Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Una despensa llena no es importante cuando estás trabajando. Esta solía estar llena de latas de comida para Windows y algunos víveres que se vencían en los cajones. Resultaba más práctico comprar una hamburguesa o acudir a cualquier restaurante y seguir el ritmo que llegar a casa y preparar algo para mí.

Cinco días saliendo a buscar comida o pidiendo domicilios fueron suficientes para hacerme entender que era hora de hacerlo.

—¡Dijiste que vendrías! —reclama Sofía del otro lado —¡Lo prometiste!

Podía vivir sin el resto del mundo, menos de mis hermanos. Son ellos los que han impedido volverle loca y me han enseñado que alguien puede amarte, aun con tus errores.

—Lo hice ayer —me defiendo —y lo haré en la noche.

—¡Lo juras!

—Lo prometo —le digo —, si me dejas terminar, llegaré antes de lo prometido.

Hace lo que imaginé haría, cuelga la llamada y estoy por guardar el móvil cuando algo en la pantalla llama mi atención. Varias llamadas y mensajes de mi madre y de papá, pero a él sí le devolví la llamada hace unas horas.

Los otros números los reconozco como el que solía usar la abuela de Zack y el de Fiorella. Un móvil que debe estar en manos de Zack y, de no estarlo, tampoco tengo que devolver la llamada. No hay nada de lo cual tenga que hablar con esos dos, elimino el historial y guardo el objeto en mi bolsillo.

Arrastro el carrito hasta mi auto, abro la cajuela y dejo todo en el interior. Al rodear el auto, me encuentro con una multa de tránsito y maldigo mi mala suerte. La buena suerte no me acompaña por estos días y dudo que alguna vez regrese.

Hago el documento, un ovillo en mis manos ingresando al auto y lo lanzo frente al volante en donde reposan varios más. Me ha costado decidirme sobre mi destino y es que, no es lo mismo irse de vacaciones y retomar labores luego de una temporada. A irse con el fantasma del desempleo rondando.

De momento, ayudar con los preparativos de la boda de Tina, me ha servido de distracción. Me permite estar lejos de casa y con paradero desconocido.

Eso mantiene a mi madre a raya, lejos de mis decisiones. Ella insiste en que este evento es una señal para que replantee lo que quiero hacer con mi vida. La caza de delincuentes no es lugar para una dama; para Frida, eso es una labor masculina.

También conserva a Francesco lejos, a quien de repente se le ha despertado el interés en mi situación y ofreciéndome empleo en su empresa. ¿Cómo qué? La puta del momento, el otro sí a un contrato de pésima valoración. Detengo mis pensamientos cuando me adentro en el modesto vecindario en que vivo.

—Le llevo el auto al sótano —sugiere uno de los guardas del edificio donde vivo.

—Voy a volver a salir —le digo, tomando las bolsas e ingresando al vestíbulo del lugar.

—Peyton, llego esto para ti —anuncia Fernández, un segundo guarda detrás del mostrador y enseñándome un enorme ramo de rosas rojas. —El quinto en una semana.

—¿Del mismo? —afirma y resoplo fastidiada —. Espero que tu novia te perdone, Fernández.

Francesco no lo sabe, pero sin proponérselo está ayudando a Fernández a que su novia le perdone. Flores y chocolates que pido lancen a la basura, son tomados por él y usados para cumplir su objetivo: ser perdonado por su novia, que se encuentra ofendida porque olvidó la fecha de aniversario.

Me bastó leer el remitente en la primera tarjeta, para no querer ver o saber nada de las siguientes. Eso no ha evitado, de ninguna manera, que Francesco siga enviando obsequios, flores o chocolates.

—Deberían ser devueltos —sugiere su compañera —. El remitente puede creer que el no hacerlo es una señal positiva. En cualquier momento, puede venir por una respuesta.

—Si lo hace, le dirán que las flores acabaron en la basura —le calmo y la chica sacude su cabeza.

—Los hombres son criaturas extrañas y estúpidas. Siguen creyendo que nuestros "no", son en realidad un "sí" —proceso ese comentario con una sonrisa en los labios y dándole la razón.

—Hagamos algo —ofrezco, empezando a avanzar —. El próximo que llegue, imagina que es para ti, de parte de alguien a quien no perdonarás jamás.

—¿Me dará ese poder? —pregunta emocionada.

—¡Por supuesto! Si debo firmar alguna nota, me lo hace saber.

Uno de ellos corre a pedirme el ascensor, ingresa conmigo y presiona el piso al que me dirijo. Sale de la caja metálica con una sonrisa en los labios y pidiéndome no demorar, pues he dejado el auto en mal lugar.

Una cosa tengo clara cuando decido visitar la casa de mi padre. Sé cuándo ingreso, pero no la cuando salgo. Sobre todo, cuando esos tres son conocedores de que no laboro. Consciente de ello, dejo todo preparado, en caso de no regresar, con los tazones de Windows llenos de comida.

Ignoro el móvil, iluminarse en el buró y los mensajes que llegan. Mi madre solicitando verme Y/O en su defecto, hablé con Francesco, Giorgio pidiéndome limar asperezas y hacer las paces. En medio de esos mensajes entra la llamada con el número registrado con el nombre de Fiorella, una y otra vez.

¡Necesitas contestarles! Si llegas a casa y papá los ve, se va a enojar. Aconseja mi inconsciente y decido darle una oportunidad al número registrado como mamá.

—Lamento molestarte —se excusa.

—No es molestia, no estoy haciendo nada importante —le calmo.

—¿Qué harás esta noche?

—Visitaré a mis hermanos —respondo dejando los tazones en el balcón.

—¿No fuiste ayer? —Me reclama.

—Me gusta ir allí —respondo en una calma que estoy lejos de sentir —. ¿Te puedo pedir un favor?

—El que desees, cariño. —Habla apresurada.

—¡Perfecto! Dile a Francesco y a su padre, que no me interesan sus regalos u ofrecimiento —empiezo a decir —, tampoco estoy interesada en algún trío, compromiso o en cualquier tipo de orgía.

—Peyton, no es necesario que sea vulgar.

—En serio, mamá, —le ruego —me harías un enorme favor si logras lo que te pido.

—¿Tan insistentes son? —pregunta preocupada.

—No te estaría pidiendo intervenir, si no fuera así.

—¿No te gusta, Francesco, ni un poco? —gruño un no, que le saca una sonrisa y a mí rodar los ojos —se parece mucho a Zack.

—¿A qué viene eso?

—Nada cariño —se apresura a decir —, es solo que, es un buen chico y ha estado interesado en ti.

—Me has aconsejado no tomar parte...

—Tienes razón —en los segundos que siguen solo escucho su respiración del otro lado. Cuando creo que ha colgado, miro la pantalla y veo que sigue en línea. —Lo mejor es que dejes las cosas claras, hasta el momento has estado esquivándole y no le has dicho que no.

—¿Me dejará en paz si lo hago?

—Confío en que así sea—susurra.

—Lo siento, no te he preguntado a qué has llamado —le digo al recordarlo.

—No tiene importancia, puedo esperar —responde luego de un corto silencio —. Te quiero mucho, cielo.

Miro la pantalla, constando que sea ella, y regreso el móvil a su lugar.

—Yo también.— ¿Qué carajos fue eso?

El buzón de mensajes anuncia que "Fiorella" ha dejado uno, no puedo evitar la curiosidad que me genera lo que ese subnormal me ha escrito y acabo abriéndolo.

De Fiorella: He conseguido las flores negras.

Vuelvo a leer el contenido del texto, sin poder entenderlo. Me quedo pensando en una respuesta correcta, sin que dé lugar a dobles intenciones, y al tenerla, empiezo a digitarlo.

Para Fiorella: No son necesarias.

Le doy enviar y avanzo hacia las bolsas de regalo que he preparado para los chicos. El ruido del móvil vibrar me hace verle con odio.

De Fiorella: He sido un imbécil, quiero enmendar mi error. ¿Qué puedo hacer?

Tomo las bolsas en mis manos, voy por las llaves y salgo al exterior. Busco una respuesta rumbo al primer piso y, al no hallarla, decido simplemente no responder.

****

La llegada de los mellizos y un par de sucesos desafortunados hicieron a Silvia y a mi padre, buscar otro hogar. Julios había tocado fondo de una forma tan cruel y grotesca, que su familia no tuvo otra opción más que abandonarlo.

