-para Ss. de Yy.
La máquina pulidora marchó con parsimonia por sobre la pista de hielo. Detrás dejó un camino limpio, casi no parecía que allí se jugó una competencia y que premiaron con medalla de oro al patinador local, Jeon Jungkook. Este, un joven con talento y carisma, se deslizó por la pista con movimientos fluidos, elegantes, por poco y alzaba vuelo. Nadie dudó del resultado de la competencia, incluso si su rival, Park Jimin, ejecutó una performance digna de puntaje máximo, de no ser por el traspié tras un salto con doble voltereta, conocido como el Lutz.
En el municipio de la ciudad, celebraron el banquete por el retorno de la estrella del hielo; en la pista de patinaje, él prefirió evitarlo.
Cuando completó el recorrido de la pista, suspiró complacido. Con el suelo impecable tenía este impulso de buscar patines y ser quien estrene la pista, pero le daba algo de miedo patinar. Irónico, sí. Aun así, mantuvo el secreto porque no quería ser despedido. Bastante mal le caía a su jefe que era, coincidentemente, su hermanastro. No quería darle motivos para que lo echen a la calle. Sobre todo, cuando aún no reunía suficiente para presentar sus exámenes de la facultad.
Guardó la pulidora, cerrando el candado del almacén. Buscó en su abrigo un par de monedas y encontró lo suficiente para asaltar la máquina de refrescos y golosinas. Quería surtirse de dulce antes de llegar a casa donde su madre, por prescripción del doctor y desgracia para los demás comensales, mantenía un régimen de verduras insípidas. Solo tenía que insertar una moneda, mantener presionado el botón rojo y patear en la esquina inferior dos veces. Así, al prepararse para despedir la lata de refresco, aflojaba las demás protecciones y podía caer alguna golosina del último estante. Nada. Volvió a intentar, pero siguió sin lograrlo.
—Maldición —se estaba quedando sin cambio—, ¿pero qué...?
—Suelta el botón luego de que des la primera patada —le respondieron, y la risa era evidente en la voz.
Se asustó, por supuesto. Soltó el botón antes de tiempo y vio perder su última moneda sin conseguir nada. Volteó enfadado, ya con una réplica entre los dientes cuando se atragantó con la lengua por lo que vio. Allí, su ex: Jeon Jungkook.
+
Cuando se conocieron, Kim Taehyung no sabía del basto listado de premios de Jeon Jungkook. A lo sumo, se enteró que este patinaba. Y esto, apenas porque lo vio llegar a la pista de patinaje de su familia y rentar las mañanas completas de jueves, viernes y sábados. Le pareció un tanto excesivo, pero no se quejó cuando su hermanastro, Kim Seokjin, le dio un par de billetes si se ocupaba de pulir cada hora la pista. Aceptó, ya no contaba con la fe de que Santa Claus le trajera una bicicleta.
Taehyung estaba tratando de robar un paquete de gominolas, metiendo la mano por debajo de la rendija de salida de la expendedora cuando lo interrumpió un toquecito en el hombro. Se volvió, con una expresión culpable que relajó al ver de quién se trataba. Cierto, su hermanastro no estaría para regañarlo. Se paró y lo enfrentó, animándolo a que le diga qué necesitaba.
—Uhm, ¿te importaría si pongo música?
Taehyung vio al patinador con curiosidad, no encontrando en este nada fuera de lo común. Un rostro redondo, con ojos enormes y una nariz de importante tamaño. Y su boquita era tan rosa, delgada y con un lunar pintoresco. Le pareció adorable.
—Claro, deja que conecto los altoparlantes de las esquinas —se apresuró en el pedido, porque sabía que su mísero sueldo dependía de ello. Quizá hasta recibiera propina—, ¿traes un cd?
Jungkook, que lo había seguido, se le quedó viendo hasta que Taehyung tuvo que aclararse la garganta para que reaccione. Lo hizo, sonrojándose hasta las orejas y luciendo aún más gracioso que antes, sobre todo, porque su rostro enrojecido combinó con el conjunto deportivo que usaba. Le extendió la caja del cd y Taehyung leyó por encima un par de títulos anotados con marcador. Reconoció la mayoría y se sorprendió de hallar hasta su canción favorita de Legend, So high.
—Hecho.
—Gracias...
—Taehyung, Kim Taehyung.
