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Capítulo 13:

VICENZO:

Cuando acabo con mis labores del día, el par de hombres de los que tenía que hacerme cargo corriendo por el desagüe de sus casas, me acerco al prostíbulo de Constantino. Aunque esperé que todo a mi alrededor explotara ante el nombramiento de Arlette como parte oficial de la mafia siciliana, el Outfit ha reaccionado con sorpresiva tranquilidad. La noche que Marcelo anunció que se haría cargo de los negocios de su familia, estos se quejaron al instante, pero rápidamente fueron amenazados como respuesta. Hasta el momento no sé de ningún atentado que se haya hecho en su contra, pero no me extrañaría oír de alguno pronto, puesto que no solo se trata de que ella esté yendo en contra de todas las normas de nuestro mundo, de que Marcelo lo esté permitiendo, sino de que además esté probando ser buena en ello al sacar a Luciano y a Morello del panorama con sorprendente facilidad. Sin titubear o temer las consecuencias. Los hombres de La Organización aún no se han reunido para hablar sobre el tema, pero estoy seguro de que la verán de la misma manera. Como tener que pasar por un puente situado a miles de metros por encima del suelo con los tablones flojos y desgastados.

Como una amenaza.

Fuerzo mi mente a dejar de concentrarme tanto en ella como en nuestra última conversación cuando Don, tras la barra, coloca un trago de whisky frente a mí. Hay un par de putas calentándose mutuamente para mí en una de las habitaciones de arriba a las que no tengo pensado defraudar, pero necesito algo de alcohol en mi sistema si quiero olvidar el hecho de que una mujer, mi ex, precisamente, se está adueñando de Chicago.

Mi ex, a la que casi puedo decir que violé, pero dicho término es extraño y distorsionado en nuestro mundo y más aún en nuestra relación. Ella aceptó. Cedió a ello, en realidad, a cambio de mi ayuda, lo cual hace el hecho de que haya sido duro el problema, pero ella también se drogó para joderme. Se durmió con mi pene en su interior, por no mencionar que perdió su virginidad con alguien más cuando sabe que las mujeres mueren en nuestro mundo por eso. Estoy seguro de que si hubiera ido a la policía a denunciarme, ambos hubiéramos terminado en el psiquiátrico.

Pero entre nosotros, cosas como esas de alguna manera tienen lógica.

Tiene lógica que su ennegrecido corazón le pertenezca únicamente a los hombres de su familia, quiénes a su vez le entregan todo del suyo propio. Tiene lógica que sea capaz de ridiculizarme cada vez que desee, a costa de su inteligencia y rápido sarcasmo, pero a cambio me permita ser agresivo con ella cuando esté excediendo el límite. Tiene lógica que asesine a hombres por ella. Tiene lógica que envenene a mis putas. Tiene lógica me trate como basura porque soy el único que la puede ver como realmente es, quién ya no la subestima, y tiene lógica que la trate como un desastre inminente porque eso es lo que malditamente Arlette es.

Bueno, tenía.

Ya no le intereso.

Suelto un gruñido áspero tras mi trago número veinte y me levanto, mi mente lo suficientemente ligera para continuar la noche. Empiezo a quitarme la chaqueta de camino a la habitación en la que mis putas esperan. Algunas intentan acercarse, pero la mayoría de ellas me conocen y notan que no estoy de humor. Para cuando empujo la puerta y obtengo un vistazo de Melanie entre las piernas de una de sus amigas, una castaña de piel clara que noté apenas entré en el local, ya estoy sin camisa y desabrochando mis pantalones. Mientras coloco una mano en torno a mi eje y bombeo, las observo por unos minutos antes de acercarme.

─Suficiente ─gruño antes de situarme en el borde del colchón─. Tú, chupa. ─La castaña se acerca a gatas. Me mira fugazmente, una sonrisita traviesa en sus labios, antes de meter mi pene en su boca. Suelto un sonido lleno de aprobación. Lo hace bien. Fijo mi atención en Mel─. Tócala y tócate mientras lo haces. No quiero poner mis manos sobre ustedes esta noche.