El nuevo hogar era amplio, más seguro y lo que era importante, por lo menos para mí, estaba en blanco y libre de recuerdos. Algo que me ayudó significativamente por aquellos días y a Silvia le trajo tranquilidad.

Apoyo mi cuerpo en el marco de la puerta, viendo a las dos figuras dormidas y a su padre cubriéndolos. La noche de hoy no encontré a Junior, estaba en una reunión de compañeros de universidad que no pudo aplazar. Había dejado con su madre un beso y un abrazo fuerte que insistió en que me dieran y recibí, apenas di un paso en la casa.

Papá me pide salir de la habitación, dejando en ella a Silvia apagando las luces.

—Es tarde, será mejor si te quedas a dormir aquí.

Una solicitud con tinte de orden a la que me es imposible negar. Una parte de mí, desea el calor que solo este hogar me ha brindado. Silvia, papá y mis hermanos se han convertido en el centro de mi mundo.

—Esta es tu casa —dice deteniendo sus pasos y obligándome a verle —. Aquí tienes una habitación y un sitio —señala su corazón al decirlo y sonríe—. Eres mi mundo, cariño, y me duele que estés pasando por esto y no poder hacer nada.

—Te debo lo que soy —le digo apoyando mis manos sobre las suyas —, eres todo lo que necesito al final de un día de mierda.

—Me encanta ese lado romántico tuyo —ambos reímos avanzando hacia mi habitación en donde se aleja y se queda viéndome por largo tiempo.

—¿Has hablado con mamá? —niega frunciendo las ceñas.

—¿Por qué?

—Hablé con ella esta tarde, la sentí rara —confieso —. Usó un te quiero y mi cielo, en una sola frase.

—Es preocupante —sonríe acariciando su mentón mientras finge pensar —. ¿Quieres que hable con ella?

—La buscaré mañana —prometo —quizás solo esté en sus días —me encojo de hombros y afirma —buenas noches, papá.

—Buenas noches, linda —se despide con un beso en la frente y cierra la puerta una vez ingreso.

Observo la puerta cerrada por largo tiempo, lanzo un suspiro y giro sobre mis pies para contemplar mi habitación. Mantiene el decorado que le di cuando papá lo compró. En aquella casa dejé no solo los recuerdos de Zack, sino también todo lo que me había obsequiado y lo que podía hacérmelo recordar.

¿Por qué estaba de vuelta? ¿Por qué simplemente no se largaba y me dejaba tranquila? Saco el móvil de mi bolsillo, elimino todos los mensajes suyos, respondo uno de Tina y bloqueo los tres números de los Rossi.

Giorgio, Francesco y Zack se pueden ir al diablo.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras de a dos, me topo con mi padre en mitad de la estancia con dos vasos de whisky en sus manos y a Silvia sonriente en un sillón.

—¿Dónde vas? —preguntan en coro.

—A casa —respondo.

Un sitio seguro.

****

La única forma de dormir, era cubriendo mis oídos; de otra forma era imposible. Cualquier ruido exterior solía despertarme, lo que me servía si estaba trabajando. Dado que, en estos momentos, estoy desempleada, no es necesario un sueño intermitente.

Retiro los tampones de mis oídos y los dejo en la lava manos antes de ingresar a la ducha. Nada mejor que un sueño reparador y una larga ducha para reiniciarte. El itinerario de hoy, era sencillo, visitaría a mi madre y luego iría con Tina. Habíamos quedado para ir con la organizadora de la boda; finiquitaríamos los detalles de los vestidos de las damas de honor.

Yo soy una de ellas.

Una hora después, con mi piel arrugada por el exceso de agua, pero feliz, me deslizo a la cocina. Preparo dos omelette y pan tostado con Windows, curioseando las rendijas de la puerta.

—No hay nada allí —le digo volviendo a verle, pero soy ignorada.

Ingresa una de sus patas delanteras por el pequeño espacio y olfatea mientras maúlla. Apago la hornilla, contemplando su sorpresivo interés.

—¿Quieres salir? —le digo abriendo el balcón, me lanza una mirada indiferente y regresa su atención a las rendijas.

Lo que sea que hay detrás, le causa mucha curiosidad, debo confesar, también, a mí. Elimino la distancia, miro por la mirilla, pero no hay nadie. Confiada en que es algún perro vecino, le abro la puerta y lo observo salir, pero no llega lejos.

