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Capítulo 8.

Mi madre me ha dado autorización para ir al concierto, así que ya me estoy preparando.

A las cuatro de la tarde.

Sí.

Para un concierto que empieza a las nueve.

Ajá.

Estás loca.

Sólo quiero ir arreglada. ¿Tan difícil es de entender?

La cuestión es que después de ducharme, de alisarme el pelo rojo y de maquillarme no sé que ponerme.

Si me pongo un vestido pensarán que me he arreglado demasiado.

Si me pongo unos vaqueros creerán que no me importa el concierto.

Y si voy con una falda voy a estar muy incómoda.

¿Te has planteado que lo estés sobre analizando todo?

Si mi amiga Sara no estuviera enfadada conmigo le hubiera pedido ayuda, pero claro, como me ha bloqueado por Whatsapp creo que va a estar un poquito complicado.

En ese caso te va a tocar decidir a ti.

Tras rebuscar un buen rato en mi armario me decanto por una camiseta blanca y un vaquero gris. La camiseta me entra sin problemas, pero el pantalón ya es otra historia.

Ponerte dieta es una opción.

¿Y renunciar a las grasas saturadas? No, gracias.

Estoy luchando con el botón del pantalón cuando el teléfono vibra sobre la cama. Me acerco a él y lo desbloqueo para ver la notificación.

ESTOY ESPERÁNDOLA EN EL PORTAL -leo el mensaje de Villa.

-Mierda -murmuro.

Cojo unas zapatillas, las llaves y mi móvil mientras salgo de casa. Por un día haré una excepción y me subiré en el ascensor. Mantengo la respiración al tiempo que baja y me ato las zapatillas.

-¿Vamos?

Doy un pequeño salto del susto, lo último que me esperaba era a Villa delante de mí, dentro del portal.

-Sí, sí, claro -salgo del ascensor y agradezco el haber llegado viva a la planta baja.

Sigo a Villa hasta un coche negro de siete plazas. Isaza está sentado en el asiento del conductor, Alejo va a su lado; en la segunda fila están los hermanos Vargas (Simón y Martín) y, por consecuencia, en la última vamos a ir Villa y yo.

-Isa, ¿está seguro de que llegaremos? -dice Martín una vez Isaza comienza a conducir.

-No me gustaría llegar tarde a mi primer concierto -continúa Alejo.

-Daríamos muy mala imagen -los sigue Villa-. ¿Estaremos a tiempo?

-Que sí, perros -los corta Isaza.

No puedo evitar una pequeña risa.


Llevamos ya media hora en la parte trasera del escenario, ellos afinando los instrumentos, yo cotilleando cuánta gente va a venir.

Y es mucha.

Muchísima.

Demasiada.

-¿Nerviosos? -les pregunto cuando vuelvo a su lado.

-No -responde Isaza.

-Para nada -continúa Alejo.

-Estamos mejor que nunca -les sigue Villa.

-Vivimos en una calma absoluta -finaliza Simón.

Sí, ya.

Los miro con una ceja alzada, dándoles a entender que no ha colado.

-¿Y si lo hacemos mal?

-¿Y si se me olvida la letra?

-¿Y si me pongo nervioso?

-¿Y si me caigo del escenario?

-¿Y si...?

-Ya vale, chicos -los corto-. Seguro que lo hacéis genial. Y ahora, haced el favor de calmaros y salir ahí fuera a darle el concierto de su vida a toda esa gente.

Preséntate a un máster de apoyo emocional, seguro que lo apruebas a la primera.

Los cuatro asienten algo pensativos y finalmente me abrazan con fuerza todos al unísono. Cuando me sueltan ponen las manos en un círculo y gritan: ¡Un, dos, tres, Malta!

Se separan, cogen aire lentamente y salen al escenario.

-¿Vamos? -dice Martín.

Asiento y lo sigo hasta la primera fila, donde tenemos reservados los dos mejores sitios.


Todo el concierto lo pasamos gritando, saltando y animando a los chicos. Al principio estaban un poco nerviosos, pero al cabo de un rato se han soltado y han comenzado a sentir la música.

Las luces, el humo, la ambientación... todo ha sido tan perfecto que me he olvidado incluso de quiénes estaban tocando.

Me siento tan orgullosa de ellos...

Yo también, conciencia.

Segundos antes de que acabe el concierto un señor se acerca a Martín y a mí y nos lleva hasta la parte trasera del escenario, donde los esperamos en silencio.

-¡Enhorabuena! -grito una vez los veo entrar.

Me tiro a los brazos de los chicos, estrujándoles con cariño. Martín simplemente les da una palmadita en la espalda mientras me juzga con la mirada.

-¿Qué te pareció? -pregunta Isaza cuando lo suelto.

Y cuando lo dejas respirar.

-Ha sido... increíble -acierto a decir.

N.A.

¡Hola de nuevo!  Sé que os dije que habría un capítulo diario y que ayer no actualicé, pero no me guardéis rencor.

Gracias por seguir ahí.

No olvidéis guardar la historia en vuestra biblioteca.  Y dadle a la estrellita, que es gratis.

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