Estiró la mano, sintiendo que era ridícula esa formalidad, pero cuando el otro la sujetó y apretó con confianza, supo que fue lo correcto.
—Jeon Jungkook.
Y no podrían saberlo, pero no querrían volver a soltarse.
+
Lo que siguió fue una progresiva amistad, de esas en las que ni se necesitaban demasiadas palabras. Taehyung asistía a su trabajo con mucho más ánimo que al principio porque sabía que Jeon Jungkook llevaría sus cds y él los suyos y escucharían música mientras desayunaban lo compartido —a veces cortesía de Taehyung y otras de Jungkook—, y finalmente se separarían para hacer lo propio.
Jungkook se alegraba de estrenar la pista cada que Taehyung, que adoraba manejar la pulidora, se ocupaba de dejarla lista. Intentó convencerlo de dejarle usar la máquina, pero Taehyung se resistió. Así como se negó a patinar con él.
—Sin ofender, pero es aburrido —dijo, queriendo escapar de la conversación.
No podía decirle que no sabía. Que era tan torpe que hasta caminando perdía el equilibrio. Le mortificaba hacer el ridículo delante de alguien que tenía estantes repletos de medallas y trofeos de patinaje. Además, ¿cómo quería compartir espacio en patines con alguien que se movía con tanta destreza? Era un espectáculo del que él tenía el privilegio único cada jueves, viernes y sábados. Mejor le dejaba a Jungkook el arte sobre hielo y él se ocupaba de las tareas de mantenimiento.
—¡Auch!
Jungkook fingió un dolor en el corazón, aunque enseguida se lanzó en la pista, corriendo con tanta velocidad que Taehyung temió que no pueda detenerse y choque con el borde. Sin embargo, llegando al final, el patinador se dio la vuelta viendo en su dirección, patinando de espadas movió las caderas para prepararse y en el último momento, casi al borde... saltó y dio una voltereta a la derecha.
—¿¡Acaso estás loco!? —Le gritó, sintiendo alivio al no presenciar un accidente—. Dios, por poco se me para el corazón.
El patinador hizo una reverencia teatral, sonriendo como un niño travieso.
—Sí, tienes razón, esto es tan aburrido que te ha hecho caminar sin ver por dónde pisas.
Sin entender a qué se refería, Taehyung vio a sus pies y descubrió con horror que estaba sobre el hielo. Enseguida, un manto helado de miedo le cubrió la espalda, reptando por su espina, y se tensó. Aunque trató de mantener la calma, al menos en apariencia, porque no quería delatarse.
—Idiota —refunfuñó, apretando los puños con los brazos tensos a un lado para no perder desestabilizarse.
Quería abrir los brazos, así sentiría que no iba a caer y si sí, al menos tendría oportunidad de atajar el golpe. A todo esto, mientras él estaba pensando un modo de volver sobre sus pasos, ¿en qué instante avanzó tanto?, Jungkook en largas zancadas llegó junto a él y lo tomó de la mano.
—Está bien, ey —lo tranquilizó—, iremos despacio. Esas deportivas no son buenas para maniobrar sobre hielo.
—Sí, lo sé —respiró hondo, y dejó que Jungkook lo gire para que enfrente la salida—, no es necesario.
Jungkook no hizo comentario alguno cuando se sobresaltó y tambaleó, en su lugar; pasó el otro brazo por su cintura, aunque sin tocarlo. A Taehyung le quemó la cara de vergüenza.
—Sí, lo sé —y entrelazó los dedos con los suyos.
Se repetiría el gesto, porque de la mano Taehyung aprendería a patinar y Jungkook a recibir golpes cada que ríe de los sobresaltos de su hyung.
+
Para cuando se cumplió un año de la llegada de Jungkook a S., Taehyung estaba completa e irremediablemente enamorado. Y si era joven, apenas quince años, no restó en su sentir. Al contrario, la inexperiencia lo volvió ajeno a lo relevante sobre el amor y esto lo volvía vulnerable al sentimiento y valiente para no rechazarlo.
Por eso, el que Jeon Jungkook viniese a la pista sin sus patines y con una mochila repleta de dulces para un picnic, lo animó a expresarle al patinador cuánto le gustaba. Quería ir despacio. No estaba seguro de que sea buena idea decirle al otro que al verlo el corazón le tropezaba y que algo de razón tenían los que mencionaban las mariposas en el estómago.
