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Capítulo 15

Actualidad

¿Cómo era posible que mi padre hiciera esto? No dejaba de preguntarme mientras llevaba a Zack al apartamento. ¿En qué momento pensó que era una buena idea? Habíamos dejado de ser dos adolescentes, de manitos sudadas y corazón loco al estar juntos.

Nos convertimos en dos adultos, con ideales y estatus diferentes. Bastaba ver el traje de Zack y sus ademanes finos para entenderlo. De mi amor adolescente quedaba muy poco o casi nada y estaba segura de Zack veía lo mismo en la Peyton que lo acompañaba.

El viaje es con él en silencio, viendo a los transeúntes y a nuestros móviles, iluminándose cada cierto tiempo. Dos números de líneas extranjeras me marcan una y otra vez, por lo que me imagino es su familia.

—Es un matrimonio arreglado.

—Era. —corrige rápidamente — Y sé a dónde quieres llegar.

—Por el momento a tu apartamento, después un sitio seguro. —Me lanza una mirada fugaz y regresa la atención a la calle.

—Filippo está casado, tiene dos hijos, uno de ellos viene en camino —empieza a decir —. Ambos se me brindaron a amistad, haciéndome sentir en casa.

—Cuando la lujuria hace presencia, el sentido común no existe. —Sonríe sin humor y sacude su cabeza.

—¿Lo dices por experiencia?

—Se podría decir que sí. —respondo evasiva —. El punto aquí, es que tu abuela es la menos culpable.

—Insistió en una boda, conociendo la situación. —Habla empuñando las manos con fuerza.

—¿Te obligó a aceptar? —cuestiono y lo veo negar —. Entonces, la decisión fue tuya y no de ellos. Cubrirte con la capa de víctima es lo peor que puedes hacer.

—¿Me lo dices tú? —me señala de arriba abajo, labios curvados en una sonrisa, ceja alzada y con altanería —la que se viste como hombre y se hizo policía solo para joder a su madre.

—Atacar a la única persona que te brinda ayuda, te hace —aconsejo—. Puedes ser sacado del auto en movimiento.

—Acabas de darme la razón —mueve su mano derecha en el aire en un gesto elegante que me hace sonreír —. Me alegro de que mi desgracia te divierta.

—¡No exageres! Pues tampoco es que se acabe el mundo —controlo la risa viendo hacia delante y resoplando —. No eres el único que le han puesto el cuerno, ni el último.

—Un pensamiento mediocre. —me ataca.

—Actúas como si fueras el único herido en esta historia —no puedo controlar la risa, lo que acaba enojándolo —¿Qué hay de esa esposa o los hijos?

—No tienen por qué enterarse...

—¿Quién es el imbécil ahora? —Detengo el auto ante el lujoso edificio y vuelvo mi rostro hacia él —¿La dejarán vivir una mentira?

Tensa su mandíbula con la mirada fija en la puerta principal, mientras asegura que no es a él a quien le corresponde decirlo. Lo último que desea es hacer un escándalo.

—Ustedes, los millonarios, cubren las cagadas con diplomacia —me veo diciendo.

—¿Qué quieres que haga? —pregunta en voz alta —. Es él quien le debe respuestas, es él el traidor. —Su rostro empieza a enrojecerse y su mandíbula luce cada vez más tensa —a mí me cuesta verla a los ojos en adelante. Me siento responsable cuando es evidente que no es mi culpa.

—Lo mejor es que te calmes —le digo cuando coloca un pie por fuera del auto —¿Qué piensas hacer? ¿Cuál es el plan?

—He estado pensando —se detiene e inspira fuerte —han mantenido esto en secreto por mucho tiempo.

—Años quizás —confirmo.

—Si —resopla —ayer esquivé la seguridad cuando ella empezó a insistir en querer saber donde estaba.

Me narra salió del edificio Risso, luego de mentirles a los abogados diciéndoles que deseaba hablar un par de cosas con Francesco. Fue al apartamento y la encontró a ella cabalgando sobre su amante.

—Es posible no sepa lo que viste —concluyo y afirma. —¿Le dirás que lo sabes?

—¿Qué harás tu?

—Tengo que ver a mi madre, después visitaré a Lina. ¿Necesitas compañía? —señalo la entrada y sigue el rumbo de mi mano.

—¿Te molestaría? —niego y asiente saliendo del todo.

—No uses la violencia —aconsejo —ni te sientas valiente por tener escolta policial.

—Haré mi mejor esfuerzo —pasa saliva, abre y cierra las manos mientras avanzamos hacia los ascensores. —¿Por qué no estudiaste medicina? Querías ser pediatra.

—Porque deseaba llevarle la contraria a mi madre —intercambiamos miradas cómplices y sonreímos —crecí viendo a mi padre con el uniforme y hablar de sus servicios con tanta pasión —recuerdo con una sonrisa en los labios.

—¿Te arrepientes? —alejo la mirada de los números para verle —Estás suspendida, no quise preguntar los detalles.

—Aunque no se note o no lo vean posible, he sido muy feliz portando el uniforme —confieso —. Estoy preparada para dejarlo, pero no como se está planteando.

—¿A qué te dedicarías?

—Estudié ingeniería informática —las puertas del ascensor se abren con Zack viéndome sorprendido y me encojo de hombros —. ¿No lo parezco?

—No mucho.

Avanzamos por el pasillo y por varios segundos ninguno de los dos dice nada.

—De pediatría a informática —comenta viéndome sonriente —. ¿Por qué?

—El sueño del papá era que su hija estuviera lejos de los delincuentes —comento divertido —. Mi unidad es delitos informáticos.

—¿Por qué te viste envuelta en ese lío si es así?

—Porque no siempre estoy detrás de un ordenado. —hablo en tono bajo cuando estamos a escasos metros del lugar —mi turno había acabado, me dirigía a casa cuando escuché el reporte por radio.

—Y saliste a la caza de un asesino.

—Y la presa fui yo —concluyo deteniéndonos ante la puerta.

Zack lanza un suspiro largo, ingresa su mano en el bolsillo de su pantalón, de donde saca una llave que ingresa a la ranura. Antes de girar la pieza metálica, las puertas se abren y su primo asoma su rostro.

—¿Has hablado con la abuela o papá? —son sus primeras palabras. —¿Lo hiciste? —insiste en saber.

Zack lo rodea e ingresa al apartamento. Filippo deja la puerta abierta, pero desisto de ingresar. Me aseguro de mantenerla abierta, a la expectativa de lo que pueda suceder. No hay rastros de Fiorella, por lo menos desde el ángulo en el que estoy.

—No he hablado con ellos desde hace veinte horas —la respuesta parece relajarle y mira en mi dirección.

—¿Qué hacías con ella?

—Dejaré que sean ustedes que le digan —le dice en respuesta —te daré la oportunidad de limpiar un poco la culpa —concluye.

Detiene sus pasos en mitad del vestíbulo, ingresa ambas manos en los bolsillos y sostiene la mirada del hombre que lo observa con rostro preocupado.

—No puedo hacerlo. Sabes lo que ocurrirá. —responde —esto fue un error, Fiorella y yo —pasa ambas manos por su cabello y tira de él —olvidaremos que esto sucedió. Seguirán con los planes de boda.

—La boda se canceló ayer —le interrumpe —no voy a casarme Filippo y ustedes dirán los motivos.

—¡No puedes hacerme esto! Soy un hombre casado y con hijos.

—No fui yo quien lo olvidó — le dice perdiéndose en el interior de una de las habitaciones —no vine a este lugar a escuchar tus excusas, sino por mis cosas.

—Zack, por favor —escucho que le ruega ingresando a la habitación. —Fiorella se ha ido a culminar los últimos detalles, a la abuela le dije que estabas en la venta de la casa y estabas sensible.

—No habrá boda Filippo, no pienso limpiar tu mierda, ni dar en sacrificio mi libertad —sale de la habitación arrastrando una maleta y con un maletín en la otra mano.

—¿Te irás con una desconocida? —me señala de forma despectiva al decirlo —ni siquiera sabes si es mujer.

—Soy leal y de buenas costumbres —le aclaro —es lo que importa en estos momentos —le hago un guiño mientras sonrío —En cuanto a mis gustos en la cama, no creo que importen.

—¡Por Dios! A la nonna le dará un infarto si llega a verla —me señala. —espero no planees llevarla a casa.

Sin decir nada sale del apartamento, el silencio que le invade dura todo el viaje a ver a mi madre. Una vez ante la mansión Rossi, desiste la sugerencia de acompañarme y decide quedarse a hacer un par de llamadas.

—Prometo no tardar —le digo saliendo del auto.

****

Encuentro a mi madre aun en pijama y tomándose un té en la terraza de su habitación. Si se sorprende de mi presencia en la mansión, a tempranas horas de la mañana o que cruce la habitación matrimonial, no lo dice.

—Me dejaste preocupada —confieso negando el café que me ofrece en silencio —¿Te sientes bien?

—No. —responde en un susurro—por primera vez me pesan los errores cometidos.

—Le llaman la crisis de los sesenta —mi comentario le hace sonreír y tomar una de mis manos.

—¿Cuándo te vas de vacaciones?

—Estoy esperando la boda de Tina.

Tiene sombras oscuras debajo de sus ojos, piel pálida, labios cuarteados. Me sorprende que no lleve manicura en las manos tanto como el color amarillento en sus uñas.

—¿A dónde iras? —pregunta dándole un sorbo a la taza y niego.

—Aún no lo decido. ¿Estás bien, mamá?

—Ya lo estaré, no te preocupes —sonríe o intenta hacerlo, pero lo que sale de sus labios es una mueca más parecida al dolor.

Se incorpora diciéndome que me tiene una sorpresa e ingresa a la habitación. Aprovecho el momento a solas para ver en dirección a Zack, solo logro ver su brazo apoyado en la puerta del auto.

—Recuerdas ese gato de felpa que siempre me pedías y prometí darte.

Era una caricatura que solía ver de niña, me encantaba verla solo por el gato, odiaba al pájaro que constantemente perseguía. A mis ojos el pobre gato tenía hambre, que sería saciada si el tal Piolín se dejara atrapar.

—Cómo olvidarlo —le digo girando hacia ella y viendo lo que trae en sus manos —. Silvestre, el gato de pocas pulgas.

—Por eso compraste a ese gato, holgazán —me riñe moviendo el peluche ante mis ojos —es un poco tarde.

—Nunca es tarde para cumplir una promesa —le digo viendo el gato negro con blanco, pero sin tener el valor de tomar. —Al fin atrapó a Piolín. —señalo lo que tiene en sus manos y ambas reímos.

Lo tomo entre mis manos, descubriendo un toque casi terapéutico en su textura suave. Tiene en su cuello un collar y un dije en forma de P bastante grande. Mamá regresa a la silla y sonríe, viéndome acariciar mi obsequio.

—Voy a divorciarme de Giorgio —sorprendida por la revelación, alzo la cabeza y me encuentro con su rostro decidido, labios apretados y manos en un puño.

—¿Te hizo? —niega con lentitud —si te hizo daño...

—No me ha hecho nada —me interrumpe, pero hay algo en su rostro que me impide creerle. —Estoy bien, no te preocupes por mí.

¿Cómo puedo estar tranquila? Acaba de decirme que va a divorciarse del hombre al que se ha aferrado con uñas y dientes por más de una década.

—Si todo sale como quiero, podemos irnos las dos de vacaciones.

¿Es una broma? Ahora todos desean mi compañía. 

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