Aunque de todas formas estoy pagando la tarifa completa por esto y debería sentirse aliviada de que esto sea lo único que quiero de ellas, veo molestia destellar en su mirada, la cual se concentra en mi torso y en la visión de su compañera de trabajo haciéndome una mamada mientras hace lo que le pedí. Sabe que llevarme la contraria no conllevará un lindo castigo. No la azotaré. No la amordazaré. Acabaré con su vida. Metafóricamente, haciendo que la despidan. Literalmente, asesinándola.

Después de que deposito mi semen en la boca de la otra puta, hago que lo compartan y se lo traguen como niñas buenas. No tengo nada más que hacer aquí, por lo que dejo varios billetes de cien sobre la mesita de noche antes de irme. Estoy pensando en qué mierda comeré, si alitas de pollo, las cuales odio, o en McDonald, lo cual odio mas, cuando capto el contorno de una figura familiar entrando en el club. Francesco. Me veo tentado de advertir a las putas que se le acercan sobre él, pero sus ojos azules no están puestos en ninguna de ellas, sino en mí mientras las rechaza con la mayor gentileza posible, pero con expresión asqueada.

Apuesto todo lo que tengo a que sigue siendo virgen.

─Vicenzo...

Corto cualquier mierda que iba a decir estampando mi puño contra su rostro. No solo estoy enojado con él por dejarme pensar que era un traidor, sino por excluirme. En lugar de acudir a mí, escogió a Kai y a Emi. Entiendo los motivos de Arlette para no confiar en mí, pero los suyos no. Francesco me conoce. Es mi hermano. Sabe que me importa una mierda el dinero. El poder. Que mi única pasión, a parte de las putas y de matar, es la comida.

─Eso es por olvidarte de mí. ─Vuelvo a golpearlo, lo que finalmente hace que se tambalee hacia atrás─. Esto es por permitir que Arlette se arriesgara fingiendo ser una de las putas, digo, esclavas de Luciano, ¿en qué estabas pensando? ─Aunque ya no forma parte de mi vida, pensar en ella en esa posición enferma mi estómago. En especial después de nuestra última conversación─. Debiste resolverlo por tu cuenta

─Aún no sabíamos que él tenía a Flavio. Teníamos que entrar. ─Mantiene su expresión de facciones hinchándose por mis golpes concentrada en mí─. Y matarlo no era suficiente. Ahora, gracias al plan de Arlette, podemos destruir todo su imperio desde dentro. Una isla no es lo único que tenía.

Mi garganta se seca.

Sigo diciéndome a mí mismo que no es mi problema, pero ellos están corriendo en dirección a la oscuridad más turbia. Los amigos de Luciano no estarán felices con lo que sea que hagan. Probablemente los amigos de Morello se vengarán. Estoy seguro de que aún tienen a los enemigos de Carlo encima. Si todo marcha a su favor y Arlette se deshace de ellos, ¿quién quedará? ¿Marcelo y sus otros súbditos? ¿Qué tan rápido la paz se esfumará y empezará a reinar el caos? Ambos están olvidando todos los principio que su tío les enseñó, el hecho de que una guerra conlleva pérdidas, pero no es como si estos lo hubieran mantenido vivo por mucho tiempo. La línea de mi mandíbula se endurece. Aún no he hablado con mi padre, no estoy listo para otra discusión en la que no compartiré su punto de vista, puesto que probablemente será el de un cobarde, por lo que no tengo ni idea de cuál es su posición. Ya que al trabajar con Luciano se convirtió en un lame botas sin escrúpulos, no me sorprendería que haya regresado al equipo de Arlette. Tampoco que continuara insistiendo con una boda, lo cual es ridículo para todos excepto para él. Con respecto a mí, sigo sin superar que Marcelo haya accedido a ayudarla a convertirse en una criminal. Que la estén dejando hacer lo que quiera con Chicago.

Cuando le ofrecí mi ayuda, lo hice sabiendo que estaría allí para detenerla. Para frenar su locura, una de la que el capo parece aún no ser consciente. Casi siento pena por él. Francesco, en cambio, luce levemente preocupado, pero igual de feliz por el éxito que está teniendo su prima.

Me cruzo de brazos con una ceja alzada.

─¿Por qué viniste? Emi y Kai no están aquí.

Francesco rueda los ojos.

─No seas una puta celosa. Mi pene sigue prefiriéndote. ─Una sonrisa adorna su rostro─. Vine porque necesito tu ayuda en algo.

─¿En qué?

Se encoje de hombros.

