Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8

Zack

El ruido del móvil lo escucho lejano, extiendo la mano para tomarlo en el momento en que la llamada acaba y regreso el brazo a la cama. Diez segundos más tarde, el aparato vuelve al ataque; en esta oportunidad logro tomarlo antes de que finalice el último timbrazo.

—¿Sí? —pregunto aún somnoliento.

—¿Es una broma? —preguntan del otro lado —¡Te fuiste con esa!

—Dame un momento —le pido.

Mis intentos por levantarme son impedidos por un cuerpo en mi cintura. Eso y el sollozo femenino detrás de la línea hacen que mi sueño se esfume. Mi alma regresa al cuerpo al reconocer a la mujer que duerme a mi lado. 

Un enorme mechón de cabello rubio, cubre su hermoso rostro y lo hago a un lado teniendo cuidado de no despertarla. Se remueve unos segundos, tiempo durante el cual contengo la respiración, que suelto al ver que me da la espalda y abraza la almohada.

Lo último que deseo es empezar el día con una disputa por culpa de Arianna. Es un día importante para mí, llevo una década esperando por este momento y nadie va a dañarlo.

—¿Qué sucede, Ariana? —pregunto saliendo de la habitación de Fiorella rumbo a la mía, recordando extractos de la noche anterior con una sonrisa.

—¿Fiorella está contigo?

Una pregunta mezclada con reclamo, que tiene un tinte belicoso en el que no pienso caer.

—¿Por qué preguntas lo evidente? —respondo en calma.

—¿Tu abuela te esforzó a llevarla? —acusa —jamás le hemos caído bien.

—La abuela no tiene nada que ver.

Miento, porque sí tiene las manos metidas en la compañía de Fiorella. Fueron múltiples los motivos que me dieron para hacerme ver que Fiorella era una mejor compañía que cualquiera.

Los acepté todos, aunque algunos fueran tan absurdos como mi sana alimentación. La abuela, contaba con más experiencia lidiando con los Rossi que yo. Conocía su comportamiento, fue víctima de ellos en muchas ocasiones.

—¡Por supuesto que tiene que ver! —solloza exasperada.

—Arianna, ya hemos tenido esta conversación —le recuerdo. —Sabemos cómo va a terminar.

Yo, enojado por haber insultado a la abuela y  ella, acusándome de que no le doy el valor que merece.

Extraigo del closet el traje que usaré en la reunión de hoy y observo la hora. Escucho los trastes en la cocina y la dulce voz de la chica saludando a alguien por teléfono.

—Gia y Bruna, dijeron algo sobre un ajuar de bodas. ¿Es eso cierto?

—No tengo por qué darte explicaciones —resoplo —. La vida no gira en torno a ti.

—¡Por supuesto, que me debes una maldita explicación! —alejo el móvil de mi oído y cierro los ojos —. ¿De qué boda hablaban esas dos? ¡No te atrevas a mentirme!

Su explosiva respuesta e insulto me hacen, colgar la llamada y apagar el móvil que acaba en mitad de la cama cuando me dirijo al cuarto de baño.

Nota mental: no durar más de tres años con una mujer.­

Una hora después, renovado y con el buen humor de regreso ,el esquicito aroma de la cocina hace a mi estómago crujir. Mi compañera de lucha se mueve con maestría en la cocina, detengo mis pasos y me cruzo de brazos admirando su pequeño cuerpo ir y venir.

Da media vuelta y se enfrenta a mi escrutinio con una cesta con pan recién horneado en su mano. ¿De dónde lo sacó? Pregunta mi ceja alzada.

—Buenos días —saludo dejando un beso fugaz que corresponde y hace un puchero cuando me alejo rápidamente —. ¿Dónde conseguiste pan?

Sonríe encogiéndose de hombros y me los entrega dando media vuelta

—Tienes el móvil apagado, la nonna está cabreada. —me dice ayudándome a hacer la mesa.

—Debí llamarle antes de apagarlo. —confieso.

—Creí que hablabas con ella hace unos minutos.

