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Capítulo 16

Zack es el vivo rostro de la derrota, su comportamiento me recuerda a un niño perdido. No ha tocado el tema de su familia y no he querido presionar. Se negó a recibir la habitación, asegurando que no era la intención incomodar. Salió cierto día y al regresar llegó con un lujoso diván que al desplegarse se convertía en cama.

Nuestra convivencia se define como tranquila y sana. Intento respetar sus espacios, manteniéndome ocupada, organizando el apartamento o hablando con mis hermanos. Él, por su parte, se pasa la mayor parte del tiempo frente a la laptop. Mantiene el móvil en silencio y sobre el buró.

—Llegamos —su voz me saca de mi letargo y contemplo su vista de perfil.

Sostiene ambas manos en el volante, contemplando la congestionada vía. Lleva viviendo en mi apartamento una semana, tiempo durante el cual no le he visto responder mensajes o contestar llamadas.

Su comportamiento derrotado causa intriga. ¿He subestimado la traición? Si bien, era un matrimonio arreglado, él puede estar enamorado de ella.

—Puedes quedarte si quieres.

Me veo ofreciendo, sin tener claro el motivo. Suelta el aire sacudiendo la cabeza de un lado a otro, tarda unos segundos en responder, tiempo durante el cual me distraigo admirando su vista de perfil.

¿Qué? Soy humana y sé apreciar un paisaje hermoso. Les aseguro que Zack supera a cualquiera que haya visto en últimamente.

—¿Por qué no? —insisto —No eres un desconocido para Lina y hace falta una opinión masculina.

—Mi presencia ocasionaría incomodidad y rumores —se excusa —. No quiero empañar su matrimonio con cotilleos.

Es un buen punto, sin embargo, sé que solo son excusas. Irá al apartamento, a encerrarse o a lamer sus heridas. Esa zorra sin vergüenza no merece una sola de sus lágrimas y algo me dice que las ha derramado.

Y la odio por eso.

—¿Puedes prestarme tu auto?

—Puedo acompañarte —ofrezco sin pensar —. Lina va a entenderlo.

Ante mi oferta, me obsequia una sonrisa que no llega a sus ojos. Esos que lucen opacos y con marcas de insomnio. Sus cejas arqueadas hacia abajo, labios apretados y maxilares en tensión.

—No tienes que preocuparte por mí, puedo manejarlo —toma una de mis manos y se las lleva a los labios antes de seguir —gracias por preocuparte.

No les hablaré de la corriente eléctrica que ocasionó esa acción o la pérdida que estuve en sus ojos negros. Dos actos que me remontan a una época muerta y sepultada en mi cabeza. Aleja la mano de sus labios, pero no la suelta, permaneciendo en silencio, viéndonos por largo tiempo.

—Aún hay rastros de la Peyton que recuerdo.

—Esa Peyton murió —respondo alejando la mano de la suya, que de repente me quema —la asesiné, en defensa propia.

—Es lo que quieres hacernos ver—comenta sonriente —llegué a pensar que así era.

—Nos vemos —le digo saliendo del auto e ignorando su sonrisa, estúpida.

¡Y yo preocupada por su salud mental!

******

—No solo las traiciones de amor duelen —me dice Lina, luego de escucharme —las de familiares son igual de dolorosas y el tal Filippo, ¿No es acaso familia?

—Primo, hijo del único hermano de Regina. —le aclaro y afirma.

—¡No te muevas! —ordena la chica que ajusta su vestido de novia con rostro severo y ambas sonreímos —el cotilleo puede quedar para después.

—No habrá un más tarde —se defiende ella —. Viene la boda, la luna de miel —enumera —. Cuando regrese ella no estará.

—¿Planeas morirte? —me pregunta la diseñadora y niego con una sonrisa en los labios.

—Hará algo peor, se irá de vacaciones con su madre —chilla Lina. —¿Acaso estamos en una cámara escondida? —pregunta abriendo los brazos de forma teatral. —Primero, tu ex cae herido a tus pies, te enteras de que está comprometido, tu padre te obliga a cuidar de la novia, luego sorprendes a la perra siéndole infiel.

Lina se despacha en detalles que dejan a la diseñadora en silencio y viéndola sorprendida. Lo describe de una manera que lo hace ver catastrófico cuando no es así.

