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Capítulo 29:

Chicago, Illinois.

VICENZO:

Después de dejar atrás nuestra casa incendiándose, me tomó cuarenta minutos llegar a Austin. Dos horas conseguir un boleto a Chicago. Una hora esperar el vuelo. Dos horas y media más de viaje. En total, llegué a Chicago en seis horas. Durante las dos últimas sentí como si mi cuerpo se vaciara de sangre. Me quedé sin cobertura, lo que significó que los secuestradores de Pen no podían ponerse en contacto conmigo para hablar de sus términos y condiciones. Cuando bajé del avión y finalmente pisé el suelo de la ciudad en la que nací, lo divertido del viaje comenzó. He estado al tanto de cada rostro que se gira a observarme, adivinando cuál de ellos trabaja o no para la Cosa Nostra. La Organización ni siquiera ha pasado por mi mente. Seguramente perdió su interés en mí cuando lo perdí todo. Para ellos sin dinero, no hay poder. A veces pienso que la única razón por la que Constantino estaba ahí era Carlo. Mi padre nunca les prestó demasiada atención más allá del hecho de aspirar que un día fuera tomado en cuenta por ellos.

En un principio pienso que lo mejor es quedarme en un hotel, pero luego recuerdo la cantidad de recursos, armas y materiales de limpieza que se encuentran escondidos en mi antiguo departamento, los cuales podrían ser útiles para lo que vaya a hacer. Ni siquiera pasa por mi mente ir a la casa en la que crecí. No estoy preparado para ver lo que ha sucedido con ella. Cuando llego al estacionamiento, me dirijo a los depósitos y tomo la llave que escondí sobre el marco de la puerta del mío. Me preparo para lo peor durante el trayecto en el ascensor, pero exhalo una honda bocanada de alivio cuando ingreso la llave en la cerradura y esta se abre. Ya que el lugar estaba a mi nombre, no me sorprende que no lo hayan tocado, pero esperaría cualquier cosa de la mafia.

No puedo evitar que mi mirada se desvíe a las cajas alineadas junto a la pared de la sala. Las cosas de mi antigua habitación que nunca desempaqué. Antes de concentrarme en buscar mis viejos implementos de trabajo, me dirijo a ellas. Hurgo en su interior hasta que mis dedos se topan con el sencillo marco de madera. Cuando llevo mis ojos a la foto enmarcada en él, los latidos de mi corazón se detienen. Mis pulmones se vacían de oxígeno. Mis vasos sanguíneos se dilatan, disminuyendo la presión que ejercen sobre mi sangre. Penélope, mamá y yo en navidad. Ambas me abrazan. Mi padre no está con nosotros porque él tomó la foto. Pen tenía unos seis o siete años. Ya yo estaba en la adolescencia. Ambas lucen felices de estar junto a mí. Se ven despreocupadas, como si no se preocuparan de que allá afuera hubiera alguien que pudiera hacerles daño, y eso es porque papá estaba con ellas.

Por primera vez en mi vida, le daría la razón.

Lo he decepcionado.

*****

Detengo mi deportivo en el estacionamiento de Fratello's. No tiene ningún sentido permanecer oculto. Tarde o temprano descubrirán que estoy de regreso en Chicago. He renunciado a esconderme. Si me ven ahora, al menos tendré el factor sorpresa, el que no sepan qué hacer conmigo, de mi lado. No soy como Arlette. No me meto con los de arriba, solo soy un soldado, un asesino a sangre fría, pero bien podría hacerlo. Mi presencia es una amenaza constante. Soy un arma. Ahora mismo, un arma cargada, sin seguro y lista para ser usada. Mi cabello continuo siendo oscuro, por lo que me dejan pasar al área común. Me alegra ver que no hay carteles con mi foto colgando por ahí.

─¿Quién eres? ─pregunta el hombre que vigila el acceso a la terraza, el cual espero que siga siendo el lugar de en el que todo lo divertido de nuestro mundo sucede en Chicago.

Aunque el sujeto es enorme, desliza su mano fuera de mi hombro cuando lo miro directamente a los ojos.

─Vicenzo Ambrosetti.

