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Malas perspectivas

Nebraska sentía frío. Estaba helada hasta los huesos y se movió buscando calentarse, pero el sonido de unas cadenas hizo que abriera los ojos de pronto, estremeciéndola. Ahora no estaba congelada de frío, sino de pánico. El duro y rugoso metal rodeaba sus muñecas apretándolas. Los recuerdos de cuando estuvo en esa misma situación la asaltaron. 

-¿Cómo está la situación?- una voz muy conocida impidió que ella se moviera.

Con cuidado ella giró el rostro para ver por debajo de su cabello donde estaba. Empezando por el hecho que estaba acostada en un suelo irregular de piedra, encadenada nuevamente, lo otro que descubrió que una cueva se cernía sobre ella y afuera el color blanco abarcaba todo. Por alguna razón que ella desconocía estaba nevando.

El corazón se le detuvo. Antes de que fuera atacada no había una gota de nieve por todos los alrededores y ahora todo estaba cubierto por esto ¿Cuántos días habían pasado? Sus manos comenzaron a temblar. Rodrigo, Hades.

-Todo está bien por el momento, hay movimiento, pero está todo controlado-

Nebraska hirvió de rabia al ver a Liam arrodillado delante del que una vez había sido su esposo. Tenía la cabeza baja y miraba el piso como si tuviera miedo de mirar a su antiguo alfa. Incluso su voz era vacilante.

-Bien, prepara todo, iremos directo a la manada de hierro- Rudoc se levantó y en ese momento una pequeña se apretó en su brazo.

-Padre, apurémonos, ya quiero llegar- la voz de Catalina fue una daga en el pecho a la loba.

-Tranquila hija mía y quédate quieta- la apartó de su lado y salió hacia el exterior aunque esta lo siguió.

-¿Estás despierta?- Liam se giró hacia ella.

Nebraska lo miró amenazadoramente desde su posición, apenas incorporándose.

-Tranquila, estoy haciendo todo lo posible para que Rudoc no te haga nada- se arrodilló delante de ella –Tuve que mantenerte inconsciente por tres días, de otra forma él se hubiera aprovechado de ti-

Con aquellas palabras parecía que creyera que podía confiar en él, pero solo bastaba una vez para que Nebraska rompiera toda expectativa de una persona. Le gruñó mostrando sus colmillos que sobresalían de sus encías.

-Mi reina, te recomiendo que realmente te calmes o puedes terminar como él- señaló con la cabeza al cuerpo a su lado.

Nebraska lo reconoció, aquel era uno de los integrantes del Consejo y si no se equivocaba era el alfa de la manada de hierro. Que lo hubiera matado y que todavía tuviera aquel cuerpo indicaba que quisiera reclamar su lugar en la manada 

¿Pero cuando lo había matado y cómo? 

Su estado parecía que tuviera casi una semana de descomposición y si hacía cálculos coincidía con la finalización de su boda. Entonces debió ser asesinado en ese tiempo. Tragó en seco,  Rudoc aún estaba encarcelado cuando aquello.

-¿Fuiste tú?- entrecerró los ojos.

-No tuve más remedio, mi reina. Rudoc me estaba amenazando-

-¿Amenazando?- rugió - ¿Qué podía haber hecho él dentro de las mazmorras?-

-No tiene idea de lo que es capaz mi reina-

Nebraska alzó la mano y lo agarró de la ropa atrayéndola hacia él.

-Acaso tengo que recordarte quien fue su esposa por tantos años, sé muy bien de lo que es capaz-

-Pues para haber sido su esposa lo olvidaste muy rápido- la voz de Catalina resonó en la cueva por detrás de Liam.

Nebraska mantuvo un semblante serio a pesar de que quería tanto golpear a aquella malcriada como echarse a llorar por la traición de su misma sangre. La vio ponerse delante de ella y mirarla desde arriba con prepotencia.

-La palabra puta te queda corta madre, abandonas a mi padre y le abres las piernas a otro alfa, debería darte vergüenza-

-Catalina, cuida tus palabras- Liam le pidió solo para recibir una sonora bofetada en el rostro por parte de ella.

-Estoy hablando, no te metas, perro faldero que no sirves para nada más que cumplir los deseos de mi padre-

Liam no respondió pero su débil olor le dijo a la omega que estaba molesto. Liam había estado con ella por muchos años y pensaba que lo conocía, pero ahora después de esto, solo había un extraño.

-Ahora muévete, padre quiere que acabamos de salir de aquí lo antes posible, estamos muy cerca de los límites de la manada de Layan. Si la nieve disminuyen nos pueden localizar, hay varios lobos detrás de nosotros. Cuanto antes lleguemos a la manada de hierro, más posibilidades tendremos para hacernos con el poder y yo ser reina- la chica dio la vuelta y salió.

Nebraska oyó suspirar a Liam antes de levantarse y ordenar algo a alguien. De entre las sombras salieron dos hombres que ella reconoció como dos de los guardias del lobo muerto al lado de ella. Pensó en un primer momento que lo habían traicionado hasta que se fijó en sus pupilas, totalmente dilatadas al punto de no estar visible el iris. Ella se quedó confundida por unos segundos hasta darse cuenta que estos respondían a Liam.

-¿Liam, tú...los controlas?-

Este hizo un asentimiento con la cabeza para sorpresa de ella.

-Pero no puedo darte más detalles ahora mi reina- se giró y le sonrió- Le prometo que cuando sea el momento indicado lo haré-

Terminando de decir esto los dos lobos la agarraron y la levantaron. Al pesarle tanto aquellas viejas cadenas y considerando que retrasarían el viaje, Liam decidió que le las amarraron sus manos en la espalda con lo que apreció una soga que le cortó la circulación de la sangre a los dedos. Nebraska comprendió que él pensaba que ella no podía convertirse, no lo había hecho durante la boda, así que podría intentarlo, pero se abstuvo de hacerlo por el momento.

-Liam, ustedes fueron los que envenenaron a Hades y Rodrigo- no fue una pregunta, fue una afirmación.

Esto lo hizo detenerse y se giró hacia ella con rostro indescifrable.

-¿Algún problema si lo hicimos?- Rudoc se detuvo al lado del lobo con una sonrisa macabra –Lo de Rodrigo estaba fuera de los planes. Agradécele a Liam, él fue el que resolvió todo perfectamente para que estuvieran en ese estado-

La omega no se inmutó, al menos no se lo demostró, aquel lobo lo odiaba con todo su ser.

-¿Por qué me capturaste?-

-Acaso no es lógico- se acercó a ella y puso sus dedos alrededor de su cuello sin apretar, desplazándolos hasta su escote –Tengo que reconocer que de todas las lobas con las que he tenido sexo, tú eres la que realmente haces que llegue al orgasmo. Si puedo tenerte, por qué no lo haría, fuiste mi esposa, por qué no puedo reclamarte-

Nebraska se quedó pensativa.

-¿Existe un antídoto?- lo intentó.

-Por qué quisieras saber, esos dos deben haber muerto hace días- lo escuchó reírse y eso la golpeó en su interior aunque vio cómo su mano se desplazaba y agarraba con fuerza una pequeña bolsa que colgaba de su cinturón. Si algo había aprendido ella en sus momentos juntos, era que él cuando mentía tocaba aquel lugar donde escondía algo.

Levantó la mirada rápido no fuera a ser que este se diera cuenta de que lo había descubierto. Tenía que buscar oportunidad de robarlo e intentar escapar, si había una esperanza no podía dejar que su esposo y su hijo murieran. Al menos esperaba que aun estuvieran vivos.

Catalina entró y jaló el brazo de su padre.

-Vamos, qué estamos esperando-

Rudoc gruñó y la apartó.

-Catalina compórtate-

-¿Por qué debería hacerlo?, ahora porque tienes a esa puta vas a dejarme a un lado- le gritó haciendo una riña- miró a Nebraska con los ojos inyectados en sangre- ¿Qué demonios le ven a ella? Ni siquiera es hermosa-

-Sal- Rudoc la amenazó levantando la mano.

Esta apretó los puños y haciendo un puchero dio media vuelta y los esperó en la entrada. Liam se acercó a Rudoc y le susurró algo al oído. El rostro del antiguo alfa se transformó en una mueca de rabia y giró sus ojos hacia donde estaba su hija. Un leve gruñido salió de su garganta.

Nebraska no pudo escucharlos pero fuera lo que fuera no era nada bueno. Solo le quedó la opción de ser arrastrada por uno de los guardias mientras  el otro cargaba el cuerpo. Su mente fija en una sola cosa, conseguir el antídoto.


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