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6

Lo primero que extrañó a Selina fue la ventana del departamento abierta de par en par. La vio desde fuera, mientras se acercaba al edificio, y sin saber por qué, le resultó raro. Luego, conforme sus pasos le llevaban hasta la puerta de entrada, fue dándose cuenta de que el marco estaba roto.

Aquello terminó por decidirle y como alma que lleva al diablo, entró en la casa.

-¡Holly! – Selina gritó cuando vio que la sala estaba en completo desorden. La puerta estaba arrancada de sus pernos y todos los muebles del lugar se esparcían por el suelo – ¡Holly!

Siguió gritando hasta que comprobó que la casa estaba vacía. Derrotada, se arrodilló en el suelo y lo golpeó con todas sus fuerzas. ¿Por qué había tenido que ir a robar? ¿Por qué se había separado de Holly? Debía haberse quedado con ella, cuidándola y protegiéndola. Pero no. Decidió hacerse la mejor ladrona y dejarla sola. Un odio que creía olvidado volvió a resurgir en su interior. Su vista se nubló cuando se levantó del suelo y de un golpe de rabia rompió un espejo que había en una cómoda cercana. Su corazón palpitaba a cien por hora cuando cayó presa de la cólera.

Entonces vio una nota pegada con un imán en el refrigerador.

"SI QUIERES A TU AMIGA CON VIDA, ENCUENTRATE CONMIGO EN EL ALMACEN 34 DE MASON. AV."

Stan... hijo de perra. Tú la secuestraste. Pero me subestimas por que voy a ir a salvar a mi amiga. Y a ti te matare cuando te encuentre.

***

Era bien entrada la noche y la nave industrial no era un sitio caliente. La piel de Holly se erizó, más a causa del miedo que del frío. Se hallaba tirada en el suelo, con las manos atadas tras la espalda, encerrada en una pequeña habitación iluminada únicamente con una bombilla que colgaba del techo. A su derecha, un ventanal le mostraba el cielo oscuro de la noche.

Tras la puerta cerrada se escuchaban sonidos. Pasos, algún que otro gruñido, algo que se arrastraba por el suelo. Presa del pánico, la joven intentó sentarse y deslizarse hasta la pared más alejada de la puerta. No podía entender por qué, pero se sentía más segura allí.

Todo había ocurrido tan deprisa que apenas podía poner en orden sus pensamientos. Recordaba que, después de cenar, Selina había salido. Le dijo que robaría algo que la sacaría a ambas de ese lugar, pero que volvería lo antes posible. Cuando se fue, ella se tumbó en la cama, dispuesta a descansar e intentar olvidar lo sucedido. Entonces, la puerta de la casa saltó de un golpe y un hombre entró violentamente en la habitación. Ella intentó escapar, pero el desconocido era demasiado fuerte.

Lo siguiente que recordaba era haber despertado en aquél lugar, muerta de frío y atada con cinta de carrocero. De pronto, la puerta que le separaba de los sonidos extraños se abrió y apareció Stan cargado un cuerpo sobre el hombro. Una bolsa de tela colgaba de su brazo derecho. Cuando estuvo dentro dejó el cuerpo sobre el suelo y la luz de la bombilla iluminó el rostro de una mujer hermosa de piel oscura. Tenía la ropa desgarrada y varias heridas abiertas en sus brazos expulsaban pequeños hilillos de sangre sobre el suelo. Parecía estar casi muerta.

Stan volteo y observó a Holly. Ella vio en sus ojos la misma mirada que había visto cuando había intentado violarla el día que Selina la había rescatado. Se encogió contra la pared inconscientemente y entonces calló en la cuenta de que solo llevaba puesta la camiseta de Selina y sus pantalones de dormir. Su corazón comenzó a bombear al imaginarse lo que tanto temía. Su secuestrador dio un paso al frente y se agachó frente a ella. Con una sonrisa desquiciada en el rostro, levantó el cuchillo que portaba en la mano.

-Eres una niña muy hermosa – siseó mientras acariciaba con la hoja del cuchillo el brazo de la muchacha – Es una pena que no tengamos tiempo de divertirnos. Pero dentro de un rato... – añadió Stan en un susurro, acercando sus labios al oído de Holly – podremos jugar.

La muchacha gimió al sentir el aliento de aquél hombre en su piel y comenzó a llorar. Ya era la segunda vez en pocos meses y su valor se estaba agotando.

-Pero ahora tengo cosas que hacer – continuó el hombre levantándose de pronto para acercarse a la bolsa que había dejado junto al cuerpo de la mujer de color –

De la bolsa extrajo varios objetos de metal, que comenzó a ensamblar. Cuando terminó, le mostró a Holly un fusil de francotirador que dejó a un lado, apoyado contra la pared.

-Con esta arma... – dijo volviendo a agacharse frente a ella – Haré que tu amiga pague su deuda. No, no llores – alzó una mano y apartó un mechón de cabello rubio que caía sobre los ojos llenos de lágrimas y de terror de Holly – Todo acabará pronto. Te lo prometo.

Dicho esto, sacó algo del bolsillo trasero de su pantalón. La joven comprobó que era un trozo de tela. Él se lo puso en la boca y mientras ella intentaba resistirse, lo ató tras su cabeza.

-Así estarás calladita.

Luego se levantó, se volteo y salió de la habitación con el rifle de francotirador en las manos, dejando la puerta abierta. Entre su terror, Holly dedujo que todo aquello era una trampa para Selina. La puerta estaba abierta para que ella la encontrara fácilmente. Lo que significaba... que la mataría.

Cuando alzó la mirada hacia el ventanal que había a la derecha, corroboró sus pensamientos. Un andamio de dos pisos de altura se elevaba por el almacén. Supo que el lugar al que su secuestrador iba era a lo alto. Cuando Selina la encontrara, todo acabaría.

***

Selina Kyle levantó la mirada para observar el edificio de paredes grises que tenía frente a ella. Tenía cuatro plantas y era el más alto de toda la cuadra. Era a ese al que se debía referir Stan. Comenzó a caminar examinando con atención los alrededores. No se veía un alma. A lo lejos, las luces dibujaban la silueta de Gotham City, enmarcada por la sombra oscura de las montañas de roca. Una fina lluvia comenzaba a caer y Selina se puso la capucha. Sentía la presencia de Holly en los alrededores. Tal vez el amor que sentía por ella le había despertado algún sexto sentido.

Durante el camino se había ido relajando. Conducir en moto siempre la tranquilizaba. La urgencia por rescatar a Holly le había obligado a robar una pequeña motocicleta que estaba encadenada a un farol cerca de casa. No le había resultado complicado. Solo las ganzúas y sus habilidades de ladrona habían bastado para encenderla.

Ahora se sentía más confiada, pero el odio y la ira hacia Stan seguían ahí. Rescataría a la muchacha y luego acabaría con la miserable vida de su antiguo proxeneta.

Caminó a paso ligero hacia el lugar. Prácticamente la puerta era de metal, excepto la parte baja de la estructura, que estaba construida a base de ladrillos de hormigón. En su parte frontal, justo frente a la entrada al edificio de cuatro plantas, se hallaba la puerta de acceso a la nave. Selina no perdió un instante y la abrió golpeándola.

Catwoman entró examinando todos los rincones del almacén. Estaba completamente vacío. No había muebles, ni estanterías. El suelo estaba cubierto por una espesa capa de polvo. Sin embargo, veía huellas, lo que confirmaba que alguien había estado allí hacia poco tiempo. En el otro extremo de la construcción había una escalerilla de metal que subía hasta el segundo nivel.

Selina caminó hacia allí pero a mitad del camino se obligó a detenerse y agacharse. Entre las huellas que estaban marcadas en el polvo distinguió algo extraño. Una soga alargada y continua que llegaba hasta el pie de la escalerilla. Salpicando el suelo alrededor de la soga había manchas de sangre. Un calor extremo subió por su espina dorsal. El miedo comenzó a invadirla.

-¡Holly! – gritó al tiempo que se levantaba y subía por la escalera –

Holly gimió tan alto como pudo, pero la mordaza que apretaba su boca no le permitía avisar a Selina. Escuchaba sus gritos y sus tacones al subir por una escalerilla de metal que debía desembocar en la habitación en la que se encontraba. Sin embargo, no podía advertirle. De pronto, la figura de Selina apareció bajo la puerta. Ella comenzó a gemir y a negar con la cabeza, mientras pataleaba histérica. Quería decirle que no entrara, que iban a matarla. Pero ella no debió captar el mensaje, pues entró en la habitación con paso apresurado.

Desde los andamios, Stan posaba el dedo índice sobre el gatillo del fusil mientras miraba a través de la mira telescópica. Sonrió al ver que Selina Kyle entraba en la habitación en la que la muchacha estaba prisionera.

-Eso es, niña – susurró el maleante – Ve despidiéndote.

Selina dio un paso al frente al ver a Holly en el suelo y atada de pies y manos. Parecía estar histérica, algo lógico teniendo en cuenta por lo que había pasado últimamente. La chica intentaba gritar, pero un pañuelo rodeaba su cabeza a modo de mordaza. Impelida por la necesidad de salvarla, Selina entró en la habitación, pero tropezó con algo en el suelo. Cuando miró se encontró con una mujer de color ya muerta. Tenía varias heridas que goteaban sangre y manchaban el suelo cubierto de polvo.

-¡Por Dios! ¿Qué ha pasado? – se preguntó cuándo se arrodilló para examinar el cuerpo de la mujer. Pero Holly seguí a gritando, intentando decirle algo –

De un salto, Selina se desentendió momentáneamente de la mujer de color y se colocó junto a Holly.

-Tranquila, ya estoy aquí – susurraba mientras que gracias a sus garras de metal rompía la cinta que aprisionaba las muñecas de la joven – Ya ha pasado todo.

-¡Vete! ¡Quiere matarte! – gritó Holly en cuanto tuvo la boca libre – ¡Está en el andamio!

Selina apenas tuvo tiempo de girarse. Stan había estado a punto de disparar cuando Catwoman se arrodilló junto a la muerta, pero la muchacha se había movido muy rápido para acercarse a Holly. Ahora estaba junto a la chica y Stan la tenía completamente a tiro. La bala que le metería en medio de la cabeza lo probaría. Y así pagaría por haberle marcado la cara de por vida.

Sin pensarlo un momento más, disparó.

El estruendo resonó en medio del almacén y se mezcló con el ruido de los cristales del ventanal al romperse en mil pedazos. Selina consiguió girarse a tiempo y solo consiguió un rozón minúsculo en la mejilla. La bala choco contra la pared y reboto varias veces contra el metal. Después dio un salto y se arrodilló bajo la ventana. Desde allí estaría a salvo y Stan no podría dispararle. Cuando dirigió la mirada hacia Holly, el mundo se le vino abajo.

-Oh, no – Selina susurró mientras las lágrimas aparecían en sus ojos –

La niña había caído en dolor y una mancha carmesí se extendía en su camiseta a la altura del hombro. La bala había rebotado en las paredes de metal de la habitación hasta acabar en la carne de Holly.

Con las manos temblorosas, Selina tomo a Holly y la acunó entre sus brazos. La muchacha tenía miedo y miraba al mundo con la mirada perdida.

-Holly, no – lloro Catwoman – Por favor.

Ella, haciendo acopio de unas fuerzas que iban menguando, levantó una mano para hacer presión en la herida de su amiga.

-No llores – susurró Holly con la voz aterrada – Voy a sobrevivir.

-Te pondrás bien. Te prometo que...

-Gracias – los ojos de Holly fueron perdiendo brillo al tiempo que gruesas lágrimas resbalaban por sus suaves mejillas – Gracias por no abandonarme. Ahora ve por ese maldito.

Selina no quería escuchar más. Rápidamente dejo a Holly y subió corriendo por las escaleras. Luego, subió al techo. Gruesas gotas de lluvia caían sobre ella y un trueno resonaba en la distancia. Dejó que la lluvia limpiara sus lágrimas y finalmente se puso la máscara sobre la cabeza.

La silueta de Catwoman se distinguía desde los ventanales del techo, mientras que desde el andamio Stan ocasionalmente disparaba con su rifle sin darle a nada. Luego, al ver que Stan recargaba su arma, Catwoman rompió el vidrio y bajo. Vio al hombre agachado frente a la ventana con el rifle. El hombre la vio y le apuntó.

-¡Atrás! ¡Te mataré! – grito Stan – ¡Créeme, lo haré!

-Sé que mi vida no significa nada para ti. Te creo – dijo Catwoman –


-¡Claro que tu vida me importa, Selina! – grito Stan, algo amenazante – Por eso hice todo esto.


-Claro... solo porque tu minita de oro se fue – Catwoman avanzo más hacia el con las garras en alto –

-¡Si te pones brava también te matare! – El hombre disparó una bala hacia Catwoman. El zumbido en su cabeza estalló de nuevo, y Catwoman rápidamente se hizo a un lado y esquivó la bala –


-No volverás a matar a nadie... ¡Porque te voy a matar! – grito Catwoman. El hombre volvió a apuntarle con el arma, pero un zarpazo que Selina hizo con su látigo le arranco el arma. Catwoman jaló el arma hacia ella y la atrapó, luego apuntó a Stan – Ahora, ¿tienes miedo? ¡Apuesto a que eso es exactamente lo que sintió Holly cuando la raptaste! – Entonces Catwoman dejó caer el rifle – Sin armas. Voy a saborear este momento.


-Tú tuviste la culpa... ya que si no la hubieras rescatado la noche en que me marcaste, nada de esto habría pasado...


El proxeneta buscó una forma de escapar, pero no la encontró. No había otra opción que superar a Catwoman. El hombre trató de empujarla, pero Catwoman lo agarró por el brazo y lo arrojó a la pared del fondo. Stan se levantó lentamente, corrió hacia adelante y golpeó a Catwoman con todas sus fuerzas.

A pesar de toda la fuerza que había puesto en ese golpe, Selina lo resistió lo más que pudo. Catwoman se quedó quieta para que Stan supiera que no había forma de ganar. Luego, con la velocidad de un rayo, envió al hombre volando hacia la pared con una patada en la mandíbula. El maleante se estrelló contra la pared y antes de darse cuenta, vio a Catwoman en el techo sobre él.

Catwoman cayó del techo y pateó al hombre, luego lo golpeó repetidamente. Si hubiera usado toda su fuerza, lo hubiera matado, pero se estaba conteniendo. Quería que la paliza durara para siempre. Después de unos veinte golpes, Catwoman mantuvo su puño en el aire. ¿Era esto realmente necesario? Matar al hombre no revertiría todas las palizas y abusos que le hizo a ella y el mal rato que le hizo pasar a Holly. Esa fue la decisión más difícil que Selina tuvo que tomar. Se puso de pie temblando, y luego, tomó su decisión.

Catwoman saco de su cinturón un par de esposas y rápidamente se las puso a Stan en las muñecas.

-No voy a rebajarme a tu nivel. Podre ser una ladrona, pero no soy una asesina – dijo Selina, mirándolo con todo el desprecio del mundo – Voy a dejar que te pudras en prisión por el resto de tu miserable vida. Puedes pasar cada momento haciendo una de dos cosas. Una: sentir pena por lo que nos hiciste a mí y a todas las chicas. Dos: tener cuidado con los demás convictos, pues oí que en Blackgate les agradan mucho los proxenetas. Ah, sí, y no dejes caer el jabón en las duchas.

Catwoman estaba demasiado afligida como para quedarse allí. Regresó hacia las escaleras y caminó hacia la puerta. Entonces sintió un ruido. Vio que el hombre se ponía de pie con los brazos todavía entrelazados a los costados. Stan cargó hacia ella y en un segundo, Catwoman saltó, dio una voltereta hacia atrás con su látigo y lo pateó contra la pared ya través de la ventana.

Stan se cayó y gritó todo el camino hacia abajo. Tan pronto como Selina llegó a la ventana, el hombre ya estaba muerto. Una multitud de policías se reunió a su alrededor, y uno miró hacia arriba para ver a Catwoman.

-Te dije que te mataría, idiota – dijo Selina al cuerpo ya sin vida del proxeneta –

Sin perder tiempo bajo por las escaleras en busca de Holly y gracias a ese milagro, allí estaba. Viva, un poco asustada, pero entera.

El tiempo era oro, estaba más que comprobado, así que sin más se acercó de nuevo y la abrazo. Holly reaccionó a las atenciones de Selina y sin pararse a pensar mucho en lo que podía haber sucedido, pero gracias a Dios no había pasado, le devolvió el abrazo como si su vida dependiera de ello.

El sonido de los policías comenzó a percibirse en las afueras. Selina se apartó de Holly interrumpiendo el abrazo y se concentró en los sonidos de la noche. Selina sabía que lo que iba a decir no le iba a gustar, pero así debía ser.

-Me tengo que ir – dijo Selina con todo el dolor en su corazón –

Holly palideció un segundo después de escuchar la frase para después pasar a enfadarse.

-¿Por qué? No tienes que irte, me has salvado. No habrá cargos – le dijo la niña, aun adolorida por la bala en su hombro –

-Por favor, Holly... tengo que desaparecer. Nadie puede verme aquí, ni saber que he estado implicada en el asesinato de Stan – ahora parecía que no podía ni mirar a su amiga a los ojos. Selina lo lamentaba tanto – Cuando todo se calme y sea seguro, te llamaré y te diré dónde estoy ¿de acuerdo? Pero hasta entonces, no debo existir.

-No Selina, me has salvado – insistió la niña sin argumentos –

-Holly, ¿me quieres decir cómo vas a explicar que una ex trabajadora sexual ha robado unos cuantos miles de dólares y además dejo caer a la muerte a su ex proxeneta? – Holly quería protestar, pero Selina, tapándole los labios con un dedo mientras le acariciaba el pelo con la otra mano, no la dejó – Te quiero Holly Robinson y no voy a desaparecer de tu vida, confía en mí.

Sin dejarle reaccionar ni protestar, Selina volvió a abrazarla y salió corriendo en dirección a una de las ventanas rotas en mitad del almacén. Debía llegar a la moto y salir de allí.

Selina sonrió con una sonrisa triste ante la chica que le recordaba a su hermana y que le había tendido la mano, justo lo que no había tenido en su adolescencia. Sin voltear hacia atrás al escuchar a los policías que entraban al almacén, corrió a través de los callejones sabiendo que le había mentido a Holly.

Si quería que estuviera a salvo, tenía que salir de su vida.

Casi amanecía cuando la pista del aeropuerto estaba vacía.

Vacía salvo por el avión del primer vuelo que se hallaba fuera de la pista con la escalerilla ya bajada y cuyo interior apenas empezaba a llenarse con los primeros pasajeros.

Frotándose las muñecas, Selina se hallaba nerviosa mientras echaba un vistazo a los brillantes edificios de la ciudad a su izquierda. El horizonte al este comenzaba a iluminarse. Amanecía.

Le dolía el cuerpo. Le dolía todo. No solo la carne y los huesos.

Apartó ese pensamiento mientras contemplaba Gotham City. La luz y la sombra.

Un viento fresco le azotó la cara, soltando algunos mechones de pelo mientras miraba otra vez hacia el horizonte de la ciudad. Esperaba que en esos momentos estuvieran llevando a Holly a algún hospital, donde pudiera disfrutar una recuperación plena y una tranquilidad basta.

Si quería convertirse en la mejor ladrona del mundo, debía de dejar atrás a todo lo que le ataba.

Debía de dejar sus vínculos del pasado.

Debía de dejar Gotham para convertirse en una mujer diferente a la niña asustada que vivía en los callejones.

Si quería perfeccionarse, si quería perfeccionar a Catwoman, debía de aprender de los mejores estafadores, ladrones de guante blanco y artistas marciales del mundo, para que cuando regresara a Gotham, pusiera a la ciudad a sus pies.

No quería volver a depender de nadie más que no fuera ella misma.

Iría a donde quisiera ir, tomaría lo que quisiera tomar, y nunca... nunca volvería a mirar atrás.

***

Dos semanas después del incidente con Stan, Holly estaba siendo dada de alta en el hospital público Elliot. Terminaba de ponerse su ropa mientras pensaba en Selina.

No había ido a visitarla y nadie le había dado razón de ella. Posiblemente la había abandonado y muy posiblemente regresaría al orfanato. Estaba sumida en sus pensamientos cuando una mujer joven casi a principios de sus veintes, vestida con un atuendo de monja y con su cabello pelirrojo entro a la habitación de Holly.

-Hola – dijo Holly algo cabizbaja –

-Hola – dijo la monja – ¿Tu eres Holly Robinson?

-Si... soy yo – dijo la niña – ¿Y tú quién eres?

-Me llamo Magdalene Kyle y...

-Y eres la hermana de Selina – le interrumpió la niña. Viendo mejor el rostro de la monja vio mejor a sus ojos. Eran verdes como los de Selina – Siempre hablaba de ti.

-Al menos si se acordaba – respondió Maggie, sonriendo – Estoy aquí para llevarte conmigo.

-¿Iremos a ver a Selina?

-No... ¿sabes? Mi hermana me dejo instrucciones. Pague por adelantado los dos años que te faltan por cursar de preparatoria en St Andrews.

-¿Qué? – dijo Holly con asombro – Pero como... ¿fue Selina?

-Ella lo hizo con una parte del dinero que consiguió antes de que se fuera de aquí. El resto lo dejo a mi nombre, lo cual lo usare para pagar tu universidad – agrego Maggie – Solo no bajes tu promedio.

Las emociones de Holly pasaron de sentir tristeza y pena consigo misma a un fuerte sentido de amor y agradecimiento por Selina. A pesar de todo, ella no la había dejado desamparada y e incluso le había dejado dinero a su hermana para que la apoyara.

Le debía tanto, pero no había forma de pagarle todo lo que había hecho por ella.

-Oye... ¿la volveremos a ver?

Maggie no sabía cómo responder la pregunta de Holly.

En lo profundo de su ser, sabía que había perdido a su hermana hacía ya varios años.

Solo le quedaba rezar por que su alma encontrara aunque sea un poco de redención.

Al haberlas dejado, Selina Kyle había abandonado el bien que había en ella.

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