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Capítulo 14:

ARLETTE:

Ya que había terminado con la mayoría de mis exámenes antes de la muerte de Carlo y el director me ayudó a hacer los que faltaban desde el hotel, la llegada de mi título de preparatoria no se atrasará. Mi nombre será pronunciado durante la graduación, pero nadie irá por él. Cuando lo obtuviera, se suponía que mi padre estaría aplaudiéndome entre los presentes. No estoy lista para alzar la mirada y no verlo en el público. Ni a él, ni a Beatrice. Ni a pequeña Beatrice o a la vieja visión de nuestra familia.

Pero tras unos días de mi última jugada, poner a Constantino Ambrosetti en su sitio, Hether y Verónica me convencen de ir a nuestro baile de graduación. Aunque en un principio me niego, no es precisamente época de bailes, termino aceptando cuando Fósil trae a mi suite un hermoso vestido, aún en su bolsa, que Beatrice hizo que un diseñador de Milán pasara meses fabricando para mí. Está lleno de pedrería puesta artesanalmente. Es rosa suave. Es un vestido de princesa, con escote en forma de corazón y cinturilla alta que se complementa con una falda suelta, de un material suave y ligero, salvo por la abertura en una de mis piernas y la especie de capa transparente, del mismo tono rosado, cubriendo mi espalda. Tiene inspiración griega. También vino con zapatos. Sandalias de tacón y una sola tira con dos más en los laterales que se enredan como serpientes criadas en una mina, de diamantes, en torno a mis pantorrillas. Lo complementé con brazaletes del mismo estilo en mis antebrazos, una gargantilla dorada con una hilera pequeña de diamantes colgando y pendientes en forma de lágrima ocupando mis orejas.

Cuando Gavin, que me hizo un maquillaje dorado y rosa de pestañas largas y abundantes, me ve salir del cuarto del armario con él puesto, su frente se arruga a pesar de la apreciación en sus ojos. No es precisamente mi estilo, no ahora, pero la Arlette de antes, incluso molesta como estaba con Beatrice, habría estado encantada con él. Mi estilista se levanta con las mejillas sonrojadas cuando le ofrezco mi mano. Es gay, también posee una personalidad sumamente varonil y silenciosa, pero se sonroja mucho a mí alrededor. Supongo que lo pongo nervioso.

No voy a fingir que no entiendo por qué.

─Vamos tarde ─suelto cuando, en compañía de Luc y tres guardaespaldas más, ninguno de ellos Fósil, entramos al ascensor─. ¿Estás preparado para morir... de aburrimiento?

Gavin, cuyos ojos azules se habían llenado de terror al inicio de mi pregunta, ajusta la corbata de su traje negro de saco de terciopelo mientras la emoción inunda sus ojos y asiente. Es mi cita esta noche. Fósil no nos acompaña porque, hasta que hayamos obtenido algo de estabilidad, su única misión es proteger a Flavio. Es el único en el que confío para la tarea. No se despega de mi hermano en ningún momento, así que no nos hemos visto mucho últimamente. Tampoco he visto mucho a Flavio. Cada vez que veo su cara, lo único en lo que puedo pensar es en la pequeña Beatrice y en Luciano. En contarle sobre nuestra hermana, lo cual aún no es seguro. Es un chico listo, sabe que no la maté, que ella vive, pero no donde está o con quién. En lamentarme no haber tenido más tiempo o recursos para torturar al tratante por tomarlo.

Odio la ausencia de los rizos dorados en su cabeza.

─Por primera vez en mi vida me siento como la amiga fea ─gruñe Hether mientras coloca sus labios directamente de una botella de whisky─. Verónica, esta perra malvada nos usará toda la noche para verse aún más bonita en comparación con nosotras. Conozco el truco. ─Arruga la frente─. No, yo inventé el truco.

Tanto Verónica como ella lucen bien en sus respectivos vestidos, el de Verónica azul, de falda de gasa y corsé de cuero del mismo tono, el suyo blanco y celestial de una sola manga y figura de sirena. Aún no ha decidido qué hacer con el hijo de Luciano. Aunque ya encontré un médico para ella, no ha tomado la decisión. Sería hipócrita de mi parte animarla a abortar solo por la procedencia de los genes del embrión o feto, no sé cuánto tiempo de embarazo tiene, cuando mi madre era igual de monstruosa.

