7
Estacionándose frente a la residencia, Selina camino como pudo a través de un pie y medio de nieve, subió al porche y golpeó la aldaba mientras una fuerte brisa llena de nieve la azotaba y le picaba las mejillas. Afortunadamente, la esperaban. La gran puerta se abrió y Bruce rápidamente la hizo pasar, pensado que la Noche de Cine había sido cancelada.
Desenredando capas de ropa de invierno, Selina se dio cuenta de que los ojos de Bruces estaban en ella, observando cada artículo voluminoso que caía y revelaba lentamente su forma mientras le preguntaba cómo estaba, si tenía problemas para llegar, si tenía frío, etc. Le encantaba la atención y el cariño de él.
Girando y plantando un beso rápido en él, ella le aseguró a Bruce que lo había pasado muy mal para llegar ahí; estaba de mal humor por los terribles conductores y tenía frío hasta los huesos, lo cual era cierto. Su sonrisa derritió todo el frío y mal humor de su cuerpo.
-Hay tres opciones para esta noche – dijo Bruce señalándole a las películas mientras se alejaba de ella –
Selina revisó las que había dejado. La elección de ella fue Blade Runner. Tenía acción, estaba ingeniosamente dirigida y tenía una buena historia de amor.
Con eso decidido, apareció en la cocina para encontrar a Alfred arreglando la alacena como de costumbre. Ella sonrió.
-Hola, Alfred.
También como de costumbre, el hombre mayor miró hacia atrás sin sobresaltarse en lo más mínimo por su aparición repentina.
-Buenas noches, señorita Kyle, ¿Tuvo problemas para llegar aquí?
-Unos pocos, pero valió la pena solo por ver tu cara sonriente.
Alfred se rió entre dientes, y eso fue lo máximo que pudo sacarle.
-Gracias... me alegro de que alguien lo aprecie.
-¿Cómo no podría?
Selina salió de la cocina y vio a Bruce revisando la película que ella había elegido. Él la miró desde su lugar en el sofá y sonrió.
-Sabía que elegirías esta – Bruce hizo un gesto con la cabeza en su elección de película. Selina se encogió un poco de hombros antes de subirse al respaldo del sofá y acomodarse sobre él –
Ya tenía a Bruce acostumbrado; disfrutaba usarlo como su almohada personal y él lo sabía, pero también le gustaba bastante. Con una de sus piernas a su lado y la otra colgando del sofá, Selina envolvió sus brazos alrededor de esa cintura familiar y se acurrucó contra su amplio pecho. Él había elegido una camisa suave de manga larga que le encantaba. Las yemas de sus dedos rozaron arriba y abajo su columna mientras comenzaba la película. Ese maravilloso movimiento lo distraía mucho.
-Nunca entendí de quién era ese ojo – ella se quejó un poco de la película –
-Creo que se supone que es simbólico. Como si todos estuviéramos siendo vigilados – la voz de Bruce se volvió espeluznante en la última oración –
-¿Cómo el Gran Hermano de 1984? – le pregunto ella –
-Si tienes un problema con eso, también debes odiar el sueño del unicornio.
-No tanto como la introducción. Al menos el unicornio se relaciona con Rachel.
-¿Cómo es eso?
-Un unicornio entre los caballos. Es único y especial – Selina sonrió –Igual que ella.
Bruce tarareó en consideración antes de asentir.
-Eso tiene sentido.
Alrededor de un tercio de la película, las luces parpadearon y afuera aulló un viento. Selina se sentó un poco y miró hacia las cortinas que los protegían de lo que estaba sucediendo afuera. Ella se impaciento mientras otra ráfaga de silbidos traqueteaba. Volviendo a descansar, descubrió que los brazos de Bruce la envolvían un poco más fuerte.
Alrededor de la mitad de la película, las luces parpadearon nuevamente solo que esta vez, toda la electricidad se apagó por completo. Selina se sentó, hizo una pausa y esperó a ver si la energía volvía a encenderse, pero no tuvo tanta suerte.
-Bueno, supongo que hemos terminado de ver la película – dijo Bruce, ganándose una suave risita antes de deslizarse debajo de ella y moverse con cuidado hacia la ventana –
Mirando por el cristal, silbó mientras Selina se escabullía detrás de él. La nieve estaba apilada a más de dos pies de altura y se estaba acumulando en la construcción del porche; una capa húmeda y pesada que sin duda fue la causa de ese apagón. Pero caramba, era hermoso.
