Capítulo 33:
VICENZO:
La pista de aviones privados de Chicago se encuentra vacía para el momento en el que llego, pero empieza a llenarse a medida que pasan los minutos. Francesco me dijo que estaría aquí a las ocho y apenas son las siete. Dejo mi deportivo aparcado en el estacionamiento pago del complejo y me bajo cargando únicamente con mi mochila. Coloco un par de gafas oscuras sobre mis ojos antes de avanzar al interior de la lujosa estación central. Una vez comprueban que estoy viajando con los Cavalli, me llevan en un puto carro de golf al galpón en el que se encuentra su jet privado, pero por más ridículo que sea estoy agradecido por ello. Un vuelo rápido y dinero me hará la tarea más fácil, al igual que la compañía de mi mejor amigo y la de Emi. No necesito nada más. Aunque la ayuda de Arlette habría facilitado todavía más las cosas, tengo el presentimiento de que me enfrento a algo más que a un simple prestamista enojado, recuperaré a mi hermana con o sin ella. No entro en el avión a pesar de la insistencia de la linda azafata y del equipo que nos acompañará en el aire hasta que Francesco llega en su Lamborghini púrpura. Niego, una sonrisa en mis labios, puesto que el maldito auto me trae tantos recuerdos.
─Mierda, eres tú ─suelta Emi cuando se baja de él usando un par de vaqueros, una camiseta blanca similar a la mía y una chaqueta de cuero, su cabello negro y liso peinado hacia atrás, sus ojos con rasgos japoneses viéndose más duros y maduros de lo que se veían hace tres años─. ¿Qué pasó con tu cabello, hombre? Desde lejos te veías como un mecánico. ─Niega─. ¿Lo vendiste para sobrevivir o algo? ¿Eso es una peluca? ¿Por qué no lo rapas?
Me encojo de hombros mientras tomo su mano y la estrecho.
─Gracias por venir ─respondo, ignorando sus preguntas acerca de mi cabello, el cual planeo cambiar apenas todo esto termine.
No estoy precisamente de ánimos para ir a la tienda de tintes.
Él se encoje de hombros.
─No lo hago por ti. Pen es genial.
Afirmo, de acuerdo con él, antes de concentrar toda mi atención en Francesco. Él camina hacia nosotros sosteniendo dos maletines. Uno cuadrado en el que supongo que debe estar el dinero, otro rectangular que reconozco como la funda de su rifle. A diferencia de Emi y de mí, quienes llevamos vaqueros, trae pantalones de lino y una camisa blanca. Nada extraño. Aunque fuéramos a una puta granja a ordeñar vacas, seguiría vistiéndose de esa manera. Arlette y Flavio tienen la misma debilidad.
─¿Ya estamos listos?
─Sí ─responde─. Solo falta Kai.
Mi frente se arruga.
─Pensé que habías dicho que Kai no podía venir con nosotros. ─Tenerlo con nosotros sería una ventaja importante sobre el secuestrador de Pen, puesto que podría hacer sus mierdas y rastrear sus llamadas o algo por el estilo─. ¿Tomó vacaciones?
Francesco niega, una sonrisa en sus labios.
─No, tomó una asignación ─responde─. Su jefe le ordenó venir.
Alzo las cejas.
─¿Tú?
─No. Arlette.
En el momento en el que las palabras salen de su boca, confundiéndome, una fila de camionetas Cadillac y Range Rover se apodera de la pista, causando interferencia entre los jets que están por despegar. Aunque estos transporten multimillonarios, ninguno de ellos se queja debido a ello. No son estúpidos. Las ventanas de los automóviles están blindadas. Los vellos de mi nuca se erizan cuando se detienen frente al galpón en el que nos encontramos, pero eso es nada al lado de la manera en la que mi corazón comienza a incrementar la velocidad con la que envía sangre al resto de mis órganos cuando los hombres en su interior comienzan a bajar. Uno de ellos, Luc, se acerca a una de las puertas traseras y la abre con una expresión vacía en el rostro.
