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Capítulo 38:

VICENZO:

El vuelo de regreso a Chicago es más largo que el de ida porque el avión privado de Arlette se detiene en Miami para recargar combustible. Sin embargo, nadie se baja de él hasta que aterrizamos en nuestra ciudad natal. Lo único que quiero hacer al poner mis pies en Chicago es comer algo que no sea sofisticado, como lo único que había de aperitivos en el vuelo, obtener actualizaciones del estado de mamá y dormir, puesto que tengo varios días sin hacerlo, pero de todas maneras no creo que pueda. Los hombres de Arlette me escoltan a un Cadillac diferente al de los chicos, junto con Penélope, por lo que me acerco a ellos antes de entrar en el destinado a nosotros. Lucen igual de agotados que yo. Flavio es el único que se sostiene en pie sin entrecerrar los ojos, pero sospecho que se debe a su latente e hirviente enojo con su hermana. No me gustaría ser ella en estos momentos. Aunque sospecho que la conducta de Flavio es uno de sus menores problemas, es una mierda realmente molesta lidiar con adolescentes.

─Gracias por todo ─les digo estrechando el hombro de Emi, quién solo se encoje de hombros a pesar de ser quién lo pasó peor entre nosotros debido a su alta sensibilidad a la tortura, lo cual es contraproducente a su trabajo.

─Fueron unas buenas vacaciones.

Francesco gruñe.

─Si al menos hubiera sabido que no teníamos que hacer una mierda, sino aparentar estar haciendo una mierda, al menos habría ido a la playa ─se queja mientras entra en el asiento piloto, unas Ray Bans cubriendo sus ojos azules.

─Como sea ─suelta Kai mientras lo sigue─. Lo importante es que Pen está de regreso. Aún si hubiera sabido que Arlette ya lo tenía todo planeado, habría ido a ayudar.

Aunque me siento como un poco marica, fuera de mi elemento en este momento, tengo que hacerlo. Aclaro mi garganta y me asomo por la ventanilla. Hablo tras encontrar la mirada de todos. Aunque no hay escoltas aquí, solo los gemelos, Flavio y Francesco, hay dos camionetas más junto a ellos. Arlette se toma muy en serio la seguridad.

─Si alguna vez cualquiera de ustedes necesita algo, aquí estoy ─susurro─. Lamento haberme ido de Chicago sin despedirme. Fue una mierda de mi parte.

Emi, el más resentido al respecto, afirma.

─Solo no vuelvas a hacerlo otra vez. El hecho de que no hayamos cagado en el mismo pañal cuando éramos bebés o que no estés comprometido con alguien de mi familia no significa que no seas importante para nosotros.

Sintiendo la opresión construyéndose en mi pecho, me alejo del Cadillac para evitar hacer el ridículo.

─Tomo nota.

Antes de alejarme lo suficiente, escucho a Flavio reír.

Maricas, ¿por qué no se follan? A Francesco le gustaría.

Ignorándolo, deslizo mis dedos en los de Pen, ajusto la correa de mi mochila sobre mi hombro con mi mano libre y me dirijo a la Rover negra en la que entró Arlette. Antes de que pueda entrar en ella, sin embargo, el conductor se baja y abre la puerta para mí. Mis labios se curvan al identificar a Milad usando un traje negro de mierda y un intercomunicador. Pasó a formar parte de la guardia real en mi ausencia, al parecer. Le devuelvo el abrazo cuando se acerca, emocionado de verlo nuevamente cuando hasta hace unos segundos creí que podría estar en Turquía.

─Te ves bien ─me burlo.

Él se encoje de hombros.

─Hay que adaptarse a las circunstancias.

Tras abrazarlo, Pen toma asiento junto a mí en la parte trasera y cierra tras de sí. Arlette está tecleando en su teléfono en la parte de adelante. No es hasta que arrancamos que gira su rostro hacia nosotros, su expresión en blanco, como si no estuviera aquí en este momento. Su ropa está ligeramente arrugada y juro que es la primera vez que la veo luciendo así desde que éramos niños. Probablemente planeaba la tercera guerra mundial mientras estaba en la cabina y por eso no pudo cambiarse.

─Tenemos mucho que hacer.

─Lo sé ─respondo.

No sé cómo Francesco se tomará el hecho de que lo relevarán de su cargo, lo cual no debería interesarle tomando en cuenta que lo tomó para cuidarlo por mí y que puede fácilmente encontrar otras tareas que hacer. Tampoco sé cómo mis hombres tomarán mi regreso después de que me marché como una perra asustadiza. Mucho menos sé cuál será la reacción de los otros miembros del Outfit de Chicago ante mi regreso, aunque sospecho que no se tratará de nada bueno si Marcelo es quién está a cargo. Sé que me quiere malditamente muerto.

─Traje a Aria del infierno vaquero en el que la tenías. Ahora está en mi casa, recuperándose, porque se me hace mucho más fácil concentrar la seguridad en un solo punto, pero podrían regresar a su vieja casa si quieren. Les podría dar algunos hombres. ─Niego. Su decisión tiene sentido. Dejando de lado los sentimientos que me produce habitar la casa de los espantos de Carlo Cavalli, sé que si nos vamos no contaremos con la misma protección de estar en algún otro lugar. No somos tan valiosos para Arlette como un Cavalli─. Puedes pasar a verla un momento, pero necesitamos cambiarnos y salir pronto. No puedo perderme esta reunión, tú tampoco, y mientras más rápido todos sepan que no te estás escondiendo, que no eres débil, es mejor para todos nosotros. Me tomé la libertad de conseguirte un estilista para... ─Señala mi cabello apenas viéndolo, sus ojos azules enfocados en mí con intensidad. Penélope, a mi lado, mira hacia el exterior con aire ausente, ignorándonos. Sospecho que sus sentimientos hacia mi ex prometida no han cambiado─. Corregir el problema.

Afirmo, de acuerdo.

─Bien.

Arlette alza las cejas con incredulidad.

─¿Bien? ¿No vas a contradecirme o hacer tu usual ronda de preguntas y quejas estúpidas?

Me cruzo de brazos.

─Sí, estoy de acuerdo con tus planes, y no, no lo haré.

Ahora su frente se arruga.

─Me alegro.

Se da la vuelta, regresando la vista al frente y rápidamente volviendo a concentrarse en su teléfono. Milad ríe bajamente hasta que Arlette lo mira, obteniendo silencio. Entiendo su desconfianza. Toda la vida me enfrasqué en nadar en contra de la corriente, pero eso solo sirvió para que terminara en el mismo punto, solo que en peores condiciones. Ahora no solamente me dejaré llevar por ello.

Le sacaré el máximo provecho.

******

Cuando llegamos a la mansión Cavalli somos recibidos por una docena de hombres armados, el viejo pervertido y una versión mucho más joven de Beatrice, pero con los ojos de Carlo y ciertas cosas de su hermana mayor. Ella nos recibe en su casa con una corona de diamantes, los que sé que son reales, sobre su cabeza y un atuendo de ballet. Es una inusual mezcla entre Flavio y Arlette que me hace parpadear. Es dulce, pero no hay duda de que son familia.

Hola, soy Beatrice ─susurra en nuestra dirección, sorprendiéndome con su perfecta dicción en italiano, antes de saltar a los brazos de su hermana─. Te extrañé mucho.

Yo también, Beatrice ─responde esta mientras la guinda en su cadera y le besa la mejilla, dirigiéndose arriba con ella, pero deteniéndose en los primeros escalones para verme. Estoy tan confundido por cómo Arlette luce con un niño pequeño que casi no le presto atención cuando habla─. Fósil, por favor, lleva a Vicenzo con Aria. Explícale sus avances y lo que necesite saber. Vicenzo, estaré lista en una hora. Si me haces esperar me iré sin ti y si me voy sin ti tendré tiempo y una excusa de camino a la reunión para reconsiderar todo lo que te involucre.

Sin esperar una respuesta, continúa subiendo las escaleras, lo que hace que mi mandíbula se apriete y mis vasos sanguíneos se contraigan con ira, aumentando mi ritmo cardiaco y mi tensión sanguínea. El viejo pervertido, a mi lado, saluda a Pen con una inclinación de cabeza antes de concentrarse en mí. Una sonrisa maliciosa y lenta se apodera de sus labios. No lo golpeo debido a que una parte de mí admite haber extrañado lo raro que es.

─No empieces con tu mierda pervertida ahora. Ya la escuchaste ─suelto a la vez que intento no sonreír─. Llévame con mi madre. Luego enséñame mi habitación.

Él afirma.

─Sí, amo. ─Negando, lo sigo hasta que nos dirige a un pasillo de solo dos puertas en el piso inferior. Señala una de ellas antes de tomar la manija de la otra─. La habitación de la señorita Penélope. La habitación de la señora Aria. No sé si recuerdas dónde está la habitación de huéspedes en la que estuviste cuando fuiste apuñalado, pero esa es la tuya. Tu madre está recuperándose satisfactoriamente. Un doctor viene a revisarla todas las mañanas. Podrías hablarle por los detalles. ─Afirmo, mi garganta secándose debido al sonido afligido que emite Penélope cuando este abre la puerta del todo─. ¿Alguna otra duda?

Niego.

─Así está bien. Déjanos a solas, por favor.

Sin decir nada más, Fósil se da la vuelta, dejándonos solos con mi madre acostada en una cama bien hecha de aspecto suave, cómodo y limpio. Lujoso. Encima de ella hay un candelabro dorado. Los muebles de madera a su alrededor lucen victorianos y elegantes. Las vistas de las ventanas tras ellas son hacia el jardín de rosas rojas. Pen corre directamente a sus brazos mientras yo permito que el alivio de verla con vida y a salvo me llene. Al pasar junto a mí para irse, sin embargo, Fósil presiona su huesudo dedo contra mi hombro un par de veces, su mirada seria.

─No lo arruines esta vez, Ambrosetti ─advierte en voz baja─. Más que por ella, lo digo por ti. Arlette ha demostrado poder valerse sin ti, pero no puedo decir lo mismo de ti. Hazle un favor a los tuyos y piensa más.

Al igual que su jefa, desaparece de la habitación sin esperar una respuesta. Tomo aire con los puños apretados entes de enfocarme en Aria, cansado como la mierda de que todos se metan en mis asuntos, pero entendiendo las palabras y la posición de Fósil. Él prácticamente la crió en conjunto con su padre. Si no supiera eso ya sería hombre muerto por hablarme así. Sin acercarme mucho, le ofrezco una mirada de disculpa a mi madre. Se ve bien. Algo más delgada de lo que lucía la última vez que la vi, pero definitivamente mejor. No está cubierta de sangre, con una contusión y con una herida abierta, para empezar.

─Lamento haberte dejado en el hospital así.

Ella niega mientras acaricia el cabello de Penélope, quién no deja de llorar contra su pecho con los ojos cerrados.

─Hiciste lo que tenías que hacer, Vicenzo. ─Sus ojos grises se llenan de lágrimas, pero también de orgullo─. Sin importar lo que todos piensen de ti, estoy orgullosa de ti. Sé que todo lo que haces es por nosotras. Eres un buen hijo.

Colocando mis manos en el colchón, sonrío.

─Bueno, eres la única.

Penélope, desde su pecho, me mira.

─No, no lo es. ─Niega mientras se pone de pie y me abraza─. Yo también y aunque suene un poco Cavalli... la opinión de la familia es la que única cuenta, ¿no?

Asiento mientras presiono mis labios contra su cabello.

─Sí.

Pero ahora el problema es que mi familia está a punto de extenderse, aunque de acuerdo a la manera en la que le hablé a Arlette para convencerme de ayudar a Pen, ella ya pertenece a ella. A pesar de que todavía quiera hacerla pagar por la muerte de mi padre, esto solo es un formalismo y mi odio debe limitarse a intensificar más lo que somos, pero sé que no será lo único que tenga que pasar por alto en un futuro y no puedo evitar preguntarme cuál será mi límite o cuándo uno de los dos estallará debido al otro.

Y ni siquiera hemos empezado.

******

Me miro en el espejo cuarenta minutos luego, extrañamente satisfecho con el resultado frente a mí. Después de intentar convencerme de rapar mi cabeza y no lograrlo, el estilista mudo de Arlette simplemente la metió en un cubo lleno de agua oxigenada y lo pintó, por lo que ahora las hebras lucen de un color similar al que tenían antes. Todo salió bien a pesar de su advertencia de que podría caerse. También se ocupó de mis cejas. Además de deshacer mi aspecto moreno, también seleccionó un buen traje. Negro, pero no cualquier negro. El negro más oscuro y profundo que he visto en mi vida. El chaleco es de un material parecido al terciopelo. Bajo de él llevo una camisa blanca sin corbata en conjunto con el traje y zapatos negros de cuero. El tipo es bueno. Debo darle el crédito. Aunque parte del hecho de que no lo deteste se debe a que no habla y no me conoce lo suficiente como para arrojarme mierda, sabe lo que hace.

Lo confirmo cuando veo a Arlette bajar las escaleras. Lleva un vestido negro del mismo material que mi chaqueta, del mismo profundo negro, pero sin mangas y con una abertura en la pierna izquierda que va desde su muslo al suelo. Su cabello entre rubio y castaño está suelto y liso como una cascada sobre su espalda. Sus labios se ven aún más rojos de lo que lucían más temprano. Sus uñas también lo son. Aunque usa tacones y eso me irrita como la mierda porque sin ellos somos de la misma estatura, se ve preciosa y no puedo evitar tenderle mi brazo cuando llega a mí. Ella duda por un momento, pero finalmente coloca el suyo sobre el mío y me deja guiarla al Cadillac esperándonos afuera.

─¿Cómo explicaremos que vuelves a cederme el control de mi territorio sin hacerte parecer débil? ─le pregunto una vez estamos de camino a dónde quiera que la reunión sea, puesto que no tomamos las calles para ir a Fratello's.

Arlette se encoje de hombros, una sonrisa en sus labios.

─Eres un hombre, Vicenzo ─ríe suavemente─. Diles a todos que me pusiste una correa. Que tienes algo sobre mí. Te amarán por eso. Me odian más de lo que te temen y de verdad no me importa parecer débil. Si no fuera porque toma lleva tiempo planificar una nueva jerarquía y estoy enfrascada en otras cosas, ellos ya estarían muertos, ¿de qué vale la opinión de un cadáver? ─Deja de mirarse en un pequeño espejo plateado para observarme. A pesar de lo que dice, sé que sí le importa, pero no la presiono. En su lugar permito que se sienta tan ruda como quiera. Me gusta saber que soy el único que ve a través de ello─. De nada porque solo los gusanos pueden oírlos bajo tierra.

Miro hacia afuera, notando que nos acercamos al puerto de Carlo, y decido hacer la pregunta que ronda por mi mente desde que llegamos a Chicago.

─¿Crees que Marcelo pierda su mierda?

─No, no lo creo, lo sé. ─Sacando una pequeña cajita de su bolso, me la tiende cuando llegamos y el auto se estaciona alrededor de muchos otros, no solo los de Arlette, en el estacionamiento del muelle exclusivo de su familia─. Bienvenido a nuestra fiesta de compromiso. Sé convincente cuando te arrodilles, Vicenzo. Aunque los dos sepamos que es algo a lo que ya estás acostumbrado, los demás no.

Solo porque salvó a mi hermana, lo dejo pasar y le echo un rápido vistazo al interior de la caja, la cual contiene un anillo rectangular y transparente del tamaño de un tercio de un dedo medio. El aro que lo sostiene es plateado. La cierro y la guardo en mi bolsillo. Para el momento en el que salgo, Arlette ya se encuentra esperándome en el muelle. Nuevamente le tiendo mi brazo. Ella acepta. Identifico su yate, más bien un pequeño barco, anclado al final. Las personas salen y entran en él con regularidad, pero se quedan dentro una vez embarcamos con su séquito de seguridad. Apenas pongo un pie en él, puedo sentir los ojos de todo el mundo en mí. Me relamo los labios.

─¿Cómo le dices a alguien que solo sea él mismo, pero que no sea él mismo demasiado? ─me pregunta al oído mientras nos dirigimos al bar y toma una copa de champagne que se sirve ella misma, lo cual entiendo tomando en cuenta que muchos la quieren muerta y que es, más que nadie, consciente de que podría ser envenenada forma más estúpida─. Porque eso es lo que necesito que seas. No te veas débil, pero no los mates. No en mi yate.

Quitándole la botella de las manos, también me sirvo.

─No soy como tú ─gruño─. Me puedo controlar.

Arlette desencaja la mandíbula.

─¿Eso es lo que le dijiste a las seis chicas parecidas a mí que asesinaste en Texas? ─Alumbrada por las lámparas de papel que cuelgan sobre nosotros, convirtiéndose esto en la decoración más sutil, pero no por ello menos elegante, que he visto en una fiesta de los Cavalli, sonríe cuando me quedo en silencio. No me sorprende que lo sepa─. ¿Cómo dicen? Una vez es accidente, dos veces casualidad y tres un patrón. Eres un asesino en serie, Vicenzo. Si no lo logras aquí, de igual manera podrías ser recordado en primera plana como el hombre que no toleraba nada que le hiciera recordar a su ex prometida. ─Arruga la nariz mientras se apoya en la barandilla, el barco empezando a adentrarse en las profundidades del lago Michigan─. Es un poco dulce, en mi opinión, como no pudiste sacarme de tu mente y seguir adelante porque, créeme, si lo hubieras hecho y no hubieras ido por ellas, Porfirio no te habría encontrado. No es tan poderoso. Lo hizo porque prácticamente le regalaste tu ubicación dejando huellas de sangre tras de ti.

Con la copa casi quebrándose en mi mano, le respondo.

─Mi ex prometida asesinó a mi padre.

─Corrección, tu ex prometida quebrantó a tu padre y lo hizo sentir culpable por haber traicionado a su mejor amigo, casi su hermano, y lo alentó a suicidarse. Es diferente.

─Si no hubiera llegado a tiempo, lo habrías matado.

Arlette alza el mentón.

─Yo no. El peso de sus acciones.

Mis manos empiezan a temblar.

Si pudiera, la enviaría a la mierda aquí y ahora, pero esta es una conversación que iba a llegar tarde o temprano.

─Cuando no lo hizo le pediste a Francesco, a mi mejor amigo, que lo matara frente a mis ojos ─siseo mientras, en contra de las miradas de advertencia de sus hombres a la lejanía, la arrincono contra la barandilla.

─Y él no lo hizo ─susurra ella, la inestabilidad en su voz indicándome que eso es algo que aún ronda por su mente.

─Es mi hermano. Por supuesto que no lo hizo. ─Llevo mi boca a su pequeña oreja─. ¿Por qué no lo hiciste tú? ─La respuesta a eso es tan importante que me aparto y la miro directamente a los ojos. No puedo perderme un solo detalle─. ¿Por qué no lo mataste tú? ¿Por qué le diste tu arma a Francesco? Tenías un motivo más que suficiente. Ya habías matado antes. ¿Por qué no asesinaste a Constantino Ambrosetti, un maldito traidor, el jodido enemigo, si estaba justo al frente de ti, Arlette Cavalli?

Por primera vez en la maldita vida, Arlette cierra la boca, sin palabras, y no hace nada más aparte de mirarme, pero una parte de mí sabe la respuesta, que ella, al igual que Francesco, no podía matarlo frente a mí, mientras la otra se niega a creerla porque es del anticristo de quién hablamos.

Porque tal vez ella no es el fin del mundo.

Pero ciertamente es el fin del mío.

─Tu padre lo merecía, Vicenzo. No puedes discutir eso. ─No. No puedo─. Y nunca me disculparé por su muerte. ─Se escabulle de mí aun sosteniendo su copa de champagne. Si no la conociera mejor diría que luce nerviosa─. La reunión está por empezar. Recuerda no matar a nadie, no importa lo mucho que se parezca a mí.

O si soy yo, deja implícito en el aire.