Se sienta sobre sus patas traseras, observando a un costado y buscando lo que ha llamado su interés. Está dormido, la cabeza apoyada en a la pared y con el saco cubriendo su dorso. Un ramo de rosas negras está a su lado y no necesito contarlas para saber el número.

Rasco mi cabeza mientras lanzo maldiciones, inclinándome para llamarle.

—¡Zack! —sacudo sus hombros y se remueve —¡Zack! —y observo cómo abre sus ojos negros y se fija en mi rostro —¿Qué haces allí?

—No respondiste —susurra, alejando su cabeza de la pared y girándola en círculos.

—¿Te has vuelto loco? ¡Los vecinos pudieron lincharte! —le riño incorporándome y extiendo su mano —tuviste una herida delicada, no deberías soportar ese frío.

Cuando se incorpora ante mí, lo encuentro más alto de lo que me gustaría y más intimidante. Le invito a entrar y sigue mis pasos de forma lenta y algo confundido. Es la primera persona que no mira mi hogar como si fuera un basurero.

—Puedes dormir en mi cama —le señalo mi habitación que mira con añoranzas y me encuentro por primera vez con un gesto que reconozco —. Podemos hablar al volver.

—¿Qué huele tan bien? —pregunta.

Está en mitad de mi pequeña estancia, con el saco en una mano y las rosas en otra.

—Omelette —respondo señalando a la cocina —. ¿Quieres?

Lanzo la pregunta en espera de que lo niegue y lamento hacerla al ver que afirma en silencio. Avanza hacia mí y se queda a pocos pasos, me extiende las rosas que detallo sin ver.

—Perdón —empieza a decir —. Debí haber mostrado más madurez, me equivoqué —toma mi mano y me obliga a sostener el ramo de rosas —. ¿Podemos empezar de nuevo?

—Si digo que no —respondo dando un paso lejos de su humanidad —. ¿Me perseguirás por media ciudad? —Le veo de reojo y lo veo esbozar la primera sonrisa.

—Por esta ciudad o en donde te escondas —confirma —, mi comportamiento fue inadecuado, lo siento.

—¿Dónde están?

No le doy nombres, él no los necesita. Avanzo hasta la cocina y le señalo la banca detrás del buró, en donde se sienta a la espera del desayuno. Windows decidió que es un buen momento para que le agradezcan y se frota contra él, lo que no parece importarle porque acaricia su lomo mientras responde.

—Los dejé en mi apartamento hace veinte horas.

Busco los platos, los cubiertos que dejo ante él y voy por lo que sería mi desayuno. Deslizo los dos omelette en su plato, le entrego el zumo de frutas y el café y voy por el mío antes de sentarme frente a él.

—¿Cómo te enteraste? —corta un trozo del desayuno y, en lugar de engullirlo, me lo acerca a mi boca.

—Filippo no tiene tatuajes visibles —comenta instándome a abrir la boca, algo que hago de mala gana.

—Tu abuela me ha estado llamando —corta un segundo trozo y este sí lo come.

—No he respondido a sus llamadas —cierra los ojos y sonríe, al abrirlos me observa como si fuera una diosa —. Silvia —susurra —. Esto parece haberlo hecho ella.

—¿Por qué no respondes sus llamadas? —insisto.

—Todos sabían lo que ocurría entre ellos, aun así, insistieron en un matrimonio que estaba condenado al fracaso —responde con la vista fija en el plato —. No quiero verlos, ni saber de ellos, no por ahora.

—Entiendo, ellos deberían saber que estás bien.

—¿Te molesta si me quedo aquí? —pregunta de repente viendo el sitio —. Es cómodo.

—Que mi padre no te escuche...

—Él me dio tu dirección —responde entre masticadas y viéndome a los ojos —, también el consejo de quedarme aquí.

—¿Bromeas?

—¡No! —responde entregándome otro trozo de comida —me ha pedido cuidar de ti y traerte de vuelta.

¿De qué carajos habla? ¿Dónde me perdí?

—Debemos ir al apartamento por mis cosas —le observo confundida y sonríe —. Después de eso, tú decides a dónde ir. Tú necesitas vacaciones y yo recuperaré el tiempo perdido con una gran amiga.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro