02- Primer Reto, Primer Indicio
|| NARRA; KIM ||
No sería capaz de describir la espantosa sensación de haber despertado con el cuerpo cubierto de sangre. Por más que me restriegue con suficiente jabón cada parte de mi cuerpo, las uñas quedan manchadas y mis cabellos densos. Pensativa, dirijo la mirada a mis pies, notando como la sangre entremezclada con el agua, destila desde mi cuerpo a caer sobre el piso de baldosas blancas y se vierte por la pequeña rendija del drenaje.
En el proceso de pensar, me restriego los cabellos con casi medio bote de shampoo, la fuerza que apliqué era tal, que me dolió el cuero cabelludo. Al menos limpia, podré concentrarme en ayudar a Jay a descubrir las razones del porque nos trajeron aquí, o porque de que todos los que estábamos en aquél trabajo en cubierto, solo nosotros fuimos cautivos.
Pero todo sigue tan confuso...
Las ropas de dormir no fueron la mejor opción, pero sigue siendo mejor que nada.
Con Jay entro a otra amplia sección, y según lo que él me ha adelantado desde que salí de la ducha, el lugar donde despertó, incluye: sala, cocina, utensilios y demás cosas, semejante a una casa.
—¿Cómo fué que bajamos la guardia y terminamos en este aprieto? —comento, siendo dura conmigo misma.
—La pregunta es, Burgess ¿con que fin nos trajo aquí? —se cruza de brazos, analítico—. Desperté 20 minutos antes de encontrarte sumergida en la tina, nadie más a dado señales de vida desde entonces. Estamos solos, por los momentos.
—No hay ventanas —reparo enseguida, ojeando los alrededores, más que preocupada—. Tampoco parece haber puertas. No tiene sentido.
—De hecho...
Mi compañero regresa al pasillo. No me queda opción que seguirle el paso. Él se detiene frente a la pared de la izquierda, dando leves golpecitos con el mango de un cuchillo que cogió de la alacena. El sonido es seco y sólido.
Rápido capto que intenta probar.
—Jay, ¿crees en la posibilidad de...?
—Tengo cierta corazonada.
Volvemos a la pared contraria, Jay ejerce el mismo procedimiento. Luego de un impacto de sonidos entre seco y metálico, detiene cualquier atisbo de movimiento.
—Es la salida —declara.
Ciertamente la extensa puerta, (de largo y ancho) estaba camuflada con nada más que papel envolvente del mismo color al de las demás paredes. Lo supe al momento de palparlo.
Jay rasga varias líneas con el cuchillo, y empieza a desprender el grueso papel. Me uno a él. Al cabo de pocos minutos estábamos ante la original puerta, con división en medio, semejante a las de un ascensor. Aunque solo en la forma, porque el material es completamente diferente.
—Acero reforzado e inoxidable —apunto, notando lo imposible que sería abrir algo como aquello.
—No nos dejarían huir tan fácil, ¿o sí? Explica mucho del porque nos permiten desplazarnos en el lugar libremente —me mira, con un gesto sombrío—, porque estamos en una maldita habitación de pánico.
—Creo que tampoco nos dejarían cautivos así nada más —opino, inundada por la lógica—. Tiene que haber alguna cámara oculta en alguna parte, micrófonos...
—O en todas partes —corrobora mi compañero—. Caímos en las garras de un psicópata manipulador, Burgess. Ellos aman estos juegos de mantener a sus víctimas con la intriga y el misterio, vigiladas y controladas —tras un pesado respirar—. Francamente me inquieta saber con que malicioso objetivo.
—Por ello los brazaletes, ¿eh? —suspiro con pesar, alzando la mano para detallarlo con atención—. En el peor de los casos, podrían ser rastreadores.
—Nuestra gran desventaja en este momento, a parte de eso, sigue siendo el no saber donde demonios nos encontramos. Y es justo por ello, Burgess, que debemos estar alerta. Podría venir en algún momento, e incluso podría activar trampas. Yo que sé.
—Entendido —asiento inmediatamente.
Por algo Jay es como la mano derecha de Hank, pese a su tenacidad, suspicacia y capacidad de resolver los casos.
—Por los próximas horas, mantén algo filoso junto a ti —extiende el arma blanca hacia mí. No dudo en tomarlo—. Ahora busquemos en los tres espacios algún aparato de comunicación y deshagamonos de ellos.
Jay se introduce en la estadía principal nuevamente. Yo paso a la habitación, dejando por último el cuarto de baño. Se me revuelve el estomago de solo recordar toda esa sangre y esos desperdicios sobre mí... Rebusco atentamente en cada rincón, y no doy con nada semejante a micrófonos u cámaras. Estaba apunto de darme por vencida con este espacio, hasta que reparo en algo detrás del grueso espejo de la peinadora. Me asomo más de cerca y en el se divisa un pequeño monticulo que sobresale en la pared.
—¡Jay, creo que encontré algo! —exclamo, debido a la distancia que nos separa.
—¡Voy en un segundo!
Ejerciendo fuerza, retiro la peinadora lo suficiente para examinar, inco la punta del cuchillo por un extremo, (me parece que es madera) y la alzo, despegando más el monticulo de madera.
—Yo que usted no haría eso, Detective Kim.
Doy un traspié ante esa repentina, pastosa y distorsiosa voz. Con el movimiento precipitado, termino sentada de culo con mis manos apoyadas hacia atrás ¡Lo sabía! O al menos lo presentía.
Allí se oculta un micrófono.
El frío de una mano posada de pronto sobre mi hombro, me hace saltar sobre mi propio eje. Suelto el aire contenido en los pulmones, cuando caigo en cuenta que es mi compañero que enseguida me ayuda a incorporar.
—¿Jay, la... la voz...? —titubeo, señalando el monticulo en la pared.
—Lo sé, resonó en todos partes —me susurra, ojeando alrededor con desconfianza.
—Es él. Estoy segura —muerdo mi labio inferior, inquieta.
—¿Y bien? —habla mi compañero, tratando de ubicar alguna de las cámaras ocultas—. ¿Ahora nos dirás que clase de juego es este? ¿Qué pretendes hacer con nosotros?
—Excelente pregunta —responde la voz con distorsión metalica ahora desde todas partes—, y los felicito a ambos por sus descubrimientos. No esperaba menos de ustedes. Quizás habrán descubierto mucho, o quizás nada... —Emite una risotada burlesca, cuan desequilibrado mental—. En cuanto a su interrogante, ustedes mismo deberán averiguarlo, pero... como soy una buena persona, les ayudaré con ciertas pistas, y su retribución será cumplir con los retos asignados...
Mi compañero y yo nos observamos con el ceño fruncido, suspicaces. Nuestra intuición no se equivocaba. Planea jugar con nosotros cuán marionetas ¿Con qué objetivo? ¿Diversión? ¿O por algo más bizarro?
Con un psicópata nunca se sabe.
—¿Qué clase de retos? —pregunto esta vez yo, con temor a escuchar la respuesta.
—Para variar, Detective Kim, usted sin imaginarlo, acaba de dar con uno de los indicios. Me atrevo a decir que no lo esperaba.
Observo a Jay de soslayo, preocupada, y terminando de despegar la tabla en la pared, vemos que se desliza un pequeño sobre amarillo. Mi compañero asiente con la cabeza a que lo abra. Yo respiro profundo antes de hacerlo. El contenido de la misma son dos tarjetas de colores.
—Cómo te habrás dado cuenta, continue dos tarjetas; una remarca la palabra clave, y la otra... —Vuelve a reír con cierta perversidad que empieza a estremecerme de asco—. les indicará de que manera se ejecutará el reto.
—¿Qué, si nos negamos? —gruñe Jay.
—Entonces comprobarán para que sirven esos brazaletes ajustados a sus muñecas?
—Nos darás una descarga, ¿no es así? —resopla Jay, apretando los puños de la impotencia de no poder hacer más.
—Esa será la consecuencia —afirma el perverso—. De acuerdo, puede proseguir con las tarjetas, Detective Kim. Hasta ahora usted es mi favorita.
Paso saliva pesadamente, llenándome inútilmente de valor, el temblor en mis piernas demuestras mi estado de temor.
Leo la primera tarjeta:
—La palabra clave... es: "Aislado" —La mirada de Jay me indica a que prosiga, y opto por la siguiente tarjeta—: Reto número (2) "El detective Halstead debe permanecer sentado sobre una silla, mientras su compañera Kim... —Dibujo un mohín. Me cuesta seguir leyendo por la magnitud de estás palabras.
La mirada intrigante de Jay no me ayuda en lo absoluto.
—¿Qué dice al final, Burgess?
Humedezco mis labios, incómoda y avergonzada. No encuentro de que manera seguir... Él se acerca, impaciente, y me arrebata la tarjeta de mis manos para culminar la frase:
—...mientras su compañera baila sobre él... hasta lograr exitarlo —me observa, desencajado, y su mirada solo me insta a desviar la mía.
Trago saliva pesadamente. Jamás, y no miento, me había sentido de está manera de helada y avergonzada ¿Como alguien podría pedir algo como aquello? Simple; sólo un depravado como el que nos mantiene cautivos.
Mi compañero se lleva las manos al rostro, resoplando enojado.
—¡Eres un maldito enfermo! —gira sobre sus talones, expresando su descontento en todas direcciones—. ¡No haremos nada de lo que pides! ¡Me oyes! ¡No seremos parte de tus perversos juegos!
—Jay... ¡Jay! ¡Tranquilizate! —me acerco a él, alzando las manos, pero sin tocarle por su estado de histeria—. Es... lo que quiere; acabar con nuestra paciencia, volvernos locos. Debemos mantenernos de mente fría, indagar más...
—¿Por qué no escuchas a tu dulce y sensual compañera, Detective Halstead? —lo provoca con orgulloso cinismo.
Su asquerosa risa resuena nuevamente en toda la estancia, como quien dice algo gracioso u digno de aplaudir siquiera.
—Preferiría morir a someterme a los juegos de un mal nacido como tú.
—Oh, cuidado con lo que desea, Detective. Podría cumplir su petición. Lo que me recuerda...
De improviso, Jay cae de rodillas al suelo, retorciéndose y emitiendo quejidos de dolor. La diminuta cúpula en el brazalete vislumbra de un rojo brillante pese a la descarga que lo aturde. Me inco a un lado de él, preocupada, pero sin tocarlo o la misma me alcanzaría.
—¡Paraaa! —vuelvo la mirada alterada a todos lados, conmocionada—. ¡Basta! ¡Por favor! ¡Es suficiente! —La descarga ha durado más de lo que se pueda imaginar, y temo que rostice sus neuronas. Entonces no evito exclamar a todo pulmón–: ¡Está bien! ¡Lo haré! ¡Haré lo que pides, pero deja ya de lastimarlo!
Jay deja de retorcerse. Sigue sobre el suelo, agotado, en posición fetal. Su cara tan roja debido al esfuerzo y el dolor entrecorta su respiración. Entonces enrosco su brazo alrededor de mi cuello para ayudarlo a incorporarse de pie.
—Muy bien. Esa es la actitud que me agrada, Detective Kim. En cuanto al detective Halstead... le dejaré descansar 10 minutos, siendo más de lo que puedo obsequiarles.
Jay termina sentado sobre la cama en cuanto un sonidito interceptor indica que la señal ha sido manualmente cortada. No aparta la mano de su brazo, más que todo sobre el área de la muñeca.
—¿Por qué... accediste a su chantaje? —me reprocha, esforzando su hablar.
Lo contemplo sin saber que responder.
—¿A caso has enloquecido, Burgess? ¿Con que quieres formar parte de esta burla hacia nosotros? —añade, sin molestarse en ocultar su irritación y ceño exageradamente fruncido—. Ahora el mal nacido creerá que puede dominarnos y doblegarnos a hacer lo que quiera con nosotros con tan solo accionar un estúpido botón.
—Y qué querías que dijera, ¡¿eh?! —le atajo, en tono igual de atlipado que el suyo—. No iba a parar hasta que tus neuronas se quemaran con semejante descarga —Él no contesta esta vez. Se contiene, por lo que prosigo—: Y disculpa, ¿sí? Pero no soy del tipo de personas que se quedan solo para contemplar como hieren a un compañero. Así tenga que hacer la peor de las locuras... lo haría.
Me doy media vuelta, y a pasos iracundos me alejo en dirección al largo pasillo.
—Burgess —le escucho, pero no me detengo—.., no he terminado... KIIIM!
Permanezco en el pasillo, recostada de la pared de brazos cruzados y ojos cerrados, tratando de entender porque el perverso nos hace esto ¿Por qué nos obliga a algo tan... morboso? ¿Qué hay más allá de este maclebelico encierro?
Sargento Hank, Adam..., todos, encuentrennos pronto, por favor.
Temo a lo siguiente que pueda pasar.
—Ey... —empieza Jay, materializandose en el umbral, más sereno.
Abro los ojos, corriendo el rostro con gesto cancino hacia él, que se acerca lentamente, con expresión de dolor hasta recostarse de la pared a mi lado. Noto que le cuesta expresar lo siguiente:
—Lo siento, ok. Sé lo mucho que... nos ha afectado el estar en manos de este... sádico y..., tienes razón, no sabemos cuanto se puede tardar nuestro equipo en dar con este laberinto, así que, mientras podamos conseguir pistas desde aquí dentro... al menos ganamos algo de tiempo.
Posa una mano sobre mi hombro, y me esfuerzo por mostrarle una sonrisa de boca cerrada, lo juro. Mentiría si dijera que todo esto no me ha afectado el animo y determinación de enfrentarme ante cualquier situación.
—De acuerdo —suelto finalmente con una exhalación profunda.
—¿Entonces tú..., estás segura de hacer esto?
—¿Tú lo estarías?
—No.
—Entonces ya sabes cual es mi respuesta.
Nunca me atrevería a hacer algo así con alguien por obligación. Mucho menos si se trata de un compañero con quien no he tratado nada que no tenga que ver con algún caso en proceso de resolver, sin embargo, no teniendo opciones...
¡Demonios! ¡Demonios! ¡Demonios!
Solo no quiero que le de otra descarga, o a mí.
—¡Ahg! Esto es vergonzoso —suelto de súbito, cubriendo mi rostro con las manos.
Jay vuelve a mirarme, dibujando una mueca en lugar de una sonrisa, tratando de sonar irónico, lo que en su lugar resulta algo tosco:
—¿Lista para seducirme?
—Por supuesto que NO.
Hace un gesto con la cabeza en dirección a la estadía principal.
—Terminemos con esto.
Yo solo afirmo con la cabeza.
Mi compañero toma asiento en una de las sillas de comedor. Ideo, viendo la hora en el reloj de pared; 5:34:pm, y a Jay le restan 6 minutos de descanso antes de comenzar con este acto ante un perverso.
—Imagino lo ansioso que debe de estar, Detective —vuelve la molesta voz.
Jay bufa, tratando de mirarme en lo absoluto, tragándose, quizás, un montón de insultos contra el perverso. Insultos que solo servirían para gastar nuestra fuerza.
—Aún descansa de la descarga que acabas de propinarle —le recuerdo con cierta aspereza.
—Muy bien —emite un sonido seco, como de aplausos—. Pero me temo informarte que había otra inscripción detrás de la 2da tarjeta, querida Kim. Es lo que ayudará a que este reto sea más eficiente y, ahhh, el doble de divertido, Detectives. La ira no les permitió reparar en ello anteriormente.
Voy con movimientos breves a la habitación, tomo la nota y de la misma forma de apresurada, regreso con Jay.
—¿Qué dice? —inquiere él, con incertidumbre.
—Dice: "Los libros ayudarán, a una caja de sorpresas encontrar" —fruso el entrecejo—. ¿Qué carajos significa eso?
Jay pasa de mí, a enfocar la mirada en la biblioteca al final de la pequeña sala. Comprendo rápidamente lo que pretende. Toqueteamos y luego removemos la cantidad de libros que se nos es posible, en busca de aquello que pueda estar oculto entre ellos.
Jay acerca una silla de madera, y sube en ella para urgar entre otro montón de libros y demás objetos que no alcanzo reconocer desde mi posición ubicados sobre la biblioteca. Finalmente obtiene algo y baja con una caja media entre las manos.
—Creo que es esto.
Quita la tapa de cartón, dentro de la misma yace un pequeño aparato, una placa táctil como la de un reloj sobre una muñequera de tela especial. Posee a penas cuatro botoncitos en la esquina inferior.
—¿Esto...? —siseo.
—Lo vi en alguna que otra ocasión. Will lo ha utilizado para...
—Es un esfigmomanómetro —interrumpe la odiosa voz–: Un instrumento médico usado para la medición de presión arterial. En pocos sentidos, considerando que está graduado, tomará el pulso en su mano, y este emitirá un sonidito cuando el Detective consiga alcanzar su estado de ritmo cardíaco acelerado pese a la sensación de exitación jajaj. Pero lo que realmente espero ver... es una erección.
—Maldito... —refunfuña Jay.
A penas y logro escucharlo.
—Terminemos con esto —suelto, más que frustrada y solo deseando ir a dormir.
Mi compañero vuelve a la silla junto a la mesa, donde reposa la caja con el aparato antes nombrado. Él se coloca los cablecitos con adhesivos llamados electrodos, en los brazos y en el pecho. Le ayudo a pegar dos en sus cienes, en completo silencio, y evitando su mirada a toda costa, a pesar de sentir que él sí me mira a mí.
—El mundo es más ardiente cuando ambos cooperan, ¿no creen? —balbucea el sádico.
—¡Cállate! —replica Jay, sobresaltandome de pronto—. Haré de cuentas que no nos observas, mente corrupta y perversa.
Vuelve a reír a través de los demás megáfonos en quien sabe que lugares.
—Me parece una excelente idea. Quiero que sea realista —dice al final en un asqueroso susurro—. Bayyyy, Detectives. Diviertanse.
—Está hecho —anuncio, situada aún frente a él.
—Bien.
Jay busca más respuestas en mi mirada, a que inicie con esta locura.
—Ah... ok —cierro los ojos, ideando por donde comenzar. Rayos. Rayos ¡Rayos!—. Muy bien, empezaré...
Cierro mis ojos, emitiendo un respirar profundo, acto seguido, empiezo a mover mis caderas como si estuviese bailando una música suave, pero sensual, cantando una música lenta en mi mente, las manos pegadas a los costados.
Sigo rígida.
Tensa.
Con movimientos mecanicos.
¡Por un demonios! Jay se esfuerza por no desviar la mirada de la mía. Ha de sentirse ultrajado u avergonzado, incómodo. ¡Todo lo que termina en o!. Luego me detengo en seco, abrazandome a mi misma.
—No puedo... Lo siento.
—Ey. Ey —atrapa mi mano entre las suyas, captando mi completa atención—, buscaremos otra manera ¿ok? Tiene que haber otra manera...
Asiento, tratando de recobrar la compostura.
—¡INACEPTABLE! —chilla la voz corrupta, en tono enfadado—. Esto es, ¡inaceptable! Me diste tu palabra, Detective Kim, ¡y jamás cumpliste!
—¡No quiere hacerlo! —interviene mi compañero, levantándose de la silla—. ¡No puedes obligarla!
—Oh, pero por supuesto que puedo —con cierto tono amenazador—, a menos que quieran recibir la consecuencia.
—¡Electrocutame las veces que quieras! ¡No me importa! —le ataja Jay.
—Que más quisiera yo. Pero la descarga esta vez no será otorgada a usted, Detective Halstead.
—¿Qué...? ¡No! ¡Burgess!
Ante el mencionar de mi nombre, ya me encontraba tirada sobre el suelo, retorciendome hasta casi morder mi lengua o expulsar lo poco que llevaba en el estómago, con leves y dolorosas contracciones en los músculos. Mi sangre parecía arder y hormiguear abruptamente. Mis venas y articulaciones moverse y tensionarse erráticamente.
¡DUELEEE!
—¡Detente! ¡Maldito bastado! ¡Le haces demasiado daño!
La descarga termina pronto, afortunadamente. Logro sentarme poco después con la respiración forzada pero inaudible, con calambres que van desapareciendo poco a poco.
Jay sigue de cuclillas a mi lado.
—¿Estás bien?
—Sí —afirmo inaudiblemente.
—¡TIC-TOC! El tiempo corre. La siguiente descarga será otorgada a ti, Jay —amenaza por última vez, vacilante.
—No... —suelto con la voz cansada—. Lo intentaré... de nuevo. Lo... haré.
—Perfecto. Espero y no hayan interrupciones esta vez, o sabrán que pasará una vez agotada mi paciencia —Y desconecta la señal.
Me incorporo, Jay vuelve inquieto a la silla.
—Cuando estés lista, ¿ok? N-No te apresures.
Asiento rígidamente.
Está vez debo hacerlo bien. Ocasionar que Jay se..., o ese mal nacido volverá a darnos otra descarga. Respiro profundo y me obligo por hacer algo más atrevido; me siento a horcajadas sobre mi compañero, revolviendo mi oscura cabellera.
Él pone gesto de sorpresa al instante, pero sin apartar la mirada atenta de mis ojos. No lo vió venir. Para terminar de incomodarlo y amplificar mi vergüenza, tomo sus manos a dirigirlas y depositarlas sobre mis muslos y... las siento tibias contra mi piel helada por la relente atmosfera. Me apretujo contra su pecho, lo más que puedo, mientras mis manos se aferran a sus hombros, entonces procedo a mover mis caderas sin decoro sobre las de él.
Cierro los ojos, centrándome. Me es difícil verlo, su azulada mirada, la intensidad que la misma transmite en sí. Él ejecuta un movimiento que de igual forma me toma por sorpresa, acabando con su rostro entre mi clavícula y hombro, con sus brazos ahora rodeando mi espalda, produciéndome un fuerte estremecimiento y cosquilleo en mi estómago. Supongo que Jay se esfuerza de la misma forma para terminar con esto de una vez por todas.
Sigo moviéndome, arqueando y contrayendo mi espalda y caderas al unísono. Mi frente recargada sobre la suya me permite escuchar su respiración jadeante e inaudible casi chocar con la mía, aumentando esa sensación en mí que trato de reprimir, pero aún así sigue creciendo y creciendo, al igual que... que... Detengo mis movimientos, percatándome de aquello que se endureció debajo de mí... Es entonces cuando la maquina empieza a emitir un sonido agudo y elevado.
Nos miramos fijamente, enmudecidos, mientras me quito de encima de él, con el corazón acelerado y las mejillas ardiendo, quedando ahora de espaldas a él. Jay también hace lo mismo, imagino que se quita los adhesivos, con enojo e incomodidad.
—¡HAAAH! —chilla la voz de felicidad—. No me equivoqué al elegirlos a ambos. Detective Kim, felicidades, hasta a mí llegó a excitarme. Aunque bebió mostrar más...
—¡Basta! —exclama Jay. Sigo sin voltear a mirarlo—. ¡Ya tienes lo que querías ver! ¡Ahora déjanos en paz!
La voz vuelve a reír.
—Solo por ahora. Volveremos a hablarnos prontito, Detectives. Que pasen una linda y fogosa noche. Bay, bay.
Sin soltar una palabra a mi compañero, me alejo a la habitación. Necesito estar a solas, y presiento que él también.
Mucho tiempo pasé ocultando mi rostro entre la almohada, abochornada, creyendo que esto es un sueño y no una realidad. No obtuve éxito. Por segundos mi pecho se oprime de la preocupación. Mañana nos asignará otro reto, y no quiero siquiera imaginar que ideas bizarras pasarán por esa mente retorcida.
Siento incluso hasta ganas de llorar...
Una figura se materializa en el penumbroso umbral, e imagino que Jay quiere hablar. Trae algo entre sus manos.
—Hola —dice, con voz serena.
—Hola.
—Hay que hablar sobre lo poco que tenemos —noto que trae una taza entre sus manos.
—Sí —me incorporo sentada.
—Ten —extiende el vaso de cristal con contenido oscuro hacia mí—. Te ayudará a relajar.
Su delicioso olor me dice que es, pero bebo un sorbo para comprobarlo.
—¿Chocolate caliente? —acierto, impresionada.
Se encoje de hombros.
—Pensé que ayudaría.
—¿Y si está envenenado o algo...?
—No lo creo —niega, sentándose en la esquina contraria de la cama—. No es tan idiota. Nos necesita vivos para seguir con sus perversos juegos. Las alacenas y nevera están repletas de comida y demás provisiones como para varias semanas.
—Juega a la casa de muñecas con nosotros, ¿cierto? —argumento con aflicción, bebiendo de mi chocolate caliente.
—Pero no por mucho. Te lo aseguro, Burgess. Solo es cuestión de tiempo para que nuestro equipo nos encuentre, o descubramos la manera de salir de aquí por nuestros propios descubrimientos —se asegura de hablar en susurro, quizá por temor a que el perverso pueda oirnos—. La primera palabra clave es "Aislado". Lo cual es obvio, ¿cierto? En las últimas horas no he escuchado ruido alguno al otro lado de estas solidas paredes. Con respecto al tipo de puerta, esto es más como un almacén o algo por el estilo.
—Seguro nos tienen cautivos en medio de la nada —apunto.
—Exacto. Descubrí un ducto a muchos metros sobre la tina. Hay que revisar allí. Quizás llegue a algún lugar.
—¿Lo hacemos ahora mismo?
—No, aunque no contamos la oscuridad de la noche o claridad del sol, debemos dormir, reponer fuerzas. Mañana a primera hora pondremos este lugar de cabeza, comenzando por ese ropero —lo señala dubitativamente.
Asiendo, tiene sentido. Hay que intentar dormir. Recuperar fuerzas para lo que ha de venir.
Se encamina hacia el umbral.
—¿A dónde vas? —inquiero de inmediato.
—No podemos dormir a la vez, podrían tomarnos por sorpresa. La unica entrada que descubrimos está al final del pasillo, por consiguiente, si hago la primera guardia en la sala, seré el primero en actuar.
—Ok, pero... no dudes en despertarme cuando ya no soportes permanecer despierto.
—Está bien. Dencansa —y finalmente se pierde en el umbral.
Internamente le agradezco por ignorar y no hablar sobre lo que acababa de pasar hacía unos minutos.
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