Capítulo 11:
VICENZO:
A diferencia del funeral de Carlo, el de Salvatore está lleno de familiares y amigos que lucen genuinamente afectados por su fallecimiento. Era un hombre agradable. Cobarde, pero muy agradable. Además de Isabella, el capo tenía un montón de hijos varones ya entrenados para ocupar su puesto. Ya que su enemigo número uno era Marcelo, quién es noble y práctico al respecto, ninguno de ellos ha sido asesinado para arrebatarles su legado. Ya que son hombres adultos capaces de defenderse por sí mismos, no han ido por ellos como fueron por los hijos de Carlo. Flavio, quién aún no se sabe si murió junto a Luciano y Francesco en la explosión de la isla de la violación. Arlette, que todavía se encuentra desaparecida.
Si es verdad que su hermano ha muerto, al igual que la versión lame culos de mi mejor amigo, ni siquiera yo sé cómo sentirme al respecto. Es como si una tormenta de sangre hubiera decidido pasar por Chicago luego de una generación y media de paz. Primero Carlo. Luego Salvatore. Hace un par de días me desperté, preparé una taza de café y encendí el televisor solo para ver cómo la noche anterior el lugar en el que Luciano iba a preparar su prostíbulo-resort de lujo de mujeres indispuestas había explotado, dejando decenas de cadáveres calcinados tras de sí. Aunque por alguna razón mi corazón empezó a latir desenfrenadamente ante la imagen que los helicópteros del noticiero transmitían en vivo y no tenía ni idea de si Flavio o Francesco se encontraban ahí también, sonreí como hace un tiempo no lo hacía ante la idea del cassetto muerto. Todavía no está confirmado, Marcelo no ha dado ningún comunicado, pero algo me dice que ya no debo preocuparme más por él estando cerca de Pen.
También que Arlette tuvo algo que ver.
Pero no le doy todo el crédito aún. Para saber si ha sido ella, finalmente dejando salir al demonio que lleva dentro, debo verla a los ojos, para lo que tiene que malditamente aparecer. Después de buscarla en cada maldito rincón de Chicago, me di cuenta de que es inútil. Ella aparecerá cuando le plazca. De lo contrario, a menos que haya un hombre vigilando cada esquina de la ciudad las veinticuatro horas del día, no la hallaré. Deseando haber puesto un localizador en su nuca cuando aún tenía derecho sobre ella, me resigné a ello a penas salí de la casa de su mascota. Me convertí en la puta damisela que espera en el balcón a que su príncipe llegue. Todo lo que quería era ofrecerle un nuevo trato para salvar su pellejo, pero, al parecer, ella malditamente no lo necesita. Marianne continúa en el psiquiátrico haciéndose pasar por ella, Milad la vigila, por lo que nadie sospecha que esté fuera. Los hombres de Iván piensan que la dejé ahí porque cambié de idea a último momento. De alguna manera, mientras permanezca callado con respecto a lo que vi, Arlette Cavalli es invisible para sus enemigos.
Eso la hace más peligrosa.
Tampoco dejo de darle vueltas al hecho de que Francesco fue quién puso los explosivos en la isla. A pesar de que su tío lo haya desterrado a Sicilia, por más real que fuera su actuación nunca terminé de entender su comportamiento. Crecí con ellos. Sé lo importante que es la familia, al límite de la obsesión, para los Cavalli, pero también qué armas suelen usar. Carlo odiaba la sangre, pero amaba las trampas y los juegos mentales. No me extrañaría, de acuerdo con los hechos actuales, que todo hubiera sido un plan de estos para infiltrarse en el círculo de confianza de Luciano. Pero, nuevamente, necesito verlos a los ojos para saber.
─Vicenzo ─murmura mamá mientras me pelliza, su frente arrugada─. ¿De qué te ríes? Sea lo que sea que esté dentro de tu mente, deshazte de ello. Es una falta de respeto. La viuda de Salvatore no deja de vernos.
Tengo que llevar mi mano a mis labios para comprobar que lo que dice es cierto. Recomponiéndome, hago un gesto de disculpa en su dirección, la mujer morena, una versión mayor de Isabella, me observa fijamente por debajo del tul negro que cubre su rostro, y me enderezo. A mi lado, Penélope juega con sus dedos sobre el banquillo, sus pies balanceándose adelante y atrás. Hay una bandita en uno de ellos. Nuevamente se cortó con las cuerdas de su chelo. Está usando un vestido completamente negro similar al que mi mamá lleva, pero con una falda más ancha y un sombrero con rosas negras. A diferencia del funeral de Carlo, en este solo se ve aburrida. Cabizbaja debido a la muerte, pero sumamente aburrida.
Eso cambia cuando los murmullos tras nosotros, cada vez más difíciles de ignorar, nos hacen girar la cabeza y mis ojos se topan con los de Arlette.
Mi ex prometida está usando un vestido blanco que se ciñe completamente a su figura desde el pecho hasta las rodillas, sin mangas, su rostro cubierto por una malla blanca con pequeños brillos. Hay un par de guantes en sus manos, probablemente ocultando la sangre en ellas. Su cabello castaño claro se balance sobre su espalda con cada paso que da hacia la zona en la que el orador se encuentra. Ya ha terminado la misa y algunos de los asistentes se han empezado a acercar a al ataúd para obtener un último vistazo de Morello, por lo que nadie ve fuera de lo normal que haga lo mismo. Tampoco intentan evitarlo. No es que puedan. A sus costados se encuentran Flavio y Francesco vestidos con trajes del mismo tono, sus miradas fijas en los Morello. Tras ellos, hay al menos diez sujetos armados. Estamos en una maldita Iglesia, pero eso no parece importarles en lo absoluto. Las personas jadean cuando, al recorrer el pasillo, los Cavalli pasan junto a ellos, los tres con la espalda recta y el mentón en alto, puesto que no entienden una mierda de lo que está sucediendo.
Yo sí.
Mi garganta se seca por completo cuando Arlette, con la mirada clavada en la multitud y rodeada de flores des las coronas de Salvatore, se separa de ellos para besar suave y largamente el vidrio que recubre su cadáver. He visto a mi padre hacer el mismo gesto centenares de veces, así que sé lo que malditamente significa: el beso de la muerte siciliano. No soy el único. Los hijos de Salvatore la miran como si quisieran matarla en este mismo instante. Aunque el hombre que ejecutó a su padre esté pudriéndose en la cárcel, Arlette acaba de declarar a los integrantes de la Cosa Nostra que ella es la responsable. Teniendo en cuenta que Flavio y Francesco se encuentran con ella, lo que significa que de alguna manera se deshizo de Luciano, nadie pone su capacidad para cometer un homicidio en duda.
─¿V? ─me llama Penélope, halando la tela de mi pantalón, así que desciendo la vista hacia sus aterrados ojos grises─. Ella me da miedo.
No tengo ni una mierda que decirle.
Tiene motivos de sobra para estar asustada.
Estamos frente al diablo.
*****
Nuevamente Fratello's se convierte en el sitio en el que el apocalipsis se desata. Apenas el funeral de Salvatore termina, todos se dirigen allá solicitando una reunión de emergencia con Marcelo, quién, por respeto a la familia de Morello, su enemigo, no le dio un último adiós. Los Cavalli desaparecen después de que el evento en la Iglesia termina, en el que atrapé a Arlette acorralando a la viuda de Morello, pero ya están ocupando el sitio que le correspondía a Carlo, junto al jefe de jefes y mi padre, cuando llegamos a la terraza. Tanto Aria como Constantino guardaron silencio durante todo el trayecto a casa, en la que dejamos a mamá y a Penélope, pero papá no pudo evitar soltar una sarda de maldiciones antes de que su chófer nos deje en la entrada del restaurante. Me gustaría pensar que lo hace por todo el desastre que está ocasionando Arlette, que realmente quería ayudarla a ella y a su familia, pero no puedo evitar pensar que lamenta haber perdido la oportunidad de poner sus manos en la fortuna de su mejor amigo. Mi corazón no se ha ablandado del todo con respecto a él.
Sin embargo, no hago ningún comentario. Mi mente en realidad gira en torno al hecho de que si Arlette camina libremente por Chicago con Francesco y Flavio detrás, eso significa que estamos jodidos, puesto que sé que no se arriesgaría a menos que ya tuviera la muerte de todos sus enemigos programada en su agenda. Sentado en uno de los taburetes del bar, no puedo evitar que mi mandíbula se endurezca. Le ofrecí ayuda. Animé a mi padre a internarla en el psiquiátrico, no a llevarla a la cárcel, cuando aún no sabía que poseía los cuerpos y la evidencia de la masacre en casa de mascota, chantajeándolo emocionalmente después para que me ayudara con ella. No entiendo por qué mierda me excluyó. Aunque sé que no es mi maldito asunto, no puedo evitar sentirme engañado. Me hizo creer que estaba al borde del abismo cuando tenía puesto un paracaídas.
Un paracaídas con nombre y apellido.
Marcelo Astori, el único en entrar a la oficina de Constantino además de nosotros. Mis manos se cierran en puños cuando el imbécil finalmente hace acto de presencia, sorprendiéndolos a todos, excepto a mí, inclinándose para besar el dorso de la mano de Arlette antes de sentarse a su lado con cara de no estar en lo absoluto sorprendido con lo que pasó. Cruzando sus piernas, nos dedica una mirada aburrida. No entiendo por qué lo eligió a él cuando pude haber acabado con Luciano de una mejor forma. Tenía mis propios motivos para poner mis manos en él, así que si hubiera acudido a mí por ayuda, manipulándome como ella sabe, podría haberlo torturado como se merecía antes de morir. Si Salvatore tuvo algo que ver con la muerte de su padre, probablemente a él también. Eligió al hombre equivocado para esto.
Era una venganza, no un simple trabajo.
Ninguno, salvo yo, le dará la cantidad de sangre que quiere.
Mariano es el primero que sucumbe a la necesidad de decir algo.
Enterrando las uñas de su mano buena en el mantel de la mesa en el que los Borgetti se encuentran, todos versiones calladas de él, se inclina hacia adelante para hablar con las venas de su cuello sobresaliendo.
─Señor ─gruñe─. ¿Podría tomarse la molestia de explicarnos qué está pasando? ─Su tono de voz se eleva al final. Expresa el sentimiento común de todos os hombres en la habitación, así que su pregunta está acompañada de sonidos de aprobación y expectación─. Pensé que Arlette Cavalli estaba en el psiquiátrico y que su hermano era responsabilidad de Luciano. ─Flavio ya no está presente, pero Francesco sí. Se encuentra en el mismo sitio en el que solía sentarse con el traficante de blancas. Ya no evita mi mirada. Cuando nuestros ojos se cruzan, se encoje de hombros con una media sonrisa amable en el rostro. Merece un maldito Oscar de mierda, pero eso no hace que deje de estar resentido con ellos por no alertarme de sus planes. Eso me habría ahorrado hacer el ridículo. El intercambio entre Francesco y yo atrae la atención de Mariano a él─. Y se supone que tú trabajas para él ahora, pero, por lo que veo, lo traicionaste al igual que traicionaste a tu familia. ─Ahora la baba prácticamente sale de su boca como espuma─. Francesco Cavalli, no eres más que una rata traicionera y putrefacta que se esconde tras una falsa fachada de nobleza.
Francesco suelta un suspiro antes de enfrentarse a Mariano.
─Gracias, Mariano. Nunca nadie me ha descrito mejor que tú ─dice─. Pero mi consciencia está limpia. Cumplí cada pedido de Luciano. Apunté a hombres y mujeres con mi rifle para complacer su depravación. Lo vi violar a niñas. Torturar a inocentes. Beber sangre de sus víctimas. ─Una sonrisa adorna su rostro, suplantando la mueca que se había formado en este ante el recuerdo de su tiempo que pasó con el tratante de blancas─. Le di todos los explosivos que quería. No es mi culpa que Arlette los haya hecho estallar, pero no lo lamento en lo absoluto. Él se atrevió a poner sus manos en uno de los nuestros. También era una amenaza para todas las mujeres de Chicago, incluyendo a sus niñas, de la que ya no tienen que preocuparse. Gracias a nosotros, nadie follará a sus hijas antes de que no sean lo suficientemente mayores como para no ser destruidas y quebrantadas, la pesadilla de cualquier padre, en el proceso. ─El silencio domina la terraza, puesto que hay sentimientos contradictorios. Por un lado, los Cavalli desafiaron a la mafia y a La Organización. Por el otro, Francesco tiene razón. Luciano varias veces ha intentado poner sus manos en las hijas de los hombres que se encuentran presentes como encargo de sus enemigos. Machistas o no, algunos de ellos realmente quieren a sus hijas─. Deberían lamernos los pies y reconsiderar si nos quieren como enemigos en lugar de cuestionarnos. ─Observa a Marcelo─. Jefe.
Marcelo asiente en su dirección antes de ponerse de pie.
─Como ya han oído, Arlette Cavalli se hizo cargo de Luciano. ─Aunque él la ayudó a hacerlo, algo en su postura me dice que todavía no cree que ella haya podido─. También se hizo cargo de Morello. ─En ese momento me doy cuenta de que ninguno de los hijos del capo se encuentra presente. Los vellos de mi nuca se erizan─. Debido a su participación en el asesinato de su padre y en el secuestro de su hermano. ─Nuevamente, el silencio reina en la habitación─. De alguna manera, ha comprado a una máxima autoridad que no teme pasar por encima de las leyes de La Organización y de la mafia. ─Mis ojos van a los de Arlette. Desde aquí no se ven azueles, sino igual de negros que los míos. De oscuros. Ella no sonríe, pero su mirada lo hace─. Con su ayuda recuperó el control sobre el patrimonio de su familia, pero también se hizo con las posesiones de Luciano y Morello. ─Mi garganta se cierra─. Arlette Cavalli es ahora la mujer más rica y peligrosa del inframundo criminal de Chicago, así que, por el bien común, me veo forzado a romper nuestras propias reglas y a aceptarla dentro de la Cosa Nostra, no solo como una rival, puesto que ahora el negocio de los Morello le pertenece, sino como casetto de principal de la mafia siciliana.
Si los sumas, entre los hombres de Marcelo y los hombres de Arlette hay treinta escoltas en la habitación con armas listas para disparar, así que nadie en sus cabales se atreve a contradecirlos en este momento. Entiendo la magnitud de la situación cuando veo a Luc, el traidor, entre ellos. Desde el principio, todo fue un plan para recuperar los escombros de su familia.
Ella lo logró.
Cuando Marcelo le echa un vistazo, se levanta y se sitúa junto a él. Es como ver a un títere y a un titiritero lado a lado. Arlette ya no está usando el vestido blanco del funeral, sino un traje negro de falda hasta los tobillos hecho de un material ligero y guantes rojos, de látex, cubriendo sus manos. Su cabello cae lacio a ambos laterales de su rostro, el cual luce impecable. Su piel parece hecha de porcelana. No encuentro ningún defecto en ella.
─Mi padre fue una leyenda. Era el mejor hombre que la mafia siciliana tuvo entre sus filas. Hacía millones para sus socios a partir de un dólar. Era pragmático. Nos crió a Francesco, a Flavio y a mí bajo el concepto de que la felicidad no importa mientras estés vivo y puedas anteponerla al poder. ─Ella habla sin molestarse en alzar demasiado la voz, pero de alguna manera todos la escuchan, algo que no han hecho antes con ninguna otra mujer─. Pero tenía un defecto. ─Desciende la vista al suelo, visiblemente afectada por el recuerdo de su padre, antes de ascenderla y continuar como si no nos hubiera enseñado un destello de su debilidad─. Odiaba mancharse las manos de sangre. ─Sonríe malditamente despacio─. Yo no.
*****
No soy un enemigo, así que nadie me dice una mierda cuando me apoyo en una de las Range Rover de Carlo y enciendo un cigarrillo. Adentro Marcelo intenta controlar el caos que desató Arlette. Francesco se quedóayudando al capo, pero Arlette desapareció en la oficina de mi padre, junto a Constantino, a dónde no se me permitió entrar.
