Capítulo 36:
ARLETTE:
El avión aterriza unos kilómetros después de la frontera entre Brasil y Santa Elena de Uairén, Venezuela. Cuando mi padre hacía este tipo de viajes ni siquiera se alejaba de la pista para hacer el intercambio con el fin de irse apenas se cerrara el negocio, pero tomo la iniciativa de dirigirme a un café artesanal en el centro de la ciudad que Luc hizo que abrieran a las dos de la mañana para recibirnos, sobornándolo con tan solo cien dólares. El pueblo que me rodea es desértico. Sus calles son rurales y las casas que pasamos, las construcciones de un máximo de tres pisos, no siguen un patrón. Cada una de ellas es de un color diferente. Tienen una arquitectura diferente. No tengo enemigos aquí. No tengo que cubrirme las espaldas aquí. Después de tres años mirando por encima del hombro y yendo de un lado a otro con un sequito de hombres persiguiéndome, simplemente caí en la tentación. Yo, Arlette Cavalli, quería caminar sin sentir que todos a mí alrededor me quieren muerta y eso es exactamente lo que hago en estos momentos. Incluso renuncio a mis zapatos, por lo que mis plantas están descalzas desde el asfalto cubriendo la calle hasta que se posan sobre el frío piso de arcilla del local.
Mis pies expuestos son lo primero que Emilio Peña, un ex general corrupto retirado de la República, nota. Luego su mirada confundida asciende por mi cuerpo hasta detenerse en mis ojos. La apreciación brilla en los suyos negros y opacos. Demasiada apreciación. A su lado visualizo a Pedro Suarez, el hermano de Porfirio, y todo cobra sentido. Luc echa mi silla hacia atrás para que me una a la mesa de mimbre en la que ambos se encuentran sentados. Le sonrío a un niño que se acerca con una taza de chocolate caliente casero, la taza tambaleándose sobre la bandeja que lleva con ambas manos. Su ropa luce degastada y muy grande para su cuerpo, pero aun así sus pensamientos no giran en torno al hambre en su estómago o a por qué mi ropa es más bonita que la suya. Se limita a entregar el chocolate, dedicarme una sonrisa sin algunos de sus dientes de leche e irse corriendo a la cocina dónde su madre y su hermana lo esperan, mirándonos.
─Gracias ─susurro en italiano, sabiendo que es más parecido al español que al inglés, antes de enfocarme en el par de hombres, sin contar a sus guardaespaldas, frente a mí─. Para mí es todo un placer estar aquí. Mi nombre es Arlette Cavalli y estoy feliz de hacer negocios con ustedes, puesto que eran amigos de mi padre.
Emilio afirma, su barba curvándose con el movimiento.
─Carlo era un buen negociante. ─Aunque no puedo verlo del todo, tengo un vistazo del indicio de una barriga cervecera. También su cuerpo se ve apretado dentro de un uniforme verde del ejército─. Tenía una obsesión insana con los diamantes. Apenas mis chicos me traían una piedra grande, sabía que era para él.
─Sí, la tenía. ─Me enfoco en su acompañante. Al igual que Porfirio, tiene una nariz de tucán en el centro de un rostro ovalado y lleno de arrugas. Sufre de calvicie. Su piel es morena. A diferencia de Emilio, lleva una camisa de estampado floral desabotonada y por debajo una guardacamisa blanca─. Solo por curiosidad, ¿qué es lo que te ha llevado a traicionar a tu hermano?
Pedro ni siquiera parpadea ante mi pregunta.
─Él está agitando demasiado el avispero. Desde hace tres años Emilio y sus amigos están enviando cocaína a Sicilia. No podemos interferir en el negocio de nuestros socios. ─Después de que mi padre echó a su hermano de Estados Unidos, Porfirio y él empezaron a trabajar como pequeños narcotraficantes en su propio continente. Las ganancias nunca fueron las mismas después de eso. Mientras ellos cada vez se fueron quedaron sin más terreno, otros tomaron su relevo. Otros que solían trabajar con mi padre, pero ahora trabajan para Marcelo y para los capos que se apoderaron de Sicilia cuando Francesco la perdió. Por eso lo necesité, todavía lo necesito, para manejar el viejo territorio de los Morello. Ahora que los Cavalli no tenemos tanto poder en la isla, los sicilianos también se niegan a trabajar conmigo─. No me quiero ver atrapado en la corriente. ─Se encoje de hombros─. Llámalo supervivencia del más inteligente. No quiero morir.
─Entiendo. ─Ladeo la cabeza, la curiosidad y el interés convirtiéndose en un hoyo negro sin fin─. ¿Pero tu hermano aún no conserva sus laboratorios aquí? Al menos su gente.
─No como solía ─responde el ex general, cerrando la boca de Pedro, su expresión dura y en lo absoluto idiota─. ¿Estás preparada para ver lo que he traído para ti? Son hermosos.
