Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 28:

VICENZO:

Se convierte en un ritual. Después de cada partido que ganamos, voy a cenar con los padres de Delilah, me la follo a ella o a su madre en el baño del restaurante y Tanner me da cincuenta mil dólares al final de la noche. Para el final del periodo académico logro reunir doscientos mil. No es ni de cerca la cantidad de dinero que necesito para comprar mi libertad y de la de mi familia, pero hace que el riesgo de hacer pública mi cara, la cual se vuelve cada vez más famosa dentro de Texas, al menos en San Marcos, valga la pena.

Lo único que va mal, aparte del hecho de que continuamos huyendo y fingiendo vivir una vida que no nos corresponde, es mi hermana  pequeña. Penélope está creciendo. Perdió a mi padre. Perdió su vida tal y como la conocía. Su pequeña y bonita cabeza tiene un precio y es una chica incapaz de cuidarse a sí misma. A pesar de que Constantino era un mercenario, no sabe manejar un arma o tan siquiera dar un puñetazo. He intentado enseñarle unas cuantas veces, pero es inútil. Siempre termina más lastimada que su adversario, quién incluso no se trata de mí, puesto que cuando le he dado algunas clases de defensa he utilizado a sus amigos de mierda como muñecos, por lo que enseñarle es incluso contraproducente. 

Con respecto a ellos, me pidió perdón por decirme que me odiaba por echar a Eric a la calle el día siguiente a que sucedió. Esperó despierta a que regresara del trabajo y enterró su dulce rostro en mi pecho mientras me pedía disculpas por lo que dijo. Ella ha pasado por alto errores mucho más significativos que yo he cometido, así que no tuve de otra que perdonarla, haciéndome el duro durante los primeros diez segundos posteriores a su disculpa. Mi relación con mamá no ha sido la misma desde la muerte de papá, así que Penélope es lo único que tengo que es completamente bueno.

Mi única ancla.

─¿V? ─pregunta junto a mí.

Esta noche estamos compartiendo mi cama. Aunque Penélope no vio el cuerpo de papá, ha tenido pesadillas constantes desde que nos fuimos de Chicago. Hoy fue algo realmente feo. Empezó a gritar y sollozar de una manera que hizo que mamá y yo irrumpiéramos en su habitación, ambos armados. Sabía que abrazarla no sería suficiente, que a menos que estuviera con ella, junto a ella, velando por su sueño, no dormiría, así que la traje conmigo.

No es la primera vez que estoy en esta situación.

Al parecer algunas mujeres se sienten cómodas durmiendo a mi lado.

─¿Sí? ─pregunto mientras giro el rostro para observarla.

Está cubierta hasta el cuello con mi manta. Su mirada está clavada en el techo, su cabello lila abierto sobre mi almohada como un abanico. Penélope no ha vuelto a tocar el chelo desde que nos fuimos de Chicago. Una parte de mí cree que si lo intentara, quizás liberaría algo del dolor y de la pena que la consume. Incluso verla a veces me causa dolor.

─¿Crees que Arlette nos ayudaría si se lo pedimos?

Ante la mención de su nombre, mi cuerpo inmediatamente se tensa. Regresar a Chicago es algo que, por supuesto, ha pasado por mi mente, pero que no planeo hacer siempre y cuando la condición de mi regreso sea poner lo que queda de mi alma y mi familia en las manos de la persona que destruyó ambas cosas. Una persona que seguramente no podré ver sin querer matar. No confío en mí mismo cerca de Arlette. Y si algo le llega a pasar por mí, estoy seguro de que moriré con ella, lo cual también sería una victoria para la perra loca Cavalli. Haga lo que haga, regresar a Chicago es sinónimo de destrucción y pérdida. Al menos para mí. Mamá y Pen... una parte de mí, que continua siendo imbécil, piensa que Arlette nunca las lastimaría. Mamá era algo así como su fan número uno y, además, fue quién mató a Constantino. Aunque su relación con Pen prácticamente era inexistente, no se odiaban. En pasado. Ahora Penélope la aborrece.

Por eso su pregunta me molesta tanto como me sorprende.

─¿No eres feliz aquí, Pen?

Mi hermana suelta un suspiro luego de un instante de silencio.

─Te amo más de lo que la odio. ─Me abraza, su cabeza reposando sobre mi pecho─. No dejo de pensar en que un día uno de esos hombres a los que papá les debía dinero nos encontrará y nos matará o... lo que es peor, nos separarán. En Chicago al menos tenemos a Milad. A Francesco. A Fla... Flavio. ─Sus ojos grises se llenan de lágrimas─. Por favor, regresemos a Chicago.

Aunque la tentación de aceptar solo para que deje de llorar y preocuparse está presente, niego. Si voy a Chicago, terminaré asesinando o intentando asesinar a Arlette, lo que significa que mamá y Penélope se quedarán solas. No puedo dejarlas. No puedo fallarles.

─No, Pen. ─Beso su frente, estrechándola─. No puedo.

Tras mi respuesta, solo llora más fuerte.

*****

No puedo evitar que un sentimiento parecido a la pena inunde mi pecho cuando me entregan las notas de este periodo. La mayoría de ellas tiene un maldito sobresaliente. Sé que papá habría aparentado que no es nada, pero que en el fondo habría estado orgulloso. Para él era importante que fuera a la universidad y consiguiera un título que hiciera callar las bocas que dicen que la falta de educación limita a los Ambrosetti. Aunque debería enmarcar mi éxito, no puedo evitar hacer una bola con el papel y lanzarla al primer contenedor de basura que consigo. Cuando la necesite puedo bajarla en línea desde la web de la universidad e imprimirla. No tengo a nadie a quién mostrárselas. Aria está demasiado ocupada con los quehaceres y tratando de adaptarse a nuestra vida de refugiados. Pen es pura pena andante. Tomo la mano de Delilah cuando la encuentro fuera del edificio, esperando por mí como un maldito cachorro.

─¿Te fue bien? ─pregunta, realmente sonado interesada.

Afirmo, distraído.

Nunca dejo de preguntarme qué pasará primero.

Si el fin de mi época universitaria o que nos encuentren y tenga que renunciar a todo por lo que he estado trabajando este par de años. No podría arriesgarme a usar el nombre de Grayson Anders en otra ciudad, por lo que tendría que empezar de cero. No me molestaría continuar a partir de dónde lo dejé. Tampoco me interesa obtener un título, en realidad. Si simplemente entrara a mis clases y me hiciera más listo por ello, estaría satisfecho.

Constantino lo estaría.

Su hijo no sería como él.

No arruinaría todo por lo que su tutor y los Ambrosetti anteriores a él trabajaron, por lo cual sangraron sobre las calles, por lo cual pecaron, pero a pesar de que estoy actuando como el hijo que siempre deseó tener, nada de eso servirá de nada si no estoy dónde se supone que debo estar, pero a dónde no puedo volver. No ahora, al menos, siendo nadie.

*****

Delilah y yo vamos a almorzar a su restaurante favorito, McDonald, cuando salimos de la universidad. Ella pide una cajita feliz y yo dos hamburguesas de pollo, odiando la comida al instante en el que entra en mi boca. Nada aquí sabe como se supone que debería saber. Ni siquiera me gusta lo que cocina Aria. No toco mis papas fritas. Cuando termino tomo mi teléfono para revisarlo, sorprendiéndome al ver cinco llamadas perdidas de Pen y una de mamá. Lo primero que mi hermana hace al llegar a casa es llamarme, así que no me sorprende su insistencia, pero mamá rara vez se pone en contacto, puesto que nunca sale o tiene motivos para hacerlo. Ya que cuando terminé de hacer el pedido fui al baño, dejando mi celular en la mesa, mi mirada se desvía a Delilah.

─¿Silenciaste mi teléfono?

Hace una mueca, un nugget camino a su boca pequeña y rosada.

─Una tal Penélope no dejaba de llamar. Estamos en una cita.

Mis puños se aprietan tan fuertemente que puedo sentir la pantalla de mi iPhone protestar en contra de la fuerza que ejercen mis dedos, él atrapado entre ellos. Antes de que me deje llevar y le haga daño, tomo las llaves de su camioneta y me levanto.

─No tenías ningún puto derecho.

De camino al estacionamiento, marco el número de nuestra casa, pero nadie contesta. Eso hace que la alarma en mi cabeza se dispare. Apenas puedo esperar a que Delilah se monte para arrancar. El plan perfecto era dejarla aquí, pero me alcanzó a tiempo. Supero con creces el límite de velocidad, girando y haciendo maniobras que aceleran la respiración de mi acompañante, la cual se aferra con fuerza a su cinturón.

─Grayson, ¿qué sucede? ¡Nos vas a matar! ─lloriquea.

Su grito hace que pierda la concentración, por lo que un camión se nos atraviesa, aprovechando mi desaceleración para pasar. Golpeo el volante, contando los malditos segundos, los malditos metros que faltan para que llegue a casa. Girando la cabeza hacia ella, me doy cuenta de lo mucho que no la soporto.

Ella es una pérdida de tiempo.

Cállate ─siseo.

Aunque no me entiende en lo absoluto, el mensaje de alguna manera entra en su cabeza. Permanece en silencio mientras recorremos las dos cuadras que nos faltan para llegar. Delilah chilla cuando paso sobre el perfecto césped recortado de mamá y detengo su Jeep justo frente a la puerta principal. Me bajo y lo rodeo lo más rápido que puedo. Ni siquiera me molesto en abrir la puerta con llave. La pateo lo más fuerte que puedo, causando que la madera se venga abajo a pesar de la sofisticada cerradura.

─Grayson, ¿esto se trata de tu padre? ─pregunta a mis espaldas.

Odio tanto sus malditas preguntas estúpidas.

─No abras la boca. ─Digo, apretando su delicado cuello tan fuerte que podría partirlo de ejercer un poco más de presión y presionando su espalda contra la pared. Aunque quiero continuar gritándole, no puedo─. No sabemos si estamos solos. ─La suelto para caminar hacia la sala y tomar un arma que se encuentra pegada con cinta adhesiva a la parte de debajo de una mesita en la esquina. Ante sus asustados ojos marrones, le quito el seguro y apunto hacia al frente mientras recorro la casa, ella temblando como una hoja detrás de mí, sabiendo que algo va mal.

Si Penélope y mamá estuvieran aquí, ya habrían salido.

─Pen ─murmuro cuando llego a su habitación y la encuentro destrozada, sus luces en el suelo, parpadeando, apenas, y su cama volcada, todo sus libros fuera de su estante.

Cuando busco su arma en el sitio en el que la escondió en su armario, mi corazón se aprieta al no encontrarla. Ella luchó. Mi pequeña hermana lo intentó. Aunque no debería, permito que el no ver sangre por ningún lado me llene de esperanza. Si la secuestraron, eso significa que aún vive. No necesariamente que me la devolverán si hago lo que quieren, si les doy lo que quieren, sino que podría recuperarla. Justo ahora centrarme en ello es mucho más importante que dejarme llevar por la perdida.

Aunque hacerlo me desgarra por dentro, me doy la vuelta para evaluar el resto de la casa. Mamá. La mierda se pondrá infinitamente más complicada si también se la llevaron a ella, pero lo prefiero por encima del hecho de que la hayan asesinado. Mis pasos se hacen vacilantes cuando me dirijo a la cocina tras terminar de inspeccionar las habitaciones. De lejos todo luce bien, pero mi cuerpo entero se paraliza cuando inspecciono detrás del mesón.

Hay sangre por todas partes.

Aria Ambrosetti está desparramada sobre el suelo con un golpe significativo en la frente y lo que reconozco como una puñalada en el estómago. Su vestido rosa está cubierto de manchas rojas. Su mirada está perdida. Sus manos intentan ejercer presión contra su herida, pero luce tan débil. También tiene otros golpes, pero el de su frente y la puñalada son los que me preocupan. Aun así, haré que la persona que le hizo esto pague por cada uno de ellos, inclusive por los rasguños ocasionados en su linda y blanquecina piel.

Renunciaré a mi apellido sino lo hago.

Mamá ─suelto mi arma y me arrodillo junto a ella, convirtiendo esto en una escena tan parecida a la muerte de mi padre que empiezo a temblar─. Mamá, por favor, no te vayas.

Aunque nos haya traicionado por razones que no se ha molestado en explicar, es mi madre. Sigue siendo la mujer que me trajo al mundo y que me defendió incluso cuando no merecía ser defendido. Aunque se supone que debería estar listo para saber qué hacer ante este tipo de situaciones, no puedo evitar que mi garganta se cierre y el aire empiece a escasear.

Sé lo que viene a continuación.

─Grayson, tenemos que llevarla al hospital ─dice Delilah, arrodillándose junto a mí, tomando mi mandíbula y obligándome a observarla, a centrarme en su bonito e ingenuo rostro─. Podría poder salvarse. Levántate y métela en mi camioneta. Yo conduzco. Te prometo que lo haré mejor que tú.

Parpadeo.

Delilah tiene razón. Aunque no tiene ni idea de lo que es la muerte, su tragedia más grande siendo no encontrar su color favorito de esmalte en la tienda, tiene razón. Las heridas de Aria podrían curarse. Con cuidado, paso mis manos por debajo de ella y la recojo del suelo, apretándola contra mi pecho. La manera en la que se queja y se encorva se siente como si me atravesaran con una lanza. A pesar de la manera en la que la traté, de lo mal que la he tratado desde que la conocí, Delilah mantiene abierta la puerta trasera de su camioneta para nosotros y conduce al hospital más cercano lo más rápido que puede sin hacer más preguntas. Acaricio la mejilla de mi madre, concentrado en evitar que sus bonitos ojos se cierren, durante todo el maldito trayecto, sintiendo la culpa como un montón de agujas incrustándose en mi piel.

Aria me lo pedía a gritos con su actitud.

Penélope lloró por ello.

Vicenzo Antonio Ambrosetti Di Ángelo ─susurra, su aliento abrupto y escaso mientras se esfuerza por hablar y mantener su mirada enfocada en mí─. Debes regresar. Debes pedirle ayuda. ─No es hasta que coloca su mano sobre mi mejilla y limpia mis lágrimas que me doy cuenta de que estoy llorando, algo que no pude hacer cuando mi padre murió─. Aunque ya seas un hombre, no dejas de tener una madre. Si no me obedeces en esto, me habrás dado una excusa para no llamarte más mi hijo.

Afirmo, de acuerdo con todo lo que malditamente diga.

Volveré ─le prometo─. Volveré y recuperaré a Pen.

Aria asiente, conforme y temblorosa.

Aprieto aún más su herida, intuyendo que su desvanecimiento se debe a la pérdida de sangre por la herida en su estómago.

No solo a Pen, Vicenzo.

No solo a Pen ─repito, apretando su mano también─. Recuperaré nuestras vidas, mamá, dejaremos de huir, pero, por favor, quédate conmigo. Necesito que lo arreglemos.

Ella niega.

No hay nada que arreglar ─susurra─. Asesiné a mi esposo y acepto la carga de haberlo hecho.

Separo los labios para responder. Si esta es nuestra última conversación, que ruego a Dios que no, si es que existe para las personas como yo e incluso como ella, un ángel con las alas manchadas de sangre, necesito saber por qué lo hizo, pero es en ese momento que finalmente llegamos a la sala de emergencias. Dejo a Aria sobre la camilla que traen para nosotros. Dudo que sepa quién se llevó a Penélope, de saberlo me habría dicho, por lo que el reloj empieza correr apenas la dejo en manos de los doctores. Tomando a Delilah por el codo, la alejo de los paramédicos y enfermeras que se arremolinan a nuestro alrededor. Su uniforme de animadora está manchado de sangre. Si yo fuera Tanner, me asesinaría por eso.

─Necesito que hagas el papeleo por mí.

Sus adorables cejas se fruncen con preocupación.

─Grayson...

Niego.

─No me llamo así, Delilah. ─Ya no tengo por qué usar ese nombre. En el momento en que me obligaron a salir de mi escondite llevándose a Pen, dejé de esconder mi identidad─. Me llamo Vicenzo, Vicenzo Ambrosetti, y soy un asesino. ─Odiándome por ello, aprieto su muñeca hasta hacerla llorar y me inclino sobre ella─. Así que hazte un favor a ti misma y encierra bajo llave cualquier sentimiento estúpido que sientas por mí. Crece. Grayson nunca existió, pero de haberlo hecho se habría pegado un tiro antes de estar contigo debido a lo malditamente estúpida que eres. Ni siquiera puedo soportar verte sin que tu padre me pague por ello. Su dinero es la única razón por la que puedes valer algo para alguien.

A pesar de lo que dije, me sigue de camino al otro lado de la calle. Corre detrás de mí como si lo que acabara de decirle no entrara en su pequeña mente de animadora. La empujo cuando toma mi hombro, ocasionando que caiga sobre el asfalto y sus lágrimas se derramen aún más. Necesito hacerla entender. No quiero tener que matarla o realmente herirla. No después de darme cuenta de que a pesar de tiene una idea de lo que soy, está tan lamentablemente obsesionada. Verdaderamente me quiere.

Sigo sin quererla, pero todavía no quiero matarla.

─No puedes dejarme ─llora─. No puedes.

Niego, dándome la vuelta y acercándome al primer taxi disponible que encuentro. El hombre tras el volante empieza a negar cuando me monto, vio la manera en la que la arrojé al suelo, pero deja de hacerlo cuando dejo caer cinco billetes de cien en su mano.

─Al aeropuerto, por favor, pero primero haremos una parada.

Incómodo, él afirma.

Antes de ir a Chicago, paso por nuestra casa. Saco el maletín con doscientos mil dólares en efectivo de su escondite y tomo todos nuestros pasaportes, verdaderos y ficticios, de la habitación de mamá. Inspecciono rápidamente la casa en búsqueda de algún tipo de huella. Consciente de que el chófer me pedirá más dinero por el tiempo que ha estado esperándome, me apresuro en rociar todo el piso con gasolina. Antes de salir, dejo caer una cerilla encendida sobre él. Tras asegurarme de que el incendio empieza, me doy la vuelta y me alejo del mayor error que he cometido, el calor sintiéndose como estar en el infierno.

En casa.

Nunca debimos irnos.

Antes de que el taxista piense en protestar de nuevo, el fuego reflejándose en sus gafas, dejo caer una pequeña pila de billetes sobre su regazo, lo cual estoy seguro que es más de lo que hace en un mes. A pesar de que mi madre está en el hospital, de que no sé si sobrevivirá, y mi hermana está secuestrada por quién sabe quién sufriendo qué sabe qué, sonrío cuando acelera.

Todos tenemos un precio.

Incluso Arlette Cavalli.

Lo único que me preocupa al respecto es no saber si podré resistir a la tentación de asesinarla mientras descubro cuál es el suyo y qué tengo que hacer para pagarlo. Aunque estuve dispuesto a ayudarla una vez, no estoy seguro de que sea tan desinteresada o tan estúpida como yo lo era.

En especial ahora, siendo enemigos.


Prepárense

Ha empezado el fin del mundo 


Capítulo dedicado a: Darsulyr por su cumpleaños (fue ayer) love u, bb y a conyconstan3a (yo también te amo)

Siguiente a la mejor teoría sobre lo que pasará a continuación

No olviden darle amor al capítulo 

Nos vemos pronto, las amo



Sígueme en redes sociales: oscaryarroyo en twitter e Instagram

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro