-¿Alguien ha visto mi sombrero? -pregunta Isaza todo atacado.

Os pongo en contexto: parece ser que a Isaza le gusta llevar sombreros, se ha pasado media hora buscándolo, pero no lo ha encontrado.

Y es por eso por lo que está mirando a toda velocidad hasta bajo los muebles.

-Perro -le dice Villa-, puede salir perfectamente sin sombrero a la calle.

-¡No! -contesta el otro tumbado debajo de la mesa.

Los otros cuatro ponen los ojos en blanco e intercambian una mirada entre ellos.

-¿Sabéis dónde está? -susurro.

Martín asiente y señala la lámpara, de donde está colgando el sombrero.

Qué malos.

Los miro con los ojos entrecerrados, juzgándolos en silencio.

-Ni se le ocurra decirle nada -susurra Simón en mi oído. Para poder hacer eso ha apoyado un brazo sobre mi hombro y se ha inclinado sobre mí.

-¡Isaza! -grito. El chico se gira hacia mí, sobresaltado-. Busca por arriba.

Él, todo incrédulo, levanta la mirada y ve su sombrero.

-Son muy crueles, perros -se queja una vez lo ha recuperado.

-¿Por qué le dijiste? -pregunta Villa.

-Me daba pena -respondo.

Llevamos varias horas caminando por las ciudades de Bogotá. Los chicos me explican todo con pasión, como personas que adoran su ciudad.

Hemos hecho una parada para comer, necesitábamos reponer energías, y ahora nos encontramos en mitad de un parque, caminando lentamente. Por delante van Isaza y Alejo riendo; en medio están Villa y Martín, quienes se entretienen quitándole y poniéndole el sobrero a Isaza, y por último estamos Simón y yo.

-¿Se lo está pasando bien? -pregunta.

-Mucho -respondo.

Llevamos varios minutos hablando de cosas científicas, bueno, más bien habla él y yo escucho. Es increíble la pasión que tiene por el estudio este chico.

Y en cuanto a lo raro que estaba ayer, nadie lo diría. Hoy está encantador, dicharachero y de buen humor.

Es casi tan bipolar como tú.

¡Yo no soy bipolar!

Sí que lo eres.

¡No!

Que sí.

Bueno, un poco.

¿Lo ves?

-Me gusta platicar con usted -dice de pronto.

-¿De veras? -pregunto anonadada. No todos los días la gente dice que aprecia tu compañía.

Más bien dicho: ningún día nadie aprecia nada tuyo.

-Siempre me escucha y no parece aburrirse conmigo.

-Es sólo que me parece interesante lo que cuentas.

Nos quedamos en silencio, andamos un poco más lento que los demás, evitando pisar los charcos de barro.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -pregunto mirando al suelo.

-Claro, dígame.

-¿Por qué ese fondo?

-¿Eh? -me mira sin comprender.

-Tú fondo de pantalla -especifico.

-La estrella representa que estoy...

-...solo en el mundo -completo por él.

Nos miramos con una sonrisa. Él parece algo descolocado, pero finalmente me dedica una pequeña carcajada.

¿Por qué su risa es tan bonita?

-Debería regresar a mi casa -digo cortando el momento.

Los cinco se giran hacia mí, con cara de fastidio.

-¿Tan pronto?

-¿Pronto? -le respondo a Martín-. Son las cinco de la tarde -resalto.

-Bueno, en ese caso... -acepta Alejo.

Se quedan parados, como despidiéndose de mí.

Si pretenden que llegues tú sola a casa, van de cráneo.

-Eh... es que no se ir -digo al tiempo que enrojezco.

-Yo les llevo -comienza a caminar por delante de nosotros.

-Tiene un mapa en la cabeza -explica Martín mientras sigue a su hermano.

Dejo escapar una carcajada y sonrío ampliamente. Definitivamente estos chicos son lo mejor que me ha pasado nunca.

-Aquí es -dice Simón.

-Gracias por acompañarme -les agradezco.

Menos mal que lo han hecho: si no nunca habrías conseguido llegar.

-No es nada -dice Isaza haciendo un gesto con la mano, quitándole importancia.

-¿Tiene planes para mañana? -pregunta Alejo.

-No. ¿Por qué?

-Tenemos ensayo -me responde Villa-. Tal vez le gustaría venir.

-¿No os molestaré? -abro la puerta y me giro hacia ellos.

-En absoluto. Mañana pasamos a buscarla -se despide Martín.

Cierro la puerta y apoyo la espalda sobre la misma. Me dejo caer hasta el suelo y suspiro. ¿En qué momento me he convertido en una persona extrovertida?

N.A.

Vale, ya podéis acostumbraros a, por lo menos, un capítulo diario.

¿Subiré más hoy?  Sinceramente, no lo sé.  Pero mil gracias por estar ahí.