Es su decisión.

Pero aunque no lo diga en voz alta, creo saber cuál ha tomado.

*****

Cuando entro en San Antonio, probablemente la última vez que lo haga, no puedo evitar pensar en cómo era estar aquí unos años atrás. En mi primer día de secundaria. Recuerdo que papá se tomó la mañana libre para traerme personalmente. Aunque de igual forma sus escoltas nos seguían, solo íbamos Fósil, él y yo en el Cadillac. Carlo Cavalli conducía. De no ser por el arma en la cinturilla de sus pantalones, casi lucíamos como una pareja de padre e hija promedio. La parte posterior de mis ojos quema cuando las palabras que me dijo aquella vez se reproducen en mi mente como si estuviera diciéndolas nuevamente junto a mí.

No les enseñes quién eres realmente, Arlette.

Mi mano se estremece cuando la paso por la barandilla metálica de la escalera. Mis labios se curvan hacia arriba mientras recuerdo mis peleas con Hether. Era solo una estúpida bully, creo que a pesar de lo que le pasó con Luciano aún lo es, pero no era la única actuando inmaduramente. Yo también. Nunca debí caer en su juego, acercarme a Verónica, pero no me arrepiento.

Sé que es difícil, pero no llames la atención.

Trago, acercándonos ya a las puertas dobles del gimnasio.

Él me decía cosas tan parecidas a las que me dice Vicenzo.

Ambos me conocen bien, pero a veces actúan, actuaban, como si no. Mi padre al pedirme que me escondiera a mí misma, en todo momento, en el fondo de mi mente. Mi ex prometido al sugerir que lo mejor para mí era dejarme pisotear, dejar pisotear mi apellido, mi sangre y mi herencia, por todos los demás.

Puedo cuidarte...

No, pienso, ya no.

... Francesco puede cuidarte, pero necesitamos tu ayuda.

Si hacerlo no me hiciera lucir como una demente, pondría los ojos en blanco. Francesco, como él parecía pensar, no está listo para cuidar nada. Ni siquiera a sí mismo. Es demasiado sentimental. Demasiado pasivo. Necesita perder su corazón antes de ocupar con éxito cualquier posición. Papá no logró romperlo. Sé que lo torturó. Sé que le hizo hacer cosas con las que mi primo no estaba de acuerdo. Sé que le enseñó todo sobre cómo ser un capo. Que está sumergido en la oscuridad, pero también que hay una parte de él que se resiste a ello. Flavio, en cambio, es de naturaleza noble y leal, pero acepta nuestro legado con los brazos abiertos.

Es irónico que esa bondad sea lo que más ame y odie de ellos.

De lo que debo protegerlos.

Hazme sentir orgulloso.

Cuando las luces de neón calientan mi piel y la música llena mis oídos, Verónica y Hether junto a mí, los rostros de los chicos con los que hemos estudiado por años se fijan en nosotros. La mayoría de ellos lucen como si no entendieran cómo la líder del grupo de porristas, la loca y la nerd terminaron siendo amigas. Hether bufa.

Ten un lindo primer día, mi dulce niña.

Una linda última noche, papi, corrijo.

Una última noche fingiendo.

*****

Las usé durante quince años, así que actuar como si aún estuviera tomando mis pastillas no es tan difícil. Todavía siento una sensación de náuseas que nunca me abandona y a veces empiezo a sudar en frío sin motivo alguno, efectos secundarios de dejar la medicación, pero salvo por las emociones y el aumento de la intensidad de mis pensamientos, de la manera de visualizar el mundo, nada ha cambiado. Sigo siendo capaz de comportarme como mi papá quería que fuera: sumisa, callada, refinada.

Solo que ahora sé que lo detesto.

─Ve ─animo a Verónica cuando un chico con gafas se acerca para invitarla a bailar, a lo cual ella niega a pesa del deseo en sus ojos.

Hether ha ido al baño y Gavin ha ido a recorrer el sitio, probablemente buscando una conquista, puesto que no hay muchos hombres homosexuales en nuestro día a día, en especial entre nuestros escoltas, así que no quiere dejarme sola.

Sola, entre comillas, debido a que me encuentro con Luc.

─¿Estás segura? ─pregunta antes de aceptar.

Afirmo.

─Sí, no te preocupes por mí. ─Relleno mi copa con champagne rosado. Tanto el champagne como nuestra mesa, situada en una esquina alejada del brillo y del glamour de los niños ricos de Chicago, han salvado la noche para mí─. Estaré aquí con Luc.

Luc, que luce atento, pero como si estuviera siendo castigado, asiente con una sonrisa cuando le doy un suave codazo. Verónica suspira antes de ponerse de pie y aceptar la mano del que recuerdo como uno de sus extraños amigos becados. No puedo evitar sonreír cuando él pisa fuertemente su pie y Verónica hace un puchero, conteniendo las lágrimas, pero aun así continúa bailando. Luc se ve como si en cualquier momento pudiera tomar su pistola y suicidarse, no es la compañía más entretenida, así que me levanto y le hago señas a otro de mis hombres para ir al baño, un rubio de cabello casi blanco y mirada oscura que me espera en el oscuro pasillo en el que hay adolescentes besuqueándose, su mirada atenta a cualquier movimiento.

Desde hace media hora Hether está encerrada en él.

─¿Hether? ─pregunto a penas entro.

Pero no necesito buscar mucho para entender lo que sucede. Sus viejas amigas salen cuando me ven llegar. Me miran fugazmente antes de correr fuera del lavado femenino. Hether está apoyada en el lavado con los ojos llenos de lágrimas. Su cabello rubio continúa perfectamente arreglado, lacio sobre su espalda, pero su maquillaje se ha corrido. Tenso la mandíbula. No debería rebajarme a ello, ella es perfectamente capaz de cuidar de sí misma, pero de igual manera tomo el estuche junto a ella y empiezo a retocar su maquillaje ante su mirada incrédula.

─Jenna... Jenna dijo que ya no querían ser mis amigas. Les dije que había estado siendo violada por semanas, no les dije por quién, y que ahora estoy embarazada, pensando que me apoyarían, pero ambas dijeron que me lo merecía ─explica.

Bueno, Hether no es la mejor persona.

Pero tampoco es la peor.

─El karma existe ─susurro─. Pero ninguna mujer merece pasar por la situación que las chicas y tú tuvieron que vivir. Si quieres que las haga pagar por lo que te dijeron, solo tienes que pedirlo.

Hether sorbe por su nariz mientras niega.

─No. No les daré más importancia a esas perras sin personalidad.

Una lástima.

Tras terminar de limpiar las manchas que el rímel corrido dejó sobre su bronceada piel, ambas nos dirigimos de regreso a la fiesta. Mi escolta nos sigue con la mandíbula apretada. Ya es cerca de la medianoche y la revelación de la reina y el rey del baile está cerca, así que a los minutos, cuando el director ocupa el escenario repleto de globos dorados y plateados, serpentinas colgando del techo, Verónica se reúne con nosotros entre la multitud, sus mejillas sonrojadas y su labial rosado corrido.

No pregunto, pero Hether sí.

─¿Te follaste a Liam cara de bagre? ─chilla.

Verónica me mira antes de enfrentar a Hether.

─Sí.

En lugar de seguir molestándola, como pensé que haría, ella ríe.

─Genial. Lo he visto en gimnasia. Su pene es enorme. Si pones una bolsa de papel sobre su cabeza, creo que puedes conseguir un orgasmo. A menos que te guste la idea de ser follada por un espantoso pez ─dice, lo cual hace reír suavemente a mi amiga.

No es mi estilo meterme con el aspecto de las personas, estoy más concentrada en su toma de decisiones o en el poder que poseen, pero Hether tiene razón. Liam parece un bagre con gafas. Mientras el director da su discurso sobre lo duro que para él es ver cómo nos hemos convertido en adultos, las escucho tanto a ellas hablando de Liam como a él. Cuando finalmente dice el nombre de la reina de la promoción de este año, debe repetirlo dos veces para que este entre en mi cabeza y sea asimilado.