Percibiendo la tensión, sonrío y afirmo.
─Por supuesto que sí.
Tras devolverme la sonrisa, se gira para mirar a uno de sus hombres y aceptar el maletín cuando este se lo tiende. Aunque no me siento en lo absoluto impresionada con ello, hago que mi expresión parezca emocionada cuando coloca el maletín sobre la mesa y lo abre, revelando centenares de pequeños diamantes frente a mí. Centenares de piezas de diferentes tamaños. Mis manos se dirigen a una funda negra que no formaba parte del trato. La sorpresa se desliza sobre mí cuando saco una pistola de oro con pequeñas incrustaciones en ella. Es vulgar. La odio, pero debo ser cortés y parecer impresionada, por lo que suelto una risita mientras la regreso a su lugar, vomitando internamente.
Es como si Hello Kitty tuviera un arma.
─Un regalo ─dice él.
─Gracias.
Una vez le tiendo el maletín a Luc, este hace que mis hombres pongan cinco maletas rebosantes de efectivo sobre la mesa. Deslizo una pequeña pieza brillosa dentro de mi taza de chocolate mientras el dinero se vuelve el centro de atención. Cuando el chico regresa por ella la nota y me mira, pero niego con una sonrisa en los labios, entendiendo al instante por qué mi padre nunca se apartaba de su avión cuando venía. Carlo Cavalli podría haber sido de todo, pero no era un tacaño. Las personas a su alrededor nunca sentían hambre o frío. Personas como Emilio, por otro lado, ni siquiera invierten un centavo de lo que ganan.
El niño desaparece en la cocina con su madre, señalándome con emoción mientras le enseña lo que encontró y les cambiará la vida, pero mis ojos continúan puestos en Emilio y en Pedro, tratando de desviar cualquier atención de él a mí.
─¿Dónde está lo demás? ─pregunto.
─Atrás. En mi camioneta. Mis hombres lo pondrán en tu cajuela antes de que se vayan. ─Sus mirada depredadora se encaja en la mía─. Con respecto a tu otra solicitud... no podemos pasar por encima de los sicilianos y de todos hasta que no tengas un cargo lo suficientemente alto. Necesitamos la autorización de, por lo menos, el capo líder de tu ciudad. No podemos arriesgarnos.
Además del intercambio, también quería discutir con Emilio la posibilidad de que sus amigos trabajaran yendo directamente a Chicago. Al menos a la frontera entre México y Estados Unidos. Eso me liberaría de continuar dependiendo de Marcelo y de Sicilia. Sin embargo, esperaba esa respuesta de su parte. Nadie se pone en riesgo de esa manera, sacrificando un sistema que ha funcionado por años, décadas, a cambio de nada. Estas son las grandes ligas. No tiene nada que ver con que sea mujer, con mi diagnóstico de esquizofrenia o con que mi madre sea suicida.
Solo no quieren tomar el riesgo.
─La tendrás.
Me levanto, dando por finalizada la reunión. Me inclino para apretar sus manos, prestando especial atención a los ojos marrones de Pedro Suarez. Como si sintiera que estoy esforzándome por entrar dentro de su cabeza, aparta la mirada cuando considera que estoy leyéndolo demasiado. Luc y los hombres de Emilio se ayudan entre sí, junto con los míos, pera meter la pesada carga que sigue dentro del maletero de su camioneta Toyota. Lo que contiene está oculto por una razón, por lo que no tengo planes de abrirlo hasta que estemos en el aire. Una vez todos estamos a bordo de los rústicos blindados, le hago una seña a Luc para impedir que acelere, puesto que por el rabillo del ojo noté cómo Pedro, en lugar de irse directamente con Emilio, regresó al interior del café.
El diamante.
Un diamante que vale más de lo que puede estar ganando, puesto que su hermano invirtió todos sus ahorros en el préstamo que le hizo a Constantino. Mis ventanas son oscuras, por lo que probablemente no pudo darse cuenta de que lo estaba mirando. Tampoco es que le interese. Pongo mi mano en la manija de la puerta para detenerlo, pero Luc pone el seguro y me jala hacia atrás para que no me baje, negando. A los segundos escucho los disparos. Tres de ellos. El niño del chocolate artesanal. Su madre. Su hermana. Poco después Pedro sale del café con una sonrisa y entra en la camioneta de Emilio, convirtiéndolo al instante en su cómplice debido a que no hay manera en la que no pudo haber sabido lo que iba a hacer. Sin esperar mi orden, Luc acelera mientras sostiene el volante con fuerza y mis hombres lo siguen.
No puedo respirar.
─No puedes hacerte enemigos estando en una tierra extranjera ─me recuerda, su voz suave mientras conduce de vuelta a mi avión privado─. Y menos de personas que todavía necesitas.
No digo nada.
Él tiene razón, lo cual ambos sabemos, pero también es cierto que nadie, exceptuando la familia, me es indispensable.
Nadie.
VICENZO:
La heladería Coppelia cierra a las seis. El bar sobre ella abre a las nueve. Esperamos que el sitio se llene antes de aparecer en él, todos malditamente trajeados y listos para la acción. Ya que Kai no pudo descifrar desde dónde se realizó la llamada de Penélope anoche, esta es la única pista que tenemos y en lo único en lo que podemos agotar el tiempo de forma productiva antes de irnos. Desabrocho la chaqueta del mío, vinotinto, al entrar debido al calor. El guardia ya nos conoce gracias a que vinimos ayer a comprobar lo que el camello al que Flavio interrogó dijo, por lo que nos deja pasar apenas nos ve. Debido a que continúa siendo menor de edad, el hermano de Arlette se quedó en nuestra habitación con Kai, por lo que no está estorbando mientras nos sentamos en la barra y esperamos que Porfirio y su gente lleguen.
Emi acepta bailar con una linda cubana morena de piernas largas a la que ni siquiera miro cuando se acerca, sus ojos marrones puestos en mí al principio. Desde que regresé de Texas ni siquiera he tenido tiempo o ánimos para pensar en sexo, a excepción de las veces que he querido follar y ahorcar a Arlette al mismo tiempo, lo cual es nuevo para mí y me hace preguntarme si tengo que visitar al sexólogo apenas todo se calme. De verdad me preocupa.
─¿Ese es? ─pregunta Francesco, inclinándose casualmente hacia mí mientras enfoca sus ojos en un tipo de alrededor de cuarenta años, más o menos la edad de mi padre y de Carlo al morir, de nariz de tucán y cabello grueso y esponjoso que acaba de entrar en el bar con cadenas de oro alrededor su cuello.
Aunque está rodeado de un montón de escoltas, es su nariz de tucán lo que me confirma que es él. Por mucho que me gustaría matarlo, él no es el objetivo principal, sino encontrar a mi hermana, por lo que esperamos que algunos de los hombres más cercanos a él empiecen a tambalearse para entrar en acción. Me levanto cuando uno de ellos se dirige al baño tras hacerle una seña a Francesco y a Emi. Estoy por alcanzarlo cuando una figura amplia y unos centímetros más baja que yo se interpone en mi camino colocando su maldita mano contra mi pecho, su mandíbula desencajada mientras niega y se inclina para que lo escuche. Está usando un traje negro encima de una camisa blanca, sin corbata. El único que trae una es Francesco el príncipe.
¿Qué mierda hace aquí?
─Los infiltrados ─sisea─. Hay un par de hombres viéndote desde hace media hora. Si les das razones para sospechar de ti y acercarse a Porfirio, él sabrá que estás yendo en contra de sus términos y Penélope sufrirá las consecuencias. ─Me suelta cuando me relajo, girando para recorrer el bar y encontrar a los sujetos que me observan. Lo hacen. No visten como escoltas, parecen ser conserjes, pero la manera en la que nos observan no tiene sentido alguno─. En lugar de hacer un escándalo, sugiero que le tendamos a alguno de ellos una trampa.
─¿Cómo sugieres que eso pase?
En cualquier otro momento lo enviaría a la mierda, pero estoy malditamente desesperado y Flavio no está resultando ser una carga después de todo. Aunque me odia y desearía que estuviera muerto, realmente parece querer de regreso a Penélope, lo que todavía no he decidido si es completamente bueno o no.
─Con un cebo.
Alzo las cejas.
─¿Una puta?
Niega.
─Uno de los escoltas de Porfirio no ha dejado de ver a Francesco. ─Veo algo parecido a una sonrisa en sus labios finos, apenas, pero ahí está─. Yo digo que deberíamos sacar provecho de su pasividad. Quizás sirva de algo ser tan bonito, después de todo.
Nuevamente escaneo la habitación para comprobar lo que dice. No puedo evitar reír cuando veo al hombre junto a Porfirio comer con la mirada a mi mejor amigo, quién se encuentra casualmente apoyado en la barra, de frente a la pista, con las piernas abiertas y flexionadas mientras habla con una bailarina de salsa.
Maldita sea, Flavio tiene razón.
─Ve y dile a Francesco lo que tiene que hacer ─le digo, queriendo salir como la mierda de aquí antes de que alguien me identifique─. Emi y yo te esperaremos abajo, pero nosotros esperaremos a Francesco y al imbécil en la habitación.