-Wow – Ella respiró – Creo que finalmente se cumplirá tu deseo. No parece que me vaya a casa esta noche.
-¡Muy bien! – la voz de Alfred sonó y una linterna iluminaba su camino –
Bruce se volteo hacia él y se aclaró la garganta.
-Gracias, Alfred.
El mayordomo (siempre preparado para cualquier situación) le entregó a Bruce una linterna y a Selina una caja de fósforos. Alfred dijo:
-Si me ayudan a encender más velas en la casa, nos veremos en poco tiempo. Es una suerte que Dick este con Barbara.
-¿Por qué aun no conozco al niño? – le pregunto Selina a ambos –
-Al niño de quince años... – Alfred le respondió riéndose – Como la casa es grande, Richard se la pasa deambulando por todos lados y tiene bastantes deberes de la escuela. O a veces está en la ciudad con su amiga.
-Espero que no se sienta incómodo con mi presencia o algo así – ella respondió viendo hacia Bruce –
-No... claro que no. Luego le diré que se presente – Bruce desvió su mirada de Selina, de una forma que asintió que realmente a Dick no le agradaba ella –
Antes de comenzar con la tarea autoasignada, Selina y Bruce compartieron una mirada antes de que ella sonriera y se encogiera de hombros:
-Escuchaste al hombre. Vamos a movernos – ella le abrió el camino y Bruce encendió la linterna –
No tomó mucho tiempo iluminar las áreas principales, y mientras Selina encendía algunas velas más, Bruce encendió la chimenea. Alfred entró con una pequeña radio en la mano y dijo que tenía baterías, aunque probablemente se habían agotado por falta de actividad. Luego procedió a dejarlos en paz, entrando en el interior para encontrar algo para mantenerse ocupado. Selina se puso sobre una manta frente a la chimenea y agarró una almohada para sentarse. Bruce se unió a ella, pero optó por recostarse sobre sus manos mientras el calor las bañaba.
Y entonces se quedaron completamente solos.
Selina se volvió cada vez más consciente de ese hecho. Sus dientes se engancharon en su labio inferior mientras observaba las llamas como si trataran de salir por la chimenea. La risa profunda de Bruce atrajo su atención de nuevo hacia él. Estaba concentrado en su fuente de calor también, pero tenía una sonrisa gentil, una sonrisa que revelaba ideas girando en espiral en su mente.
-¿Qué? – ella le preguntó –
-¿Mmm?
-¡Por el amor de Dios, solo dime que tengo! – dijo ella entre risas mientras golpeaba ligeramente su brazo –
Con una sonrisa traviesa, Bruce hizo una pausa, como si estuviera sopesando si debería decírselo o no. Tomando una respiración profunda, su mirada se arrastró desde la de ella.
-No es nada importante, solo hay una pequeña cosa que haces... – el intentó dejarlo así, pero Selina no estaría satisfecha hasta que soltara todo. Bruce se aclaró la garganta y no tuvo más remedio que decírselo – Tienes este pequeño... tic – Ella parecía confundida y él continuó – Cuando estás pensando mucho o preocupada, te muerdes el labio. Es lindo. Y lo estabas haciendo, eso es todo.
-¿Hago otras cosas adorables que desconozco?
-Haces muecas cuando lees un menú.
-¿Y crees que es adorable?
-Absolutamente. También lo es la forma en que te estás sonrojando en este momento.
Selina no tuvo respuesta para eso, así que simplemente volteo la mirada hacia su regazo y se mordió el labio. Tal vez ella hacia eso.
-Oye, no te avergüences de ti. Es solo una parte de lo que eres. Me encantan tus pequeños hábitos – hubo un destello de algo en los ojos de Bruce, como si acabara de decir algo que no quería decir o que no debería de haber dicho, pero en un abrir y cerrar de ojos desapareció y él le sonrió dulcemente. Selina no podía recordar un momento en el que hubiera querido besarlo más –
Y así lo hizo. Y cuando sus dedos se hundieron en el cabello de él y profundizó el beso, sus huesos se volvieron líquidos.