─Prefiero que sea una sorpresa. Si te lo digo, no estoy seguro de que aceptes y si te niegas sé que te arrepentirás después.

*****

Pasamos por mis alas de pollo antes de ir en su Lamborghini púrpura a la zona industrial de Chicago. Escupo un hueso dentro del recipiente con forma de cubo de basura cuando me doy cuenta de hacia dónde nos dirigimos. El subterráneo de Marcelo, dónde no me encuentro en la lista de invitados de honor. Si existe una lista, en cambio, de las personas que le deben meter un tiro a penas las ven llegar, estoy seguro de que mi nombre está encabezándola. No soy un marica, así que no me quejo en voz alta hasta que nos permiten entrar y acceder a través de un ascensor privado que nos conduce directamente al pasillo dónde se encuentra la oficina de Marcelo, lo que me recuerda lo muy estrecha que es su relación con él.

Gracias a Arlette.

─¿Por qué me trajiste aquí?

Francesco tiene el descaro de sonreír.

─Casualmente el último cargamento de Morello llegó ayer. Marcelo lo distribuyó. Ya tiene las primeras ganancias. Milad me contó que estás aprendiendo a ser el jefe, así que pensé que apreciarías que te enseñara un par de cosas. ─La curvatura de sus labios desaparece─. Y tampoco trago a este hijo de puta. Me di cuenta de que lo haces sentir incómodo, así que por eso te traje. Puede que aumente nuestro porcentaje de ganancias al doble con la única condición de que te saque de la habitación.

─Está obsesionado con Arlette ─gruño.

─Está arriesgando su posición al respaldarnos, no te puedo contradecir, pero mi prima lo hizo dos veces más rico de lo que ya era.

Contengo un bufido.

Su posición.

De no ser por Carlo, ya no la tendría.

Probablemente yo tampoco, puesto que seguro me habrían matado antes de salir del subterráneo, pero ese no es el punto. El punto es que Marcelo pierde parte de su toque intentando ser un caballero de brillante armadura cuando todos aquí sabemos de lo que es capaz. Como, por ejemplo, de olisquear la comida de otro. Un platillo década y media menor que él.

─Francesco. ─Cuando entramos en su oficina, sus ojos verdes evalúan primero a Francesco antes de reparar en mí─. Vicenzo. Qué desagradable sorpresa. ─Le sonrío con mi última alita de pollo en la boca. Está usando un traje que pasaría por barato de no ser por sus mocasines. Odio usar uno, pero cuando lo hago me aseguro de hacerlo bien. A parte de su posición, no sé qué vio Arlette en él─. Pensé que al morir Carlo y al no estar comprometido con Arlette, habías terminado con los Cavalli.

─Francesco es como mi hermano. Si me quiere aquí para joder con tu mente, aquí estaré ─respondo tomando asiento junto a su bar.

El efecto del whisky que tomé en el prostíbulo ya ha pasado, así que me sirvo una copa. Marcelo gruñe en mi dirección, pero no me dedica ninguna palabra más. Mientras sus hombres traen maletines repletos de dinero en efectivo, cuento cinco, y se los presenta a Francesco, no hago más que pensar en lo agradable que sería atravesar su cráneo con cualquier filo.

Lo odio, me doy cuenta.

Es como, sin razón alguna, puesto que las putas no se deben interponer en el negocio, no hubiera espacio suficiente en esta habitación para contenernos a ambos. La terraza del restaurante de papá es mucho más grande e incluso ahí me sentí igual. Aunque haberlo hecho podría haber significado mi muerte, no ha pasado un día en el que no lamente no haberlo asesinado. Estuve tan cerca. Su nariz se ve más torcida que antes debido a los golpes de mi rodilla. Dos más y habría acabado con él.

Le habría llevado su cabeza en una bandeja de plata a Arlette.

La habría obligado a besarlo frente a mí.

─Creo que alguien le gusta lo que ve ─dice el que me he dado cuenta que es su hombre de confianza, un tipo con barba y tatuajes de la misma edad que tiene Marcelo, entre risas, señalando mi erección─. Falso bebé Ambrosetti, ¿quieres biberón? Te prometo que mi leche estará caliente.

Cuando tanto él como otros hombres de Marcelo ríen, me levanto.

Al darse cuenta de que su jefe no se interpondrá entre ellos y yo, una decisión inteligente, tomo la hojilla que siempre guardo en mi bolsillo.

─¿Tus amigos y tú se cogen entre ustedes? ¿Eso es lo que hacen? ─pregunto mientras tomo al más joven e inexperto de ellos y le bajo los pantalones─. ¿O son solo bromas? Si es así, no me hace gracia. La mafia no acepta a hombres que no disfruten de una vagina. ─Eso es cierto, pero no significa que sea homofóbico. Obtengo erecciones asesinando y pensando en Arlette danzando con la necrofilia, así que no soy quién para juzgar. Lo que digo, sin embargo, es una carta blanca para hacerles lo que desee. Eso y el hecho de que soy un invitado de Francesco, así que los perros de Marcelo debieron haber mostrado algo de respeto─. Así que me pueden agradecer por hacerle más fácil el trabajo a su compañero.

Antes de que el chico pueda entender lo que está sucediendo, tengo sangre y la mitad de su pene en mi mano.

─Jefe... ─gruñen dando un paso hacia adelante al ver el cuerpo de su compañero desplomándose sobre el suelo.

Marcelo niega.

─Agradezcan que le dejó algo. Yo lo habría cortado todo. ─Les ofrece una dura mirada. Francesco luce incómodo, pero no impresionado. Me ha visto haciendo cosas mucho peores─. No pueden burlarse así de alguien como él y no esperar consecuencias. Espero que esto les sirva de lección.

Por primera vez, estoy del todo de acuerdo con algo que dice.

Me interpongo entre su mano derecha y la puerta cuando está por salir.

─Es como lo prometiste. ─La culpa llena sus ojos saltones. También la ira. El asco y las náuseas cuando me ve lamer la sangre de su compañero de los dedos─. Muy cálida. Gracias por la recomendación.

*****

─Bueno, eso fue entretenido ─suelta Francesco cuando nos encontramos de vuelta en su auto, los cien millones que le dio Marcelo en la maletera. A diferencia de cuando vinimos, ahora hay dos camionetas estacionadas tras nosotros─. Ahora que tenemos el dinero en efectivo, se lo damos a alguien para que invierta en una de nuestras compañías. Alguien que ya sea rico y no tenga que dar muchas explicaciones acerca de dónde proviene. Esa es la manera fácil. La difícil es esconderlo por separado. Ambas conllevan riesgos, pero es más complicado concentrarte en varias sumas. Una vez el dinero esté dentro de la contaduría de alguna de nuestras empresas, podemos hacer prácticamente todo lo que queramos con él, pero eso conlleva un montón de otras cosas que te puedo explicar después.

Afirmo.

No me ha dicho nada que nuevo, lo que me decepciona, pero no le pediré clases. Me avergüenza, incluso frente a él, lo mucho que me cuesta esta parte. Si pudiera elegir, me quedaría justo cómo estoy.

Soy bueno haciendo cortes.

Sintiendo la manera en la que el tejido cede entre mis dedos.

Sintiendo la sangre.

─¿Quieres pasar por algo de comer al restaurante? ─pregunto, cambiando de tema─. Las alitas no fueron suficientes y me vendría bien otra copa.

Por un momento la preocupación se apodera de sus ojos azules, pero termina asintiendo y encendiendo el motor del Lamborghini.

─Si, está bien.

*****

Lo primero que hacemos al legar es pedir una pizza de la casa y una botella de whisky. Nos sentamos tras la barra en lugar de en las mesas. Mientras esperamos que llegue, me levanto para pasar por la oficina de Constantino. Son casi las doce. Que esté aquí significa que está haciendo alguna mierda de contabilidad; probablemente intentando descifrar el desastre que hice en su ausencia. Las miradas que me echan sus hombres, incluso Milad, antes de llegar allí hacen que me dé prisa.

─¿Qué mierda significa esto?

Al otro lado de la puerta, que esta vez no lleva pestillo, se encuentra Arlette tras el escritorio de mi padre. No enfrente, como debería, sino detrás. Constantino es quién se encuentra en el lugar que ella debería ocupar. Papá lleva un traje que luce arrugado por todas partes. Ella un vestido rojo de mangas largas y una gargantilla, su cabello suelto a ambos laterales de su rostro. Él se ve deshecho. Arlette exuberante.

─Constantino, ¿no se lo has dicho? ─Se relame los labios mientras niega, su expresión llena de decepción fingida─. ¿Se te hace muy difícil pronunciar las palabras en voz alta, padrino? ¿Quieres que lo haga por ti? ¿Es eso? ─Papá hace un gesto con la mano para que continúe─. Vicenzo, apenas visualicé la contaduría de mi padre descubrí que Constantino le debía mucho dinero, mucho más del que poseen, así que, ya que no soy tan buena como él, no ocultaré el hecho de que le deben a mi familia hasta el aire que respiran. En especial tomando en cuenta que pensaban aprovecharse de nuestra condición para quitárnoslo todo. ─Mis manos se aprietan en puños a ambos laterales de mi cuerpo─. Ahora puedes entender por qué tu padre insistía tanto en una alianza Ambrosetti-Cavalli. Una vez nos casáramos, toda la deuda desaparecería, pero no te preocupes. No los arrojaré a la calle. En respeto a la amistad entre nuestros padres, me limitaré a hacer público el hecho de que trabajan para nosotros.

En estos momentos ni siquiera pasa por mi mente el hecho de que pueda respirar. Hay tantas cosas jodiendo con mi mente, entre ellas cómo malditamente él lo pudo haber perdido todo. Cómo permitió que Carlo lo manejara de esa manera. También entiendo tanto de repente. Ahora sé por qué intentaba llevarse tan bien con Luciano. Por qué ahora parece querer complacer a Arlette en todo. Vivimos de la caridad de su familia.

Probablemente llevamos un tiempo haciéndolo.

─Vicenzo...

─Déjanos solos.

La mirada de Arlette se enciende cuando fijo mis ojos en ella.

Antes de que pueda replicar, el demonio lo interrumpe.

─Sí, Constantino, creo que hemos acabado por hoy ─dice, despachándolo del lugar en el que ha trabajado por años como si fuera un simple empleado─. Mañana vendré de nuevo. Estoy disfrutando mucho trabajar contigo. Si puedes, saluda a Aria y a Penélope por mí.

La mandíbula de papá se vuelve de piedra.

─Lo haré. ─Finalmente se levanta y se dirige a la puerta─. No hagas nada estúpido. Espero que puedas perdonarme por esto.

Ver a un hombre como él, tan malditamente terco, destrozado y derrotado de esta manera es lo que por fin trae cordura a mi cabeza. Arlette está destrozando a mi familia como destrozaron a la suya. Todo porque intentamos ayudarla. O bueno, yo intenté ayudarla cuando debí haberme limitado a observar cómo la devoraban. Ella no pone distancia entre nosotros cuando aplano las palmas de mis manos sobre el escritorio y me inclino sobre ella. Luce malditamente divertida.

Ni siquiera es una venganza.

Está yendo tras nosotros porque disfruta desatando el caos.

Porque puede.

Es como Carlo, pero sin límites ni control.

No entiendo cómo puedes comportarte así y pretender que crea que no significo nada para ti. Debes odiarme mucho para actuar de esta manera. ─Me inclino tanto sobre ella que soy capaz de oler su perfume. Lleva algo dulce y un toque de azufre─. Una parte de mí debe estar corriendo por tus venas, siendo bombeada una y otra vez a cada rincón de tu cuerpo con cada latido de tu corazón. Para que actúes así, debo estar bajo cada centímetro de tu piel.

Arlette me imita. Se posiciona de la misma manera que yo, por lo que nuestras narices se rozan. Nuestros labios se posicionan unos sobre los otros. Si alguno de los dos fuera empujado hacia adelante, nos besaríamos.

Y sería nuestro primer beso.

No, Vicenzo ─susurra─. Lamento decepcionarte, pero es precisamente el hecho de que no me importes en lo absoluto lo que hace el apoderarme de todo lo que le pertenece a tu familia absurdamente fácil. Si yo fuera tú, empezaría a hacerme la idea de tener una jefa.


Jajaja holaaa

Perdonen la desaparición, no estaba de ánimos, pero aquí estoy. Espero que el capítulo les haya gustado. Se lo voy a dedicar a Oliviamgomeza por su cumpleaños (cumplimos el mismo día jaja). Siguiente a la que + comente <3 

Mrk, cada vez que escribo una escena entre Arlette y Vicenzo siento que estoy invocando algo 

;-; 

La poseída

¿Cuál fue su parte favorita?

love u 



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