Decir mi nombre en voz alta nunca se había sentido mejor. En el momento en el que lo escucha, se hace a un lado y me permite el acceso a la escalera que conduce a la parte del restaurante destinado a todos los movimientos gánster mientras se inclina para murmurar algo a su intercomunicador. Ajusto la chaqueta de mi traje oscuro antes de poner un pie en ella. Debajo llevo una camisa negra. Sin corbata. Intento que la impresión de la manera en la que todo luce de la misma forma que lo hacía cuando me fui no se vea reflejada en mi rostro, lo cual es difícil. Pensé que, al apropiarse de él y sacarnos del tablero, Arlette lo habría demolido y vuelto a construir a su imagen y semejanza, pero no es así.

Todo se ve exactamente igual.

Las mesas incluso tienen el mismo tipo de mantel sobre ella, blanco lechoso y simple, al estilo de la Toscana, todas adornadas con un jarrón que contiene el tipo de flores vivas y coloridas que Aria ama. El balcón está lleno de fumadores. El lugar en sí lo está, lo cual, para ser un miércoles, podría significar que el índice criminal de Chicago ha ido en ascenso dese mi partida. Ya que no logro identificar ningún rostro familiar que me sea útil, me acerco al bar y pido un vaso con whisky, sin hielo. El bartender me lo tiende sin mirarme. Arrugo la frente. Antes había una chica sexy tras la barra. Supongo que Arlette sí hizo algunos cambios.

─Cuando me dijeron que estabas aquí, no lo creí.

Mis labios se curvan hacia arriba antes de darme la vuelta.

─Francesco. ─Aunque su prima es la responsable número dos de la muerte de mi padre, siendo la primera causa su propia estupidez, me levanto e intercambio un abrazo con el que solía ser mi mejor amigo, pero que ahora no puedo considerar como tal. Hacerlo sería una traición a mi sangre─. Me preguntaba cuánto tiempo le tomaría a los hombres de Arlette decirle que estoy aquí.

Él niega.

─Todavía no lo sabe.

Desencajo la mandíbula.

─¿Por qué? Necesito tener una conversación con ella.

Francesco se sienta a mi lado antes de responder. Al igual que yo, está usando un traje oscuro sin corbata, pero la camisa bajo el suyo es blanca. Sus rizos oscuros de niño bonito están sobre su cabeza. Al igual que el restaurante, continúa viéndose igual, pero estoy tan concentrado en recuperar a Pen y a nuestras vidas que no le pongo atención a los sentimientos de hermandad y camaradería que me genera volver a verlo. Quiero volver a llamarlo mi hermano en voz alta, que es lo que continúa siendo para mí, en el fondo nunca dejará de serlo, pero no puedo.

─Soy el único de sus hombres con el que está en contacto a parte de Luc y Fósil. Está demasiado ocupada haciéndose cargo de las finanzas y lidiando con Marcelo. ─Mis labios hacen una mueca involuntaria ante la mención del nombre del capo. Aunque ya no es la persona que más odio, continúo aborreciéndolo─. Hasta que alguno de nosotros cuatro le diga que estás aquí, no lo sabrá. ─Afirmo, entendiendo que por ellos cuatro se refiere al guardaespaldas, al viejo pervertido, a él y al capo di tutti capi─. Así que todavía puedes recapacitar e irte.

Sonrío, entendiendo su punto de vista.

─No voy a irme, Francesco ─digo─. Regresé para quedarme.

Él intenta devolverme el gesto, pero no lo logra.

─Por mucho que me alegra tenerte de vuelta, sé que tu orgullo hace que hubieras preferido bañarte en ácido antes de regresar y someterte a lo que estar aquí significa. ─Se inclina hacia mí, su mano sobre mi hombro. Sus dedos lo aprietan─. Así que responde, ¿qué te hizo volver? ¿Todo está bien con Pen?

Su suposición, lo correcta que esta es, me hace preguntarme por qué mierda perdió Sicilia si es tan inteligente como su prima, lo cual podría significar que ser listo tampoco es suficiente. ¿Pero entonces cuál es el ingrediente con el que triunfas en nuestro mundo? ¿Qué es lo que tiene Arlette que nosotros no?

─Pen fue secuestrada por uno de los hombres a los que mi padre les debía dinero. Carlo no era el único. Él pidió más prestamos con la intención de pagarle, pero sospecho que no lo hizo en lo absoluto ─revelo─. No sé quién mierda tiene a mi hermana, Francesco, pero recuperarla no es suficiente. Necesito recobrar la reputación de mi familia. Mientras nadie nos respete, estaremos en peligro. ─Él afirma, de acuerdo, puesto que así es como los Cavalli sobrevivieron tras la muerte de Carlo─. Trabajaré para ella.

Francesco hace una mueca. Antes de responder, toma un cigarrillo del bolsillo de su camisa y lo enciende. Me ofrece uno, pero niego. Aun así termino consumiendo el humo que expulsa.

─Sí, sobre eso, existe la posibilidad de que Arlette no te necesite.

Suelto un bufido.

─¿Por qué no?

─En el momento en el que tu padre murió, se desató el caos en su sector. Todos querían ser el nuevo líder. Arlette te necesitaba para mantenerlos a raya, pero han pasado tres años. Alguien ocupó tu lugar ─dice─. Chicago está tan en paz como puede estarlo con ella como segundo al mando y los demás miembros de la mafia siciliana, exceptuando a los Cavalli y a Marcelo, en descontento y rehusándose a aceptarla a pesar de que han pasado tres años. Las ratas aprovechan hasta la más mínima oportunidad para ponerse en su contra o sabotearla.

Bebo un sorbo de mi whisky antes de preguntar.

─¿Quién se hizo cargo de esto?

Francesco sonríe con su maldito cigarro en la boca.

─¿Quién más?

Él tomó la responsabilidad.

Instantáneamente eso explica por qué Fratello's sigue viéndose como el lugar en el que crecí. Por qué nadie ha irrumpido en mi apartamento. Aunque debería molestarme, no puedo evitar intuir que lo hizo para, de cierta forma, cubrirme la espalda a pesar de que rechacé su ayuda, prácticamente su presencia, luego de la muerte de Constantino. Mi intuición se convierte en un hecho cuando sus ojos azul oscuro, azul Cavalli, evalúan intensamente mi reacción, pero a la vez sonríen de manera despreocupada.

─Lamento que haya sido por Pen, pondré todo lo que tengo a tu disposición para que podamos recuperarla, pero me alegra que hayas vuelto. ─El ambiente en la habitación cambia repentinamente, volviéndose tan tenso que podría sentirlo de extender la mano. Oscuro. Molesto─. Sé que debemos valorar el tiempo, así que arreglaré una reunión con ella tan rápido como pueda. ─Mis puños se aprietan. No quiero estar en su maldita agenda. Quiero acorralarla en un puto callejón y hacer que me escuche─. Cuando la veas por ti mismo, entenderás por qué.

─¿Dónde está?

Francesco mira su celular antes de responder.

─Justo aquí. ─Se levanta. Intento seguirlo, pero coloca una mano sobre mi hombro, manteniéndome en mi lugar─. Aquí no, Vicenzo. Si quieres que te escuche, debes verla en un lugar dónde solo sean ustedes dos. Si está rodeada de los hombres frente a los que debe parecer inquebrantable, se reirá de ti en vez de ayudarte.

Lo que dice tiene lógica, pero me sorprende el hecho de que no haya mencionado, aún, que Arlette quiera matarme. No lo sigo a la mesa de casi veinte puestos en la que se sienta. Me limito a observar mientras los hombres ocupan asiento junto a él. Mi frente se arruga al reconocer a uno de los hijos de Morello a su lado. Francesco no parece feliz con su presencia, pero tampoco le impide sentarse. Otra cosa que ha cambiado en el restaurante es la música. Los clásicos de ópera y las tradicionales sonatas italianas han desaparecido, dando lugar al silencio de un suave y clásico jazz. Aprieto mi vaso con fuerza cuando la veo llegar. Mi cabeza se gira en su dirección apenas pone un pie en la habitación. Al contrario de Francesco, Arlette sí ha cambiado.

No lo ha hecho su apariencia, continua luciendo como una modelo de pasarela importada de Milán, pero sí el aura que transmite. Ya no es una niña en terreno desconocido. Es una mujer. Una mujer oscura y poderosa que intimida más que los hombres que la custodian. Lleva un sencillo vestido negro sin mangas, el cual hace el papel de funda para sus curvas, que termina a la altura de sus rodillas. Su cabello está recogido en una simple cola de caballo en la parte superior de su cabeza, pero de sus orejas y cuello cuelgan diamantes que probablemente valen más de lo que algunas personas en la habitación han hecho por sí mismos en toda su vida, incluyéndome entre ellos. Cuando desciendo la vista a sus pies, no puedo creer lo que veo. Sus sandalias son serpientes plateadas, metálicas, que se enroscan en sus pantorrillas. Desde la muerte de su padre, de alguna manera todo lo que usa concuerda con su personalidad, siendo una advertencia implícita sobre la persona a la que molestarás si te acercas.

Por la manera en la que la ven, lo logra.

Despacio, cambio de puesto hasta estar sentado en la esquina de la barra, dónde me encuentro lo suficientemente cerca para oír y ver lo que sucede durante la reunión. Debido a mi tono de cabello y a que nadie espera que esté aquí en este momento, no me notan en lo absoluto. Tampoco se preocupan por los soplones, así que Francesco debió continuar poniendo en práctica nuestras reglas.

Impidió que esto se fuera al desagüe.

Buenas noches ─saluda con suavidad a los hombres que la observan como si quisieran matarla o, mejor dicho, torturarla hasta despojarla de toda su arrogancia y luego matarla─. ¿Ya pidieron algo de comer? No se preocupen por la cuenta. Entiendo que estén cortos de dinero después de la explosión del contenedor con la tonelada de droga que planeaban vender en mi territorio sin mi permiso. ─Mira fijamente al hijo de Morello. No recuerdo su nombre, pero los rasgos de su padre en él son innegables. Posteriormente observa a Francesco─. La casa invita.

Francesco afirma, corroborándolo.

Sin tener ni una maldita idea de lo que sucede, estoy completamente seguro que fue ella quién lo hizo explotar. Lo que no entiendo es por qué está presente la insinuación de que los hombres que planeaban meter droga en las calles que su padre mantuvo limpias por años continúan respirando si ya conoce la identidad de estos. Pero también recuerdo que Arlette se hizo con los negocios de Salvatore al matarlo, así que también podría pasar que su hijo esté intentando recuperar lo que le pertenecía. Además del atentado en su contra, Arlette tiene un montón de razones para exterminarlo. No solo a él, sino a todos sus hermanos. A su clan entero. Si ya yo lo habría hecho en su posición, no entiendo por qué no están ya nueve metros bajo tierra tratándose de ella. Mientras existan, la amenazarán.

Ella lo sabe.

No puede no saberlo.

Entonces, ¿por qué continúan con vida?

─Marcelo.

Su dulce y suave voz lleva mi atención de regreso a la mesa. Marcelo ha llegado para unirse sentándose en la silla situada justo al otro extremo, en el cabezal. Al otro lado se encuentra Arlette. A pesar de que se supone que son aliados, no puedo evitar percibir que en lo que respecta a este escenario en particular, se ven como oponentes. Mariano Borgetti, quién lo acompaña, se acomoda a su lado. El Capo di tutti capi asiente hacia sus hombres, pero se detiene en Arlette. Sus labios forman una fina línea cuando la ve.

─Lamento la demora. Estuve demasiado ocupado limpiando el desastre que ocasionó la explosión de un contenedor junto al patio de recreo de un preescolar ─explica, lo que casi me hace reír.

Claramente él no tenía ni idea de lo que significaba estar con Arlette cuando decidió involucrarse con ella. Es un desastre. Caminar a su lado significa encargarse de limpiar los escombros que deja a su paso. Como el jefe de jefes de la Cosa Nostra, debería haberse dado cuenta de ello con solo mirarla. No es tan impresionante como todos piensan, entonces.

─La persona que lo puso ahí seguramente pensó que su ubicación impediría que lo descubriéramos ─suelta ella.

─Porque probablemente pensó que tendríamos algo de decencia, que respetaríamos nuestros códigos ─continúa él, temblando con ira─. Y no haríamos volar una escuela para niños pequeños.

Arlette arruga la frente.

─Según tengo entendido, la explosión ocurrió de noche. ─Lo mira directamente a los ojos, su mentón en alto─. Ningún niño murió, nadie del personal murió, no hubo víctimas. Y si nos ponemos moralistas, las posibilidades de que esos niños crezcan, se vuelvan drogadictos y mueran por sobredosis debido a los servicios de la nueva pandilla que surgió junto a su preescolar han disminuido. Las posibilidades de que sus padres lo hagan y terminen formando parte de un pésimo sistema también. ─Sus labios se curvan hacia arriba─. Así que vamos a limitarnos a agradecerle al responsable y continuar con nuestra cena, en paz, ya que hemos hecho nuestro labor social de la semana y podemos regresar a ser los honorables miembros de la mafia siciliana que hemos sido desde... ─Su frente se arruga, buscando la respuesta, la cual no consigue─. Ah, sí, desde nunca, puesto que mi padre, alguien que siempre aspiraba al bienestar y crecimiento de los suyos, murió traicionado por estos. Su esposa, una mujer inocente, siguiéndolo. Por no mencionar que mi hermana casi no nace debido a ellos, a ustedes, quiénes también permitieron que mi hermano, solo un niño, fuera custodiado por un líder de trata de blancas que tomaba a sus hijas, solo niñas, y las violaba hasta hacerlas sangrar y convertirlas en mercancía. ─Le sonríe al mesero cuando este le trae una copa con champagne, otros además del él sosteniendo el pedido de sus acompañantes, haciendo oídos sordos a la conversación─. Así que si se sienten incómodos con mi percepción de la moralidad, podemos también discutir la de ustedes, pero les advierto que tengo tantos argumentos que esto podría tomarnos un par o más de reuniones.

Cuando termina, Marcelo estampa su puño contra la mesa.

─Los asesinos de tu padre pagaron por lo que hicieron ─gruñe mientras concentra toda su atención en sus puños, una advertencia que podría significar algo para otro hombre, pero es nada para Arlette, puesto que él no la golpeará.

Creo.

Opto por creer que no, pero cuando hablas con ella no sientes que estés hablando con alguien más débil, sino todo lo contrario, lo cual puede resultar desesperante. Es una mujer, pero no actúa como una a pesar de que luce como tal. Tampoco como un hombre. Es algo más. Es como si Arlette gozara de todas las ventajas de ser mujer, pero tuviera la mentalidad de su padre.

Y está eso que no sé identificar.

La locura, tal vez.

Ella alza su copa en el aire.

─No debido a ti. ─Su mirada nuevamente se encuentra con la de Morello─. Acéptalo, Marcelo, si la mafia fuera honorable, los Morello habrían respetado el trato que hice con Isobel y no estuvieran ocupando un lugar en esta mesa, más aún tras haber intentado asesinarme, pero lo están. La mafia no tiene honor.

No puedo evitar estar de acuerdo con ella.

Si mi padre hubiera respetado las reglas, todo sería diferente.

No sé si mejor, pero diferente.

─Un trato que hiciste con una mujer ─sisea Mariano desde el otro extremo, incorporándose e inclinándose hacia adelante, las palmas de sus manos presionadas contra el mantel, la vena en su frente palpitando─. Una mujer no puede tomar decisiones por el resto de su familia, Arlette Cavalli. Eso es antinatural. Si hubieras hecho un trato con el hijo mayor de Salvatore, Daniel, el outfit te habría respaldado, pero pasaste por encima de nosotros, como siempre, así que ahora no puedes quejarte de las consecuencias.

Arlette se limita a tomar un sorbo de su champagne.

─Cuidado, Borgetti ─susurra como si estuviese lidiando con un animal salvaje, lo que podría no estar lejos de la realidad─. Casi puedo decir que suenas disgustado de trabajar para la persona que te ha hecho en estos años más rico de lo que alguna vez pensaste que podrías llegar a ser. ─Se atención viaja a Marcelo, quién ni por un momento ha dejado de observarla, atento a cada cosa que dice o hace─. ¿Para esto convocaste esta reunión?