Si bien, su pregunta parece ser inocente, tiene espinas con las que podría salir herido. Guardo silencio unos segundos, en búsqueda de una respuesta correcta.

—Hablaba con Leonora —respondo y afirma con lentitud —. Envió los balances y los documentos para la reunión. ¿Era necesaria mi historia clínica? —pregunto al recordar.

—Es necesaria —comenta tomando un trozo de fruta que se lleva a los labios sin dejar de verme —. No sabemos cómo van a tomar tu presencia. Son tipos peligrosos, Zack.

—La abuela exagera —le calmo tomando sus manos —, nada va a sucederme. Ellos ni siquiera saben que estoy aquí.

—Lo sabrán en unas horas —me recuerda —. Insisto, esto es muy mala idea. —Retira la mano y regresa la atención al desayuno —. Tenemos reunión en dos horas con los abogados y a las quince, debes estar en el edificio Rossi.

—¿Quién va a presidir la reunión? —deseo saber —¿El Anciano o su hijo?

—Francesco Rossi—corrige y detengo el movimiento de los cubiertos en el plato —nadie sabe qué ocurrió, está al frente desde hace cuatro años.

Lo recuerdo como un chico problemático, despectivo en el trato, de mal carácter y holgazán. Cuesta verlo como un hombre de negocios y responsable.

—Va a casarse —habla Fiorella como si entendiera mi confusión —. Su prometida es oficial de policía. Hay quienes aseguran que es un matrimonio arreglado entre ambas partes.

—Solo una mujer diestra con las armas se arriesgaría a desposarse con él —Fiorella sonríe ante mi comentario y baja el rostro a su plato.

—¿Cuándo vas a verla?

No la menciona, pero sé a qué se refiere Peyton. Mi cerebro tarda en darme respuestas, quizás porque ni yo mismo me he contemplado esa idea.

—Hablaré primero con su padre —respondo luego de una larga pausa.—Sucedió hace muchos años. Éramos jóvenes e inocentes.

Detrás de tantas preguntas sé que se encuentra “Su nonna”. Puedo entender su preocupación, aunque las considere excesivas y absurdas.

—¿Qué hay de Francesco?

La pregunta no la entiendo, por lo que la veo interrogante y resopla.

—¿No sientes curiosidad por tratarle? —pregunta con vos inaudible. —Llevan la misma sangre, son de la misma edad y su historia es casi parecida.

De ninguna manera lo es. Tuvimos crecimientos distintos. Mientras él nació en un matrimonio, yo lo hice en las sombras; él creció rodeado de lujos, yo lo hice en la miseria; sus padres se divorciaron, pero él continuó siendo un Rossi.

Y no, no es que le envidié o quisiera serlo, todo lo contrario.

—Jamás lo vi como familia —confieso viéndola suspirar —. Los Rossi fueron todo en mi vida, menos eso.

—Aún te duele, ¿verdad?

Jamás dejará de doler, pienso recogiendo los cubiertos.

—Debemos apurarnos, tenemos que imprimir el correo antes de irnos.

Fiorella afirma sin hacer comentarios y en lo que resta del desayuno me permite sumirme en mis pensamientos.

****

La reunión fue realizada en un restaurante a pocos pasos de una estación de policía y a dos cuadras de un hospital reconocido en la ciudad. Me gustaría creer que fue producto del azar y no están las manos de mis parientes metidas allí.

Algo poco probable, si se tiene en cuenta la manera en que Fiorella se aferra a mi historia clínica, como si nuestras vidas dependieran de ello.

El dueño del bufete, un hombre entrado en años, de cabellos grisáceos, y sus dos hijos. Eran los encargados de dar por finalizada la sociedad de los Mozzi. Casi tres décadas tuvieron que pasar para que el sueño de los abuelos se viera materializado.

Cuando la reunión llega a su fin y los abogados nos han puesto al día de lo que está por venir, Fiorella toma a mi historia clínico y lo ingresa a su portafolio. Sonríe al ser pillada en el acto haciéndome un mohín.

—¿Necesitan de un vehículo? —pregunta uno de los abogados.

—No es necesario, nos movemos mejor en taxi. —responde Fiorella y la mirada de todos recae en ella —. Un auto nos da una placa; seremos un objetivo fácil.

—Los Rossi saben que un delegado de la firma se encuentra en el país —menciona uno de ellos —; desconocen la identidad.

—Pero lo sabrán —alega en calma —, tarde que temprano y no quiero correr riesgo.

—Insisto —alega el mayor de los ejecutivos —. Le aseguro que los Rossi no son un peligro —continúa diciendo el anciano y me señala —. La salud del chico, es otra historia.

—¡Vade retro satana!

La explosión de risas en la mesa la ocasiona el gesto de ella de golpear la pieza de madera y hacerse la señal de la cruz mientras dice aquello.

—¡Qué necesidad la de ustedes de pensar siempre en lo malo! —se queja ella abrazando su bolso y viéndonos a todos con rostro espantado. —No subestimen a Francesco Rossi, ese anciano es el demonio hecho carne.

—Algo obsoleto por estos días —comenta de buen humor el más joven de los tres —, no hay riesgos, se los aseguro.

La salida de los dos se hace cuando hemos pagado la cuenta anuncia la llegada del vehículo que nos llevará a nuestra próxima parada. El avance a la salida, es sorteando las mesas repletas de clientes.

—Un auto no es tan mala idea —le digo a ella tras varios minutos de espera, sin mucho éxito —. De tener los enemigos que mi familia cree, seríamos un blanco fácil, sobre todo, si te aferras a esa bolsa como si tuvieras lingotes de oro.

—Es mucho más valioso —saca el folio en sus manos y lo agita en mi rostro —, me han pedido no perderlo de vista.

—Tengo una salud estable. —Replico, viendo a mi alrededor.

No le temo a los Rossi, tanto como a los maleantes de la ciudad. Unas quince personas, la mayoría de ellas transeúntes, nos rodean. El ir y venir en la zona es el común denominador, salvo por un par de personas que, al igual que nosotros, esperamos por un taxi.

El ruido de las llantas de un auto frenar con violencia nos hace a ambos tomarnos de las manos. Un auto gris se ha detenido ante nosotros. Detrás de él, un segundo vehículo conducido por una mujer maldice al conductor del  gris. Acciona el claxon, ordenándole mover el auto.

Del interior del gris, se baja un hombre de americana en cuero marrón, gorra de béisbol cubriendo su rostro y remera blanca. Mientras que del segundo una mujer lo hace del lado del acompañante.

Algo en ella, llama mi atención, en pantalones ajustados, remera y chaqueta en cuero. Estoy seguro de que la he visto en otro lugar, la duda que me invade es que tiene ese tipo de físicos imposibles de olvidar.

Cuando ella dice algo, sacando algo de su pretina y señalando hacia nuestra derecha, busco lo que ha llamado su atención. Las detonaciones que siguen, se mezclan con los gritos de Fiorella y la orden de alguien de llamar a una ambulancia.

—Soy doctor —dice la voz de una mujer.

Mis piernas pierden el poder de sostenerme y caigo al suelo en medio de una densa bruma oscura. En ella aparece Peyton, ya no con el cabello ondulado largo y rostro sonriente. Su belleza es distinta, ya dejado de ser angelical, es arrasadora, violenta y con una sonrisa irónica.

—Fiorella —le llamo buscándola en medio de la multitud consciente de que el rostro que veo es una alucinación.

—Aquí estoy, cariño —dice tomando mi rostro —. No te mueras, dijiste que planearíamos boda. ¡Lo prometiste!

—La ambulancia viene en camino.

Las voces a mi alrededor van y vienen, y el calor en mi abdomen parece sacado del mismo infierno. Fiorella me pide no cerrar los ojos, un acto que difícil por momentos. Sobre todo cuando al cerrarlos el rostro de Peyton regresa y allí deseo quedarme.

— ¿Es alérgico a algo?

—Es sobreviviente de cáncer —solloza Fiorella —, aquí está todo. Por favor, haga algo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro