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Capítulo 1

—No te estoy pidiendo un viaje a Dubai, Carl —escucho a mi madre gritar con fuerza —Es solo una puta firma, ¿Por qué haces todo tan difícil?

Los gritos en la planta baja entre mis padres invaden toda mi habitación y probablemente a todo el vecindario. Me llevo las manos a los oídos y lanzo un suspiro largo al tiempo que me lanzo a la cama.

—Una firma que me alejará de mi hija —replica mi padre en calma.

La vos de mi madre es la que más se escucha, la de mi padre es pausada y casi imperceptible.

—Yo tampoco quiero irme lejos de ti papá —susurro cerrando los ojos y extendiendo los brazos en la cama. —no me gusta la idea de estar cerca de él y lejos de ti. —finalizo exasperada.

—No me interesa lo que piense...

—¡Deberías! —interrumpe mi padre y sonrío.

Tú puedes, papá.

—Mi hija no se irá de este país —recalca cada palabra con tanta vehemencia y en voz alta.

—¡Ya veremos! —le reta mi madre.

Puedo imaginarla con el mentón en alto, cruzada de brazos y viendo a mi padre con desdén, mientras que papá la observa con una sonrisa, manos en los bolsillos y en calma.

Algún día me gustaría tener la calma y la fuerza de mi padre.

—Necesitarás de mi firma, una que no obtendrás, no a las buenas —puedo intuir en esas palabras su sonrisa —. Para hacerlo debes ir juicio y hasta donde me has dicho planeas irte en quince días.

—¡No te dejaré a mi hija! —chilla mi madre.

—No tienes otra opción —interrumpe papá —Tu única esperanza es que muera en los próximos quince días —calla un instante —vendré por Peyton en dos semanas.

—Estás cometiendo un error...

—El error lo cometí hace diecisiete años, Frida. —lo siguiente no lo escucho.

Llevada por la curiosidad y el silencio que preside a las palabras de mi padre, decido salir de mi habitación y echar un vistazo. Lo hago en puntillas, descalza y avanzo hacia las escaleras.

Apoyo ambas manos en las barandas e inclino la cabeza. La imagen que veo es tal cual como lo recree en mi mente: mi madre altiva y con comportamiento superior, mi padre relajado, no con las manos en los bolsillos sino cruzado de brazos.

—¿Me estás amenazando? —susurra mi madre.

—Espero no necesitar de algo tan bajo —comenta mi padre dando media vuelta —. Me gusta dejar el pasado en su lugar, desempolvarlo o traerlo a la luz no es buena idea.

Mi padre avanza hacia la puerta, eso le impide ver el rostro pálido de mi madre y su comportamiento al escucharle. Baja los hombros, sus labios tiemblan y empuña las manos que mantiene al lado y lado de su cuerpo.

—Hicimos un trato...

—Uno en el que yo veía a mi hija siempre que quisiera —le recuerda papá con la mano en el picaporte —. No permitiré que mi hija viva en el mismo techo que tu amante.

—Lo que sea que te dijo Peyton...

—No se trata solo de lo que nuestra hija me dijo, yo he visto un par de movimientos extraños en ese infeliz.

Su voz alcanza el timbre de voz militar y estira su cuerpo al dar media vuelta para enfrentar a mi madre.

—¿Lo hablaste con Silvia? —pregunta mama de forma inocente. —Giorgio es un adulto responsable, cosa que no es el hermano delincuente de tu esposa. —Sonríe ante el gesto tenso de papá, ante la mención de Julios —yo tengo más motivos para estar cabreada de que mi hija viva con ese Truhan.

—Julios no vivirá con nosotros, no cela a Peyton, no le envía mensajes "equivocados". —Hace comillas en esto último —ni le quiere controlar sus movimientos —continúa —por mencionar algunos.

—Dirá cualquier cosa con tal de salirse con la suya —acusa mi madre y ruedo los ojos —¡Te está usando!

—No me importa con quién te revuelques, Frida, siempre y cuando no afecte a mi hija. —sonrío victoriosa al escucharle, cruzo mis brazos y afirmo lentamente —Conozco Peyton, como también a ese infeliz. He corroborado cada una de las acusaciones.

—Fue una equivocación —le defiende mamá —¡Te pidió perdón!

—Luego de golpearlo —le recuerda mi padre con una sonrisa —, está controlado porque lo mantengo vigilado, lo que no sucederá si la llevas lejos.

—Carl...

—Tienes quince días para preparar tus cosas —continúa —. Existe una carpeta que permanece sellada porque, hasta el día de hoy, has cumplido. No me hagas usar la fuerza porque no te gustará —le advierte.

Me veo aguantando la respiración y a la espera de la reacción de mi madre. Poco y nada me interesa la mención de esa carpeta, el trato entre ambos o su contenido. Importa el salir del país y vivir en el mismo techo de la actual pareja de mi madre.

He intentado (sin éxito) no pensar en que su pareja sea el hijo del dueño de la empresa en la que labora, que la promoción a CEO de la compañía vino de la mano del ascenso de mi madre y del traslado a Roma (Sitio en que se encuentra la principal).

La emoción de mi madre, por ser promovida, solo es superada por el enorme anillo de compromiso que cuelga de su dedo anular. Ella tiene la vida resuelta al lado del hombre que ama, aunque una parte de mí sospeche que a quien ama es al lujo que le sobreviene.

—Está bien —la voz de mi madre me hace aterrizar —. La dejaré terminar sus estudios —alza la mirada notando mi presencia y papá imita el gesto —. Tus estudios serán en Roma, tal cual como Giorgio lo...

—Sigo siendo su padre —papá sonríe cuando cruza miradas conmigo y me hace un guiño —que no se les olvide.

—¿Cómo piensas a pagarle los estudios? ¿Con tu misero sueldo de policía? —mamá sonríe con burla viendo a mi padre con desdén —. Es increíble lo que la envidia puede hacer en ti, Carl.

—No es más peligroso lo que lo hace en tus entrañas, la avaricia —contraataca mi padre —, te veo en quince días.

Me dice abriendo la puerta, me lanza una última mirada y me sonríe. Observo cómo cierra la puerta y suspiro, me quedo viendo esa parte de la casa por largo tiempo.

No puedo entender cómo es que alguien tan alegre como mi padre se fijó en mi madre. Son como el agua y el aceite; no hay nada en común en ellos. De pequeña no me importaba mucho, ahora es distinto.

He estado investigando un poco y entiendo cada vez menos. Nunca fueron novios y, por ende, no estuvieron casados o en una relación. Mamá es cuatro años mayor que papá, me tuvieron cuando mi padre tenía dieciocho y mi madre veintidós. Papá estaba en los preparativos para ingresar a la policía y mi madre en el tercer año de economía. Mamá es de estrato alto, papá nació y creció en un suburbio de la ciudad.

En resumen, lo único que tienen en común es a mí.

Aunque mi informante sea la abuela (la madre mamá) y su estado senil hace su diálogo poco creíble, algunos datos he podido corroborar, son ciertos. Mi sonrisa se esfuma al recordar lo último que dijo al preguntarle sobre la relación entre mis padres.

"—Carl Beck Fuchs siempre fue un chico centrado y de buenos gustos, y jamás se fijaría en tu madre. ¡Era una perra!"

"—Entonces, ¿cómo estuvieron juntos?" —Quise saber y su respuesta me dejó más intrigada, me lo dijo mientras acariciaba mi rostro y sus ojos se cristalizaron.

"—Tengo sentimientos encontrados, cariño. Eres lo más hermoso que tu madre me pudo dar, aunque la forma fuera abominable."

—Tres meses —la voz de mi madre me hace parpadear y ver hacia la planta baja —es el tiempo que llevará a tu padre a darse cuenta del error que cometió al quererte cerca.

—Deja a la niña tranquila —le riñe mi abuela saliendo de la cocina —. Cualquier cosa mala es gracias a tus genes.

La abuela usa un bastón, aunque no de la forma convencional; suele ser muchas cosas, jamás un punto de apoyo. En estos momentos lo lanza en el aire, al mejor estilo de un espadachín, y mi madre aleja su rostro cuando un par de manotazos logra alcanzarla.

—Debí ser más ruda contigo —refunfuña perdiéndose por el jardín.

—Trece meses —me dice y regresó a verla. —Vendré por ti y no quiero excusas.

Decidida a que no me arruine mi triunfo, guardo silencio y me interno mi habitación. Observo lo que fue mi refugio por tanto tiempo y sacudo mi cabeza.

He llegado a la conclusión de que fui producto de un revolcón de una noche. Mis padres coincidieron en una disco o algo parecido, tuvieron sexo sin protección y no ganaron una sífilis como muy seguramente se merecía mi madre. En su lugar, nací yo.

Sonrío ante ese pensamiento y tomo el móvil, busco el contacto y empiezo a escribir emocionada. "Ganó mi padre." Le doy enviar y me lanzo a la cama con él en manos. La vibración me hace ver la pantalla y sonreír. "¿Tenías dudas? Porque yo no."


—Tengo trece meses para idear un plan —susurro cerrando los ojos —, porque solo muerta, convivo con Giorgio.

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