En la mía y en la de todos los presentes.

─Arlette Cavalli, ¿puede subir al escenario, por favor?

Antes de ser capaz de caminar hacia él sin tambalearme, mi mirada se cruza con la de Hether y Verónica. Ambas se miran entre sí con complicidad. La primera se encoje de hombros.

─Hice que cambiaran mi nombre por el tuyo ─susurra─. Te debo la vida, Arlette. Sé que no es gratis, pero la opción que me diste es mucho mejor a la que incluso mis padres me dieron.

Aún sin entender, observo a mi mejor amiga.

─Es cierto. Yo la ayudé.

El director vuelve a llamarme, hay cientos de pares de ojos mirándome, así que camino hasta el escenario. Ni siquiera sé el nombre de la mitad de las personas aquí. Solo he hablado con unos cuantos. Verónica, Bartolomé y Hether son los únicos entre los presentes que me conocen. Aun así, mientras ellos me observan con burla, desprecio o pena, sé quiénes aquí tendrán un futuro y quiénes no. No es algo que deduzca, es instinto.

Hay un montón de ricos del montón.

Hay ricos que lo perderán todo.

Hay ricos que jugarán a ser como yo.

Pero no podrán.

─Gracias ─susurro sobre el micrófono mientras la corona es posicionada sobre mi cabeza, un modelo de fantasía que encaja a la perfección en el peinado que Gavin me hizo.

Cuando anuncian al rey de la graduación, mi garganta se seca.

─Jamie Davis. ─El director se atora al darse cuenta de que Jamie no está aquí para recibirlo. Quién le entregó los resultados de la votación, una chica que rápidamente sube al escenario para entregarle otro papel, debió haber olvidado modificarlo─. Lo siento. Ya que el señor Davis no puede recibir su corona debido a sus compromisos con la ley, el segundo lugar lo hará. Bartolomé Vaughn, por favor, suba al escenario a reclamar su puesto.

Los chicos del equipo de fútbol palmean la espalda de su amigo mientras este sonríe y sube al escenario. Cuando se posiciona junto a mí y me ofrece su antebrazo, lo acepto devolviéndole la curvatura de labios. En ausencia de Jamie, Bartolomé es la mejor opción. Aunque dejó el equipo, todos lo aman por ser el alma de las fiestas. También es lo suficientemente atractivo para ganar los votos de las chicas. Una parte de mí sospecha que Hether y Verónica también tuvieron que ver en su elección como rey, pero de verdad no me sorprendería que hubiera ganado por sus propios medios. Es excesivamente amable, gentil y divertido. Ahora que su cabello ha vuelto a su antigua tonalidad oscura, se ve apuesto de una manera varonil y elegante en su traje oscuro de tres piezas y elegantes y pulidos mocasines. Es el chico que todos desearían.

─Y ahora, señoras y señores, el baile del rey y la reina.

Rodeo su cuello con uno de mis brazos, el otro de ellos en el aire con nuestras manos entrelazadas, mientras mi mejilla es presionada contra su pecho y nuestros pies se mueven en sincronía. No soy una experta de la danza, pero mis clases fallidas de ballet me enseñaron lo suficiente. Al suave sonido del vals que bailamos se le une su voz cuando presiona sus labios contra mi oído. No he olvidado su declaración de amor fuera del club.

Tampoco he cambiado de opinión con respecto a él.

─Mi padre me odia aún más que antes por tu culpa ─dice─. Por primera vez en mi vida, sus golpes tienen una razón. He empezado a disfrutarlo. Ahora, cada vez que se desquita conmigo, sé que es por ti, porque Arlette Cavalli está haciéndole la vida imposible, y, de cierta manera, por mí al haberte ayudado. Ya no necesito el cabello verde o actuar como un imbécil para hacerlo pagar por ser un padre de mierda. Eres lo mejor que me pasó.

Aunque lo usé, Bartolomé sacó algo bueno de ello.

Eso me hace sentir mejor, pero no lo suficientemente mejor.

─De nada.

Las presentes lo están exigiendo, están clamando por ello. Esta última noche se trata de fingir, de cerrar por completo un ciclo, así que coloco mis manos en sus mejillas llenas de pecas y presiono suavemente mis labios contra los suyos. Bartolomé gime y coloca sus manos en mi cintura para estrecharme fuertemente contra él. Mientras mis labios se abren para los suyos y las personas a nuestro alrededor claman, no puedo hacer más que mirar al más recientemente integrante de mi equipo de seguridad.

*****

No he dormido en días, casi semanas, así que hay una constante punción y sensación de neblina en el interior de mi cráneo. Me niego a volver a tomar pastillas, por lo que cuando llegamos al hotel y terminamos de celebrar, Verónica, Bartolomé, Hether y yo, a quiénes echo gentilmente de mi habitación, cierro mi puerta por unos segundos, enfurecida por la decisión que me estoy viendo forzada a tomar, antes de volverla a abrir y mirar al chico rubio que ha estado cuidándome las espaldas durante toda la noche. Antes Francesco era la única persona capaz de hacerme sentir protegida y a salvo de mí misma, a parte de mi padre, pero ahora el pensamiento de depositar mi vida en sus manos casi me hace reír.

─Necesito quitarme el vestido.

Sus cejas se alzan. Él niega.

─Soy tu guardaespaldas. No tu prostituto.

─Bien. ─Mi mirada viaja al otro hombre que lo acompaña durante su guardia. Rodrigo. Su cuerpo es atractivo, pero su rostro es similar al de Liam, pero sin lentes─. Rodrigo, ¿podrías...?

Antes de que termine de hacer la pregunta, soy empujada dentro de mi habitación. Al otro lado de la puerta, Rodrigo toca suavemente y pregunta si estoy bien. Le digo que sí mientras siento sus manos trabajar en el cierre situado en mi espalda. Cuando la tela cae alrededor de mis tobillos, formando una trampa alrededor de mis sandalias, me doy la vuelta para enfrentarlo.

Lleva el mismo traje blanco que ha estado usando toda la noche. Bajo él hay una camisa del mismo color. Sin corbata. Su cabello está peinado hacia un lado, lo cual acentúa sus facciones. Se ve bien, pero también torturado y mortificado con nuestros roles.

Me pertenece.

Soy la dueña de la muerte.

─Vicenzo... ─susurro─. Quédate. Necesito dormir.

Su frente se arruga mientras me empuja nuevamente hacia atrás.

─¿Qué juego estás jugando ahora?

Aunque lo parezca, no estoy tomándome una pausa de mi venganza. Solamente bajé la intensidad con la que la estoy cocinando. Mientras esta está lista, sin embargo, debo prepararme para ejecutarla. La noche que Vicenzo se dio cuenta de que su padre le debía todo al mío, él y yo llegamos a un acuerdo.

Si dejaba a su familia relativamente en paz, trabajaría para mí.

Arrebatarle a su hijo, por el momento, sació mis ganas de hacer pagar a Constantino por intentarse aprovecharse de nuestra situación para quitárnoslo todo. Aunque sé que llegará un momento en el que no será suficiente, no estoy preparada para enfrentarme al rostro de Aria, quizás tampoco al de Penélope, cuando se dé cuenta de quién está clavando un cuchillo en el corazón de su esposo. Tampoco puedo presionar a este tanto.

Si se quiebra, se verá forzado a actuar como mi enemigo.

No puedo permitírmelo.

No aún.

A ninguno ─respondo─. Simplemente quiero descansar.

Estoy en lencería y zapatos altos, así que aunque me odie, Vicenzo no es capaz de negarse. Cuando me ve ocupar el centro de la cama con dosel, su instinto lo obliga a quitarse el chaleco y a acercarse. Lucha contra su propia naturaleza, sin embargo, por partida doble, cuando se acuesta junto a mí y se da cuenta de que no tengo pensado ejecutar ningún tipo de movimiento.

Lucha contra sus ganas de matarme.

Lucha contra sus ganas de follarme.

Si hace cualquiera de las dos cosas, o ambas, no está listo para las consecuencias.

Yo tampoco.



Hola, espero que el capítulo les haya gustado

¿Cuál fue su parte favorita?

¿Ansiosas por el siguiente?

Capítulo dedicado a MercyOfMeShawn por todos sus comentarios, siempre <3

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