—Pero somos chicos, hyung —le respondió Jungkook, temblando.
La respuesta era esperada, así que Taehyung no se desanimó al oírla. Según estuvo practicando con su amiga Ahn Jiyoung, si Jungkook no respondía a lo que él decía y argumentaba —aprendieron texto argumentativo en la escuela y resolvieron usar algo del saber para la vida— algo diferente, podía significar que tenía oportunidad.
—Lo somos, es correcto —se felicitó por su tono medido; siguió—. Aun así, te dije que me gustas y que quiero ser tu novio, no te pregunté qué somos.
Jungkook se removió en la colchoneta —la usaron debajo de la manta que trajo el patinador para no congelarse el trasero— y meditó qué decir. En tanto, Taehyung buscó en el rostro del chico y halló que este empezaba a definir su mandíbula, aunque todavía tenía las mejillas "pellizcables". Un cambio importante fue que traía el cabello un poco más largo, sin ese flequillo cruzado, y le quedaba guapo. Sobre todo, porque combinaba con los piercings nuevos.
—También me gustas —respondió al fin Jungkook—, ¿novios?
—Oh, no. No salgo con chicos —dijo él, ganándose un golpe en el brazo.
—Tonto —y se quedaron oyendo la música.
Sonó When You're Smiling, y se dieron la mano, sonriendo. Esto era nuevo para los dos. Así que el beso a continuación tuvo un cariz inocente, pero la audacia los volvió atrevidos y exploraron en sus bocas cuan, tanto más que las golosinas, dulce sabe el amor y lo adictivo que resulta.
+
Nadie sabía que salían. No era como si pudieran contarlo. Sería peligroso, si es que podían guiarse por lo que le pasó a un chico de último año cuando lo encontraron besándose con un hombre bastante mayor que él en el estacionamiento del cine. Taehyung reconoció al chico, era Jung Hoseok, y aunque deseó hacerlo, no fue al hospital. Temía por él, pero más por Jungkook.
A esa altura, los dos eran tan amigos que donde iba uno sabían que cerca estaría el otro. Para exasperación de Min Yoongi, un amigo en común, también solían coincidir en oraciones, así como en otros gestos que si alguien prestase atención, vería cuánto delataban de su relación. Sin embargo, estaban a salvo. Se veían en la pista; Jungkook, por recomendación de su entrenadora comenzó a ir también los miércoles, además de los jueves, viernes y sábados.
—¡Ay!, ¿puedes dejar de morderme? No soy un caramelo —dijo Taehyung, aunque su voz salió algo áspera.
Jungkook descubrió su debilidad por ellas y las usaba a su favor cada vez que tenían sexo. Allí, en el vestuario de la pista de patinaje. No era el escenario más romántico —y descartaron la pista porque la colchoneta era pequeña y no querían congelarse el culo—, pero era funcional.
—Hoy quiero ir abajo —pidió Jungkook, separándose y apreciando la obra maestra que sus dientes pintaron en la extensión del pecho de Taehyung.
A sus dieciocho, Jungkook había adquirido por el ejercicio y entrenamiento una constitución física estilizada y atlética que trajo como consecuencia un séquito de fans. A sus diecinueve, Taehyung seguía siendo tan menudo y desgarbado que su belleza se realzaba en su rostro de cortes rectos y su voz profunda al cantar —oh, adoran ir al karaoke. Mas nada valía esta popularidad de uno u otro, porque al final de la noche si no estaban juntos se llamaban y conversaban hasta dormirse.
Lo que era el amor para ellos podía parecer aburrido para otros —aunque los únicos conscientes del romance eran Jiyoung y Yoongi. Y aun así, ellos conectaban desde lo que los unió en principio: la amistad. Entendieron que era esta la base del amor, que era amor por sí mismo, y tan solo exploraron una dimensión más, dieron ese paso asustador al vacío, para hallar algo precioso. De la mano, marcharon cada día sabiendo que las peleas o discusiones no mermaban el amor, sino que lo posponía hasta que ordenaran sus asuntos y se encontraran al final del día en una tregua.
—Creo que te amo, Jungkookie —susurró Taehyung, con un nudo en la garganta que por poco lo asfixia.
Aunque el que le robó el aliento fue Jungkook en un beso bruto, dotado de la urgencia del que ansío oír una confesión para decir la suya.