Treinta minutos después, ella por fin sale del restaurante.
Hay guardaespaldas acompañándola. Al verme, se deshace de ellos con un asentimiento.
─Dennos un minuto.
Luc suelta un gruñido antes de dirigir su pequeña tropa a un punto a unos metros de distancia. Una vez están lo suficientemente lejos, arrojo mi cigarrillo al suelo y hablo.
─¿Por qué manejar la fortuna de tu padre cuando pudiste haberte hecho una propia siendo actriz? ─pregunto en un siseo mientras me acerco.
La maldita perra loca de mi ex tiene el descaro de sonreír.
─Prefiero financiar y producir las películas que hagan basadas en mí.
─Arlette ─gruño encajando mis dedos en su cabello y tirando de este hacia atrás de una manera que expone su cuello, pero que solo trae una sonrisa más amplia a su bonito rostro. Ella disfruta esto─. ¿Por qué lo escogiste a él para ayudarte? ¿Por qué te arriesgaste a entrar en la isla de Luciano como una esclava sexual? ─Mientras Marcelo y ella presionaban a la Cosa Nostra con advertencias de lo que sucedería si iban en su contra, Francesco se acercó al bar y respondió a mis preguntas antes de volver a su puesto. Aunque ya hablaba como su viejo yo, no pude evitar sentir que nuevamente se está fingiendo─. Pudiste haber sido violada hasta la muerte.
Deshaciendo mi agarre sobre ella con facilidad, mantiene mi mirada.
─Creo que finalmente te estás sintiendo como el cero a la izquierda que te advertí que serías si seguías concentrado en tus putas.
─Arlette...
─Y estás olvidando que fuiste el primero al que acudí por ayuda, pero querías todo lo que me quedaba a cambio ─continúa, haciéndole una señal a sus hombres para que se acerquen y forzándome a hacerme a un lado para entrar en la camioneta. Cuando ya se encuentra dentro de ella, baja el vidrio de la ventanilla y baja la voz para que solo yo pueda oírla─. Me resulta irónico que te preocupe que hubiera podido ser violada cuando eres quién me enseñó que puedo soportar y superar ceder el control de mi cuerpo siempre y cuando reciba lo que quiero después ─susurra─. En este caso se trató de venganza, pero antes eran mis ilusiones y esperanzas las que estaban en juego. Afortunadamente, esta vez sí resultó. ─Me echo hacia atrás como si un maldito tanque me hubiera golpeado─. Pero a pesar de todo lo malo, al menos lo intentaste. Fuiste al psiquiátrico por mí. Es por eso que no te involucré, Vicenzo. Incluso con lo imbécil que has sido, hacerlo habría sido injusto para ti. Habrías arriesgado tu vida por una persona a la que ya no le importas en lo absoluto. Te habrías enfrentado a la muerte a cambio de nada.
Cuando sube la ventanilla y la hilera de camionetas desaparece, me doy cuenta. No importa lo que haga. No importa lo que ella haga. Carlo nos separó, pero yo nos destrocé. Yo le enseñé a restarle valor al sufrimiento hiriéndola de una manera que la hizo inmune a Luciano, lo que no sirvió de nada, puesto que nuestro compromiso se rompió y ella y Marcelo alardean públicamente de su extraña alianza. Cuando tomé a Arlette, planeaba asustarla antes de sucumbir a la desagradable idea de ser suave con ella, puesto que un día sería mi esposa, pero perdí mi mierda cuando me di cuenta de que no era virgen y había intentado engañarme haciéndome pensar que sí, y la lastimé. Gracias a su padre, por nada.
Aunque antes ya me sentía así, ahora la culpa a penas me deja respirar.
No era inocente.
Definitivamente no era una víctima.
Pero no debí haberlo hecho.
Ahora ella es un demonio mucho más fuerte debido a ello.
hello, everybody
welcome back to my channel
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¿Qué tal les pareció el capítulo?
¿Cuál creen que será la siguiente víctima de Arlette?
Feliz cumple, Ale
Dedicación a: ividsc ♡
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