Se separaron y recuperaron el aliento y Selina volvió a alegrar el ambiente. Encendió la pequeña radio y la sintonizó en las noticias locales, donde estaban discutiendo sobre la ventisca de principios de invierno. Aparentemente, se suponía que se calmaría durante la noche, pero continuaría desempolvando nieve durante la próxima semana. Tras esa noticia, Bruce y Selina discutieron qué sucedería si quedaran atrapados adentro hasta el martes. Cuando decidieron que se volverían locos el uno al otro, dijeron que siempre podrían agarrar un poco de nieve y podían tener una pelea de bolas de nieve. Ella solo se reía de lo que Bruce podía decir.
Mientras sus conversaciones pasaban de un tema a otro, transcurrió una hora y media. Las voces que alguna vez sonaron claramente en la radio ahora eran más suaves, la energía se estaba agotando sus baterías. Selina se estiró, dejando que los dedos de sus pies se remojaran en el calor del fuego danzante.
-¿Recuerdas cuando nos conocimos? – ella preguntó mientras le lanzaba una mirada de alivio. Bruce asintió y ella sonrió –
-Estaba mortificado – eso pareció desconcertarlo –
-Fue una noche hermosa – Selina se rió entre dientes y negó con la cabeza – Estoy sorprendida de que todavía quisieras verme después de mi numerito de mujer fatal y todo eso.
-Créeme que disfrute todo de esa noche.
Selina asintió con la cabeza. Se inclinó un poco más cerca.
-No fue realmente tan malo para ti, ¿verdad? – ella le dio una mirada de picardía –Sin embargo, bailaste bastante bien.
Bruce encontró su mirada por un momento antes de que una bombilla pareciera encenderse sobre su cabeza. Se estiró y comenzó a trabajar en el dial de la radio, saltando a través de las estaciones como si estuviera buscando algo. Eso llamó su atención, pero Selina no preguntó. Ella solo lo miraba. Finalmente sintonizó algo, una canción de Elvis bastante lenta que fluía con un chirrido.
-¿Qué estás haciendo? – le pregunto ella con curiosidad –
-Había querido tener una segunda oportunidad de bailar contigo y ahora me parece apropiado.
Los ojos de Selina se agrandaron.
-Espera. ¿Qué? No. No puedo...
Bruce tenía un interruptor de "encanto" encendido. Era su super poder. Ni siquiera cambió nada de sí mismo, ni en su comportamiento ni en su apariencia, pero algo pasó y se hizo extremadamente difícil decirle que no. Quizás era solo que ella no podía negarle mucho de todos los modos. Pero ahora, ese poder se activó.
-No es como si estuviéramos haciendo otra cosa. Y no hay nadie alrededor, solo somos tú y yo.
Ella se mordió el labio. Su estómago se agitó ante su profunda y aterciopelada voz. Se maldijo por ello, pero tomó su mano.
Bruce la ayudó a levantarse, le rodeó la cintura con un brazo y la atrajo hacia sí... muy cerca. Una de las manos de Selina encontró ese hombro familiar mientras que la otra se enroscó a través de su mano. Esa parte le gustó mucho. El baile real, no tanto.
-Voy a terminar pisándote los dedos de los pies – dijo ella suavemente –
-Eso es lo que quiero.
Selina entendió que estaba a salvo aquí, con Bruce, y él le estaba pidiendo que confiara en él.
De eso se produjo realmente el baile, de un ejercicio de confianza. ¿Podría Selina ceder algo de control y simplemente dejarlo liderar? ¿Podría dejar de preocuparse por sí misma y dejar que él la cuidara?
No importa cuánto se dijo a sí misma que eso era todo (un pequeño e inofensivo gesto romántico) pero Selina sabía que era mucho más. Le estaba pidiendo que pusiera su peso sobre él y dejara que la cargara. Eso tenía más significado que solo un baile, ¿verdad? ¿O Selina se estaba convirtiendo en una romántica con la cabeza en las nubes, leyendo cada pequeña cosa?
De todos modos, Selina tragó saliva mientras miraba hacia abajo y con cuidado pisó sus pies. La mano libre de Bruce se enrolló alrededor de su abdomen y ella volvió a mirar hacia arriba, donde encontró sus ojos: un familiar color claro bastante penetrante con la luz del fuego parpadeando a través de ellos. También había allí un tipo diferente de fuego. Y luego Bruce comenzó a moverse, mostrando un ritmo lento en su equilibrio y manteniéndola firme.
Selina apenas notó que se estaban moviendo. No notó nada a su alrededor. Cuando Bruce se inclinó y tocó su frente con la de ella, Selina dejó que sus ojos se cerraran. Sus sentidos estaban inundados con él. Todo lo que podía escuchar era su respiración superficial, todo lo que podía oler era el aroma fresco que se adhería a él, todo lo que podía sentir era su fuerza y calidez. Era como una droga de la que nunca podría tener suficiente y, de la misma manera, sus sentimientos no eran muy diferentes. Él se aferró a ella, sosteniéndola tan cerca como ella se lo permitió, tan cerca cómo pudo.
-¿Ves? No es tan malo – Bruce murmuró, sin duda con una sonrisa en su rostro –
Selina se encogió un poco de hombros antes de retroceder para mirarlo.
-¿Por qué te gusta tanto bailar conmigo?
-Es una excusa para ponerte las manos encima.
-Siempre puedes poner tus manos sobre mí.
Bruce se quejó. Su queja significaba que no creía que la respuesta de Selina fuera cierta.
Lentamente, Selina se inclinó y rozó sus labios con los de él, notando la forma en que sus manos se apretaron sobre ella. Demorándose allí, compartió el mismo espacio que Bruce por un momento, esperando en silencio a que cerrara la brecha. No tuvo que esperar mucho.
Esperó sólo una respiración o dos antes de capturar su boca. Bruce había estado bastante enamorado de Selina. Ella también lo había considerado genial en eso. Pero esto... esto era diferente.
Ella encarno la nueva atmosfera. Había una emoción en ello, una que la inundó lentamente como una ducha limpiadora y la golpeó como un tren de carga, dejándola sin aliento. En ese momento, Selina pudo sentir que él la amaba.
Bruce la amaba.
Y maldita sea, ella sabía que también lo amaba.
En algún momento dejaron de moverse, y él se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos. Sus rostros estaban sonrojados, su respiración entrecortada, y él le preguntaba en silencio qué quería.
Las manos de Selina ahuecaron su rostro y lo atrajo hacia atrás en un beso que no dejó lugar a dudas. Y eso le dio una respuesta.
Sus acciones anteriores se renovaron y ella cedió a las sensaciones. Apenas recordaba haber sido levantada, no recordaba mucho qué prendas se habían caído y en dónde; sin embargo, sí notó todas las cicatrices de Bruce.
Las yemas de sus dedos rozaron su piel y encontraron rayas suaves que le hicieron sentir curiosidad en algún nivel, pero eso lo dejo para más tarde, y ella ni siquiera se dio cuenta de que entraron en el dormitorio principal.
Cuando Bruce la recostó suavemente sobre el edredón y le quito el sostén, ella lo detuvo solo para observar su rostro contra la oscuridad de la habitación.
Selina supo una cosa. Sabía que quería esto, quería a Bruce, más que a cualquier tesoro o joya que hubiera robado.
***
Durante la madrugada, Selina se levantó de la cama con mucho cuidado para no despertar a Bruce y se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, con su ropa y los pendientes enrollados en sus manos. La ventisca y la respiración del hombre en la cama eran los únicos sonidos, aunque ella no podía oírlos por encima de sus propios sollozos. Ella no podía seguir haciendo esto. No podía seguir así, todo se la estaba comiendo viva. Dejando caer las cosas como si estuvieran en llamas, Selina se agarró el cabello mientras lágrimas de frustración y dolor caían por el suelo.
La noche con Bruce fue un éxtasis. Completamente perfecta en todos los sentidos, se habría contentado con traer a Isis y no volver a irse nunca más. Su posible vida con él se había vuelto mucho más vívida, mucho más real, y ella lo deseaba... pero eso significaba que tenía que dejar de ser Catwoman. Selina no podía arriesgarse a ser atrapada y arruinar por completo su relación de esa manera.
Pero... ¿Cómo podía perder una parte de sí misma, una parte que amaba, una parte que la hacía sentir libre y viva? Ya se había visto obligada en la mayoría de su relación a esconderse, pues solo se había puesto su disfraz un par de veces desde que estuvo saliendo con Bruce. Y su alma se sintió enjaulada.
Pero si ella no renunciaba a una vida u otra, ambas iban a chocar. Tal vez no ahora, pero en algún momento se estrellarían y explotarían sobre sí mismas, incinerando todo a su paso.
Ella no quería quedarse sin nada y... tampoco quería que Bruce se quedara sin nada. Eso era exactamente lo que sucedería si se quedaba con Bruce. Eso le explotaría en la cara, y no sólo se quemaría a sí misma, sino también a él.
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