Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23:

CARLO:

Aunque sus ojos azules son prácticamente trasparentes, no tengo ninguna manera de descifrar si está hablando en serio o no, así que simplemente continúo mirándola y estudiándola en silencio. Desde que la conozco lo único en lo que puedo decir que es buena es seduciendo y manipulando, en nada más. Sin ni siquiera mencionar el hecho de que es una mujer, no un hombre, específicamente una princesa de la Bratva, no tengo ni idea de cómo podría ayudarme a convencer a su padre, alguien a quién le he ofrecido todo, de una alianza. Para él la sangre ya derramada de los suyos es más importante que un futuro libre de ella.

Sin discusión.

─¿Alguna vez te han dicho que estás loca?

Sveta ladea la cabeza y arruga la frente.

─No. ─Deja caer la porción de pizza que devoraba sobre su caja─. Pero creo que es porque nunca antes había encontrado alguien que me tomara en serio. ─Esta vez soy yo quién frunce el ceño. Ella suelta un suspiro─. Mi padre nunca me dejaría opinar sobre nada concerniente a la Bratva. Son aún más estrictos que los italianos. ─Alzo las cejas. Ella follando con todos sus hombres, desnudándose, viene a mi mente─. En el aspecto laboral.

Suelto un suspiro, incrédulo.

Mi día no puede ir peor. En la mañana tuve que ser testigo, participe activo, en realidad, de la boda entre mi ex y mi mejor amigo. Previamente no pude conseguir desahogar mi fracaso correctamente porque un ángel castaño se atravesó. Un ángel que me hizo creer que follaríamos y, en cambio, estamos hablando. En lugar de enterrar mi pene tan profundamente en ella como quiero, estoy actuando como una especie de psicólogo.

─Comprendo.

Une sus cejas.

─¿Y bien? ─pregunta─. ¿Eso es lo único que vas a responder?

No estaba en mis planes, pero ya que estoy empezando a preocuparme por esto, puesto que de estar loca podría contarle cualquier cosa a Mark, tomo asiento junto a ella. Tras ocultar mi rostro entre las palmas de mis manos por un momento, forzándome a tranquilizarme, alzo la cabeza y la miro.

─¿Qué quieres que diga?

La ex ninfómana rusa sonríe, pero luce insultada.

─Al menos podrías fingir interés y preguntarme cómo lo lograré.

Incómodo, me rasco la nunca.

─¿Cómo? ─Decido complacerla─. ¿Y por qué lo harías?

Sintiéndose en casa, Sveta se cruza de piernas sobre el mesón. Intento ignorar el hecho de que todavía está desnuda, pero mi erección regresa. Aunque esté dudando de su estabilidad mental y lo mejor que pueda hacer en este momento sea llamar a su padre para que venga por ella, sin importar las consecuencias que eso podría traer, continúa siendo una mujer hermosa.

─Mark Vólkov ama a su gente más que a nada. Si se negó a hacer cualquier tipo de trato contigo fue por respeto a ellos, pero estuvo tentado de aceptar. Está tan cansado como tú de la tensión entre italianos y rusos. ─Su tono de voz es tan sereno, tan tranquilo, que de alguna manera estoy escuchándola. Al darse cuenta de ello, Sveta sonríe ampliamente y se desliza hasta que sus pies tocan el suelo. Aunque nunca ha estado en la cocina antes, se dirige al armario en el que se guardan las botellas de licor como si sí─. En mi opinión, la única manera que tienes de lograr algo es si te vuelves tan importante para él como para valer el daño. ─Empieza a rellenar dos copas con champagne─. Es bastante simple.

Niego.

─Sigo sin entender.

Sveta rueda los ojos.

─Carlo... ─Me tiende una copa repleta de alcohol─. Solo di sí.

Su voz es susurrante. Casi suplicante, pero a la vez entusiasmada. La manera en la que me mira solamente es un eco de su voz, por lo que no puedo evitar creer lo que su expresión demuestra. Eso me preocupa aún más. Sveta puede decir y hacer lo que quiera, después de que la regrese a su casa ya no será mi responsabilidad, pero el que yo esté escuchándola es un problema. El que no lo pueda evitar, en realidad.

Contra todo pronóstico, la acepto.

No tengo nada que perder si no lo hago.

─Sí.

Esta vez cuando sonríe, me enseña todos sus dientes.

─Gracias, cariño ─susurra antes de tomar otro sorbo.

─¿Por qué?

A los segundos, nuevamente su mano está sobre la mía.

─Por aceptar casarte conmigo.

*****

Después de un maldito día pesado de trabajo, lo último que quiero es soportar ver cómo Aria y Constantino disfrutan de su vida de casados, pero no puedo continuar rechazando sus invitaciones. No sin hacerlo sospechar de que algo anda mal, lo que sería contraproducente a mi personalidad y posición. Luego de salir de la oficina, hago ir a Moses por un pie de limón y una buena botella de vino antes de pasar por el lindo condómino en el que viven.

Antes de entrar en su hogar, le echo un vistazo desde afuera. No es tan esplendido como la mansión Cavalli, pero tiene su encanto. Un jardín delantero amplio. Un montón de flores de diversos colores en la entrada que gritan que Aria vive aquí. Tomo una honda bocanada de aire, mi mirada oculta tras unas gafas de aviador, antes de entrar. Los guardaespaldas de Constantino me dejan pasar asintiendo en mi dirección. Aunque estoy en la casa de un amigo, casi familia, Moses y otro de mis hombres me acompaña. Llegué tarde, por lo que soy conducido directamente al comedor por una de sus sirvientas. Allí descubro que no solo somos nosotros tres, sino que alguien más nos acompaña.

─Carlo ─me saluda Aria mientras echa hacia atrás su silla para incorporarse y besar mi mejilla a modo de saludo─. Gracias por venir. Sinceramente, no creíamos que lo hicieras, pero nos alegra que hayas aceptado nuestra habitación.

Su esposo afirma.

─Sí. Tenemos mucho de qué hablar.

Mi mirada se clava en Sveta.

Está sentada, por lo que únicamente puedo ver su escote e intuir que está utilizando uno de sus reveladores y hermosos vestidos, en este caso color turquesa. Su cabello está atado en un moño apretado en la parte superior de su cabeza, lo cual deja su cuello a la vista. De sus orejas cuelgan dos diamantes del tamaño de mi dedo. Me pregunto de dónde le dijo a Aria que provenía su dinero.

Si le mintió sobre su sangre.

Demasiado, diría yo.

Aria suelta una risita, su expresión apenada.

A diferencia de su acompañante, lleva un vestido negro con estampado floral de mangas largas y amplias.

─Lo siento, qué mal educada, no te presenté a Sveta, mi nueva mejor amiga. Vemos clase de yoga juntas desde hace dos meses. ─Intento controlar mi lenguaje corporal lo más que puedo, pero mis cejas se alzan. Eso es mucho tiempo antes de nuestro último reencuentro, el cual ocurrió hace dos semanas y terminó conmigo enviándola con su padre en un taxi─. Es encantadora.

─No lo pongo en duda. ─Beso su mano cuando me la ofrece por encima de la mesa─. Carlo Cavalli, mucho gusto.

─Sveta.

Inclino la cabeza, divertido.

─¿Sin apellido?

Ella mira a Constantino.

─Vólkov.

Mi amigo, quién ya debía saberlo, carraspea.

─Sí, Carlo, estamos cenando con la hija de Mark. Ese Mark. El ruso que nos odia. ─Mira acusatoriamente, pero con amor, a Aria─. Porque todo lo que mi esposa quiere, mi esposa lo obtiene.

─Sveta no es como su padre ─la defiende ella─. Es amigable. Más leal que mis propias amigas, en realidad. ─Después de romper nuestro compromiso, no solo su familia renegó de ella, sino también sus amistades. Mis supuestas amistades. Todos pensaron que ella y Constantino me traicionaron, por lo que dejar de hablarle era lo correcto, motivo por el que solo los invitados de él asistieron a la boda─. Así que mientras su padre no se entere que está pasando tiempo con nosotros, nada tiene por qué ir mal.

Me concentro en la rusa.

─¿Cómo no se enterará? Tengo entendido que es sobreprotector.

─El padre de Aria también lo era ─dice ella─. Pero aun así Constantino y tú encontraron la manera de burlarlo, ¿por qué no podría yo hacer lo mismo? ─Aunque sus palabras deberían molestarme, no lo hacen─. Nada es imposible, Carlo.

Me tambaleo sobre la silla, divertido, pero curioso.

─¿Dónde cree tu padre que estás en este momento?

─Dónde se suponen que deben estar todas las mujeres un domingo de acuerdo a cualquier código de cualquier mafia.

─¿Y eso es?

Ella ríe suavemente.

─En la Iglesia. ─Se muerde el labio─. Rezando por ustedes.

Niego. Por más que trato, no contengo una sonrisa.

Veo a mi mejor amigo.

─¿Crees que esto es prudente?

Constantino se encoje de hombros.

─Es lo que Aria quiere ─responde guiñándole el ojo a su esposa, quién no deja de mirar entre su invitada y yo con una sonrisa, pero con la frente levemente arrugada─. Además, no es aburrida.

No lo contradigo.

Sveta Vólkov no es para nada aburrida.

*****

Tenía que sacarle más información, descubrir por qué mierda se encontraba en casa de mis amigos, puesto que estoy seguro de que no se trata de una casualidad, así que hice que termináramos nadando en la piscina de mi casa. Tanto ella como Aria nadan en ropa interior frente a Constantino y a mí, la cual se transparenta, por lo que ambos no podemos apartar nuestros ojos de ellas a pesar de que llevamos más de una hora hablando de asuntos de la Cosa. De personas de las que tenemos que hacernos cargo.

─No le doy a Antonio mucho tiempo en el puesto.

Tomo un sorbo de mi whisky antes de responder.

─Yo tampoco ─admito─. Se ha hecho demasiados enemigos en muy poco tiempo. Sus aliados se están cansando de tener que lidiar con ello. Incluso a los hombres como nosotros nos gusta la paz. ─Nuestro capo líder actual es un carnicero. No solo asesina a sus enemigos, sino que mutila a sus familias. Tortura a niños y a mujeres inocentes. Eso normalmente genera más rencor que solo asesinar a un hombre─. Si empiezo a trabajar en su muerte, ¿cuento contigo? No será una transición sencilla. Puede que inclusive me tome algunos años lograrlo. No quiero muchas víctimas. No llamaré la atención tan pronto. Por el momento estoy bien trabajando bajo la mesa.

Constantino afirma. Él comprende. Entiende que ha pasado poco tiempo desde que mi padre ha muerto, por lo que todavía estoy trabajando en ajustarme a su posición. Una vez lo haya hecho, podré hacer lo que quiera con quien quiera, pero eso no ha pasado todavía. Forzarlo a establecer un acuerdo de paz con los rusos, en el que económicamente saldría ganando, es muy diferente a desatar una guerra interna que puede durar años.

Generaciones, inclusive.

Cuentas conmigo ─responde echando su cabello rubio ceniciento hacia atrás, su mirada oscura clavada en Aria riendo junto a Sveta, las dos con un brazo en la orilla de mármol─. Cuentas conmigo para eso y mucho más. Te lo debo.

Afirmo, contento con el hecho de que sea consciente de ello.

No solo fue dejar ir a Aria, algo que no habría sido nada de tratarse de un acuerdo del otro lado de la realidad, sino verme débil debido a ello. Aceptar una mancha en mi reputación por su amor.

Bien.

Tras unos segundos de silencio, Constantino estrecha mi hombro, su cabeza ladeada hacia el par de mujeres al otro lado.

¿Qué te parece Sveta?

Suelto un bufido, conteniéndome de contarle cada detalle de cada cosa que he pasado con ella. Debido a la naturaleza del trato que intenté establecer con su padre y al que este se negó, nadie salvo mis hombres y yo conoce de nuestros encuentros, de su secuestro, puesto que para él esta es la primera vez que la veo. Por alguna razón, también, una parte de mí no quiere decírselo.

Sus problemas me pertenecen.

Su adicción al sexo.

A escaparse de casa.

Su habilidad para seducir y manipular.

No quiero que nadie más sepa sobre ello.

Quiero ser el único que no sea tomado por ingenuo.

Es bonita ─respondo─. Pero es rusa y no follo...

Como si pudiera escucharme, la castaña gira su rostro hacia mí, sus ojos entrecerrados, retándome a continuar, pero antes de que pueda terminar la frase, solo para molestarla y devolverle la jugada de la última vez que me dejó con bolas azules, Constantino interviene soltando una sonora carcajada.

Carlo, también soy italiano. Si no conociera a Aria, si no estuviera enamorado de ella, habría ido por Sveta siendo rusa, turca, palestina, suiza, de dónde sea. ─Por primera vez desde que lo conozco, me sonríe y puedo ver algo de la bondad que le arroja a Aria dirigida a mí─. Si no estuviera enamorado y si no la miraras como yo miro a mi esposa, como tú nunca la miraste.

Dejándome con la palabra en la boca, Constantino sale de la piscina y la rodea para ir por su mujer. Cuando la tiene en brazos, Aria soltando un montón de risitas femeninas mientras rodea su cuello, me hace una seña apuntando con el dedo hacia arriba, a lo que afirmo, antes de desaparecer de nuestra vista.

─¿Tu mejor amigo acaba de pedirte permiso para follar a tu ex bajo tu propio techo? ─pregunta Sveta cuando nada hasta llegar a mí apenas se van, haciéndome soltar un gruñido.

─No es como si lo fueran a hacer en mi cama.

Arruga la nariz.

─Eso no lo sabes.

Cuando les propuse venir a nadar un rato a mi casa lo hice con la intención de descubrir por qué mierda se encontraba cenando con ellos, así que la arrincono contra la pared en la que se apoya colocando mis manos a ambos laterales de su rostro, mi pecho presionado contra el suyo. Debido al frío o a mi cercanía, o ambas, puedo sentir sus pezones erectos contra mi pecho.

─¿Qué hacías con ellos?

Al igual que Aria rodeó el cuello de Constantino, ella rodea el mío.

─Me tomo muy en serio todo lo que hago ─susurra contra mis labios─. Todo lo que digo. ─Coloca su boca sobre la mía─. Todo lo que quiero. ─Tiemblo cuando pasa su lengua por mi boca, pero no la abro para ella, castigándola hasta que me diga lo que quiero saber─. Cuando te dije que nos casaríamos, hablaba en serio.

La miro fijamente unos segundos antes de echarme hacia atrás.

─No entiendo qué tienen que ver ellos con esto.

─Cuando te negaste, me diste un montón de razones...

─Te di seis.

Sveta afirma.

─Nuestras diferencias culturales. Mi padre. Mi comportamiento libertino. ─En ese momento no sabía qué decir, así que lo dije todo. Antes de montarla en el taxi, me aseguré de dejarle claro los motivos por los que no me casaría con ella jamás─. Mi compromiso con Iván. Las consecuencias. El precio a pagar.

─¿Algo ha cambiado desde entonces?

─Sí. De las primeras tres me estoy encargando desde que te conocí ─confiesa─. Lo sé todo sobre ti desde que me secuestraste la primera vez. Lo que te gusta comer. A quién odias. A quién no. Cuántas veces te fracturaste un hueso de niño. ─Para comprobarlo, me alcanza para acariciar la cicatriz causada por una fractura en el interior de mi antebrazo─. Lo que más deseas.

A pesar de su toque, mantengo mis ojos en los suyos.

─¿Qué es lo que más deseo?

Sveta suelta una risita.

─¿En este momento o en general?

─Ambas.

Nuevamente se guinda a mi cuello.

─En este momento, a mí. ─Me estremezco, dándole la razón, cuando desciende sus labios a mi cuello para después llevarlos a mi oído derecho─. Pero en general... control.

*****

Después de tentarme, de nuevo, y dejarme encendido como un árbol de navidad que terminará prendiéndose en fuego por sí mismo, Sveta y yo nos dirigimos a mi habitación para descansar mientras Aria y Constantino terminan de hacer lo suyo. Mi mansión es una fortaleza, por lo que no me preocupa que su presencia aquí sea una especie de plan de los rusos para hacerme daño y no la atosigo cuando sale al balcón a hacer una llamada. Aunque no dura demasiado tiempo fuera, se sienten como horas hasta que regresa sosteniendo su pequeño bolso con una correa de perlas. Aún tenemos muchas cosas por hablar. Necesito sacarla de mi vida, ella es algo que no pedí, tan rápido como pueda.

Tan silenciosamente como pueda.

─Sveta, ¿sabes qué es Síndrome de Estocolmo? ─pregunto mientras cubro mi desnudez con un pijama que llevo años sin usar, el cual ni siquiera recuerdo por qué, en primer lugar, compré, puesto que duermo desnudo desde siempre.

