desliza hacia el suelo antes de enfocarse en la mía, su labio interior temblando, por lo que deduzco que algo realmente malo debió haber pasado. La brabucona de la escuela, ahora la brabucona entre las esposas de la mafia siciliana, no perdería la compostura por nada.

─Ayer estaba en la Iglesia. En St. Andrews. ─Afirmo, animándola a seguir cuando se atasca abriendo y entrecerrando la boca hasta que logra continuar. St. Andrews es la Iglesia oficial de la Cosa Nostra a la que mi familia no asiste desde hace siglos a menos que se trate de un funeral. Mi padre no nos obligó a creer en Dios a pesar de que es un requerimiento importante para las otras familias. Su fe era donar un millón de dólares al año al pastor, por lo que todos, en teoría, estamos bautizados y hemos hecho la primera comunión─. Dejé a Matteo con los demás niños mientras ayudaba con la preparación de la comida para los indigentes. ─Sus ojos se llenan de lágrimas mientras cubre su boca con la mano, conteniendo los sollozos─. Arlette, por Dios, ni siquiera me importan los indigentes. Ni siquiera he pensado en ellos un día en mi vida, pero sabes cuánto quiero encajar con las demás por Luc y sus amigos y... dejé a Matteo por ayudar a esas perras cuando también odio cocinar. ─Se cubre el rostro con las manos, sus hombros sacudiéndose─. Y cuando terminé y regresé por él, continuaba jugando como si nada hubiera sucedido con los demás niños, pero todos ellos lo habían escupido, por órdenes de sus madres, y él no lo entendía. Seguía sonriéndoles a pesar de lo que le hicieron. Lo llamaban un montón de cosas desagradables, escribieron algunas de ellas con crayones sobre su piel, pero él no las entendía porque no es como su padre ─solloza─. Él es inocente. Nunca te he dado las gracias por no interferir en mi toma de decisiones cuando estaba embarazada de él, porque pudiste haberme influenciado tan fácil y tenías motivos de sobra para hacerlo debido a Luciano, pero no lo hiciste. Estoy agradecida contigo por eso más de lo que lo estoy por darme la oportunidad de un nuevo comienzo. Sin él... sin él no sería absolutamente nadie. Luc y él lo son todo para mí.

Cuando termina de hablar, mis ojos inmediatamente se dirigen a él. Matteo me sonríe tímidamente. Beatrice, por otro lado, nos mira con la frente arrugada y tristeza, pero rápidamente vuelve a mirar a Matteo y capta su atención señalando el libro con nombres de animales, sonidos y relieve en él. Hether tiene razón. 

Él lo es. 

Por ahora. 

La sangre es poderosa y esto es la mafia siciliana. Algún día tanto él como Beatrice se ensuciarán, pero por ahora solo son niños puros, inocentes e indefensos a los que debemos proteger, puesto que un día ellos nos protegerán.

Le sonrió tranquilizadoramente a Hether.

─Me casaré en St. Andrews. No puedo incendiarla todavía. ─Mis labios se curvan lentamente hacia abajo, lamentándolo─. Pero hay algo que puedo hacer ahora mismo, en este momento, por ti y por Matteo. Tras eso te aseguro de que nadie, al menos en la Iglesia, le hará daño. ─Sin saber qué es, Hether asiente casi con desesperación. Tomo mi teléfono y me acerco a la ventana para hacer una llamada. Al regresar junto a ella y los niños me inclino para besar la cabeza tanto de Beatrice como de Matteo, con quién me siento más que identificada. Sveta me insultaba cuando ni siquiera tenía la edad para comprenderlo─. Tengo cosas que hacer, pero puedes quedarte a almorzar. ─Sonrío─. A menos que quieras dejar a Matteo con Petruskha y Beatrice para ir a atender tus nuevas labores como jefa de parroquia, con lo que me refiero a vengarte de esas perras antes de que le ordene a Luc explotar el lugar ─le informo dándome la vuelta y escuchando su chillido de felicidad, también los de Beatrice y Matteo cuando Hether les da la noticia versión apta para niños a pesar de que no tienen ni idea de lo que está hablando, pero se dejan guiar por la emoción y celebran junto a ella pisoteando.

