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Capítulo 4.

-Y bien, ¿qué la trajo por acá? -Villa ya está comiendo palomitas y mirándome fijamente.

-Mi madre se ha mudado por trabajo y yo la he seguido -responde.

-¿Y su padre? -pregunta Martín.

-No lo sé -respondo con sinceridad.

-Lo siento -el chico baja la mirada, tal vez arrepentido.

-No te preocupes. Apenas lo recuerdo, se fue cuando todavía era muy pequeña.

-¿Y nunca has sabido nada de él? -continúa Alejo.

-Nunca.

Me duele pensar que mi padre ni siquiera se ha molestado en ponerse en contacto conmigo. ¿Acaso no le importaba nada mi vida? ¿No quería siquiera saber qué ha sido de mí?

-¿Cómo lo lleva? -la voz de Simón es suave y me transmite tranquilidad.

-Supongo que bien -me encojo de hombros-. Gracias por preguntar.

Nos miramos a los ojos fijamente y ambos sonreímos.

-¡¿Quién quiere maratón de películas?!

Todos apoyan con gritos de euforia la propuesta de Isaza.


Tras ver varias películas, cenar unos tacos picantes -a poco me muero- y charlar durante varias horas, puedo asegurar que ya tengo nuevos mejores amigos.

Tus únicos amigos en el mundo.

Está Sara...

No quiere saber nada de ti.

...y algunos de la universidad.

Que ni siquiera te han preguntado cómo estás en Colombia.

¿Podemos dejar de discutir acerca de mi inexistente vida social?

-Me voy a mi casa, que ya es tarde. Buenas noches, chicos -hago el ademán de levantarme, pero al final, como me da pereza, opto por no moverme.

-Llueve demasiado -advierte Alejo al mirar por la ventana-. Será mejor que se quede aquí a dormir.

-¿No os molestaré? -pregunto. Lo último que quiero es causarles molestias.

-Obvio que no -responde Martín.

-Bien, en ese caso avisaré a mi madre -anuncio mientras me alejo un poco de ellos.

Al abrir el móvil veo que, cómo no, no tengo sin batería.

Tienes que ser más responsable.

-¿Podéis dejarme un teléfono para llamar? -les pido.

Todos se giran hacia Simón, quien pone mala cara.

-¿Qué pasa? ¿Es que ustedes no tienen aquí sus celulares? -pregunta levantando la mirada del suyo.

Los cuatro se encogen de hombros y Simón, tras suspirar, me lanza el suyo a la cara.

-¡Podría haberse caído! -chillo una vez lo alcanzo al vuelo.

-No lo ha hecho -responde mientras se estira en el sofa

-Esto... está bloqueado -le enseño la pantalla que así lo indica.

-3, 4, 2, 9 -dicta mientras se pasa una mano por el pelo.

-¿Te da igual que sepa tu código? -pregunto una vez lo he metido y lo he desbloqueado.

-No creo que vaya a encontrar mucha información confidencial -responde.

Mientras busco el teléfono, veo su fondo de pantalla: un azul claro con sólo una estrella en la parte superior derecha. Al igual que el mío. Levanto la cabeza del móvil sorprendida y miro a Simón.

-¿Qué pasa? -pregunta él.

-Nada, nada -me apresuro a responder.

Abro la aplicación de llamadas, marco el número de mi madre y espero a que conteste.


Me ha dado permiso para quedarme en la casa de los chicos esta noche y, como mañana por la mañana no va a estar en casa por cosas del trabajo, me ha dicho que me vaya con ellos.

-¿Alguien tiene sueño? -pregunta Villa entre bostezos.

-Yo -responde Isaza.

-Yo también -se queja Martín.

-Y yo -coincide Alejo.

Los cuatro se giran hacia Simón y hacia mí.

-¿Y ustedes? -pregunta Martín.

-Estoy bien -responde Simón volviendo a mirar un punto fijo en la pared.

-Yo estoy un poco cansada -digo.

-Pues a dormir sea dicho -concluye Isaza.

Los cuatro se van del salón, a sus respectivas habitaciones, dejándonos a Simón y a mí solos.

-¡Moncho! -lo llama Villa-. ¡Venga pa' ca, que tengo que hablar con usted!

Con un quejido y sin siquiera decir nada Simón se levanta y va junto a Villa.

¿Qué le pasará a este chico?

No te metas en estos berengenales.

¿Por qué no?

Porque siempre acaban mal.

No siempre.

Sabes que sí.

Buenas noches, conciencia.

Buenas noches, Elvira.

Los ojos se me cierran lentamente y lo último que tengo en mente es el fondo de pantalla de Simón. ¿Será todo una coincidencia?


-Buenos días -me saluda Isaza cuando me levanto del sofá.

-Uff -es lo único que respondo.

-¡Perros, a desayunar!

-¿Puedo hacerte una pregunta? -Isaza asiente y me mira a través de su vaso de zumo-. ¿Por qué os decís "perros"?

-Ni nosotros lo sabemos -la voz de Villa me sobresalta.

En unos pocos segundos todos están alrededor de la encimera de la cocina, con sus respectivos desayunos.

Hay que reconocer que el desayuno está bueno.

Los cereales siempre lo están.

No siempre.

-Una cosa -dice de pronto Martín-. ¿Usted se bebe la leche y luego come los cereales o primero toma los cereales y bebe la leche?

-Lógicamente primero cereales y luego leche -respondo mientras le doy un sorbo a mi taza.

-¡Ole! Papos, encontré a mi alma gemela -me pasa un brazo por los hombros.

Isaza pone los ojos en blanco y suspira. Al parecer ya ha vivido eso con anterioridad.

-Bienvenida a mi club -Martín y yo chocamos las manos entre risas.

-Club en el que sólo hay una persona -señala Villa.

-Ahora dos -Martín se cruza de brazos, aparentemente enfadado.

-Ya, Marto, no se enoje -contesta su hermano.

Durante unos segundos hago contacto visual con Simón, pero finalmente desvío la mirada.

-¿Qué opina de un poquito de turismo? -continúa Martín.

-¿Ahora?

-¿Por qué no?

Miro a Martín con una sonrisa y asiento.


N.A.

¡Otro capítulo pues porque sí!

No os acostumbréis a esto, que no va a pasar todos los días.

Espero que os esté gustando mucho.

Sólo una preguntita...  ¿cómo tomáis vosotros el desayuno?

-Aquí team Martín.

-Aquí los "raritos".

Gracias por leer.  (NI SE OS OCURRA OLVIDAROS DE VOTAR).

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