Desabrochando y arremangando su camisa, niega.

─No ─gruñe─. Convoqué esta reunión para anunciarles públicamente que he decidido ceder una porción de mi territorio a los Morello. ─Arlette se tensa. Aprieta su copa con más fuerza. Francesco la observa con evidente preocupación gravada en sus facciones. Ella está al borde. Su rostro se ha quedado en blanco, así que viene lo peor. Lo que no puedes intuir porque ya la has desquiciado─. Ya que ha probado ser leal y no tener ninguna intención de atentar contra ningún miembro de la Cosa Nostra.

Instantáneamente Arlette fija sus ojos azules en Daniel.

─Le pagué a tu madre una importante suma de dinero, exorbitante, para que se mantuvieran alejados de esto. Si no me la devuelves para dentro de tres días, embargaré todos tus bienes. ─Mira a Marcelo─. Incluyendo el terreno que estás cediéndole, lo que me convertirá, ya que hasta el momento somos iguales, en la persona con más territorio en Chicago. ─Baja aún más la voz─. Cuidado con lo que haces, capo di tutti capi. ─Su tono se vuelve burlón─. Podría no jugar a tu favor a largo plazo.

Daniel afirma, su mandíbula tensa.

Debe ser realmente bueno conteniéndose para no haber saltado sobre ella ya, lo que me hace pensar que tal vez tiene material para ser un líder, lo cual es una jodida lástima. Solo tuve que escuchar a Arlette por un momento para saber qué es lo que más quiere y por qué no ha ido tras ello. La conozco tan bien que puedo sentir su ira correr por mis venas como si me perteneciera.

Su frustración.

─Hiciste un trato con su madre, no con él ─canturrea Mariano, quién claramente tiene un deseo de muerte.

Arlette se levanta de su puesto.

Rodeando la mesa, gira su copa sobre su cabeza.

Todos exclaman, pero ninguno se levanta, cuando el licor corre desde su cabello marrón y grasoso hasta su pecho, pasando por su rostro impactado y furioso. Con la mirada clavada en Daniel, se encorva sobre Mariano y lleva sus labios a su oído. Francesco, intuyendo que la reunión está por llegar a su fin o que en cualquier momento alguien intentará asesinarla, se sitúa a su lado y la toma del codo, prácticamente rogándole que se detenga y vayan a otro sitio. Un sitio dónde no la quieran muerta, sospecho.

─Entonces iré tras su madre ─promete─. Y quedará en tu conciencia por habérmelo recordado, la cual ahora está muy limpia, ¿no es así? ─Se incorpora─. Porque Daniel y toda su familia te ha perdonado por la muerte de Isabella, supongo. ─Su atención se dirige a Marcelo─. A ti y a nuestro jefe de jefes. ─Esta vez los observa a todos antes de inclinarse para tomar su bolso e irse, Francesco a su lado─. No son más que unos hipócritas.

Nuevamente, no puedo contradecirla.

Esta reunión contiene todas las razones por las que nunca me ha llamado la razón ascender, pero ahora sé que si no estás en ella están hablando de ti en ella. Como un recurso. Como una víctima. Como si no valieras nada. Tras lanzar un billete sobre la barra, me levanto y me voy. 

Ya no tengo nada que hacer aquí.


Estoy poseída. Basta. Ya lo he aceptado

Alguien por favor llame a un cura para que me libre del demonio de la inspiración

JAJAJA

¿Qué tal el capítulo? ¿Qué tal Arlette? ¿Francesco? ¿Cuál creen que será la reacción de ella cuando vea a Vicenzo? ¿Qué creen que hará Vicenzo?

Dedicación a por su teoría MaraFernandaSalazarL que amaron todas ♡

Siguiente dedicación a la que encuentre la canción que más se parezca a V y Arlette en este momento

Las amo, nos vemos pronto


PD: Para las que me han pedido romance, sexo, etc, el capítulo que viene y el siguiente a ese les va a encantar


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