Capítulo 41:
VICENZO:
A las cuatro de la mañana me despierta el sonido del caos desatándose en el piso inferior. Muebles siendo arrastrados y volcados. Soltando una maldición entre dientes, tomo la pistola que Fósil me dio ayer y me dirijo sin camisa, solo en pantalones de pijama, a las escaleras. Las luces de la sala continúan apagadas, pero puedo ver al menos diez sombras moviéndose de un lado a otro a través del lugar. Apunto al frente y retiro el seguro mientras desciendo.
Revierto el proceso cuando llego allí y me doy cuenta de que solo es el equipo de la agencia de festejos que Arlette contrató para la boda, quienes están llenando cada superficie con arreglos de flores y otras mierdas. Guardo mi arma en la cinturilla de mis pantalones. Fósil se ríe con los otros guardaespaldas de Arlette, incluido Luc, al otro lado de la habitación mientras me señala. No me puedo molestar. Hice el puto ridículo. Me acerco a él con la frente arrugada, quitándome del camino de una mujer cargando con un ramo de rosas rojas del tamaño de un planeta.
─¿Por qué todo esto sucede tan temprano?
El viejo pervertido se encoje de hombros.
─Arlette quiere salir de ello rápido.
─Si no la conociera mejor, diría que está enamorada ─dice Luc antes de llevar una taza con café a su boca. Cuando termina de beber, enfoca sus ojos verdes en mí. El imbécil es grande. No tanto como yo, pero si nos enfrentamos probablemente sería difícil de derrotar. Como sea. Su barba de náufrago no me intimida, pero entiendo por qué Arlette lo escogió como su jefe de seguridad. No solamente pertenecía al equipo de élite de su padre. También probó su lealtad cuando estuvo en un mal momento─. Pero todos aquí sabemos que no es así, ¿no? ─Fósil, a su lado, deja de mirar a las personas entrando en la mansión para concentrarse en nosotros, interés en su mirada. Ambos utilizan trajes oscuros e intercomunicadores saliendo de uno de sus oídos─. Lo que no entiendo es qué saca ella de esto. ─Entrecierra sus párpados en mi dirección, claramente deseando que no estuviera aquí─. ¿Qué haces aquí a parte de solo hacerla más débil dándole más personas de las cuales debe preocuparse? Tu reputación y tú no son más que uno de esos malditos floreros.
Me adelanto para enseñarle quién es un maldito florero, pero Fósil se sitúa entre nosotros. Pone las frías palmas de sus manos sobre mi pecho desnudo, probablemente disfrutándolo, y me empuja hacia atrás. Le dedica una dura y significativa mirada a Luc por encima del hombro que hace que este bufe y se aleje en dirección a la puerta, dónde se dedica a mirar a las personas que entran con actitud tensa. Planeo seguirlo, pero Fósil me arrastra al patio trasero. El imbécil es fuerte para su edad. Me resisto cuando me anima a salir al exterior. La mañana es helada.
─Hablemos ─insiste.
Por un momento considero negarme, pero sus ojos, la sincera preocupación que veo en ellos, me lo impiden. Soltando un gruñido, me enfrento a la brisa y me apoyo en las piezas de mármol del balcón. Mientras su voz llena mis oídos, me dedico a contemplar el laberinto de rosas, el cual volvió a crecer y florecer en mi ausencia como si nunca se hubiera ido. Me pregunto si las personas que lo destruyeron ya han sido atrapadas. Si ya pagaron el precio de arruinar algo tan significativo para Arlette, como cada partícula de polvo en este sitio. No porque fue dónde se crió, sino porque fue dónde su padre vivió. Me sorprendió el hecho de que no hubiese tomado su habitación tras su muerte.
─No ha sido fácil, ¿cierto?
─¿El qué?
─Volver.
Niego.
Debería mantener la boca cerrada, pero Fósil es el hombre más reservado que conozco y hay algo en él, apartando sus erecciones por mí, que me inspira confianza.
─Me siento como un cobarde por haberme ido.
─No deberías. Nada te garantiza que no se hubieran matado si te hubieras quedado. Tomaste la mejor decisión en su momento. El tiempo fue como una canción de cuna que durmió el odio entre ustedes. ─Luciendo exhausto e inseguro, Fósil pasa una mano por su arrugado rostro─. Pero ambos sabemos que tu lugar está aquí, en Chicago, y que ese odio podría despertar en cualquier momento. No quiero ser el responsable de que lo haga. No cuando por fin parecen haber encontrado un equilibrio entre ustedes.
Mis cejas se unen entre sí.
─¿Tú? ─El afirma─. ¿Qué podrías hacer tú que...?
─Me cansé de ver cómo Arlette se ahogaba en un vaso con agua. Cómo se desgastaba intentando mantener a todo el mundo a flote, incluso a sus enemigos, mientras ella se hundía ─me corta─. Así que yo le di tu ubicación a Porfirio. Sabía que él no le haría daño a Penélope y que vendrías a Arlette, que no te quedaría más remedio que regresar a Chicago. Lo que nunca pensé fue que lo dejaría vivir y que lo convertiría en su socio. Cuando me vea, lo que estoy seguro que hará pronto, puesto que Arlette está consiguiendo la manera de hacerlo entrar en Chicago, no será un secreto. Ya que lo consideraba hombre muerto, cometí el error de dejarle ver a uno de sus hombres mi rostro porque no podía involucrar a nadie más en...
No lo dejo terminar. Estampo mi mano contra su huesudo rostro. Fósil cae al suelo debido al golpe, tanto su boca como su nariz goteando líquido rojo que ensucia su camisa. Me sitúo sobre él, dándole el maldito premio a la Academia, y elevo mi puño de manera mecánica para continuar con el trabajo. Nadie nos ha visto aún, por lo que ninguno de los guardias de la familia se ha acercado. Dejo escapar un gruñido al no encontrar la ira o el enojo que esperé hallar en mi interior, apartándome de golpe de él cuando se encoje como el anciano que es esperando que lo lastime. No quiero hacerlo y eso es lo que me da ganas de matar a alguien que no sea él.
─¿Cómo supiste dónde estaba? ─gruño mientras me paseo por el balcón arrastrando mis dedos por mi cabello.
─Arlette te siguió la huella luego de que te fuiste. Eras un cabo suelto. También se hizo cargo de tus deudas... al menos las grandes que no tenían nada que ver con la promesa de convertir a alguien en el mayor distribuidor de droga de Chicago.
Eso explica por qué fui capaz de pagarle a los que me encontraron. Cientos de miles eran nada para ella. Probablemente no los tomó en cuenta o no había registro de ello, pero sospecho que se trató de lo último. Mirando al responsable del secuestro de mi hermana, de mi regreso a Chicago a los ojos, le hago la pregunta que podría joderlo todo.
Que sé que me haría perder mi mierda.
─¿Ella sabe lo que hiciste?
Tras levantarse del piso, Fósil niega. El aire que no sabía que estaba reteniendo hasta obtener su respuesta abandona mis pulmones. Experimento algo parecido al alivio, pero no le presto atención, ocupado en lidiar con él.
─Fue lo mejor ─dice─. Era mi única forma de ayudar y ahora, después de tres años, por fin sus planes para esta ciudad están avanzando. No me arrepiento de lo que hice.
─Mi madre pudo haber muerto.
─No se suponía que la tocaran. ─Algo parecido a la culpa aparece en sus ojos, pero retrocede al enderezarse─. Las personas que lo hicieron pagaron por ello. Te lo aseguro.
Pen me lo dijo, por lo que le creo.
Pero eso no significa que esté bien lo que hizo.
Aun así, no siento que esté malditamente mal y ese es el problema. El hecho de que casi estoy agradecido de que hubiera contactado a Porfirio para ir tras nosotros. Por más que odie admitirlo, de no ser por ello nunca habría regresado y recuperado todo lo que por derecho de sangre me pertenece e inclusive, tengo la sospecha, más que eso.
─Bien ─siseo─. Pero no pienses ni por un maldito segundo que el no te esté golpeando significa que te estoy perdonando. Lo pagarás con creces cuando Arlette se entere de que fuiste tras de ella, así que considera nuestra deuda secreta pagada. Nada de lo que pueda hacerte te herirá más que el exilio de su círculo de confianza.
Luciendo desolado, afirma.
─Supe cuál era el riesgo desde un principio, pero de eso trata la lealtad ─susurra mirando el suelo como lo hace un hombre que se resigna a su destino─. De sacrificios.
Aprieto la mandíbula.
Eso no es lealtad. Es algo que va más allá. Arlette es como su hija. La cuidó incluso más de lo que Carlo lo hizo. Probablemente no hubiera hecho lo mismo de estar en su posición, quizás solo habría matado a todo el mundo, pero lo entiendo. Tampoco puedo enviarlo a la hoguera. Sé que saber de ello será como una traición para ella, en lo absoluto acostumbrada a participar en la manipulación de alguien más, y que no le quedará más remedio que alejarlo, pero que eso la destruirá. No necesitamos más perdidas. Lo ayudaré con Porfirio, lo esconderé en el puto armario si tengo que hacerlo, pero malditamente no se lo diré. Debe sufrir aunque sea durante el tiempo que el narco tarde en entrar a los Estados Unidos o en reunirse con Arlette.
─Pero no lo sabrá por mí ─suelto antes de darme la media vuelta e irme─. No soy una jodida rata soplona, así que recoge tu mierda y vive en paz. Por ahora estás a salvo.
*****
Al mediodía me acerco al lugar de Gavin, quien vive en el granero de Carlo, el cual fue reformado para ser un pequeño taller de costura con lo que se ve como un bonito departamento en la parte superior. Mi plan era devolverle el traje que me pidió que me midiera para comprobar si los ajustes que hizo en él funcionaron, pero me detengo en la entrada al ver por la ventana a Arlette de pie frente a un espejo de cuerpo entero. Este se encuentra en el centro del sitio, el cual está rodeado de perchas y sofisticados equipos de costura, pero no puedo ver nada que se parezca a un vestido de bodas cerca de ella. Arlette está usando el fondo, en este caso negro, que va debajo de los vestidos. Una especie de corsé sin mangas. Mi atención, sin embargo, se divide entre sus manos y sus ojos. Al anillo en una de ellas, a cómo se abraza y a la manera en la que se ve a sí misma, como si no comprendiera lo que está ante ella a pesar de que es la persona más inteligente que conozco.
Retrocedo y me doy la vuelta.
No estoy listo para enfrentarla después de lo de Fósil.
De camino al interior, le echo un vistazo al laberinto. Al resto del jardín. A la construcción de tres pisos y ventanas victorianas. Ahora que prácticamente vivo aquí admito que no es tan malo como pensé que sería, no ha saltado ningún fantasma sobre mí, no he escuchado la voz de Carlo diciéndome que no orine fuera del retrete, pero eso no significa no se le parezca.
Hay tantos jodidos secretos en esta casa.
*****
Pen rebota en mi cama, su cabello lila atado en la cima de su cabeza en un moño desordenado. La máscara de preocupación que escondía su rostro 24/7 durante nuestro tiempo fuera se ha retirado de este. La tranquilidad ha regresado a sus facciones. Una de las amigas, supongo, de Arlette, Hether, quién recuerdo haber follado un par de veces en la escuela, pero ahora está casada con Luc, la llevó de compras ayer, por lo que ahora está estrenando un vestido blanco con margaritas bordadas en las mangas y un par de sandalias de tiras que se envuelven alrededor de sus piernas. También lleva una corona del mismo tipo de flores. Nunca nadie podría imaginar que pertenece a la mafia de alguna manera. Bueno, podrían si piensan en ella como un hippie consumidor, pero no como la hija y hermana de un miembro de la Cosa Nostra. Termino de cubrir mi torso con una camisa blanca mientras salgo del baño. Cenaré, mi primera cena formal con los Cavalli, y luego iré al restaurante a reunirme con los chicos.
Mi madre, quién ya se siente mejor debido a los cuidados de su adorada Arlette o, más bien, del equipo médico y sofisticado que esta financió, trayéndolo de Europa, también nos acompañará. No estoy de acuerdo con que mi madre salga de su habitación, pero insiste en que ya se siente mejor, lo cual sospecho que tiene que ver con sus ansias de estar en el comité de la boda, en el cual, siendo el novio, no estoy. Afortunadamente. Ya perdí suficiente de mi masculinidad jugando a tomar el té con Beatrice y Carlo, su oso de peluche que llamó como su padre.
Fue tan triste cuando lo oí que ni siquiera pude hacer un chiste interno acerca de ello.
─No puedo creer que te vayas a casar ─murmura Pen cuando descendemos al piso inferior, el cual todavía se encuentra atestado de arreglos y decoraciones que Arlette ya vio.
─Yo tampoco.
─¿Crees que seas feliz? Hasta hace unas semanas, la odiabas.
Hago una mueca.
─No es sobre felicidad, Pen. ─Ya no─. Es sobre lo que nos toca hacer para sobrevivir y que nuestra línea de sangre continúe. Cuando crezcas, aunque ambos lo odiemos, créeme que yo más que tú, lo entenderás.
Aunque su nariz se arruga y su expresión decae, no me contradice, lo cual es bueno. Lo que dije no significa que la obligaré a casarse con alguien, pero sí que al menos sea consciente de que no cualquiera puede ser el amor de su vida o su compañero. La tensión se apodera de mi cuerpo cuando se separa de mí para sentarse junto a Flavio en la mesa del comedor de los Cavalli, dónde ya se encuentran todos. Incluyendo mamá, Francesco y Arlette. Luc, Fósil y Petruskha también tienen su lugar. Yo tomo asiento entre mi prometida y su primo. Este tiene la cara severamente golpeada, pero no pregunto, esperando que quién lo hizo esté muerto. Si no lo está, se lo merece por marica. Se inclina hacia adelante, medio inconsciente, mientras bebe whisky. Ni siquiera reconoce nuestra existencia.
─¿Y bien? ¿Qué hacemos ahora? ─pregunto, puesto que la comida aún no está sobre la mesa, lo que no tiene ningún tipo de sentido─. ¿Malditamente rezamos?
Mi madre suelta un gruñido, asesinándome con la mirada desde el otro extremo de la mesa. Su cabello negro está suelto y rizado. Ya no lleva una bata, sino lo que creo que es un vestido azul oscuro. Se ve mejor, incluso mejor de lo que estaba antes de que nos atraparan, y eso hace que todo lo que haga valga la pena. Tanto por ella como por Pen. Prefiero verla enojada que preocupada de ser atrapada, huyendo, o sobre un charco de sangre, muerta.
A medida que pasan los días, no hago más que arrepentirme por haberme ido, pero Fósil tiene razón. Si me hubiera quedado, probablemente nos hubiésemos matado.
─Vicenzo, por Dios, rezar y una maldición no pueden ir en la misma frase. ─Sus ojos grises se enfocan en Arlette, su antítesis de rojo, a pesar de que les habla a todos─. Por favor, discúlpenlo. Vicenzo nunca ha sido un creyente. Él se confesará antes de la boda. Lo prometo.
Arlette, quién estoy seguro de que no es una creyente, excepto del diablo, le sonríe cálidamente.
─No te preocupes, Aria, no es como si no estuviera acostumbrada. ─Mi anillo, en realidad su anillo, brilla en su dedo anular izquierdo. Tras hacerle una seña a una de las sirvientas, esta se retira para regresar unos segundos después con compañía. Todas sostienen bandejas que son depositadas en la mesa. Suelto un gruñido cuando me sirven. Maldita langosta. Al parecer comeré como el cadáver de Salvatore Morello esta noche. Como si supiera la causa de mi malestar, Arlette, su asesina, ríe suavemente─. Estábamos esperando que Penélope y tú bajaran. Sería injusto para ustedes que nuestra primera cena en familia, después de tanto tiempo, se sirviera fría.
─Gracias por la consideración ─responde mamá por Pen, quién está siendo ignorada visiblemente por Flavio, atento a su teléfono celular, y por mí─. ¿Cómo van los arreglos de la boda, cariño? ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
Arlette sonríe más ampliamente.
─No hay nada de qué preocuparse, ya todo está arreglado.
No me sorprende.
Su gente tenía listo el modelo de las invitaciones dos horas después de que nos comprometimos, aún en el yate, lo que no es tanto un logro como el hecho de que haya estado listo y que a ella le gustara. A pesar de que no tenía pensado intervenir en ello, limitándome a firmar el jodido acuerdo prenupcial que Arlette seguramente hará y a deslizar el otro anillo, el de la ceremonia, en su dedo, me veo forzado a hacerlo al ver la desilusión en los ojos de mi madre. Sé cuánto siempre ha querido que nos casemos. Ahora está sucediendo. Es rápido, irreal y surrealista, lo que significa que esta unión vendrá con un montón de problemas y trampas, pero para ella, sin importar las condiciones, es como si sus sueños y los de su vieja amiga estuvieran cumpliéndose ante sus ojos. Es casi cruel no permitirle formar parte de ello.
Enfoco mis ojos en Arlette.
─Estoy seguro de que hay algo que no se ha hecho todavía.
El desafío llena los suyos. Por unos segundos parece querer protestar al respecto, pero eventualmente sonríe y su atención se dirige nuevamente a mi madre, viéndose como la encantadora nuera sangrienta y educada que es.
Bufo.
Ese incluso sería un buen título para un libro de horror.
─La decoración ya está arreglada, ¿pero sigues bordando tan bien como antes? Gavin no ha podido terminar mi velo y solo faltan seis días. Es... una pieza difícil y no confía en nadie para que le eche una mano, pero te dejará ayudarlo si sabe que confío en ti. ─Su expresión se suaviza─. De verdad no pensé que ayudarme sería tan importante para ti después de todo lo que ha sucedido. Si lo hubiera sabido habría esperado a que te recuperaras, Aria, al menos un par de semanas más. Lo siento mucho. En serio que lo hago.
Mi madre se extiende hacia adelante para apretar su mano.
─Será un placer trabajar con Gavin, Arlette.
La castaña separa los labios para decir algo más, pero es interrumpida por Luc, quién se ha levantado para acercarse y situarse junto a ella, agachándose para murmurar algo en su oído que hace que sus ojos se abran con sorpresa y se levante. Mientras tanto su sala se llena de escoltas.
─Reúne una cantidad aceptable de nuestros hombres, pero no descuides la protección de la casa ─dice mientras se levanta y se dirige a ellos, captando la atención de Flavio y de Francesco, quiénes la siguen, por lo que yo también─. Flavio, por favor, vuelve a la mesa. ─Mira a Francesco, sus dedos trabajando en los botones de su abrigo─. Tenemos que deshacernos de esa maldita pandilla. Falcone está siendo un problema. Si no fuera por sus hombres, me serías útil esta noche. ─Reconozco el apellido como uno de los hombres de Morello, el cual probablemente continúo en la línea tras su muerte, respondiendo ante ella. Francesco intenta tomar su mano, pero Arlette se aleja de él─. No, Francesco. Iván me necesita. Tengo que ayudarlo. Es mi único socio leal y tú ni siquiera puedes mantenerte en pie. Necesita una muestra de poder, no... tú en este momento de tu vida.
Hago una mueca.
─¿Ahí es a dónde te diriges? ¿Con los rusos?
A pesar de que ignoró a Francesco, Arlette se da la vuelta a unos centímetros de salir de la casa, sus guardaespaldas manteniendo la puerta abierta para ella. Luc ya está afuera.
─Sí ─responde─. Iván ha sido atacado por su propia gente por segunda vez este mes. Está siendo perseguido en este momento por un grupo de ellos para matarlo. Nos encontraremos en su club. Cuando me vean, se irán.
─¿Por qué no los matan?
Arlette hace una mueca.
─Un italiano no puede matarlos. Eso le daría más razones a los rusos para ir contra nosotros y la mafia italiana no necesita más conflictos en este momento. Él es lo único que nos mantiene a salvo de ese escenario. Iván tampoco puede hacerlo porque ya lo odian lo suficiente. ─Su mentón se alza, pero su barbilla tiembla. Es la primera vez que la veo malditamente preocupada por algo, así que también me preocupo─. Sus rivales han querido tomar Chicago desde la muerte de mi padre. Como el jefe de la Bratva rusa, sigue dando las ordenes y poseyendo el apoyo de la mayoría, pero apenas. En cualquier momento, cuando nos vean en un momento de debilidad, eso podría cambiar.
─Él no puede morir.
Arlette afirma, dándome la razón.
─No, no puede.
─Bien. ─Suelto un suspiro. Por más que me desagrade la idea de proteger al bastardo que no me tomó en serio cuando le dije que quería entrar al negocio de venta de drogas, aunque estuviera mintiendo para descubrir cuán importante era Arlette para Marcelo, entiendo su lógica y sus ansias─. Yo voy. No tienes que ir tú. Si me ven ayudándolo, sumarán uno más uno y se darán cuenta de que protejo nuestros intereses. ─Me detengo junto a ella bajo el umbral─. Confía en mí. Aunque estoy más acostumbrado a la mierda de tomar la vida de alguien, estoy seguro de que puedo hacerme cargo de la situación.
Aunque una parte de ella quiere ir, lo veo en su mirada, regresa a la casa. Sigue débil debido a nuestra pelea y probablemente se ha dado cuenta de que probar con algo, alguien, diferente podría traer resultados diferentes. Como dijo, no es la primera vez que tiene que ayudarlo.
─No puedes matar a nadie ─me recuerda cuando me doy la vuelta, tomando su lenguaje corporal como un sí, y bajo los escalones de la elegante entrada que conducen a la acera.
Afirmo, arremangándome la camisa y entrando en el Cadillac en el que Luc, con esta aura resentida y de mala vibra, me espera. Él bufa al entender que Arlette no nos acompañará, sino yo, pero también veo alivio en su mirada.
Porque esto no solo se resuelve con palabras.
Arlette dijo no a la muerte.
Pero no dijo nada de no a la tortura o a la sangre.
*****
Treinta minutos después y unos cuantos hombres heridos después, pero nadie muerto, hay una hilera de rusos sin camisa, arrodillados y atados para mantenerse de esa manera, con las manos tras sus espaldas, frente a mí. Sus pieles son pálidas, pero llenas de las mierdas que suelen dibujarse con tinta cuando considero que las cicatrices son más atractivas al momento de enviar un mensaje. Iván, más cómodo de lo que pensé que estaría ante la idea de un italiano lastimando a su gente, está sentado en un mueble al fondo fumando un porro y bebiendo whisky con Luc, a salvo a pesar de su tobillo lastimado al tropezar con un escalón cuando lo empujé porque estábamos siendo acosados por disparos. Supongo que eso es lo que pasa cuando tu propia familia te traiciona. No te importa una mierda de dónde viene quién, sino quién es.
─Entonces ─suelto en su jodido idioma natal─. ¿Quién es el siguiente? ─Me detengo frente al más joven de ellos y lo apunto con mi escopeta─. Creo que tú. ─Él cierra los ojos, temblando, y espera el disparo mientras murmura plegarias. Cuando este llega, se lleva parte de su oreja, quizás toda, pero sobrevive. También el sujeto que está junto a él sufre daños en la suya, pero es menos débil y no se queja. Ni siquiera parpadea. Sostengo la cabeza del más afectado, halando su cabello e inclinándola a un lado para ver su pabellón auricular destruido, antes de levantarme─. Lo siento, mi puntería no es tan buena. ─Y es cierto, a veces fallo, pero para eso están los cuchillos. Las manos. Francesco. El doctor que trajimos para que atendiera sus heridas y pudieran seguir hasta que Iván considere que han tenido suficiente castigo, lo cual no ha hecho. Para darle más créditos, hicimos que esto se viera como si esta hubiera sido su idea, la cual pudo haber sido debido a que me inspiré en algunos documentales del régimen soviético que vi de niño mientras aprendía ruso, y yo fuera la puta que Arlette envió para ayudarlo─. Pero tengo toda la maldita noche para aprender y un montón de munición.
Tomando posición, apunto de nuevo cerrando uno de mis ojos.
Si esto sale mal, le diré que debió ser más específica.
Si no, habré ganado su confianza.
Al menos para esto.
Holaaaaaaaaaaa babys
Espero que el capítulo les haya gustado. Saben que me da risa cómo en otros libros dónde mis chicos son "chicos malos" comentan cosas tipo el único chico realmente malo es Vicenzo jajajaja pero ay, pobrecitos jajaja
¿Cómo quedaron con lo de Fósil? ¿Se lo esperaban?
¿No les dio ternura que V aceptara que no le puede decir a Arlette porque sabe que eso la lastimará?
AH
Quedan 4
Y ya viene la boda
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH
Quedan tantas cosas por pasar jajaja
Capítulo dedicado a: DanielaCuRguez
Siguiente a la mejor teoría de lo que pasará a continuación
No olviden seguirme en Instagram y twitter como oscaryarroyo y ahora unirse a mi grupo re-activo de lectoras en Facebook: Leemos a Osc
Love u
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