Capítulo 2:
ARLETTE:
Convencer a Fósil de no interponerse en mis planes de ir a la ciudad sin su compañía o la de Luc fue difícil. A pesar de mis amenazas, tuve que darle muchos argumentos para que me dejara ir, el más importante de ellos consistiendo en que después de lo que pasó nadie esperaría que me paseara por las calles de Chicago sin seguridad. De acompañarme, seríamos tres blancos en lugar de uno. Tras media hora conduciendo un auto alquilado que Fósil consiguió, un escarabajo negro, alzo el freno de mano y le echo un vistazo a Beatrice durmiendo en su improvisada silla de bebé, una canasta de ropa sucia con almohadas que se mantiene estática sobre el asiento trasero debido al cinturón de seguridad, antes de dejar su ventanilla abierta y bajarme. Los estudiantes de San Antonio empezarán a llegar en cualquier momento. Ajusto mi peluca morena antes de agacharme para apretar el nudo de los cordones de mis botas. Estoy usando vaqueros y un suéter cuello de tortuga color tinto. También gafas oscuras. Veinte minutos más tarde, Jamie no me reconoce a primera vista cuando tomo su mano y lo arrastro al bosque en el que una vez le di decenas de mis pastillas para su venta. Han pasado toda una vida desde entonces.
─Mierda, ¿qué demonios quieres? ¿De verdad follarías aquí?
Sus mejillas se sonrojan cuando me doy la vuelta sin las gafas, soltando su mano cuando se niega a seguir caminando. Por fortuna estamos lo suficientemente lejos del resto de los estudiantes. Desde dónde estamos, sin embargo, puedo ver el escarabajo estacionado en una esquina apartada. Nadie se acerca a él. Es un auto verdaderamente feo.
─Hola, Jamie.
Finalmente se endereza, parpadeando, aceptando que no soy una visión y mucho menos una chica que lo interceptó para tener acción al aire libre.
─Arlette. ─Avanza dos pasos en mi dirección─. Me enteré de lo de tu padre. Es de lo que todo Chicago habla. ─Mantengo la barbilla en alto, sin moverme, cuando se acerca y me estrecha fugazmente─. Lo siento. Sé lo que es perder a un padre. No se lo desearía a nadie. ─Sus ojos se achican con rencor─. Ni siquiera a ti. Alguien que podía, que solo tenía que hablar para conseguirlo, pero no me quiso dar la oportunidad de salvar a Ivy.
Me doy la vuelta por unos segundos para que no sea capaz de ver la manera en la que presiono mis párpados juntos. Precisamente eso era lo que iba a hacer cuando descubrí que mi padre había muerto. Iba a hablar con él y convencerlo de ayudar a Jamie. De adoptarlo como un proyecto de caridad sin que este tuviera que verse involucrado en el negocio. De esta manera podría haber salvado a Ivy sin renunciar a las posibilidades de tener una beca en una buena universidad gracias a sus notas y a su talento en el fútbol. Habría funcionado, pero ya no soy esa Arlette. Las circunstancias han cambiado y mi manera de verlo con ello.
Ahora todos a mi alrededor son peones que debo saber mover.
Cuando me giro nuevamente, le ofrezco una sonrisa.
─El hecho de que mi padre haya muerto no significa que no pueda ayudarte. Tenías razón. La vez que trabajaste para mí me demostraste que tienes agallas. ─Su respiración se atora cuando tomo las solapas de su chaqueta del equipo y las ajusto sobre su amplio y musculoso pecho─. Tengo algo para ti, Jamie. Algo que te hará tan rico que podrás costear cualquier tratamiento que Ivy necesite. Que devolverá a tu familia a su antigua gloria. ─Relamo mis labios, trayendo su atención a ellos. Ahora que tiene la gallina de los huevos de oro frente a él, parece inseguro sobre tomarla. Necesita un empujón─. Adelante. Pregúntame de qué se trata.
Jamie me mira en silencio por unos segundos antes de finalmente hacerlo.
─¿De qué se trata?
La curvatura de mis labios se vuelve autentica.
─Asesinarás a alguien por mí y a cambio te daré el dinero que necesitas. ─Ya que en cualquier momento podría entrar en razón y retractarse, quizás delatarme, me inclino sobre su oído─. También me haré cargo del hombre que asesinó a tu padre. Finalmente tendrás justicia.
Suelto una inevitable risita cuando soy abruptamente empujada hacia atrás.
Ahí está.
Esa es la naturaleza impulsiva que necesito.
─¿De qué mierda hablas? Entiendo tu dolor, quizás también tu locura, pero no te atrevas a manipularme usando la muerte de mi padre. Ni siquiera tenías que mencionarlo para que aceptara tu propuesta, pero ahora que lo has hecho empiezo a cuestionar mi decisión. Si estás demente o en la quiebra nadie me garantiza que me pagarás después de lo que haga por ti.
Niego.
─Jamie, ¿empezarás a engañarte a ti mismo ahora? ¿A estas alturas? ─Lo miro fijamente─. Contéstame esto, ¿cuánto tiempo llevaba trabajando tu padre en la construcción cuando murió? ¿Unos meses?
Él dice que no con la cabeza, sus puños apretados.
─Toda su vida ─gruñe─. Unos veinte años, ¿pero qué tiene que ver eso...?
─¿Realmente piensas que alguien que lleva toda su vida trabajando en la construcción olvidaría ponerse su casco? ─lo corto─. ¿Que justamente el día que lo hace, uno de miles, una biga cae sobre él? ─Presiono mis labios entre sí antes de continuar─. Por no hablar de la manera en la que tu familia perdió todo a mano de unos accionistas.
La respiración de Jamie se atasca.
─No entiendo de qué hablas, Arlette.
Contengo el impulso de rodar los ojos.
─Tu padre no murió accidentalmente ─traduzco mientras me acerco nuevamente a él─. Sé qué sucedió con él desde fui a tu casa. También les arrebataron a tu familia y a ti todo lo que les pertenecía. Puedo ayudarte a recuperar cada centavo y a cobrar venganza, pero tienes que hacer lo mismo por mí. Con respecto a la operación de Ivy... ─Meto una de mis manos en el bolsillo de su pantalón y dejo el brazalete de diamantes que llevaba puesto el día que mi padre murió, la única pieza de joyería que me queda después de haber tenido tantos diamantes que podría haber llenado una tina con ellos para un baño. Jamie traga audiblemente cuando revierte mis movimientos y lo pone a la luz para cegarnos con su destello tornasol─. Con eso debería bastar por ahora. Si lo aceptas e Ivy obtiene su operación, entiendo que estás aceptando trabajar para mí. Habrá mucho más de esto para cuando termines lo que quiero que hagas. Tendrás dinero y venganza.
En lugar de seguir dudando, a Jamie no le queda de otra más que afirmar ante el recuerdo de su hermana enferma y a punto de morir.
─Lo acepto.
Bien.
─Bien. ─Me retiro─. Nos vemos pronto.
Alza la cabeza de los diamantes cuando nota que me alejo.
─¿Cuál es el nombre del sujeto que debo... matar?
Se escucha sumamente desolado ante la idea de arrebatarle la vida a alguien. Para su consuelo, no se trata de nadie inocente, lo que le diré después más adelante para evitar que se sienta culpable. Sin girarme, Lo miro por encima del hombro. Debo volver con mi hermana. Escucho su lloriqueo desde aquí, pero no la habría traído si no fuera necesario.
─Aún no estoy segura, pero te dejaré al más fácil de los tres.
****
La pequeña Beatrice ajusta una y otra vez la posición que mantiene sobre mi pecho mientras succiona con ansias el biberón que presiono contra sus labios. Aún no ha abierto los ojos. Mis labios se curvan hacia arriba cuando me doy cuenta de lo ridícula que luce con el conjunto de cisne que Fósil consiguió para ella. Cubre cada centímetro de su cuerpo, cumpliendo la función de protegerla del frío, pero no la deja moverse con absoluta libertad. Si fuera ella estaría molesta. Beatrice, su madre, probablemente lloraría de verla vestida así. Presiono mis labios contra su frente.
─Tendrás mejor ropa pronto ─prometo.
Cuando termina de succionar el contenido de la botella de vidrio, quedándose dormida entre mis brazos, la meto en su pañalera y cuidadosamente me estiro hacia atrás para alcanzar su canasto. Lo dejo en el asiento copiloto y la coloco sobre él con toda la gentileza que me queda.
Mis manos tiemblan mientras tomo un bolígrafo y un trozo de papel de la guantera. Está gastado y viejo, pero servirá para lo que necesito.
Mi nombre es Bea...
Al percatarme del error que estoy cometiendo, rompo el papel y comienzo de nuevo. ¿Cuántas bebés llamadas Beatrice, que nacieron en circunstancias extrañas durante estos días, puede haber en Chicago?
Mi nombre es Violette.
Tengo seis días de edad.
Estoy segura de que no se enfadará si la hago un día más vieja, aunque su madre probablemente sí lo habría hecho. Sonrío a pesar de que mis lágrimas mojan el papel, creando círculos con forma de cráter en él que eventualmente se secarán y lo arrugarán. Quién lo vea sabrá que no fue fácil para mí dejarla aquí. Si no regreso por ella, espero que se lo digan.
Mis padres están muertos.
Le prometí a Beatrice que la mantendría segura, al igual que a Flavio, así que sé que estoy tomando la decisión correcta mientras coloco el papel entre sus cojines y tomo el canasto para salir con él a la calle. No creo en ningún tipo de Dios, pero sé que las monjas cuidarán bien de ella. Me informé sobre todos los orfanatos de Chicago antes de venir y este es el mejor. Aún así, se siente como la segunda cosa más difícil por la que he pasado, la primera de ellas siendo ver a mi padre muerto, dejarla en el pórtico de la infraestructura de metal y hormigón. Nadie sabe que estamos aquí. Fósil probablemente me preguntará por ella cuando regrese, puesto que Petrushka y Miriam, a quiénes el ruso consiguió en casa cuando fue a ella por mi encargo y que estaban siendo las nanas de Beatrice, seguramente ya han notado su ausencia, pero sé que estaremos de acuerdo con que no podemos llevar a un recién nacido a la guerra. La única ventaja que tengo en este momento es el hecho de que no tengo nada que perder. No puedo permitirme preocuparme por ella todavía. Tampoco puedo arriesgarme a que esté desprotegida si algo me ocurre. Aquí al menos tendrá la opción de tener una familia en el caso de que no logre juntar los trozos de lo que queda de la nuestra. Un futuro dónde no tenga que esconder su inteligencia o contener sus respuestas, esforzarse el doble para ser oída, debido a que es mujer. Casi deseo que ese sea su destino.
Pero es mi sangre, una Cavalli, y su vida está ligada a la mafia.
─Adiós, Beatrice ─susurro, arrodillada sobre ella, quién duerme en paz a pesar de que su único pariente cerca está a punto de abandonarla por su propio bien─. Espero que volvamos a vernos pronto. Recuperaré a Flavio y a nuestro hogar para nosotras. Mientras tanto deberás esperar aquí. ─Mi tono tiembla─. Estos son los sacrificios que toca hacer por la familia, mi dulce niña. Lamento que lo tengas que aprender tan pronto.
Como si mi voz hubiera sido estímulo suficiente para despertarse, ella lo hace. Arruga la frente, apretando sus puños en el aire, y bate sus pies mientras me mira. Ha abierto los ojos. Empieza a llorar cuando retrocedo. Aunque existe la posibilidad de que no permanezcan de ese tono, de que se oscurezcan o aclaren, estoy segura de que Beatrice tiene los ojos Cavalli. Mis ojos. Los ojos de Flavio y de Francesco. Los ojos de mi padre. Reconsidero mis planes al verlos, pero el sonido de pasos acercándose, provenientes del otro lado de la madera, me hacen reaccionar y recordar que esto es necesario. Casi nadie sabe que existe y los pocos que sí nunca sabrán que la traje aquí. Corro hacia el escarabajo. Me marcho, lagrimas deslizándose por mis mejillas, al ver a una mujer con hábito inclinarse sobre mi hermana y recogerla. Ella continúa llorando. Por un momento, aunque sé que también es imposible que ella me distinga, nuestros ojos se cruzan y su mirada grita reproche, pero también dolor. Tanto de él que tras unos cuántos kilómetros me orillo y dejo caer mi frente contra el volante mientras mis hombros se sacuden, mi estómago apretándose con ansiedad.
Dejar de mis pastillas está resultando más difícil de lo que pensé.
*****
Conozco cada centímetro de Chicago. Cada intersección. Cada rincón. Todo lo que le pertenecía a los Cavalli. Lo que mi padre y mis ancestros consiguieron. Lo que aún no. También, gracias a Fósil, estoy familiarizada con el patrimonio de mi madre. Aunque son apenas las ocho de la noche, consigo colarme en el club de Iván, el mismo al que me trajo Francesco, sin ser reconocida. Para efectos prácticos, cambié mi peluca morena por una de las de Beatrice. También mi suéter, el cual reemplacé con un simple top negro que deja mi ombligo al descubierto y un abrigo de piel sintética que tomé de una tienda de segunda mano. Antes de salir del auto me maquillé como si hubiéramos retrocedido en el tiempo y estuviésemos a finales de los ochenta. Los hombres resguardando la puerta de la oficina de Iván me observan con hambre y sed de naufrago cuando me ven llegar.
─Buenas noches ─pronuncio en ruso─. Estoy aquí para ver a su jefe.
Ambos se miran entre sí antes de volverse a concentrar en mí. Lucen jóvenes, tal vez solo un par de años mayores que yo, y son atractivos. Uno de ellos es rubio y hermoso. El otro es pelinegro, su piel tan blanca que fácilmente podría camuflarse con la nieve. Algunas mujeres lo considerarían como parte del promedio, pero la mirada en sus ojos azules como el hielo es intensa y astuta. También tiene una buena mandíbula.
Probablemente no caerá en mi trampa, así que me concentro en el otro.
─¿Tienes una cita? ─pregunta.
─No. ─Alzo el mentón─. Pero si se entera que Sveta Vólkov estuvo aquí y no la dejaste entrar, probablemente te asesinará y utilizará tu cráneo para dejar caer las cenizas de sus cigarrillos hasta que ya no pueda fumar más. O, lo que es peor, pero no por ello descartable, para defecar.
Sus cejas rubias se alzan hasta casi tocar el inicio de su cuero cabelludo.
─Sveta Vólkov está muerta.
Le sonrió.
─¿Piensas arriesgarte a que me vaya y lo intercepte en algún otro lugar, me meta en su cama y lo convenza de que sufras el destino que he mencionado anteriormente por no dejarme pasar o si quiera anunciar mi presencia? ─Pongo una mano sobre su hombro. Es fuerte. Al igual del que su compañero, está enfundado en un uniforme negro con la tradicional decoración militar de los soviéticos─. Hazte un favor a ti mismo y acepta este consejo: yo no cometería el error de no dejarme entrar si fuera tú.
Estoy tan concentrada en mantenerle la mirada, en observar cómo pasa de estar reacio a ciertamente preguntarse si estoy en lo correcto, que no me doy cuenta del momento en que su compañero abre la puerta.
─Vamos, Vladimir, no pierdes nada si preguntas.
El rubio lo mira con incredulidad. Al ver que habla en serio, bufa.
─Si Iván me castiga por esto, personalmente me encargaré de la perra.
Acostumbrada a ser llamada así, le guiño un ojo.
─Aquí estaré.
Cuando desaparece en el interior de la oficina con un gruñido, miro a su compañero con agradecimiento. Este se encoje de hombros.
─No me mires así, preciosa. Sé que no eres Sveta. Luces demasiado bien para ser una mujer de cuarenta. ─Me sonríe. Sus dientes no están perfectamente alineados, pero son blancos─. Me gusta ver a mi hermano pequeño follar a sus mujeres antes de que me las de. Cuando Iván saque la mierda de él por interrumpirlo, irá por ti. ─Baja la voz─. Luego iré yo.
Contengo una sonrisa y cualquier respuesta a ello. Unos segundos después, Vladimir sale con una máscara de inexpresividad.
─Señorita Vólkov ─dice─. Puede pasar.
Tras haber conseguido lo que quería, no cruzo la mirada con la de ninguno de ellos. Ya frente a Iván, me dejo caer suavemente en el puesto frente a él. Luce tan impecable y sencillo como siempre. Un traje azul marino hecho a la medida de su cuerpo delgado. Cabello negro desordenado. Su escritorio está lleno de papeles y torres de dinero en efectivo.
─Sveta Vólkov ─ríe─. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Me quito las gafas de sol.
─En el infierno.
Su sonrisa se deshace con mi respuesta.
─Arlette Cavalli. No sabía que hablaras ruso. Tu padre nunca lo mencionó. ─Se echa hacia atrás en su silla negra de cuero─. Pensé que mis hombres me estaban jugando una broma de mal gusto con una prostituta. Sé que mi vida sexual no es de tu interés, pero la habría asesinado luego de follarla. No me habría gustado que jugaran con la memoria de tu madre.
─Lamento decepcionarte, pero que respetes o no la memoria de mi madre me importa menos que tu vida sexual. ─Iván alza una ceja─. Estoy aquí por negocios. Decir su nombre solo fue una manera de llamar la atención.
Su mirada oscura brilla con diversión.
─¿También te vestiste como ella y hablas en ruso para manipularme?
─Sí.
─Bueno, funciona... hasta cierto punto.
Ladeo la cabeza.
─¿Por qué no del todo?
─No eres una persona con la que pueda negociar. ─Niega─. Primero que todo, eres mujer. La Bratva no hace negocios con mujeres. Suponiendo el hecho de que pudiera pasar por alto eso, tu padre ha muerto. Estás siendo buscada por la Cosa Nostra. Estás siendo buscada por La Organización. Estás siendo buscada por los enemigos de tu padre, quizás también por sus amigos ─habla mientras enumera todas las razones con sus huesudos dedos─. Y ya no tienes nada que me sea de interés. Eres pobre. No podrás tocar el dinero de tu padre hasta que tu hermano sea mayor de edad y él te de lo que necesites. Tu compromiso con los Ambrosetti se disolvió, así que ni siquiera cuentas con su protección. Tampoco puedes meterte en mi cama. El fantasma de Carlo me acecharía cuando fuera por mi vaso de agua por las noches. ─Presiona sus labios entre sí, confundido─. Realmente no entiendo qué haces aquí, niña. Debiste haberte ido en el momento en el que viste a tu padre muerto. Ningún motivo es lo suficientemente fuerte para que hayas decidido quedarte. Incluso yo estoy entre los que podrían matarte. Amé a tu madre y tu padre me la quitó.
Afirmo.
─Pero no lo harás.
Iván alza una ceja.
─¿Por qué no lo haría? ─Pone los ojos en blanco─. He estado tras de ti por años. Te secuestré cuando tan solo eras un bebé. Entiendo que lo hayas olvidado por ti misma, nadie tiene una memoria tan buena, pero estoy seguro de que tu padre siempre te lo recordó.
Aprieto mis manos.
─Ya sé que mi padre me mintió para ocultar el hecho de que mi madre me vendió, en medio de su locura, a Luciano. No necesitas seguir fingiendo lo contrario tras su muerte. E Iván, si no asesinaste a mi padre luego de que te deformara la cara con su marca no me asesinarás ahora. ─Empiezo a poner mis cartas sobre la mesa─. Como esa verdad alivia cualquier tipo de rencor que pueda existir entre nosotros, no tengo ningún problema en continuar siendo tu socia de la misma manera en la que él lo era.
A pesar de la sorpresa en sus ojos, mantiene el tono de su voz burlesco.
─¿Qué te hace pensar que yo no lo asesiné?
─No tenías motivos. Él cumplió su palabra. Nunca me usó para poner sus manos sobre la Bratva o para eliminarla. En cambio, te hizo su socio. Les dio a los rusos algo con lo cual sostenerse además del tráfico de armas. ─Lo imito apoyando mi espalda por completo en la silla─. No fuiste tú.
─Aún si el asesino no fuera yo, ¿qué podrías ofrecerme?
Aún si el asesino no fuera yo.
Fueron tres hombres quiénes asesinaron a mi padre. No muchos conocen esa información, no Iván, así que eso disminuye las posibilidades de que sea uno de ellos. Por otro lado, sin embargo, puede tratarse de una mente maestra del crimen, quién soltó esa simple oración para despistarme.
Es algo que yo haría.
Dudo que él también, pero aún así no lo descarto.
─Mi padre fue quién prometió no meterse con los rusos. No yo.
Esta vez su sonrisa al escucharme se convierte en una mueca de molestia.
─¿Crees que viniendo a mi oficina a amenazarme conseguirás algo de mí? Arlette, pareces olvidarlo constantemente. Estás en la quiebra. Si no consigues un anillo en tu dedo, tu única opción es esperar a que tu hermano crezca como un hombre gentil, que podría no pasar, y te mime.
Me levanto.
─Ahí es donde te equivocas ─suelto─. No tengo poder sobre el dinero de mi padre, no todavía, pero sigo contando con el dinero de mi madre. Dinero que no he tocado en todos estos años, que cuando murió sobrepasaba el medio billón de dólares y mi padre se encargó de multiplicar por mí ─miento solamente sobre la última parte─. Si no aceptas mi propuesta en este momento, te arrepentirás toda tu vida y lo que exista después de ella.
Su mirada cambia ante la mención de mi herencia materna.
─Incluso si aceptara, ¿en qué consistiría nuestra sociedad? No estás en condiciones de lavar dinero para mí. Ni siquiera sé si sabes hacerlo. ─Palidece mientras una expresión cansada se apodera de su rostro─. Tampoco puedo creer que hayamos llegado a este punto de la conversación. Realmente saliste a Carlo, pero con la mirada de tu madre.
─Solo quiero una cosa, Iván, a cambio de prometerte que jamás te arruinaré reclamando mis derechos como Vólkov. ─Ignorando su cumplido, tomo asiento nuevamente frente a él─. Quiero una lista con el nombre de todos los hombres que te han comprado o a los tuyos arsenales de armas en los últimos meses.
Me mira con incredulidad.
─¿Estás pidiendo que traiciona a mis clientes?
─No ─murmuro─. Te estoy pidiendo que me ayudes a descubrir quién asesinó a mi padre. No sé quién lo hizo, pero sé qué tipo de arma usaron para matarlo y sé que tú eres el único en la ciudad que las suministra.
Niega, poco convencido, pero no del todo reacio.
─¿Por qué debería ayudarte en lugar de entregarte?
Le doy la respuesta que he estado preparando desde esta mañana.
─Porque soy la hija de mi madre.
*****
Cuando nuestra reunión termina y estoy a punto de salir de su oficina, Iván me detiene tomándome del hombro con gentileza.
─Si tus planes no marchan como crees, lo que estoy seguro de que será lo que pase, y terminas estando metida en problemas, no puedo hacer nada por ti. Lo sabes, ¿no? No es personal.
Afirmo.
─Lo sé.
─Bien.
Se echa hacia atrás, liberándome mientras abre la puerta para mí.
─Adiós, Sveta Vólkov.
─Adiós, Iván.
Los chicos que lucían sorprendidos cuando me dejaron pasar lucen aún más sorprendidos cuando me ven salir sin un rasguño. El de rizos negros gira la cabeza tan rápido que consigue un vistazo de mi rostro sin gafas. Los ignoro cuando paso junto a ellos, pero siento sus pasos tras de mí. Al llegar a las escaleras, me obliga a girarme para verlo.
No es brusco, pero sí insistente.
─Eres Arlette Cavalli.
Ladeo la cabeza.
─¿Cuál es tu nombre?
A pesar de que une las cejas, confundido con mi pregunta, responde.
─Alik.
Asiento. Es un nombre corto, pero lindo.
─Eres demasiado listo y apuesto para ser solo un soldado que se conforma con las sobras de su hermano menor, Alik. ─Me escabullo de la prisión que forma su cuerpo alrededor de mí cuando me suelta. Si me tardo mucho más, a Fósil le dará un infarto─. Deberías aspirar a más.
Tras hacer florecer la semilla de la discordia en su mente, me alejo sin mirar atrás. Iván me dio su palabra de que nadie además de sus chicos sabría que estuve aquí. Le creo. He analizado la escena del crimen en mi mente una y otra vez, al igual que he inspeccionado el cadáver de mi padre en búsqueda de pistas. No fue él quien lo asesinó. Nunca he entendido la relación que existía entre ellos, pero sé que a pesar de ser rivales se respetaban o se tomaban la molestia de fingir hacerlo. La manera en la que llego al muelle, sana y salva, es prueba de ello.
Iván no le habría disparado por la espalda.
Aquí el segundo cap
¿Qué tal les pareció la conducta de Arlette 2.0?
¿Esperan ansiosas el siguiente?
Dedicación de prefacio a: MariajoseValdez854
Dedicación del primer capítulo a: sharithe
Dedicación del segundo cap a: NicoBV
Siguiente a la que + comente, si llegamos a 2000 comentarios (entre todas, no una sola persona) mañana hay actu ♡
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