—Le aseguro que no es tan malo de como ella lo describe —le calmo a la mujer quien afirma en silencio.

—Lo único rescatable es que tu madre ha decidido acercarse —su comentario hace sonreír a Lina y a mí a buscar una respuesta libre de resentimiento.

—El problema está en que ella ha creado una zanja que con el pasar de los años se convirtió en abismo —es mi amiga quien responde —. No es la primera vez que lo intenta y siempre busca algo a cambio. Normalmente, a favor de sus intereses, porque Frida Orellana, solo piensa en ella.

Ante el escozor que ocasiona esa verdad y el enojo que me produce no poder refutarle, me incorporo de la silla. Lina conoce a mi madre, sabe de todos y cada uno de los actos que ha hecho para obligarme a hacer su voluntad.

—No me extrañaría que lo que desee es casarla con su hijastro —con esas palabras termina su diálogo y me observa apenada —lo siento.

—La verdad no debe causar vergüenza —respondo viendo la hora —. Debo irme.

—¿No vas a llamar a Zack? —pregunta, pero ya voy rumbo a la salida.

Zack

A la huraña y malgeniada mascota de Peyton, le cuesta adaptarse a mi presencia. Windows, como le han llamado al gato, es un extraño personaje de pelaje negro y grandes ojos amarillos. Suele verme desde lejos y oculto tras alguna pared o mueble. Las pocas veces que se acerca es cuando me ve con la lata de comida en las manos.

Su glotonería supera el mal genio, sin dudas.

—No puedes estar celoso, de mí —le digo al ver su figura detenerse en la entrada de la habitación —la conozco antes que tú —señalo al peluche que trajo de la visita con su madre antes de seguir —. Tú eres el reemplazo mediocre de Silvestre —finalizo.

Su reacción es lanzarme una mirada indiferente antes de dar media vuelta e ingresar a la habitación. Una vez dentro se acostará en mitad de la cama y lamerá su trasero mientras me lanza miradas despectivas.

El ruido del timbre aleja mi atención al animal y ve a todos lados. Peyton no me dijo que esperaba visitas, contrariado y sin saber si es buena idea abrir, me llega el segundo timbrazo. Molesto por la ausencia de mirilla, abro la puerta y lo que me encuentro me hace dar un paso atrás.

—¿Tienes idea de todo el gasto que me has ocasionado? —acusa el tío Filippo al verme. —¿Desde cuándo eres irresponsable?

—No pedí buscarme —me defiendo —, tampoco que desplegaras un operativo como si estuviera secuestrado.

—¡Te estás escuchando!

—Pedí estar solo —continuó ajeno a su rostro rojo y semblante molesto —. Creí merecerlo.

—¿Merecer? ¿Hablas de merecer? —explota ingresando a la habitación y viendo a todos lados. —Te bastó ver a esa chica para que mandaras al diablo un excelente matrimonio.

—Entiendo —digo lanzando un suspiro mientras él mira el decorado con despotismo —, debí imaginarlo. —Avanzo hacia la cafetera y le sirvo una taza de café, yo decido pasar el trago amargo como los valientes, sin tomar nada. —¿Hablaste con Filippo?

—¿Qué tiene que ver mi hijo en tu mala decisión? —La forma en la que gira con violencia y me enfrenta debería obligarme a replantear lo que diré a continuación, pero no es así.

—Sé por qué insistieron en que me casara con Fiorella, trabajar aquí —señalo a mi alrededor antes de seguir —, no fue porque me tuvieras confianzas. Lo que querían era alejar la tentación de Filippo y Fiorella.

—¿Qué intentas insinuar? —escupe dando un paso al frente —. ¿Ahora eres de los que limpias tus pecados mancillando el honor de una dama?

—Es ella la que lo hizo —le aclaro —. La abuela, Beatrice, los padres de Fiorella y tú, todos lo sabían.

—Sabía que algo así iba a suceder cuando mi madre me dijo que esa chica era la que cuidaba a Fiorella —empieza a decir —. Ibas a mandar todo al diablo, por alguien que no tengo claro si es mujer u hombre. —Se rasca la cabeza y niega el café que le extiendo —Fiorella no hace, sino llorar, Beatrice está enojada, ni hablar de sus padres.

Tomo la taza de café y la dejo en la mesita, mientras soy visto con decepción. Lo que sigo escuchando lo siento irreal y sacado de una novela de esas que a mi abuela le gusta ver. Fiorella obvió detalles importantes sobre nuestra ruptura, sobre todo, aquellas en las que la señalan a ella como culpable.

—Cancelas la boda, rompes el compromiso y, como si esos dos actos no fueran suficientes, te vienes a vivir aquí —señala con asco el modesto apartamento. —Al lado de la hija de la mujer que ocasionó la muerte a tu madre.

—Filippo y Fiorella son amantes, por eso cancelé el compromiso —le aclaro y su rostro se torna rojo mientras que sus manos las convierte en un puño.

—¿Qué te sucede? —reclama en tono alto —caíste en la trampa de los Rossi y por segunda vez esa chica es la responsable, ella y su padre.

—Peyton y su padre no tuvieron nada que ver con lo sucedido, te pido no los mezcles.

—Enlodar el nombre de una dama, no es de un Mozzi.

—Engañar a su esposa, destruir un hogar, tener un amante. —Enumero —Traicionar la confianza de tu familia, enlodar a tu primo para limpiar tus culpas —sigo —. ¿Eso sí es de un Mozzi?

—No puedo creerlo. —comenta en voz baja —. Manchas el honor de tu familia, repudias a tu novia. ¿Por qué? Por un amor de juventud que solo te ha ocasionado dolor. ¿Qué diría tu madre si estuviera vida?

—Mi madre me hubiera creído —digo en calma—. Jamás puso en duda mi palabra, porque sabía la educación que me dio. Es evidente que le darás el lado a tu hijo, limpiarás su falta al precio que sea.

Aunque eso signifique manchar mi reputación y dejarme como infiel. Filippo Mozzi, mi tío, es consciente de la verdad, también del daño que ocasionaría en el hogar de su hijo de saberse. Eso es la razón de su enojo.

—Has escogido a una mujerzuela, sin educación, nada de clase, como reemplazo para Fiorella —escupe con desdén —una dama, por una callejera. ¿Pretendes que lo aceptemos?

—Quieres que continúe con ese matrimonio, pero no por el honor de Fiorella o por mí —sigo —. Lo haces para ocultar el "desliz" de tu hijo. Por desgracia y contrario a ustedes, yo sí tengo valores.

Una figura en vaqueros oscuros, polo blanco y americana negra se posa en la entrada. Mira en dirección a mi tío, me busca en la habitación y al hallarme me sonríe. Sostiene en sus manos varias bolsas que me muestra antes de ingresar.

—Buenas tardes —le saluda dirigiéndose a la cocina —. Usted debe ser el tío Filippo. Zack me ha hablado maravillas de usted. —continúa diciendo mientras rebusca en la cocina —de su calidad humana, lo honesto y responsable que es. Mi padre dice que un hombre honesto es un baluarte para la sociedad, hoy en día es un don de pocos. — Finaliza girando hacia él y obsequiándole su mejor sonrisa —Lo siento, no me he presentado, soy Peyton Beck. Una vieja amiga de Zack.

Avanza hacia él y estira su mano. Por un instante mi tío se mantiene en silencio viendo su rostro y luego la mano que mantiene estirada hacia él.

—Filippo Mozzi, —se presenta cortante, sin estrechar la mano mientras avanza hacia la salida —. Tu abuela te espera en la villa, espero no faltes a la fiesta de cumpleaños.

Sin decir otra cosa, sale del apartamento, dejando a su paso un ambiente tenso y difícil de llenar con excusas baratas.

—No pretendas hallar verdad en personas adictas a la mentira —me dice girando hacia mí—. El desgaste emocional no compensará una verdad que nunca llegará.

—Gracias —logro decirle luego de unos minutos y afirma.

—Te traje algo que te va a gustar —me dice dirigiéndose a la cocina. —Nada como un estómago lleno para depurar emociones. —continúa diciendo rasgando las bolsas —¿Vienes? —me pregunta con una ceja alzada y señala la silla libre ante ella.

No hay vestigio en su rostro o comportamiento que nos haya escuchado, aunque con ella nada es seguro. Menos, si se mezclan emociones. Tiene el poder o el defecto de saberlas ocultar. 

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