Arlette se baja luciendo un abrigo de piel rojo sobre una camisa blanca y pantalones negros de cintura alta, sandalias con tacón negras en sus pies. Su mirada azul no abandona ni por un segundo la mía a medida que se acerca. Emi, a mi lado, silba antes de apoyarse en la barandilla de las escaleras. No lleva nada consigo. Tampoco luce como si nos fuera a detener, por lo que no entiendo qué mierda está haciendo aquí aparte de retrasarnos.
Kai viene detrás de ella.
Kai y Flavio Cavalli.
El primero está usando una de sus ridículas camisetas de caricaturas japonesas y luce como si no hubiera dormido en días, una mochila de acampar en su espalda, con bolsa de dormir incluida, pero el segundo lleva un abrigo negro sobre un pantalón y una camisa del mismo tono, mocasines en sus pies. Ha crecido. Ya no es el niño callado de rizos dorados que recuerdo, sino un adolescente que ya ha tenido la oportunidad de ensuciarse las manos con sangre. No nos mira a ninguno de nosotros cuando nos alcanza con su hermana, pasándonos para entrar al Jet.
Claramente no siente la necesidad de darnos una explicación.
Pero como la mierda que yo la necesito.
─¿Me puedes decir qué sucede? ─siseo, intentando no perder los malditos nervios y ahorcarla: no había extrañado en lo absoluto formar parte de su huracán de toma de decisiones─. ¿Por favor?
Quizás, solo quizás, si soy amable con ella dejará de hacer lo que quiera conmigo. Me rechazó dos veces. Dos veces me dijo que no me ayudaría y aquí está. Por una parte me alegra porque significa que ahora tengo más posibilidades de recuperar a Pen, pero por la otra ya había asimilado la idea de no deberle nada a esta mujer.
─Te voy a ayudar, Vicenzo ─responde en ruso, lo que hace que tanto Emi como Kai y Francesco se den la vuelta y entren al avión emitiendo sonidos de descontento, puesto que no lo hablan─. No podrás hacer esto sin mí. Porfirio Suarez, el hombre que tiene a Penélope, un narcotraficante cubano al que tu padre le debía dinero, no solo quiere que le pagues. Le da igual que le pagues. Quiere que lo hagas ser nuevamente el distribuidor de la cocaína que entra en Chicago, pero eso no va a suceder mientras Marcelo sea el jefe. Aún si te vas por esa vía y lo asesinas, realmente no es bueno para tu hermana que pase tanto tiempo con él, por lo que deben concentrarse en buscarla en lugar de negociar. He estado investigándolo y es conocido por tender trampas en lugar de continuar con las condiciones que estableció, por lo que no me sorprendería que intentara matarlos o te exigiera una cantidad de dinero por Pen que sepa que no vayas a poder pagar, por lo que estarías dispuesto a regresar a Chicago y asesinar al capo. Ya que es de ese tipo de persona, no le creería si te dice que Penélope no ha sufrido ningún daño. Necesitas hallarla rápido.
Mi mandíbula se endurece, comprendiendo. Entendiendo no solo que la necesito a ella y a sus medios para salir de esto, sino también por qué accedió a ayudarme al final del día.
─Entonces haces esto por él.
Como si hubiéramos retrocedido tres años, los ojos de Arlette se encienden con una chispa que conozco bien, la chispa del desastre, y se acerca para estampar su mano contra mi rostro.
Fuerte.
No puedo evitar excitarme, respirando con cierta dificultad, mi pene endureciéndose dentro de mis pantalones por el ardor, pero tampoco que mis ganas de tomar su delgado cuello entre mis manos aumenten. Así como yo no soy nadie para pedirle explicaciones, ella no es nadie para golpearme. No soy su perro.
No todavía.
─Nunca ─sisea─. Nunca vuelvas a sugerir algo como eso. Si, como dijiste, ni siquiera mi padre pudo controlarme, ciertamente un hombre que no sea ni la mitad de lo que él fue lo hará. Mi deber está con mi familia. Quién caliente o no mi cama es irrelevante. ─Presionando mis dientes juntos, me obligo a no hacer nada cuando desliza sus manos por mi cabello y tira de mi cabeza hacia atrás. Mis labios están tan malditamente cerca de los suyos. Tampoco pierdo la manera en la que todo en mí tiembla ante el hecho de que esta es la primera vez que Arlette admite en voz alta haberse acostado con Marcelo─. El detalle más importante aquí es que te tomaría años acabar con Marcelo. Su seguridad es amplia. Sus hombres lo idolatran como el Mesías. Al momento en el que una bala entre en su cuerpo, habrán docenas lloviendo hacia ti. Si en tres años no ha confiado en mí lo suficiente como para deshacerse de ellos estando a mí alrededor, ciertamente tú no lo lograrás. Matar a alguien como él no es como matar a un hombre común. Necesita planificación o de lo contrario se vuelve suicidio y, hasta dónde tengo entendido, tu hermana y tu madre te necesitan con vida, así que ni siquiera permitas que la posibilidad de acercarte a él y actuar como un carnicero florezca en tu mente.
Soltándome, retrocede, su pecho subiendo y bajando al ritmo de sus pesadas respiraciones. Cuando se da la vuelta para caminar de regreso a sus hombres con paso inestable, la alcanzo y la hago girarse, siendo este mi turno de violar el espacio personal del otro impidiendo que entre en su Cadillac negro.
─Si Porfirio es tan peligroso como dices, no dejes a Flavio conmigo ─gruño─. No necesito actuar como un niñero ahora.
Arlette sonríe mientras se desliza lejos de mí.
─Vicenzo, no serás su niñero. ─Uno de sus guardaespaldas se interpone entre nosotros, apartándome y cerrando la puerta ante sus señas a pesar de mi mirada amenazante─. Él será el tuyo ─dice antes de que el metal se cierre y ya no sea capaz de verla.
*****
Ya que viajamos con más de un Cavalli, debemos esperar hasta que un lote de los guardaespaldas de Arlette guarde el equipaje de Flavio. Para el momento en el que despegamos se me hace malditamente imposible contener mi mal humor. Dejo a Emi y a Francesco hablando entre ellos sobre Porfirio Suarez y me levanto para acercarme al par de asientos color crema más lejanos a nosotros, pero más cercano a la lujosa cabina en la que Kai duerme porque pasó toda la noche estudiando al secuestrador de Pen. Todos ellos sabían de quién se trataba antes que yo, bien, pero ninguno de ellos llegará a él como yo lo haré. Pueden encargarse de los detalles técnicos. Yo de la tortura y la muerte.
─¿Por qué viniste? ─pregunto, interrumpiendo sus pensamientos.
Flavio desvía su mirada azul del cielo claro y despejado para enfocar sus ojos en mí. Su expresión estoica es tan similar a la de Carlo que me estremezco. Siempre supe que crecería para convertirse en una versión más actualizada de su padre, más peligrosa, pero verlo sucediendo es diferente. Es como si al morir hubiera dejado una parte de sí mismo en sus hijos. La inteligencia en Arlette. El aire sigiloso en Flavio. Me pregunto qué tan diferente es este último a su hermana. Si es igual de impredecible que esta, puesto que nada me ha sorprendido más que verlo aquí.
Bueno, sí.
Que Arlette lo haya dejado venir.
─Penélope es débil y estúpida. Tú no estuviste en la isla. No viste lo que hacen con las que son como ella ─responde con voz plana, pero a la vez llena de odio lancinante─. No va a soportar lo que sea que le estén haciendo. Quizás solo están dándole de comer comida de mierda a la que no está acostumbrada, encontrándose a salvo, o quizás mientras hablamos está siendo violándola y torturada de maneras que ni siquiera tú puedes atreverte a pensar porque te tendrían de rodillas y, como siempre, necesitas jugar al chico rudo para poder soportar el hecho de que le has fallado nuevamente a tu familia. Si te hubieras comportado a la altura de tus responsabilidades te habrías tragado tu orgullo y te habrías quedado en Chicago cuando aún no eras descartable, pero, como siempre, actuaste como un animal, sin pensar, solo que esta vez arrastraste a Penélope contigo. ─Odio dirigido a mí. Es más que evidente debido a la manera en la que me mira, aprieta sus puños con fuerza y las fosas nasales de su nariz se expanden con ira─. Si algo le sucede a ella, no me va a importar que Porfirio Suarez haya sido el que la haya lastimado, la culpa recaerá sobre ti y personalmente me encargaré de que pagues por ello. Penélope no es como mi hermana. No está hecha para prevalecer sobre los hombres en el mundo en el que vivimos. Cuando lo perdiste todo protegerla se convirtió en tu única tarea y fracasaste.
No puedo evitarlo.
Estampo mi puño contra su rostro, pero Flavio ya no es un niño. Permite que lo golpee antes de abalanzarse sobre mí. Aunque no es de mi tamaño, la fuerza con la que me tira hacia atrás ocasiona que ambos terminemos en el piso del jet. Él sobre mí. Lo empujo lo más fuerte que puedo, puesto que malditamente sacó el aire de mis pulmones y no puedo matarlo, pero eso no lo detiene. Continúa escupiendo lo que siente por mí apenas se pone de pie.
─Y ambos sabemos que mi hermana es como es debido a ti, que es algo de lo cual debería estar agradecido, pero nunca, Vicenzo Ambrosetti, te lo perdonaré. Arlette solía sonreír. Solía reír. Solía ser feliz. Solía querer ser buena para ti, pero tú no hacías más que enviarlo todo continuamente a la mierda cada vez que la humillabas y menospreciabas frente a todos. De no ser por tu comportamiento su compromiso no se habría roto y mi padre no habría muerto. Mi madre, una mujer inocente y buena, no habría muerto. ─Continua en italiano, la conversación entre Francesco y Emi deteniéndose. Kai incluso se asoma desde la cabina para ver que está sucediendo─. Así que si estoy aquí es por Penélope, no por ti, y para asegurarme de que tomen las decisiones correctas, puesto que no confío en ninguno de ustedes para recuperarla. En especial en ti ─escupe─. Aún si te hubieras casado con Arlette, para mí continuarías siendo el enemigo. Lo único que me detendría de matarte, que me detiene de matarte ahora mismo, es que vives bajo la sombra del demonio que tú mismo creaste y eso te carcome por dentro de una manera peor al ardor de las llamas de cualquier infierno al que pudiera enviarte con una bala.
Tras dedicarme una última mirada asesina, empuja a Kai y se encierra en la cabina. Él niega, sin comprender, tendiéndome la mano para ayudarme a levantar, la cual rechazo haciéndolo por mis propios medios. Ya he tenido suficientemente humillación siendo tacleado por un adolescente. Flavio, en parte, tiene razón, pero su hermana no es exactamente la definición de una víctima. No antes. No ahora. Como la mierda que no después. Cada vez que le he pasado el balón ella ha sido capaz de devolverme el pase, pero comprendo su odio y no niego que me sentiría de la misma manera de ser él. Lo merezco, en especial tomando en cuenta que no solo su padre murió a causa de la desesperación del mío, generada por nosotros, sino también su madre.
También merezco la culpa de lo que esté pasándole a Pen.
Y, en parte, de cómo es Arlette, puesto que la semilla siempre estuvo puesta en florero. Otras mierdas y yo nos encargamos de hacerla florecer echándole agua y brindándole la luz del sol.
