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Capítulo 7.

Cuando llegué a Colombia sentía que dejaba todo atrás, que mi vida realmente estaba en España, y que la había dejado olvidada, pero ahora me doy cuenta de que ya me he creado una nueva vida aquí.

Con los chicos.

Exacto: con los chicos.

Mientras hago mis reflexiones filosóficas, comienzo a vestirme lentamente. Una vez me he puesto unos vaqueros y una camiseta, me preparo para salir de casa. Mi madre ya se ha ido a trabajar, así que no tengo que despedirme de nadie.

Cierro la puerta, miro el reloj y estoy a punto de atragantarme con mi propia salvia. Son las siete y cuarenta y entro a la universidad a las ocho de la mañana.

Hasta la uni son veinte minutos andando, si me doy prisa, puede que consiga llegar en un cuarto de hora.

Ánimo con tu misión imposible.


Y, cómo no, acabo llegando tarde.

Veo a Alejo en la entrada de la universidad, junto a unos cuantos chicos. Parecen reír y pasárselo bien, así que dudo si acercarme.

Pero como eres una cotilla y una metomentodo, sabes que vas a acabar yendo.

-¡Hola! -me acerco con pasos rápidos a Alejo y me pongo a su lado.

-Ya pensaba que no vendría -dice resaltando mi retraso.

-Me ha costado, pero he llegado.

Nos quedamos en silencio y me doy cuenta de que me he colado en mitad de una conversación.

Eres una acoplada.

-Chicos, esta es Elvira -les dice Alejo-. Elvira, estos son los chicos de los que tiene que cuidarse este curso.

-¿Por qué? -pregunto.

-Porque eres demasiado guapa para tu propio bien -contesta uno de ellos haciendo que me ponga roja.

-Déjenla tranquila -se queja Alejo-. Venga, sígame, la llevaré a clase.

Me alejo de ese grupo siguiéndole hasta el aula.


En la primera clase intento prestar atención, tomar apuntes, entender las cosas y hacer los ejercicios.

Pero ya en la segunda clase miro a Alejo con cara de pena, intentando de esa forma que me de conversación.

-¿Aburrida? -pregunta.

-No te puedes imaginar cuánto -susurro.

-Sabes que si hablamos tendremos deberes, ¿verdad?

-Lo sé.

-Bien, en ese caso te contaré cómo conocí a los perros...


Escucho atentamente toda la historia de Alejo mientras, en mi cabeza, me voy montando una película de su vida. Conoció a los otros cuando iban al colegio, con cinco años. El más pequeño era Martín, apenas un bebé.

Crecieron prácticamente juntos. Ahora se han separado un poco porque cada uno estudia una carrera diferente (Simón está haciendo dos a la vez), pero siguen unidos por la música.

-¿Son tus mejores amigos? -digo con curiosidad.

-Son más que eso: son mi familia -responde.

El sonido del timbre indicando el final de las clases hace que tanto Alejo como yo nos levantemos rápidamente. Recogemos nuestras cosas y salimos de la universidad. Vamos hacia el parking, donde él va a coger el autobús y donde yo voy a esperar a mi madre.

-¿Qué se lleva de su primer día de universidad? -pregunta.

-Una bonita historia, la certeza de que odio la arquitectura y unos cuantos deberes -respondo.

-¿Y no un amigo? -pregunta fingiendo estar enojado.

-Eso ya lo tenía.

Con una sonrisa me acerco a él para darle un abrazo.

-¿Cómo se está adaptando?

-Bastante bien -continuamos andando hacia la parada del bus-. Afortunadamente hay cinco personas que se han ofrecido voluntarias para enseñarme Colombia.

-Qué suerte tienen esas personas -afirma.

-¿Por?

-Porque han encontrado a una persona que los aguanta.

Reímos un poco y justo el autobús aparece a lo lejos.

-Debo irme -dice-, o si no perderé el bus.

-Nos vemos -respondo.

-¿La acompaño a su casa? -ofrece Alejo.

-No hace falta, mi madre va a venir a buscarme -le explico.

-En ese caso, hasta mañana -se despide con un abrazo y me deja sola en mitad del parking de la universidad.


Después de media hora esperando a mi madre, al fin veo aparecer su coche. Me levanto del suelo, donde me he sentado para hacer algunos deberes mientras tanto y voy hasta ella.

-Perdona hija, se me ha hecho tarde en el trabajo.

Sin decir nada me siento en el asiento del copiloto.

-¿Qué tal tu primer día en la universidad?

Aburrido, porque la carrera que estoy estudiando no me gusta.

-Interesante. Hemos dado cosas nueva bastante útiles -respondo.

-¿Conoces a algún compañero? -sigue preguntando mientras conduce hacia casa.

-A un chico, es uno de los del piso -le explico.

-Qué bien, ¿no?

-Sí -respondo algo seca.

Seguramente ni se acuerda de que el sábado no dormí en casa. Estiro la mano para poner algo de música, intentando aligerar el ambiente.

-...si me caigo del piso sin poder acabarlo. Eres mi nuevo vicio -se oye desde la radio.

Subo el volumen bastante, haciendo que mi madre se gire hacia mí molesta.

-¿Se puede saber por qué subes tanto la radio? -pregunta.

La mando callar sin muchos miramientos y me concentro en la canción. Si ya me parecía fantástica antes, ahora es aún mejor con todos los arreglos nuevos que le han puesto.

-Aquí tenemos la nueva canción de Malta, el grupo juvenil que está empezando a triunfar -dice el locutor-. Enhorabuena por su éxito, y ahora...

Saco el móvil y llamo a Martín.

-Elvira -me saluda-. ¿Qué pasó?

-¿Estás con los otros? -pregunto.

-Sí. ¿Por?

-¡Acaban de poner la canción por la radio! -grito.

Al otro lado de la línea sólo se escucha silencio.

-¿Hola? -intento hacerlos reaccionar.

-¿En serio? -pregunta Isaza.

-Obvio que sí -estoy demasiado contenta como para ponerme a hacerles bromas.

-¡Ole! -se oye gritar de fondo a Martín.

-Es una locura lo que está creciendo la canción -dice Villa-. Ya nos han propuesto incluso algunos conciertos.

-Dime que habéis dicho que sí.

-Con respecto a eso... ¿qué opina de ir a un concierto este viernes? -finaliza Villa.

N.A.

Puede que hoy me haya emocionado un poquito escribiendo.  Espero que os gusten estos capítulos.

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