Dejándome atrás, se interna entre los invitados para alcanzar una mesa en el centro dónde se reúne con Marcelo y otros hombres. Tomo una honda bocanada de aire antes de seguirla. Francesco y los chicos me observan desde el balcón de un piso superior de la embarcación, la mierda tiene más de un piso, y me transmiten ánimos con los ojos. Esta vez me sirvo whisky cuando me acerco al bar. Bebo un trago entero antes de rellenar el vaso, tomar la botella y dirigirme a dónde está. Con una sonrisa en el rostro, me sitúo junto a Mariano Borgetti, mi amigo ciego de un ojo por mí. Por poner sus manos en el sitio equivocado.

Decir que no luce feliz de verme es un eufemismo.

─Borgetti ─susurro a su lado, siendo su peor pesadilla en carne y hueso─. Me alegra ver que te has recuperado. ─Enfoco mi atención en la bonita pelirroja a su lado. Es pequeña y delicada. Lleva una alianza en el dedo, al igual que él. Su esposa, deduzco─. Por una razón en concreta, por lo que veo. ─Le ofrezco mi mano. Tras dedicarle una mirada a él, ella la estrecha rápidamente─. Vicenzo Ambrosetti. ─Separa los labios para decirme su nombre, pero Mariano le dedica una mirada que hace que se levante y se vaya con las otras mujeres. Niego─. Sigues siendo una pequeña mierda controladora, por lo que veo. ─Me echo hacia atrás en la silla, tomando otro trago mientras disfruto de su silencio. De su miedo a que cumpla mi promesa de dejarlo sin huesos─. ¿Tu bonita e inocente esposa sabe lo que le hiciste a Isabella, otra bonita e inocente mujer?

Mariano empieza a temblar.

No es tu jodido asunto, Ambrosetti, ni siquiera perteneces a esta mesa ya. Haznos un favor y piérdete.

─¿Y si no lo hago? ─pregunto mientras me inclino hacia él, quién no deja de sudar y de mirar en dirección a Marcelo y a los otros capos en busca de ayuda─. ¿Recuerdas cuando atormentaste a Arlette después de que nuestro compromiso se rompió? ¿Cómo la lastimaste? Sé que ella lo borró de su mente, no eres más que basura, pero yo sí lo hago y estoy seguro de que tú también. ─Mariano resopla cuando presiono su brazo, el cual rompí, hasta que siento que muevo los tornillos en él─. Quizás a lo mejor haga lo mismo con tu adorable mujer cuando te mate, pero para convertirla en mi puta porque estoy a punto de hacer lo que ninguno de ustedes pudo en todo este tiempo. ─Suelto una carcajada baja y profunda, negando, cuando empieza a temblar, malditamente impotente. Aunque pudiera acorralarme con sus hombres, lo cual ahora no puede debido a la seguridad de Arlette, estoy seguro de que seguiría sintiendo miedo ante mi presencia─. Pero tranquilo, Mariano. Eso no pasará siempre y cuando te estés portando como un buen gusano, entonces no tendré que abrirte y hacer que te arrastres como uno.

Logrando lo que quería, llamar la atención de Marcelo, lo suelto y alzo e inclino mi vaso en su dirección, disfrutando de su mirada de muerte como si mi equipo favorito hubiera ganado el Súper Bowl. Con sus ojos verdes en mí, la atención de todos en mí, me levanto y me dirijo al sitio en el que se encuentra hablando tranquilamente con Arlette. Como si ella malditamente no hubiera roto todas sus reglas en los últimos días, lo que me confirma lo perdido que está por ella. Las personas a nuestro alrededor dejan de hablar al percibir la tensión. Lo único que se escucha es la sutil música de piano de la banda que contrataron para esta noche.

Sin hacerle ninguna maldita pregunta, sin arrodillarme como un perro, tomo su delicada mano, presiono un beso sobre el dorso y deslizo el anillo en su dedo frente a él.


MRK, QUEEEEEEEEEEEEEE

Vi se pasó

De verdad, Marcelo se debe estar muriendo

Muriendo horrible 

De pana Vicenzo se pasó jajaja

Espero que les haya gustado el capítulo. Voy a tratar de retomar las actualizaciones diarias. Yo les dije que se iban a morir jaja ya solo nos quedan 7 capítulos, empecemos el conteo regresivo

7

Capítulo dedicado a: Cidrenita

Siguiente a la mejor teoría sobre cómo será la boda (tomando en cuenta las personalidades de Vi y Arlette)

Love u


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