─Bueno, no entendí nada de lo que dijo, pero se escuchó intenso ─dice Emi cuando regreso a mi asiento─. ¿Estás bien?
Afirmo, pero lo cierto es que no lo estoy.
Yo lo golpeé, pero él me hirió mucho más.
─Toma. ─Francesco me tiende un vaso con whisky, sin verme─. Flavio se volvió un chico resentido después de la muerte de Carlo y de Beatrice. Solo tenle paciencia. Arlette mató a todo el mundo, así que no le quedó nadie con quién desquitarse.
Yo.
Bebo todo el licor de un trago, negando.
─Él tiene razón.
A pesar de que Francesco normalmente me diría algo para animarme y restarle importancia, esta vez no lo hace.
*****
Llegamos a La Habana luego de seis horas de vuelo. Apenas aterrizamos ingresamos en dos Mercedes con vidrios ahumados esperándonos. Francesco, quién luce quizás un poco demasiado emocionado con estar fuera de Chicago, se va en uno con Flavio. Emi, Kai y yo tomamos el otro. De camino a nuestro hotel ni siquiera le presto atención a las calles. Lo único en lo que puedo pensar es en Pen y en lo que debe estar sufriendo, lo cual había bloqueado con éxito para poder concentrarme en rescatarla hasta que Flavio habló. Debí haberlo arrojado del avión apenas entró en él. Cuando estacionamos frente al hotel y nos bajamos, Francesco se acerca sosteniendo nuevamente los dos maletines.
─Si no estuviéramos aquí por Pen, sería un buen lugar para vacacionar, ¿no crees? Quizás vuelva después.
Me detengo, queriendo matarlo.
─Basta ─gruño─. ¿Por qué mierda estás tan emocionado? ¿Por qué no habías salido teniendo un maldito jet privado?
Su expresión se vuelve sombría.
─Marcelo no solo nos prohibió asesinar, Vicenzo, también nos prohibió salir de Chicago. Tanto Flavio como yo estamos aquí yendo en contra de sus normas, pero es porque sabemos que estas prácticamente aplican solamente a Arlette. ─Sus ojos azules se entrecierran. Sus facciones se vuelven de piedra─. Él dice que es para protegerla, pero sé que para impedirle que crezca más de lo que sea capaz de manejar. Si no fuera por él ya se habría apoderado de la ciudad, pero Marcelo no hace más que rebajarla con sus prohibiciones. ─Presiona sus labios juntos, alzando su mano para impedir que el sol llegue a sus ojos─. Pero eso no es más que una cuenta regresiva. En cualquier momento, tarde o temprano, Arlette no lo soportará más e iniciará una nueva guerra, pero justo ahora no puede lidiar con los otros miembros de la Cosa Nostra y con Marcelo al mismo tiempo. Aunque los asesinos de Carlo estén bajo tierra, aún tenemos mucho trabajo por delante.
Me detengo abruptamente cuando llegamos al recibidor, recordando que una de las razones que Arlette me dio en un principio para no ayudarme a recuperar a Penélope fue precisamente esa. No poder lidiar con dos guerras al mismo tiempo. Niego, una sonrisa tirando de mis labios a pesar de que aún mi mente ronda en torno a las palabras de Flavio. Si Marcelo la conociera, temería más su sumisión que su violencia.
Mrk, cuánta testosterona en en ese vuelo
Escribiendo me quería morir, en serio, Flavi se pasa, pero es que él siempre ha sido bueno callando a Vicenzo. Admito que la escena en la que él lo amenaza en el primer libro es una de mis favoritas porque se nota cuánto quiere a Arlette
En fin
¿Qué es lo que más esperan?
Capítulo dedicado a: BeckaCorozo jajaja no es porque sea verdad, o sea, lo que vaya a ocurrir, sino porque de verdad me partió la cabeza
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Love u
No olviden pasarse por Tanner Reed, la estoy actualizando todos los días también
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