En la escalera me encuentro a Petrushkha subiendo los escalones con una bandeja llena de galletas para bebé y jugos de cartón. Me detengo para tomar una de ellas y besar su frente. Ella me sonríe con calidez antes de seguir con su camino. Cuando llego al nivel inferior, mi mirada se topa con la de Vicenzo, quién deja de hablar con Luc para acercarse a mí sosteniendo su teléfono, una arruga en su frente. Mi guardaespaldas me sonríe con agradecimiento antes de salir por la puerta principal, dejándonos a solas. Supongo que mi prometido le dio la noticia antes que yo.

─El padre Michael acaba de llamarme ─dice mientras se cruza de brazos frente a mí, aún llevando esa estúpida gorra─. Pensé que se trataba de mierdas sobre la ceremonia, incluso de que debía confesarme, pero imagina mi sorpresa cuando me dijo que ahora soy el padrino de un niño que ni siquiera conozco.

─Es el hijo de Luc ─le digo tras terminar de tragar mi galleta, moviéndome para dirigirme hacia mi oficina, pero siendo interceptada por él cerrándome el paso a las escaleras, puesto que lo que venía a hacer era darle la noticia a Luc.

Que sea hijo de Luc, un hombre que me odia, no me explica una mierda ─gruñe en ruso, probablemente para impedir que Luc o alguno de mis hombres nos entiendan.

Soy su madrina también. Estamos comprometidos. No es el hijo biológico de Luc, sino de Luciano, así que tu reputación y la mía servirán para mantenerlo a salvo. ─Su expresión molesta se suaviza al ser consciente de la situación. Me encojo de hombros─. Si no tienes nada que hacer hoy, puedes ayudarme yendo por un juguete para él.

Vicenzo bufa.

Sí, bueno, vete a la mierda.

Relamo mis labios cuando lo veo darse la vuelta, un poco menos molesto, y dirigirse nuevamente hacia la salida. Probablemente estaba por salir cuando el padre Michael lo llamó.

O puedes ir a visitar ciertas pandillas que necesito mantener bajo control en el viejo territorio de los Morello ─susurro, feliz de verlo detenerse y atrapar el anzuelo─. Sin muertes, pero definitivamente haciéndoles entender quién está por encima de ellos. ─Le ofrezco un papel con nombres que saco del interior de mi sujetador cuando se acerca, el cual llevaba conmigo desde que Iván me llamó ayer─. Si estabas esperando una oportunidad para hacerle saber a todos que eres mejor que Marcelo Astori, el mismísimo jefe de jefes, en su propio juego, es esta. Puedes usar a tus propios hombres si quieres. Les pagaré.

¿Cuál es la trampa?

Finjo no entender lo que dice arrugando la frente.

¿La trampa?

Asiente mientras toma el papel y lo guarda en su bolsillo.

Sí, lo que quieres de mí por esto.

No quería nada, pero si él insiste...

Ve por un juguete bonito para Matteo ─susurro─. Sé un buen padrino haciéndote un nombre que no trate únicamente sobre la sangre y tráeme algunos brownies Cavalli cuando vengas de regreso. ─Le sonrío antes de entrar en mi oficina alzando y dejando caer los hombros─. Nada más.


QUEDAN 3

OMG. Las extrañé mucho. Esta novela se acaba esta semana porque se acaba :(

Capítulo dedicado a jessiphernandez por su cumpleañossss 

Las siguientes tres que quedan las daré a través de los resultados de un cuestionario de Cavalli en Instagram que haré esta noche o mañana en mis historias, así que no olviden seguirme ahí (oscaryarroyo). Las tres primeras puntuaciones perfectas se llevan dedicación de cap

En el próximo cap se van a morir


Love u





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