Flavio afirma antes de apartarse y dirigirse a Francesco, quién luce tan sorprendido como yo de verlo aquí y aún más con lo que Flavio le dice, pero después de que este toma su camisa entre sus manos y lo sacude, termina asintiendo mientras toma un largo trago de su whisky y me mira con acusación. Jalo a Emi, quién ya estaba de camino al baño con la chica cubana, y bajamos para esperar Flavio. Una vez este se nos une, Emi arruga la frente.
─Mierda, amiguito, ¿cómo entraste ahí?
Flavio, incómodo, lo ignora mientras camina junto a nosotros, la tensión emanando de él como si se tratara de ondas de calor.
─¿Llamarías amiguito a Leatherface? ─le pregunto a Emi, lo cual lo hace recordar a Flavio mientras jodía al camello y ponerse verde, a lo que niego y río mientras subimos en el ascensor.
Flavio no lo hace, pero se relaja visiblemente y se ocupa de explicarle a Kai nuestro plan cuando entramos en la habitación. Tomo una vara de metal que conseguimos en la ferretería y me coloco en la pared que viene después del recibidor de la entrada. Emi se oculta en el baño. Kai toma el balcón. Flavio se sitúa tras la cama. Veinte minutos después la puerta se abre y Francesco entra sin su corbata y los pantalones desabrochados. Dudo un momento antes de golpear al tipo en la cabeza, queriendo ver qué tan lejos el príncipe llega con esto, pero eventualmente hago que el tipo se desplome en el suelo. Es grande. Probablemente, ya que su fuerte no es la lucha, habría necesitado ayuda para apartarlo, por lo que al instante entiendo por qué se dejó meter mano.
─Creo que lo disfrutaste ─suelto, sonriendo mientras le quito la ropa y lo ato para que Flavio haga su mierda psicópata.
Quizás él pueda preguntar mientras yo lo rebano.
─Váyanse a la mierda ─responde Francesco mientras se encierra en el baño, causando la risa de todos, pero durando poco en él debido a que los cuerpos deshaciéndose en la bañera no huelen precisamente bien─. Si no sacan información de él, los mataré.
Kai, todavía riéndose, le enseña la pantalla de su computadora, dónde puedo ver un vídeo de Francesco y el escolta de Porfirio besándose desde el ascensor hasta nuestra habitación. El idiota se metió dentro del sistema de seguridad del hotel para manipular sus grabaciones, dejando cero registros de nosotros y de nuestras víctimas aquí, desde el primer día, pero estoy seguro de que tendrá una copia de eso para después. Mientras Francesco lo ataca y corren alrededor de la maldita habitación, Emi escondiéndose en el balcón debido a que estamos a punto de reanudar nuestras actividades, llamo la atención de Flavio.
Él se acerca con los ojos entrecerrados.
─¿Qué quieres?
─Agradecerte por tu ayuda ─respondo─. Eres brillante para ser tan joven. Me recuerdas a tu hermana. Tanto ella como tu padre estarían orgullosos de ti. ─Le tiendo las sales aromáticas─. ¿Qué tal si hacemos una tregua hasta conseguir a Pen? Luego puedes odiarme todo lo que quieras. Nuestras hermanas van primero.
Tomándome por sorpresa, Flavio asiente.
─Creo que puedo aceptarlo ─dice y toma las sales, pero las arroja al otro extremo de la habitación─. Pero solo porque estás resultando ser más razonable de lo que pensé que serías. ─Tomando una botella de alcohol del mini bar, la rocía sobre la espalda del tipo. Entiendo lo que pretende hacer cuando toma un encendedor─. Si de verdad es cercano a Porfirio, necesitaremos algo más fuerte para romperlo ─explica─. Nos ahorraremos mucho tiempo si se despierta sabiendo que está en problemas.
Asintiendo, entro al baño y remojo una toalla con agua. Cuando regreso Flavio arroja un papel con fuego sobre el tipo. Antes de que el humo aparezca y la alarma anti-incendios suene, lo cubro con la toalla, su piel ya sensible al calor del fuego. Kai ya está tras su computadora, listo para la traducción, mientras Francesco observa y Emi empieza a maldecirnos acostado en el exterior, una de sus manos sobre su estómago y la otra cubriendo sus ojos.
─Tú eliges ─susurro en su oído─. Podemos hacer esto toda la noche o puedes darme lo que quiero.
Tras alzar la cabeza y encontrar a Francesco, niega.
─Jódanse, gringos de mierda ─dice por debajo de la mordaza, apenas entendible, pero lo hemos escuchado tantas veces desde que llegamos que ya sabemos lo que significa.
Ante mi señal, Flavio nuevamente deja caer el fuego sobre él.
Mrk, me encanta lo cerca que estoy a que todo explote. Ya siento el calor del fuego
Se morirán en el siguiente capítulo
Me duermo, las amo mucho, pero chau
Dedicación a: Unstoppablegirllux
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NO OLVIDEN DARLE AMOR AL CAPÍTULO
Love u
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