11- Tacto Incendiario
¡ADVERTENCIA!
Éste capítulo contiene escenas subidas de tono, y/o lenguaje levemente vulgar... Leer bajo tú propia responsabilidad, ¿vale?.
OS recomendaría escuchar el audio mientras leen... :;
Dicho eso...
Comencemos...
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{NARRA ; JAY}
No paraba de moverme en el corto tramo entre la estantería de libros y la pequeña mesita junto al sofá, con una inevitable mezcla de inquietud. Asumimos cumplir con el reto de Mente Retorcida, de ésta supuesta "velada". Ello incluía los trajes escogidos para la ocasión. Digo supuesta, porque no me trago ni me fío de sus palabras. Claramente puede guardar una trampa peligrosa detrás de toda ésta falsa.
Mi compañera se había tomado las molestias de preparar la cena. Ahora aguardaba sobre la mesa de comedor, a la cuál me acerco a servir licor, en modo de desvanecer la impaciencia. Para cuando me doy vuelta, pese a los sonidos de pasos en mí dirección, me quedó idiotizado, monitoreando a Burgess ante el umbral.
Corroboro que los hombres no siempre se fijan en cada detalle, pero ésta ocasión ameritaba toda la atención del momento. El elegante vestido carmesí que lleva puesto, le llegaba unos centímetros después de las rodillas, se ajustaba perfectamente a su cintura, resaltando de manera voluptuosa sus caderas. Y una abertura languida dejaba al descubierto su pierna izquierda, terminaba cerca del muslo. Llevaba una capa de maquillaje un tanto simple pero una tonalidad de labial a un más rojo que la sangre misma, el cabello caía en cascada por el hombro derecho y..., Lucía tan jodidamente hermosa andando hacia mí que a penas y evito ahogarme con el vodka.
—Hola —saluda con viveza y aquella extensa sonrisa por lo absurdo de éste acto—. Lo hice, me puse el vestido, ¿puedes creerlo, Jay?. Es una estupidez, lo sé. Y me siento altamente tonta, extraña y...
—Te ves hermosa.
—S...í. Bueno, tú... luces elegante.
De nuevo estaba aquél intercambio de miradas, que por más breves que resultaran, para mí se volvía una eternidad el perderme en sus iris castaños...
—Veo que han cumplido con mis pautas al pie de la letra, Detectives. Que grata sorpresa —comenta Mente Retorcida, desvaneciendo mis pensamientos de pronto.
—Nos tienes como querías —digo despectivamente—. Ahora qué sigue, ¿eh?. ¿Vendrás aquí y cenarás junto a nosotros? ¿Nos mostrarás tu maldita cara de una vez por todas o...? No. Mejor que eso. ¿Abrirás la reforzada puerta de acero inoxidable y nos conduciras a otra estancia mucho más elegante?
—Abunda la impaciencia, ¿no, Detective?. Pero no me dejaré llevar por su sarcasmo en tan especial ocasión.
—Claro, —le interrumpo, persuadiéndolo en modo de obtener algún dato importante...—, sería un gravísimo error el dejarnos salir. ¿Porque quizás, te encuentras más cerca de éste laberinto impenetrable del que nos imaginamos? —mirando a Burgess en complicidad.
—Le aseguro que no llegará a ninguna conclusión coherente...
—Tiene todo el sentido del mundo —opina Kim, analizante. Y por instantes siento que nuestras mentes se conectan—. Para controlar el más mínimo detalle dentro del Búnker tendrías que estarlo, retorcido. Lo suficientemente cerca. ¿Dónde? ¿A unas cuántas millas al otro lado de esa puerta...?
En conjunto con la mirada excitada por lo que habíamos indagado juntos, anclamos la atención sobre el techo.
—¿O sobre nosotros?
Un silencio absoluto perdura breves segundos. A continuación, Mente Retorcida prorrumpe en carcajadas.
—¿Qué es lo gracioso, perverso? —inquiero, con cierto estupor.
—Lo gracioso aquí, Detectives —dice con viveza—, es que tienen completa razón. Les felicito por enésima vez, pese a su audacia para analizar. Han podido, incluso, llegar más lejos de lo que especialistas del exterior han podido.
Sonrío para mis adentros. Estamos a pocos pasos de desmantelarlo, de la salida. Lo presiento, muy dentro en mi pecho.
—No obstante, — sigue—, ni dar con mi ubicación, o resolver el mayor misterio, les permitirá jamás tener contacto con el exterior. Así que, acostumbrense a vivir bajo tierra, porque Jamás podrán salir del Búnker, Detectives. Nunca.
Parpadeo repetidas veces, respirando regularmente. Es imposible no expresar en mi rostro lo desconcertante de esa afirmación. Burgess se abraza así misma, con la mirada sobre el suelo.
—¿Cuál es el reto? —interroga, desviando lo tenso de sus palabras.
—¿Ahora si desean proseguir, luego de un ataque inútil de indirectas?
—Sólo escupe de que trata el reto —sentencio, perdiendo la poca paciencia.
Mente Retorcida carraspea antes de dictaminar:
—Cómo les mencioné antes, disfrutarán de una maravillosa velada. Así púes, adelante, olviden que existimos por la noche de hoy y disfruten de la cena en compañía de unas copas de Vodka.
Kim me mira fijo esperando una señal. Y con un ademán de mi parte, indico hacia la mesa. A fin de cuentas es un estúpido reto más, y si consistirá sólo en cenar e intercambiar tragos junto a mi compañera de cautiverio, ¿qué podría salir mal?
¿Verdad...?
Juro que lo intentamos. Al menos yo, en cierto modo. Probar la exquisita cena que Burgess preparó con todas las de la ley. Sin embargo, ella no fue capaz de probar más de un bocado, sino que removía la comida con el cubierto. La otra mano empuñada, y su mejilla descansaba en ella.
Serví más Vodka, y como aquella noche que Mente Retorcida nos impuso el reto de besarnos... Limpiaba mi copa cada cierto tiempo. La tensión e incomodidad se volvieron con un peso atroz que nos aplastaba, comenzaba a pasarnos factura.
Justo después de que mi compañera bebiera todo el contenido de su copa de una sola estocada, me incorporo de pie, con la impaciencia al borde de un colapso, sentenciando a Mente Retorcida:
—Hemos cumplido, cómo ya vez. Dinos que sigue y acabemos con ésto de una vez por todas.
—No os apresuréis, Detective Halstead. La velada proseguirá lo más lento posible. La noche es joven, como ustedes, y prometedora...
—¿Qué sigue?
Kim también se retira de la mesa. Se une a mí, expectante a lo que el psicópata dictará.
—Bien. Ya que insisten... —repone—..., pasemos entonces a lo crucial de éste imponente reto —profirió una risita maliciosa antes de continuar—. Lo lamento, no pude evitar reír de excitación, éste es la parte más esperada...
—¡Dilo ya, maldición! —le ataja Burgess, el semblante neutro—. Deja de manipularnos cuán marionetas.
Estuve propenso en apretar su mano, darle fuerzas, pero una vez más me contuve.
—Un baile. Es todo lo que pedimos.
La castaña coincide con mi mirada y el entrecejo fruncido, extrañados.
—¿Qué? —quise que repitiera lo que acababa de decir, preso de que pude haberle entendido erróneamente.
—Un baile —repite con obviedad—. Sólo eso. Una perfecta velada e intercambio de tragos no podría culminar sin un elegante y digno baile presto a la altura de tan importantes Detectives de Chicago, ¿no creen?
—Esto tiene que ser un chiste —digo dubitativamente, frotándome el pelo de irritación—. Estamos ya tan acostumbrados a recibir una bizarra sorpresa detrás de cada reto, que no me fiaría de que sólo pretendes que bailemos, y ya.
—No sea tan desconfiado, hombre. Ya se lo dije; sólo un baile, un bals, suave, delicado, y todo habrá terminado. Por la noche de hoy, claro.
Burgess no comenta nada al respecto. Aguarda que yo coja las riendas de la situación por ambos, y por mero fastidio que la estupidez acabe pronto, asiento a la petición.
—Correcto. Lo haremos, bailaremos, ¿feliz?
—Mucho. Y para ayudarles a tener mejor comodidad en el ambiente, haremos algunos ajustes para que el lugar realmente parezca un aclamado salón de baile. ¿Vale?, me despido y... que el resto de la noche sea de su mayor agrado —agregando un tono socarrón al final.
Chisté para mí mismo con ironía. Mente bizarra, controlando todo dentro del Búnker, genera apagar todas las luces a la vez, activando una a penas tenue artificial de color azúl, como las que se podrían encontrar en un club. Sólo que ésta era más opaca y penumbrosa. Pero no todo termina aquí. Condicionan, además, una música a medio tono que resuena en cada extensión de nuestro laberinto impenetrable; una suave y romántica balada.
Sus intenciones desde un principio fue el unirnos a la fuerza, cuán perverso programa a cámaras escondidas. Malditos...
Kim persiste cómo petrificada. Le propino algo de mí fuerza, y sin palabras que valgan más que gestos, extiendo mi mano hacia ella. Me contempla un segundo, asumiendo lo que debíamos hacer y me cede ésta pieza...
Deshecho todo, de aquellos que nos observan, moviendo hilos mentales en nosotros cuán muñecos de madera, y posiciono mi mano en la parte más baja de su espalda, —no quisiera causar molestias a las quemaduras mejoradas— dónde termina el escote del vestido. Kim posa su mano —las cuales tacto heladas— en mi hombro. Evita verme a la cara. Yo, en cambio, soy incapaz de apartar la mirada de ella...
Asentimos movernos al ritmo sutil de la música. Y no exagero cuando digo que parecíamos una mezcla, ahora, completamente sincronizada y compactada en cada movimiento delicado. E incluso sentía gusto... lo comenzaba a disfrutar en verdad. Entendí que Burgess se sintió de la misma manera de cómoda, porque una risilla se le escapó de pronto. Esa sonrisa condescendiente que no me cansaría de admirar...
Joder. Luce tan radiante, tan hermosa qué, mis pensamientos toman rumbos tan ajenos a mí. Ya no sé lo que estoy pensado o sintiendo. Simplemente, no quisiera que acabara éste momento.
Cierto y curioso aroma engulle la estancia por completo, de manera súbita; dulce, fragante, agradable... No sabía o podría describir lo exótico y vicioso de aquel aroma, sólo no paro de inhalar con profundidad...
—Dulce —musita Kim, ahora más pegada a mí, la cabeza recargada en mi hombro.
No quiero... No deseo que se aparte nunca.
—La atmósfera —emite, comenzando a reír con eventualidad, risas que acompaño en breves ocasiones—. Jay, huele delicioso. Huele... dulce.
—Así es... No lo... entiendo.
Mantenía la mirada cerrada, disfrutando de su cercanía, que noto de la delgada pero espesa bruma poco después. ¿Pero qué...? Comienzo a reír nuevamente. ¿Cómo pudo pasar eso? O ¿Qué era realmente aquello?. Nuevas risas, y entonces mis sentidos ya no parecían funcionar como para buscar una coherente explicación a esa bruma extraña, y el aroma dulzón que parecía provenir de el...
Confusión... Alteración... Sensación... Adicción...
Mejoro mi abrazo en la castaña, el corazón y la respiración más acelerados de lo normal. ¿No lo indago...? Lo que ocurre... Mi rostro por un impulso no planeado decae en mi compañera. Ella suspira, removiéndose ante el tacto de mis labios tocando prácticamente su hombro y cuello desnudos.
Mi cuerpo parecía moverse por si sólo...
Yo... se lo permito...
Y de nuevo me asedia unas ansias de apegarla más a mí, abrazarla, tocarla..., oler cada parte de su piel... casi incontrolables como el hecho de adquirir oxígeno.
Trago saliva gruesamente, cuando Burgess alza el rostro a dejarlo pocos centímetros del mío. Mantenía los ojos entrecerrados, como embelesada con el ambiente; la música, la poca luz, y ese... exquisito e inigualable aroma. Los abre parsimoniosamente, y por su cercanía puedo notar la mirada profunda y brillante anclada en mis iris. El acto me lleva a susurrarle con poca voluntad:
—¿Burgess...?
—¿S-Sí?
—Deseo besarte...
—Entonces... deberías hacerlo, Jay.
Con el impulso llameante dentro de nuestros alterados pechos, nos batimos entre una contienda interminable con nuestras bocas. Le besaba de manera tan desesperada, tan... afondo, que sus ardientes labios rojos no eran lo único que anhelaba de ella. Quería más, quería recorrer cada milímetro de su cuerpo, anhelaba... hacerle el amor...
La sangre me hierve como una llameante bola de fuego cargada de lujuria, que mientras aumentaba la intensidad de mis caricias, los besos en su cuello, algo inevitable y viril se endureció bajo mi pantalón... Se que Burgess fue capaz de sentirlo, de lo contrario no hubiera jedeado débilmente contra mi boca cuando volvió a besarme.
¡POR UN DEMONIOS!
Si esto era una completa locura que nos podría constar caro si ella no tomaba la voluntad de detenernos ahora mismo, por mi voluntad sería incapaz...
—Si... no lo dices... —le hablaba con poca convicción, subiendo la intensidad de caricias y alzando su vestido a sentir sus muslos—, no pienso parar, Burgess...
Ella toma posesión de mi rostro, y separándose a penas de mis labios, llevándose con sus dientes mi inferior, sisea:
—No quiero... que pares.
Aquéllas palabras fueron el irrefutable detonante. La cabeza me explotaría en cualquier instante, sin embargo, no fue suficiente como para retroceder. La encamino sin apartarla hacia la mesa, arrojamos con movimientos torpes lo que había sobre la misma, y volviendo a alzar su vestido, —no más de lo que ellos pudieran divisar— la siento sobre la misma y me interno entre sus tibias piernas.
Frunso el entrecejo al palpar algo metálico ajustado a su muslo. Lo alzo a la vista. Birgess responde con una risilla a modo de excusa, su respiración acelerada. Coloco el revólver a un lado, y volvemos a caer presos de anheladas caricias, imaginando mentalmente que sólo las paredes, los objetos aquí dentro, la bruma misteriosa y aquella música, ahora erótica, eran nuestro únicos testigos en ese acto voluptuoso.
En éste tacto incendiario...
Kim alza la cabeza hacia atrás permitiéndome recorrer con mi boca desde su cuello al escote en medio de sus pechos, acariciándolos aún por encima de la tela de seda. Siento como estos se endurecen con mi tacto. Contengo de apoco mi reacción e idea de arrancarle aquella sensual prenda carmesí, besarlos, pellizcarlos y disfrutarlos con mayor placer dentro de mi boca... Burgess no ayudaba a que recobrara el control de la cordura, a penas y me permitía respirar con normalidad, porque se encontraba sacando con desespero el cinturón de mis pantalones...
¡Triple maldición!
Si esto era el infierno que se nos vendría encima, entonces arderemos juntos.
La cabeza me explotará sino... Joder... Vuelvo a tragar grueso. Ella acaricia el miembro palpitante... Yo, adentro mis manos suavemente entre sus piernas palpando su humedad, sacándole audibles gemidos que resultan de música y energía a mis acciones. Aparto la delgada braga que me separa de la gloria y... simultáneamente, sacando lo irremediablemente frenético de mi pantalón, —cubierto a duras penas con el saco negro tapando más allá de mi espalda...— entro finalmente en su profundidad...
Mentiría si dejera que el juego comenzó con delicados y apetecibles estocadas, pero no fue así, la inconmensurable excitación y descontrolado deseo me obligaron a efectuarle embestidas tan bruscas y repetitivas, como quien ha tomado tanto café u algún otro jodido estimulante. Estaría dispuesto a correr unas malditas millas durante todo la noche.
Se sentía tan jodidamente... delicioso...
Ella reacciona a cada arremetida, conteniendo gruñidos inútilmente. Le era imposible no jadear... Enroscaba sus brazos alrededor de mi cuello, clavando sus uñas en mis hombros, insitandome, no a detenerme u aminorar, sino a darle tan fuerte que podía sentir centímetros de su cavidad vaginal...
Lejos no estuve de llegar al primer Clímax. Jadee inevitablemente contra su oído, retomando luego de un par de segundos, una segunda contienda... Era su turno, le llevaría al cielo y la volvería a la tierra nuevamente... Y vaya que lo hizo incontables veces...
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Qué calor hace de pronto... Ufff
Vamos no se hagan, pícar@s, los pille acelerados con éste capítulo...
—¿Qué creen que haya pasado aquí, gente?. Claro que, saltando la descripción sex... ¿Alguna hipótesis?
—¿Qué piensan que puede pasar después de que nuestros Detectives acaban de comerse...?
¡¡Comenten mis Retorcidos. Espero ansiosa leer sus comentarios!! Siempre me impulsan a seguir escribiendo 😊😊
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Les aseguro que todo empeorará a partir de ahora... Quedense y lo averiguarán!
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