—Te amo, te amo, te amo —Jungkook lo llenó de besitos, tan extasiado por liberar su verdad y sintiendo que tenía que manifestarle al otro con la boca, con las manos, con el cuerpo entero que era correspondido.
Y se amaron.
+
El final fue abrupto. Un corte seco que los arrojó a lados opuestos. Kim Taehyung no perdonó el que Jeon Jungkook no le hablase de sus planes de irse a estudiar fuera del país y Jeon Jungkook no perdonó que Kim Taehyung prefiriera irse a la cama con alguien más. Para ese momento, el amor se enmascaró de odio y escondió el dolor que ambos sentían por separarse y no ser capaces de procesar que era tiempo de decirse adiós.
Y la pista de patinaje, ese sábado por la noche exclusiva para ellos, pronto fue una trampa. Allí estaban, viéndose como si se tratase de extraños aunque el lugar estuviera repleto de recuerdos de los dos. Ni la amistad que subyacía al amor pudo mediar por salvarse.
—Será mejor que te vayas, no querrás perder el vuelo por no hacer tus maletas.
Taehyung se cruzó de brazos, cerrando cualquier oportunidad de conversar. Pero Jungkook insistió, sabiendo que esta estrategia defensiva en realidad significaba que estaba sufriendo. Y le dolió ver que su amigo, su amante, no sintiera confianza de expresarse frente a él. De mostrarse vulnerable. ¿Habían perdido esa conexión? Le aterró creer que sí y no pudo retener las lágrimas cuando acudieron en tropel a sus ojos. Taehyung se desdibujó del plano y entonces las luces del vestidor lo enceguecieron. Pero se recuperó con rápidos parpadeos, deseando que esta última vez con Taehyung fuera diferente.
—Lo siento.
Estiró la mano, dispuesto a deponer su propio enfado y dolor para conciliar. Sin embargo, Taehyung no descruzó los brazos y Jungkook lo supo: se soltaron.
+
De vuelta en el presente, Taehyung no sabía qué decir por lo que solo repitió lo que oyó a todos decir:
—Felicitaciones.
Jungkook sonrió y aunque era la misma sonrisa que Taehyung atesora en sus memorias jóvenes, lucía tan diferente. Se le apretó el pecho y quiso escapar. Aun así, algo lo retuvo allí. Tal vez fuesen fantasmas, el de su amistad y el de su romance, quienes lo mantuvieron en su sitio. Por lo que sea, se congeló.
—Gracias —dijo Jungkook, y su voz era suave, casi tímida.
No era fácil soportar el silencio. Taehyung buscó cómo zafar de la situación. No previó que Jungkook viniese a hablar con él, aunque no iba a mentirse. Tuvo esperanzas de que sí. De esa forma, al menos sabría que significó algo. Que los cinco años que pasaron desde que se vieron por última vez allí mismo, en el vestidor de la pista de patinaje, no habían desaparecido el peso de su historia juntos.
—Supongo que ahora descansarás y luego de nuevo a iniciar la rutina —comentó.
Pensó que si así fuera, mañana mismo presentaría su renuncia.
—De hecho, quería hablarte sobre ello —Jungkook se acercó, metiendo las manos en el bolsillo de su abrigo y empujándolo suavemente, se paró en la máquina de refrescos; siguió hablando—. Quiero reservar la pista, el sábado.
—¿Eh?
Vio cómo a Jungkook sí le funcionaba el truco de las patadas y recibió los dulces agradeciendo en silencio. Era irreal estar con él así, pero por extraño que fuera prefirió esto a no ser capaz de hablar con el patinador. No eran niños, podían lidiar con la incomodidad y, eventualmente, esto no sería un problema. Aunque, mantuvo la resolución de renunciar. Tratar con exes era recomendado en mínimas dosis.
—¿Estás libre el sábado?
—Sí. Nadie ha reservado ese día, le diré a mi jefe que lo aparte para ti —dijo, aunque estaba distraído.
Jeon Jungkook había crecido con la bendición de algún dios, no tenía duda de ello. Alto, con su rostro acabando por fin con la redondez adolescente y en su lugar cincelando líneas sensuales y duras. Mirada brillante, pero madura. Boca rosada, apetitosa. Ni hablar del cuerpo del patinador, Taehyung tuvo un tiempo difícil cuando lo vio vestir lycra y marcar cada músculo; los muslos gruesos, el traserito de manzana y por delante... sí, una enorme tentación. El pecado bailando ante sus ojos y suerte tuvo que lo resistió.