Ella arruga la frente.

─Carlo, me secuestraste por dos días. No creo que algo como eso se pueda desarrollar en tan poco tiempo.

Me encojo de hombros.

─No se me viene a la mente ninguna otra razón por la cual hayas decidido acosarme. A parte de venganza, claro.

Alza el mentón después de atajar la camisa que le lanzo.

─Mi padre nunca me usaría así.

Aunque no le doy permiso, se acuesta en la cama junto a mí cuando apago la luz. No es la primera vez que compartimos el mismo oxígeno sin que algo más que eso, compartir oxígeno, sea lo que suceda entre nosotros, por lo que no la echo a pesar de que hay más habitaciones disponibles. Admito que también quiero oír lo que tiene que decir. No termino de entender qué hace aquí.

─Cuando te refieres a que has estado trabajando en las primeras tres razones desde que me conociste, ¿te refieres a cuándo?

A los segundos de hacer mi pregunta, siento su cuerpo estrechándose contra mí, su brazo rodeando mi abdomen.

─Al momento en el que me devolviste... y sentí que había dejado algo, no supe el qué hasta que te vi de nuevo, atrás.

─¿Qué es eso? ─susurro, nuevamente siguiéndole la corriente.

Sveta me estrecha más fuerte.

─A ti, a alguien que por fin desafíe a mi padre por mí.

Me tenso.

─Eso es imposible, Sveta. ─Mi garganta se seca─. Aunque te quisiera, que no es el caso, no lo pondría todo en juego así.

Sorprendentemente, mi respuesta no la hace enojar.

─Lo sé. ─En lugar de apartarme, lo que haría cualquier otra mujer de ser rechazada, frota su rostro contra mi pecho─. Todavía no, pero un día, quizás pronto, te ocuparás tú de las otras tres.

*****

Constantino, asumo, toca mi puerta alrededor de las tres de la mañana, puesto que ninguno de mis hombres me despertaría a esta hora por algo que no fuera urgente. Aparto a Sveta suavemente antes de levantarme. Por algún motivo intento no hacer demasiado ruido al dirigirme a la puerta. Al abrirla encuentro a mi mejor amigo, desnudo, mirándome con expresión seria.

─Acaban de llamarme ─dice─. Antonio ha muerto.

Arrugo la frente. Antonio era uno de los capos más paranoicos. Incluso yo habría tenido problemas para acercarme lo suficiente y lograrlo con éxito. Acudía a sus reuniones con al menos quince hombres cubriéndole la espalda. No era un blanco fácil.

─¿Quién?

Constantino niega.

─Nadie lo sabe aún, pero fue un trabajo bastante profesional.

No sé por qué, pero algo me hace observar a la mujer en mi cama. Una mujer que estaba lo suficientemente cerca para escucharme decir que no follo putas rusas, por lo que también lo estaba para escucharme confesar, en italiano, mi deseo de asesinar al capo. Estuvo conmigo toda la noche, pero hizo una llamada.

En nuestra posición, una llamada es suficiente.

─¿Qué arma utilizaron?

─Veneno de ratas.

Sin dejar de mirar a Sveta, afirmo y empiezo a cerrar la puerta ante la mirada extrañada de Constantino, reacio a creer que mis sospechas sean ciertas, pero convencido de que sí.

─Hablaremos de ello más tarde.

Él afirma, todavía sorprendido con mi reacción.

─La reunión de la Cosa Nostra es en unos minutos.

Lo supuse, pero me importa una mierda.

─Hasta más tarde.

Sin más, le cierro la puerta en la cara. Tengo algo más importante que la muerte de un capo de lo cual ocuparme.

Su asesina.

La mujer durmiendo como un ángel en mi cama, alguien de quién nunca sospecharán y que de alguna manera acaba de ahorrarme años de tener que aguantar a Antonio Ferro hasta finalmente tener una oportunidad de asesinarlo sin desatar el caos.


Hola, las amo, ya empezaré a subir seguido de nuevo. Para las que me siguen en redes sociales, ya sabrán que no había actualizado porque me quedé sin pc, pero mi hermano ha accedido a prestarme la suya, así que ámenlo un poquito sin conocerlo

Recuerden dejar estrellitas y comentarios si les gusta la historia 

Dedicación de capítulo a la que + comente 

Love u

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro