Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21:

CARLO:

Aria está sentada a mi lado. El espacio entre nosotros en la parte trasera de la limosina es escaso, soy perfectamente capaz de oler el suave perfume sobre su piel, una mezcla de vainilla y la esencia de la nieve de Chicago en invierno, pero se siente como si hubiera una distancia de al menos millones de kilómetros entre nosotros. El viaje hacia nuestro destino también es silencioso, todo lo contrario a lo que solía ser ir juntos en auto. Continúa resentida conmigo por empujarla a una situación fuera de su zona de confort. Admito la culpa de ello, pero era necesario. Sus sentimientos hacia mí no podían crecer más. A ella, aunque ya no se ve tan incómoda como antes al respecto, tan dolida, creo que incluso ha llegado a gustarle. Aún si no fuera así, tenía que abrir los ojos y darse cuenta de que nunca seré un príncipe azul. Ya que mi deber como su futuro esposo es protegerla, incluso de mí mismo, acabé con sus ilusiones de la manera menos dolorosa que encontré.

Elegí la lencería más acorde y hermosa para su cuerpo.

El encaje blanco con el que perdería su virginidad.

Luego le dije a mi mejor amigo que la follara.

─Constantino ─lo saludo cuando llegamos a su restaurante, el lugar en el que los padres de Aria permitieron que trabajara a solicitud mía tres meses atrás: les dije que era indispensable que mi esposa supiese cocinar como una profesional de la receta italiana, lo cual es absurdo, tengo decenas de personas trabajando a diario para mantener mi apetito saciado, pero creíble, antes de que finalmente pudiera ponerle mi anillo. Ella ha estado en su cama cada día desde entonces─. ¿Qué tal todo?

A diferencia de mí, el falso Ambrosetti es más ancho que alto. Su cabello rubio y rebajado en los laterales es ceniciento. Nos conocemos desde que estuvo en una posición lo suficientemente importante como para que me tomara la molestia de aprender su nombre, lo que sucedió cuando teníamos quince y acabó con uno de los enemigos de su tutor con sus propias manos. Es un mercenario. Un asesino a sangre fría que no solo tolera lo que hace, sino que lo disfruta ya que mientras yo me ensucio las manos una o dos veces al mes, Constantino nada en sangre cada minuto de cada día de su vida, lo cual lo hacía un monstruo lo suficientemente desagradable para que Aria no se enamorara.

─Bien, Carlo ─responde secamente, su mirada oscura y seria, pero a la vez amable, hasta que se suaviza al encontrarse con el rostro en forma de corazón de mi mejilla, pero vuelve a endurecerse cuando nota mi mano sobre su espalda baja. El vestido rosa que ella usa es de una tela lo suficientemente gruesa para protegerla del frío, pero no para ocultar sus curvas o la manera en la que se estremece bajo mi toque─. Nos vemos más tarde. Bonito día.

A diferencia de los primeros días, cuando me veía con grandes ojos de cachorro herido, ella toma la mano que él le tiende y casi al instante en el que sus dedos se encuentran, desaparecen juntos a través de las escaleras que conducen a la terraza. Ninguno de los dos mira atrás. Huyen de mí, de lo que creen que no he notado, tan rápido como pueden. Suelto un suspiro antes de negar.

Estúpidos.

*****

Ya que mi plan con los rusos no funcionó, Mark se niega a evolucionar, he desquitado mi frustración al respecto adueñándome de lo mejor de esta maldita ciudad. Mis empresas en el exterior prácticamente se manejan solas, así que no necesitan demasiada atención. Tengo más dinero en mis cuentas que el que algunos países pequeños poseen en su totalidad. Necesitaba un pasatiempo ajeno a mis responsabilidades y lo conseguí. Es parte de mi trabajo quebrar, desaparecer y comprar cosas, pero nunca había hecho la parte de la remodelación por mí mismo. La creación de un nuevo mundo a partir de las cenizas dl anterior. He descubierto que es placentero. No solo es tener poder, sino ponerlo en uso al moldear lo que sea que quieras a tu antojo.

En estos momentos, por ejemplo, me encuentro recorriendo la que será una de las avenidas más lujosas y protegidas de Chicago. Protegida de los rusos, de los japoneses, incluso de mi propia gente y de cualquier otro que se atreva a hacer que pierda su valor derramando sangre sobre su suelo. Tras inspeccionar y salir de la heladería en la que se venderá la receta familiar de nuestros brownies de chocolate blanco, brownies Cavalli, con un cono de helado de chocolate en la mano, mi sabor favorito, cruzo la calle y me dirijo al club nudista más caro de la ciudad. Las chicas que trabajan en él son auténticas bellezas, pero lo que realmente me gusta del sitio es el acuario tras la barra. Peces de todas las razas excéntricas y casi extintas del mundo nadan para mis clientes.

Ya son las diez. En un par de horas, ya que a Gian no le importa que Aria esté fuera de casa si la excusa es que esté follándola, debo regresar al restaurante de Constantino por ella. Normalmente su cuidado es un asunto que me tomo personal, pero en vista de los acontecimientos, del hecho de que estoy peligrosamente cerca de sentirme traicionado por ellos, las únicas dos personas que significan algo para mí, lo mejor que puedo hacer es alejarme para pensar con claridad. Idear una manera para sacarnos de esto.

Quería que Aria disfrutara de alguien más.

Deshacerme de sus emociones.

Por eso le hice algo terrible enviándola con él, alguien tan sanguinario y oscuro que no fuera capaz de conmoverla. Pero en contra de mis planes, otro más que sale mal, se enamoró de Constantino. Lo sé por la forma en la que no deja de mirar por la ventana, hacia su maldito restaurante, cuando voy por ella. Por cómo ya no se sonroja cuando estoy cerca y en cambio sí se pone nerviosa cuando él la observa. Por la manera en la que ha abastecido su armario de nuevos y hermosos vestidos. Aumentado su dosis de perfume. Su alegría. Su mirada llena de amor dirigida hacia él. Cualquier signo de enamoramiento, ella lo padece.

Y la muerte también.

─Me gusta tu acuario ─susurra una suave voz con un característico acento a mi lado, una que me sorprende. No le doy el placer a su dueña de saberlo. Sin tener que girarme para mirarla, sé perfectamente a quién pertenece. La pequeña ninfómana Vólkov─. Tienes peces muy bonitos, Carlo, pero las mantarayas atraerían más clientes acordes a tu línea de trabajo.

También soy capaz de oler su perfume sin acercarme, una mezcla elegante y dulce que me hace desear sumergir mi rostro en su delgado cuello e inhalar. Entre sus pechos y entre sus piernas. Ignorando la manera en la que mi pene se tensa hacia arriba ante la mención de mi nombre, haciendo insuficiente el espacio dentro de mis pantalones, me inclino hacia adelante para servirme un vaso con whisky. Ella me imita con movimientos llenos de gracia, se mueve como una bailarina, impresionándome una vez más. Se bebe mi licor sin pedir permiso alguno. No me irrito por ello. Gracias a su osadía, obtengo un vistazo de su cabello castaño, casi rubio, balanceándose sobre su espalda desnuda de manera suave. El vestido negro que utiliza la deja completamente expuesta, pero no vulnerable. Nada en Sveta Vólkov lo es.

Incluso si estuviera desnuda, seguiría teniendo esa mirada desafiante y voraz en su bonito rostro de princesa rusa.

─¿Acorde a mi línea de trabajo? ─pregunto todavía sin verla.

─Sí ─responde─. Eres más un hombre de mantarayas.

Intentando ocultar una sonrisa, hago una mueca.

─¿Por qué lo dices?

Esta vez cuando hablo, giro la cabeza para observarla, permitiendo que las preguntas sobre cómo llegó aquí finalmente asalten mi mente. No solo se trata de que su padre, uno de los más temibles criminales de Chicago, la haya dejado salir de su castillo viéndose como una de mis bailarinas, sino de que esté en esta zona de la ciudad. Aún no la he declarado abiertamente mi territorio, no me he reunido con los hombres de la Cosa Nostra desde la muerte de mi padre, pero todo lo que grite lujo y exuberancia, me pertenece.

Bueno, casi todo.

Aunque la ninfómana rusa sea una puta, lo que es una pena si la quieres como esposa, pero está bien si solo buscas un acostón, todo en ella, desde su postura erguida con el mentón en alto a la manera en la que habla, suave, pausado y entendible, grita clase.

Porque eres mortal e impredecible ─responde en entendible, pero no perfecto, italiano─. Y te crees tan inteligente e invencible.

Afirmo, nuevamente esforzándome por ocultar mi sorpresa.

─Porque lo soy.

Sveta sonríe. En realidad ríe, niega y después sonríe.

─Por supuesto que sí.

Se da la vuelta para marcharse, pero la detengo dando un paso al frente y atrapando su muñeca. Tocándola sin su permiso. Aunque me la chupó, eso fue cuando fue mi rehén y dudo mucho que su padre esté al tanto de ello. Es una chica inteligente, así que probablemente se dio cuenta de que lo mejor para ella era continuar aparentando ser virgen. No tener que explicarle a su prometido su aventura con uno de los soldados de su progenitor.

─Suéltame ─susurra─. O...

Suelto un gruñido.

No la puedo dejar ir. Todavía no me ha explicado qué hace aquí, algo que necesito saber. Si escapó de casa. Si los hombres de su padre están con ella. Sea como sea, si está sola y vulnerable y algo malo le sucede en algún sitio con mi nombre, será mi culpa. Lo menos que quiero es darle a Mark otro motivo para rechazar mi trato. Continúo guardando la esperanza de que algún día lo acepte.

─¿O qué?

─O te mueres ─responde una voz tras de mí.

Sin deshacer mi agarre sobre la rusa, me giro para obtener un vistazo del imbécil que me apunta. Sonrío al identificar a la mano derecha del Pakhan de la Bratva. Iván. La rata pálida y larguirucha debe ser tan solo un par de años mayor que yo. Su cabello negro como el carbón está cuidadosamente peinado hacia atrás. Sus rasgos son marcados y afilados. No está solo. Tres hombres trajeados, igual que él, lo acompañan. Esta vez soy yo quién sonríe mientras niega. Le echo un vistazo a su prometida antes de dirigirme a él. Ella ya no sonríe. Es consciente del peligro en la situación. Iván puede estarme apuntando, pero este sitio es mío.

─Deberías poner a tus hombres a investigar más antes de salir de casa ─sugiero halando a su chica para que quede frente a nosotros, distrayéndolo mientras mis guardaespaldas terminan de alinearse para apuntarlos─. Así nada te tomará por sorpresa.

Sveta se tensa cuando presiono mi arma contra su espalda baja, el metal contra su piel, e inclino mi cabeza hacia su boca. Iván se adelanta para separarnos, pero ya hay el triple de calibres que me apuntaban a mí apuntándolos a ellos. Sveta separa sus labios para mí sin parecer molesta al respecto, pero hay partes de su cuerpo que permanecen tensas, por lo que sujeto su mandíbula con mi mano libre y acaricio la línea de esta mientras me sumerjo más profundamente dentro de su boca. La dejo ir cuando finalmente se relaja y se adapta a mis labios, inclinándose contra mí como si quisiera más de lo que le doy. Me reservo una carcajada para más tarde cuando suelta un débil sonido de protesta. Más que tenerla, he descubierto un oscuro placer en dejarla a medias.

Es una princesa.

Al igual que yo, debe estar acostumbrada a tenerlo todo tan fácil.

─No he meado sobre el terreno todavía, pero es mío. Prohibirles la entrada sería descortés de mi parte, pero todo aquél que se atreva a restarle valor a mis posiciones manchándolas con sangre sin mi permiso, pagará el precio. ─Le echo un rápido vistazo al club ahora vacío. Mi gente lo desalojó cuando percibieron tensión─. Has espantado a mis clientes, así que puedo aplicar la misma norma, de manera más leve, en este caso. ─Uno de mis chicos, una tonelada de músculo, lo ha inmovilizado, así que no consigo ningún tipo de resistencia cuando presiono la punta afilada de un cuchillo contra su mejilla. Para cuando termino con él, estoy seguro de que he ganado un enemigo, pero también de que ahora los rusos lo pensarán dos veces antes de apuntarme─. Vivirás porque así me ahorras la tarea de transmitirle a los demás este mensaje, pero por nada más. Cuando le expliques la situación a Mark, estoy seguro de que entenderá mi punto de vista, así que no intentes ponerlo en mi contra cuando he matado a personas por menos.

Iván, con su rostro ahora cubierto de sangre, escupe en mi dirección, manchando mi camisa blanca, así que presiono mi puño contra su torso, dejándolo sin aire, hasta escuchar un par de costillas romperse. Cuando decido que ha tenido suficiente, hago una seña para que lo saquen y otra para nuevamente dejen entrar a mis clientes. No permito que se lleven a Sveta. Moses me mira con duda. No es la mejor decisión, pero sigo teniendo preguntas.

Preguntas que deben ser contestadas.

─Yo me encargo de ella.

*****

Ante mis órdenes, mi seguridad se queda atrás de camino a la casa de Mark. Por el rabillo del ojo noto cómo Sveta comienza a removerse, incómoda, en su asiento a medida que nos acercamos a la mansión de su padre, por lo que confirmo mis sospechas.

Nuevamente, escapó.

Iván debe ser un maldito estúpido por haberse dejado manipular por ella, convencer de que desobedecer a su jefe estaba bien, y haberla ayudado. Lo que no entiendo es por qué debe ir en contra de él para sacarla de casa. Supongo que el Pakhan es otro padre sobreprotector de la mafia, aunque en el caso de Sveta, a diferencia de Aria, tiene motivos para serlo. Solo me he topado con ella en dos ocasiones y puedo decir, a ciencia cierta, que no es para nada convencional. Es una pequeña puta peligrosa.

─¿Por qué desobedeces a tu padre?

En lugar de continuar mirándome conducir mi deportivo, como ha estado haciendo desde que salimos del bar, fija su vista azul cristal en la ventanilla, dejándome solamente con meneo de sus piernas desnudas como el único indicio de sus emociones. Continúa nerviosa. Para alguien que no pierde los nervios estando secuestrada y siendo forzada a dar una mamada, sino que se esfuerza en darla como una aspiradora, eso es interesante.

─No se trata de mi padre ─contesta cuando empiezo a pensar que no obtendré una respuesta, sus mechones castaños ocultando los laterales de su rostro─. Se trata de los hombres que lo rodean.

Arrugo la frente.

─¿Qué hay de mal con ellos?

A parte de ser rusos, pienso.

Antes de contestar, Sveta se gira y presiona su mano contra mi muslo, por lo que es capaz de sentir la manera en la que la tela de mi pantalón está tensa debido a mi palpitante erección.

─Ninguno se atreve a desobedecerlo ─revela─. Por favor, Carlo. No seas como ellos. No me lleves a casa. Demuéstrame que eres diferente. Que eres el hombre que me enseñaste cuando me mantuviste cautiva en tu sótano. Él me encanta. ─Se relame los labios─. Aún puedo saborear tu semen en mi boca.

Su tono de voz es bajo. Susurrante. Su mirada está puesta en mi entrepierna. Está respirando con dificultad. Se encuentra excitada. Huele a excitación. Si lo que quiere es que piense que me desea, que quiere que me orille en la carretera para hacerla gritar y llorar de placer como ningún ruso lo hará, está funcionando.

Así que es así como lo hace.

Iván y el su ex amante soldado son hombres débiles.

─Lo siento, cariño, te lo dije la vez anterior ─digo mientras coloco una mano sobre su delgada y delicada muñeca y la retiro de mi pierna─. No follo putas ru...

Antes de que pueda terminar de decirlo, se inclina sobre mí, pero ya sus ojos no están fijos en mi pene, sino en el volante. Antes de que pueda detenerla, nos envía a un lateral de la carretera. Intento retomar el control del auto, pero nos estrellamos contra un enorme árbol. Gracias a que ambos utilizamos el cinturón de seguridad, no sufrimos ningún daño significativo, pero aún así mi cabeza protesta y mi labio empieza a sangrar debido al golpe que me doy contra el volante cuando impactamos contra el enorme tronco.

Tardo unos segundos en orientarme. Cuando lo hago le echo un vistazo a mi acompañante. Al igual que yo, no sufrió ningún tipo de lesión grave, pero hay un trozo de cristal incrustado en el interior de uno de sus lindos muslos. Contengo un gruñido. Antes de que ella misma lo note, lo retiro con rapidez, lo que la hace gritar.

─Bien ─suelto─. Tu complejo de hija de puta estaba aburriéndome.

Ni siquiera quiero lidiar con ella ahora, con lo que hizo y con las consecuencias que eso traerá, por lo que salgo de lo que queda de mi Jaguar y le echo un vistazo a mi teléfono celular. Sin cobertura. Mis hombres se encuentran a kilómetros de distancia. Nuestras únicas opciones ahora son caminar hasta una zona dónde podamos ponernos en contacto con ellos o esperar aquí. Ninguna de las dos es recomendable. Si alguien asociado al submundo de Chicago nos reconoce, Sveta podría ser secuestrada por segunda vez y yo tendrá que pagar por mi propia liberación, puesto que no tengo ningún familiar cercano al que puedan molestar. Solo me queda un primo en Sicilia, un sobrino de mi padre cuyos padres también murieron hace unos años, al que no le hablo mucho.

La única diferencia entre irnos y quedarnos aquí, es que si nos quedamos es probable que algunos de los hombres de Mark estén recorriendo la zona y nos encuentren, lo que no será bueno para mí. Él probablemente pensará que fui quién se llevó a su niña, lo que ella podría respaldar y suena como la venganza perfecta para el rostro de Iván. Sin darle más vueltas al asunto, rodeo el auto, su capó destruido, y abro su puerta. Me deja ayudarla a salir, pero protesta cuando deposito todo su peso sobre mi hombro.