—Perfecto —Jungkook se enderezó, cuadrando los hombros—, no te preocupes, no nos quedaremos todo el día aquí. Desayunaremos, traeré yo esta vez y luego tú. Podremos quizá ir al cine, hace tiempo que no voy y sería divertido. Vi que estrenaron una película del director Bong, tu favorito. Luego, en el camino decidimos qué más hacer, ¿te parece?
—¿Una cita? —la confusión le torció el rostro en una mueca que debió verse graciosa a juzgar por la carcajada que Jungkook soltó.
—Claro que quiero salir contigo, gracias por preguntar.
—No juegues —dijo entonces, entendiendo lo que Jungkook hacía—, ¿qué te hace creer que estoy disponible?
Jungkook se adelantó, dejándolo entre la máquina de refresco y él. Taehyung apreció el perfume del patinador, mareado por el calor que este emanaba y en contraste el frío de su espalda lo impulsó hacia el frente. Así, sus rostros estuvieron tan cerca que cuando se remojó los labios podría haber tocado la boca del otro. Aunque se contuvo.
—Cierta persona que me amenazó con desmembrarme y arrojarme al río si te lastimaba me informó que estás soltero —comentó Jungkook—, también me pidió que le presente a Park Jimin, pero ese es otro asunto. Entonces, ¿aceptas?
Min Yoongi, pensó Taehyung. Sin embargo, apremiaba el otro asunto, el del pedido.
—Ha pasado mucho tiempo...
Podía contar las pestañas de Jungkook y apreciar mejor su maquillaje artístico. Brevemente se preguntó si debajo del saco traería el traje de lycra y cuando le dio un vuelco de emoción en el bajo vientre decidió no ir por esa línea de pensamientos.
—Es cierto, pero no te pregunté por el tiempo, Taehyung —retrucó.
Y entonces Taehyung tuvo este tonto impulso, que siguió porque era eso o caer al suelo derretido cual gelatina ante la intensidad con la que Jungkook lo observaba. Se sintió devorado por aquellos ojos y le agradó a tantos niveles que era vergonzoso. En lugar de marchar el resto del camino, decidió tomarlo con calma. Estiró la mano, pensando que esta era una gran oferta de paz y tal vez otro inicio.
Y se sujetaron, pero esta vez con la sabiduría suficiente para intentar que funcione para siempre.
Fin.
Nota:
Amada Samsam: soy un ser horrible porque no estaba segura del día de tu cumple, sabía que era por aquí cerca de ahora¿, pero luego de que mi celular murió perdí registros. Y luego fui a tu perfil y vi que era el 8 y me siento mal, así que mi cerebro gelatina que no tiene capacidad de retención me ordenó remediar la situación: ¡Feliz cumple! ¡Perdón! 💝🎂
En serio, perdón por no saludarte en tu día especial. Aunque yo espero que todos tus días lo sean, aunque sea en pequeñas dosis, que tengas algo que te haga sonreír, te conmueva, te enamore, te enseñe. Ya no sé cuánto hace que nos hemos cruzado por esta plataforma, pero nada, soy bendecida por tener chance de compartir con vos en la virtualidad 🥰
Cuando veas esto, que sepas que la musa ebria (estoy segura que vive alcoholizada) de mi cabeza me empujó a una silla y me dijo: ¡escribile una historia! Disculpá errores o cuestiones raras, es que fue del tirón, pero con mucho cariño!
¿Por qué patinaje artístico? Sé que te gusta Yuri on ice, y esto nada que ver, pero al menos me quedé con lo del deporte¿ jaja si alguna vez termino de verlo, quizá pueda presentarte un os más chachi, pero hasta entonces, amén al taekook💜 el cover me ayudó en la idea y el título, pero creo que le queda.
Ojalá te guste y te distraiga un ratito.
Love, Y. ♡
Para los que no son Ss., ¡hola, gracias por adentrarse a esta historietita!
Si hasta ahora no conocen a Sam, deberían correr a hacerlo porque es un ser maravilloso y talentosos como pocos en esta plataforma 👏
:)
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