Capítulo 14.
Así que en esas estoy desde hace una semana: estudiando y haciendo trabajos que tenía olvidados de la carrera.
Y no podéis imaginaros lo que me arrepiento de haber preferido hacer esto antes que quedar con los chicos.
-Aquí tiene su café -un camarero se acerca a mí y me deja la taza sobre la mesa en la que estoy intentando estudiar.
Le dedico una sonrisa amable y le doy un sorbo al café mientras le doy vueltas al boli entre mis dedos.
Qué pereza ponerse ahora a estudiar.
Observo distraídamente a la gente pasar frente al cristal de la cafetería. Es relajante mirar a personas a las que no conoces y a las que, seguramente, no volverás a ver jamás.
Aunque... un momento, ese señor me suena de algo.
¿El que acaba de cruzar? Creo que el estudio te está sentando mal.
Giro el cuello -para nada disimuladamente- y lo observo fijamente. Yo diría que lo he visto en algún sitio. Y claro, no le pasa desapercibida mi inspección visual, por lo que me mira a los ojos.
Y es ahí cuando mis dudas se disipan.
Me quedo de piedra mientras lo veo acercarse y entrar en la cafetería. Me vuelve a buscar con la mirada y, cuando me ve, camina hacia mí.
-Hola, Elvira -me saluda.
Estaría bien decir algo, ¿sabes?
-¿Papá? -pregunto.
-No has cambiado nada -esa frase es suficiente para saber que, efectivamente, es él-. Tenía muchas ganas de verte, hija.
-¿Qué está pasando? -pregunto en voz baja.
-Llevo unos cuantos años viviendo aquí -me explica-. No esperaba encontrarte por Colombia.
-Vine porque a mamá le salió una oferta de trabajo -respondo algo distante.
Apenas recuerdo a mi padre, para mí ha sido siempre un desconocido que nos abandonó a mi madre y a mí, pero es más que real.
-¿Qué tal todo? -pregunta.
-¿Ahora te interesa? -me pongo en modo borde-. Ni una sola llamada en catorce años. Ni un sólo mensaje. ¿Y ahora quieres que te hable como si nada?
-Tenemos tantas cosas que contarnos... -pone una de sus manos sobre la mía, aprentańdola con delicadeza.
-No hay nada de mi vida que te interese -le quito la mano sin muchos miramientos.
Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente, como si estuviéramos manteniendo un duelo de miradas.
-Lo siento -dice finalmente.
-¿El qué? -pregunto todavía desconfiando.
-Siento haber tenido que irme cuando eras pequeña -explica con esa voz que te recuerda a una persona que está mintiendo.
No recuerdo exactamente qué hizo para tener que irse. Sólo sé que fue algo malo. Algo muy malo.
-Me voy -concluyo antes de guardar mis cosas en una bolsa y levantarme de la mesa.
-La cuenta, señorita -me recuerda un camarero.
-Eh... sí, perdón -hago el ademán de sacar el monedero de mi bolso, pero mi padre me frena.
-Ya me encargo yo -ofrece.
-No quiero nada tuyo -rechazo antes de darle el dinero al camarero-. Perdón por las molestias -le digo al hombre.
-Que tenga un lindo día -se despide.
Asiento antes de salir corriendo de la cafetería. Oigo cómo mi padre me llama a gritos, pero no paro de correr. Apenas he cruzado dos o tres calles cuando ya me ha alcanzado.
-Hija, escúchame... -comienza.
-¡No quiero! -grito-. ¡Desaparece! Ya lo hiciste cuando era pequeña, no creo que te cueste mucho hacerlo ahora.
-Pero... -lo oigo quejarse.
-¡Que te vayas! -señalo enfadada el final de la calle.
Se da la vuelta y tras dedicarme una mirada triste comienza a caminar con las manos metidas en su americana.
Me encuentro sola, en mitad de la calle, sin saber a dónde ir ni a quién contarle lo que acaba de pasar.
Sabes que en estos casos la gente suele recurrir a sus novios, ¿verdad?
Porque confían en ellos.
¿Acaso tú no te fías de Adam?
Sí, pero... no tanto como de Simón.
Sin pensar dos veces lo que hago vuelvo a ponerme en marcha y comienzo a caminar hacia el piso de los chicos.
No he pensado nada, ni siquiera sé que voy a decirles cuando me abran. Llevo más de una semana sin hablar con ellos. ¿Estarán enfadados? Espero que no. ¿Me aceptarán en su casa como si nada? Más me vale que así sea.
Ahora estoy en la puerta, parada como una idiota, sin saber si llamar o no.
Finalmente pulso el timbre.
Espero unos cuantos segundos y como no se oye movimiento desde la casa, pienso en irme de ahí como si nada hubiera pasado, pero cuando estoy a punto de irme la puerta se abre y aparece él.
-Elvira -dice sorprendido-. No esperaba verla.
-Te necesito, Simón -contesto sin decir nada más.
Apenas unos segundos después tengo sus brazos rodeándome la cintura, transmitiéndome así la seguridad que tanto necesito.
Y aquí es cuando viene la típica frase de Wattpad de: se prendió esta mierda.
Porque sí, ahora se ha liado una...
¿Qué opináis? ¿Os esperábais el regreso del padre de Elvira? Y otra cosas, ¿qué fue eso tan malo que hizo?
Dejad vuestras teorías aquí.
Feliz Año Nuevo, por cierto.
P.D. 200 lecturas!!! Qué pasada, gracias.
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