9
Bruce se frotó sus ojos cansados y reprimió un bostezo. Había estado con Selina buscando pistas durante horas, revisando las imágenes de seguridad del laboratorio donde se había robado la biotoxina. El cursor de alterador temporal de reproducción se movió en la pantalla mientras avanzaba rápidamente a través de las imágenes de seguridad a cuatro veces la velocidad normal, pero no sucedía nada en la pantalla.
-Este laboratorio es un consultorio normal – murmuró Selina viendo el laboratorio en la pantalla, obviamente lo dijo con sarcasmo –
No estaba segura de lo que se suponía que debía estar buscando. Algo fuera de lo común. Algo que el FBI había logrado pasar por alto.
Que Selina lo estuviera ayudando en absoluto era ridículo. Debería estar trabajando para robar el rubí real, no desplazándose por las imágenes de un pasillo casi vacío. Rastrear pistas sin salida era una pérdida de tiempo. Excepto que él era tan típico de él. Ella se había perdido eso.
Además, estaba esa cosa de "Te tendré que vendar los ojos" que hizo que los dedos de sus pies se enroscaran en sus botas con una anticipación bastante extraña. Bruce sabía que a ella le gustaba eso. Suspirando, trató de concentrarse.
Batman no le había dicho cómo se las había arreglado para conseguir casi seis semanas de material de seguridad de un laboratorio gubernamental ultrasecreto en menos tiempo del que le toma a la mayoría de la gente pedir una pizza. Sin embargo, él lo hizo; ella estaba segura de que no era legal. A Selina se le hizo curioso cómo Batman estaba tan dispuesto a romper la ley para satisfacer sus propias necesidades. Ella lo miró, él estaba inquieto mientras se desplazaba por los nombres de los archivos de las biotoxinas. Llegarían a otro callejón sin salida.
-Batman, comunícate – una voz femenina llegó a través de los altavoces de la Batcomputadora –
-¿Algún progreso, Oracle? – preguntó Batman, recostándose en el respaldo de la silla –
-Pues tengo algo, pero no lo suficiente – le dijo Oracle –
-Genial – dijo Batman con sarcasmo –
-Es el gobierno. Si no queremos que se den cuenta de que estamos fisgoneando, necesito tomar precauciones. Pero en realidad te llamo porque tengo información sobre tu artista misterioso...
-Adelante.
-Se llama Efervescente. Su especialidad es esculpir objetos complejos de plástico. Ha sido escultora de utilería para varios teatros del East End durante más de una década. Sin embargo, es una adicta al juego. Mis fuentes dicen que se metió demasiado con un corredor de apuestas de poca monta y como no pudo pagar, este le pidió que le esculpiera un rubí bastante grande para pagar su deuda.
-¿Este corredor de apuestas tiene nombre? – preguntó Batman. Selina estaba a su lado, pendiente de cada palabra –
-Se llama Gerry Pavloski. Solo ha estado en Gotham unos seis meses, parece que está tratando de establecerse – dijo Oracle –
-Qué sincronización tan perfecta – dijo Selina mientras intercambiaban una mirada –
-¿Tienes una descripción? – le preguntó Batman –
-Mejor. Tengo una foto. Enviándola ahora...
Una foto granulada de un hombre de cabello oscuro con gafas de sol llenó la pantalla. Batman hizo clic en un archivo en su escritorio y apareció la imagen de Nardoc Sera. Unas cuantas pulsaciones de teclas más tarde, la Batcomputadora verificó lo que ya sabían: Nardoc Sera y Gerry Pavloski eran el mismo hombre.
-Envíame la ubicación de Efervescente. La interrogaré esta noche – le dijo Batman –
-Sería una pérdida de tiempo – Oracle se puso nerviosa –
-Explícate.
-Está en coma. Fue atropellada hace unas dos semanas, tanto ella como su esposa se encuentran en estado crítico en Gotham General Hospital. Su hogar está limpio, hice que un socio mutuo lo revisara.
-¿Los forenses?
-Me refiero a Robín.
Batman no dijo nada mientras miraba la foto de Gerry Pavloski, también conocido como Nardoc Sera.
Mientras tanto, Barbara Gordon y Selina Kyle se miraron a través de las cámaras en la pantalla. Era obvio que ambas se conocían fuera de los trajes y querían saludarse como ellas mismas, pero la situación se los impedía por ahora. Y como siempre, Barbara fue la que quiso romper el hielo.
-Escuché que tienes una nueva socia – Preguntó Oracle, burlándose de él. Selina podía sentirlo sonrojarse. Ella sonrió –
-Llámame cuando tengas algo en el laboratorio. Batman fuera.
-Imágenes secretas de seguridad del gobierno. Una mujer misteriosa haciendo algo que se parece mucho a piratear un sistema informático del gobierno. Vaya, señor Bat, ¿no estamos llenos de sorpresas? – Dijo Selina mientras él giraba la silla para mirarla. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la boca inmóvil –
-¿Tu punto?
-Rompes la ley con tanta indiferencia cuando se adapta a tus necesidades, pero destrozarías Gotham para encontrar a alguien si ellos hubieran hecho lo mismo.
-No es lo mismo – dijo el –
-Procésalo como quieras, guapo. Ambos sabemos la verdad – Selina hizo girar su silla hacia atrás –
-Vuelve al trabajo. Es posible que hayamos conectado a Sera con el rubí, pero aún necesitamos conectarlo con la biotoxina...
El cuerpo de Selina estaba rígido y estaba muerta de aburrimiento. Si hubiera estado mirando un pasillo vacío durante una hora más, iba a gritar.
Ella hizo girar su silla hacia atrás.
-Creo que a los dos nos vendría bien un poco de... actividad física – dijo ella, con una voz seductora mientras se deslizaba en su regazo –
-Selina...
-¿Tienes un gimnasio en esta cosa? – preguntó ella, interrumpiéndolo. El asintió una vez – Vamos a entrenar. Ninguno de los dos está llegando a ninguna parte. Hacer que la sangre fluya nos hará mucho bien a los dos.
Y de nuevo, él estaba nervioso, pero puso una sonrisa. Una sonrisa sincera. El corazón le latía con fuerza en el pecho.
***
Un rato después, Batman se quitó la capa quedándose solo con el traje y el casco. Sus movimientos eran más brutales y duros, por lo que inmovilizó a Selina contra las colchonetas, con los brazos pegados a los costados.
-Sigues bajando la guardia a tu izquierda – dijo el –
-No recuerdo haber pedido consejos – se burló Catwoman, dándole un cabezazo y poniéndose de pie de un salto. Se levantó instantáneamente, pero Batman la derribó con tres movimientos cortos, terminando inmovilizándola con una rodilla en su lado izquierdo –
-Y sin embargo, los necesitas - se burló Batman –
Bruce había olvidado lo mucho que le encantaba entrenar con ella. Lanzándose, ella lo tiró de espaldas. Forcejearon un rato y luego cayeron. Justo cuando él pensaba que ella se quedaría abajo, ella lo abordó y rodaron por la colchoneta. Todo un torbellino de trajes negros.
-Admítelo, te gusta estar todo sudoroso conmigo – jadeó Catwoman una vez que ambos dejaron de rodar con sus brazos inmovilizados entre ellos. Selina se recostó con la parte superior de la espalda al ras contra el suelo. Ella jadeó de dolor pero se negó a darse por vencida –
-¿Por qué me estás ayudando? – preguntó él, respirando en su oído –
-¿Por qué me dejas? – ella le respondió, golpeando su talón en su rodilla. Él se dobló pero no perdió su agarre, maniobrando para aterrizar encima de ella, con los brazos aún inmovilizados –
-¿Qué sacas de esto?
-Placer – ronroneó la mujer, arqueando su cuerpo contra el de él –
-Quiero una respuesta real – dijo Batman, relajando las manos –
-Esa es una respuesta real, galán – bromeó ella, dándole esa mirada quisquillosa con la que había fantaseado más de una vez –
-Fuiste por el rubí, pero cuando las cosas se pusieron feas... en lugar de irte, te quedaste para ayudarme a resolver este caso. ¿Por qué?
-Tal vez me gustas – dijo ella, jugando a que tenía timidez para distraerlo y detener sus preguntas –
-¿Por qué nunca te has ido de Gotham? – preguntó Batman. Su voz era tranquila, baja, sus labios estaban a centímetros de los de ella. Sus ojos brillaron, la ira era evidente. Ella no quería hablar. No sobre esto. Mirándolos, el aire a su alrededor estaba caliente y quieto, las alas de los murciélagos revoloteaban en la distancia.
Y entonces Selina lo beso y todo se detuvo.
Los labios tensos y ansiosos de Bruce se movieron contra los de ella mientras profundizaba el beso. Había olvidado cómo podía hacer eso; cómo el más leve toque de sus labios ralentizaba el tiempo. El deseo se precipitó a través de ella, un deseo que no había sentido desde hacía años. Selina había tenido amantes durante años, algunos eran un medio para un fin, uno o dos lo eran porque los quería. Pero ninguno de ellos la hizo sentir tan caliente y fuera de control como él podría con nada más que un beso.
Tan repentinamente como comenzó, terminó.
-Si vamos a trabajar juntos, no podemos hacer esto – dijo Batman, con una nota de pesar en su voz. Observó cómo los labios carnosos de Selina se cerraban sobre unos dientes perfectamente rectos y de un blanco brillante. Dientes de estrella de cine –
Una sacudida de electricidad recorrió el cuerpo de Selina cuando las piezas del rompecabezas se volvieron completas. Años de práctica la encendieron. La forma en que el la besó, su reacción física, esa barbilla que no se había afeitado y el picor que sintió cuando su piel choco con la de él. Era tan obvio para ella ahora. Ella lo supo. Ella sabía quién era el hombre bajo esa máscara.
-Bien – dijo ella, sentándose –
-No es eso... – comenzó a decir el de forma nerviosa, callándose cuando se lo pensó mejor –
-No, no. Tienes razón, tenemos que llevar a cabo esta operación limpiamente – le contesto Catwoman, negándose a mirar en su dirección por temor a que él viera la comprensión en su rostro –
-¿Qué dijiste? – preguntó Batman. Sonaba tan extraño que ella no pudo evitar mirarlo –
-Entiendo que debemos mantener separados los negocios y el placer.
-No. ¿Qué dijiste?
-¿Necesitamos ejecutar esta operación limpiamente? – preguntó ella, completamente desconcertada por su comportamiento –
Batman se puso de pie de un salto y corrió hacia la Batcomputadora antes de que Catwoman pudiera levantarse del suelo.
-¿Me he perdido algo? – preguntó ella cuando lo alcanzo. Las teclas sonaron cuando Batman ingresó algunos términos en la barra de búsqueda. En la pantalla aparecieron dos facturas idénticas –
-Así es como lo hicieron – dijo el, señalando la pantalla – La misma empresa de limpieza se encargaba tanto del laboratorio como del museo – Se sonrieron el uno al otro, el caso finalmente se estaba resolviendo –
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