Jadea cuando aprieto su pierna en respuesta.

─Pórtate como una niña buena a partir de ahora y suavizaré tu castigo.

Mi advertencia funciona. Se calma.

─¿Mi castigo? ─pregunta con voz soñolienta.

Gruño, impresionado con que esta situación esté calentándome cuando normalmente estaría fuera de quicio. Odio que los acontecimientos no ocurran como deseo. Ahora, por su culpa, tendré que llevarla a casa e inventar alguna buena excusa por la que estaba ahí sin hacerla quedar como una puta o una víctima.

─Sí ─respondo con dificultad─. Serás castigada.

Y ya sé perfectamente con qué.

*****

Tras recorrer alrededor de dos kilómetros sosteniendo su peso, mi cuerpo empieza a quejarse, pero, por suerte, nos encontramos cerca de una gasolinera con una tienda abierta las veinticuatro horas para entonces. Mientras espero que mis hombres vengan por nosotros, nos sentamos en un banco y cierro su herida. Pongo los ojos en blanco cuando me obliga a comprar papas fritas a cambio de no continuar fingiendo ruidos orgásmicos que llaman la atención y tensan mi erección. Cuando ellos llegan, nos sentamos en el asiento trasero del Mercedes que conduce Moses en silencio. A diferencia del silencio que compartí con Aria esta mañana, no se trata de un silencio incómodo, sino de uno que me hace sentir extrañamente a gusto. Sé por qué. Haga lo que haga, reaccione como reaccione, ella no se asustará o sufrirá por ello.

─Moses, por favor, conduce a la señorita Vólkov a una habitación de invitados ─ordeno a penas llego a casa─. Dale todo lo que quiera, menos un arma cargada... o un auto.

Sveta me mira con la frente arrugada.

─Pensé que dormiríamos juntos.

Niego.

─No, lo siento, no...

Sveta cojea con agilidad hasta mí. Estoy tan entretenido con su actitud, no se ve tan descarada y manipuladora así, golpeada y llena de hojas y tierra, que no la detengo cuando pone sus manos en el cuello de mi camisa y me hala hacia ella, nuestras narices casi chocando entre ellas. No puedo recordar cuándo he estado tan cerca como ahora de los labios de una mujer sin besarla.

O cuándo lo he querido tanto.

─Si vuelves a decir que no follas putas rusas, encontraré la forma de colarme en tu habitación y te rebanaré el pene mientras duermes. ─Sin esperar una respuesta, se da la vuelta y mira a Moses con altivez, su mentón nuevamente arriba─. Ya lo oíste.

Mi guardaespaldas, casi mi hombre de confianza, me mira fugazmente antes de asentir y conducirla escalera arriba. Solo cuando se encuentran lo suficientemente lejos, me permito sonreír.

*****

Son alrededor de las dos de la mañana cuando despierto y me dirijo a la habitación de huéspedes que está ocupando Sveta. La rusa sacó provecho de la orden que me escuchó darle a Moses. Lo hizo salir de casa y conseguir lo que sea que necesitara para dormir en paz. Mi pecho se llena con satisfacción cuando retiro el cobertor que la mantiene caliente y descubro qué.

Al igual que la noche que asesiné a su amante, está usando un camisón transparente que enseña el elaborado y delicado conjunto de lencería que se encuentra debajo. Tanto la tela como el encaje son de un tono rosa suave. Juguetón. Si sus intenciones fueran simplemente calentarme, el rojo habría estado mejor.

Pero a Sveta Vólkov le gusta follarse tu mente.

Fingir ser inocente.

Suavemente, procurando no despertarla, la cubro otra vez y me retiro. Ella está tan acostumbrada a tener a todos los hombres que quiere. Todo lo que quiere. Si no fuera tan egocéntrica, aunque tiene motivos de sobra para serlo, la llevaría a mi cama, dónde debería estar, pero es exactamente eso, su egocentrismo, lo que me hace disfrutar negarle mi semilla hasta que no sea capaz de controlarlo, lo cual es un maldito problema para mis testículos.

No soy un hombre que se descontrola con facilidad.

Pero no puedo negar que este castigo es de dos.


Hola! espero que el capítulo les haya gustado. Yo estoy amando escribir sobre Sveta y Carlo. Amo la manera en la que son como dos ingredientes que, junto con la sustancia X, originaron a Arlette

Capítulo dedicado a: Ari13112 

Siguiente a la que más comente 

Las amo y nos vemos pronto (más pronto de lo que creen). No olviden dejarle amor a la historia (votos y comentarios) si les gusta

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro