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5

Bruce hizo una mueca mientras enderezaba la pierna, los filamentos atados con anestesia amenazaban con tirarlo de vuelta a la inconsciencia. Se suponía que esta anestesia reduciría su tiempo de recuperación a la mitad y lo haría volver al trabajo más rápido. Todavía era demasiado lento para su gusto y habría que modificarlo. Lo agregó a su lista mental de tareas pendientes junto con la actualización de la capa.

Concentrarse en los absolutos siempre ayudaba a despertar su cerebro, por lo que se centró en lo inmediato: había estado consciente durante 38 minutos medio aturdido y desorientado. Alfred había terminado de operarlo hace 3 horas y 3 minutos. El desvío por el bosque combinado con el inicio del amanecer le dio a Red Claw una ventaja de seis horas. Cuanto más esperaba, más frío se volvía su rastro y más confusas eran las respuestas. No podía esperar más. Había mucho trabajo por hacer.

Obligándose a pararse, casi se derrumbó cuando el dolor se disparó por el lado izquierdo de su cuerpo y se alojó detrás de sus ojos. Una oleada de náuseas amenazó con apoderarse de él mientras luchaba por mantener los pies debajo de él. No tenía tiempo para las debilidades físicas. Luchar era su única opción.

-Veo que esperar que descanses es tan tonto como siempre – dijo Alfred casualmente mientras bajaba las escaleras – Así que solo diré que es maravilloso volver a verlo de pie, señor Wayne.

Bruce lo fulminó con la mirada mientras daba sus primeros pasos. Podría ser mucho peor: la bala podría haber destrozado el hueso. De nuevo.

Cuando se quitó el resto de las drogas, todo comenzó a regresar. Catwoman. En la Batcueva. En su cueva.

-¿Donde esta ella? – demando saber Bruce. Alfred arqueó una delgada ceja para dejarle saber a Bruce que su rudeza había sido notada –

-¿Supongo que se refiere a nuestra invitada de inspiración felina? Le proporcioné la atención médica y está descansando cómodamente en el centro de aislamiento.

-¿Consciente?

-No señor.

-¿Está bien? – preguntó Bruce, luchando por recordar lo que les sucedió después de que subieron al Batwing. Todo lo que sucedió después fue un desorden confuso, lleno de dolor, acentuado por sus tonos vocales bajos y preocupados. Ella había estado en el asiento del piloto con él, eso lo recordaba claramente. Eso y sangre. Mucha sangre. ¿Cuánto era de ella? –

-Ella es un poco mejor que tú, diría yo – dijo Alfred a la ligera sin comentar sobre la preocupación de su jefe por la ladrona vestida de cuero –

-Necesito revisar las grabaciones del Batwing – indico Bruce mientras luchaba contra la cojera que amenazaba con superar su paso –

-¿Puedo preguntar por qué? – preguntó Alfred, su tono indicaba que sabía muy bien por qué y no lo aprobaba –

-No tenía los ojos vendados en el camino hacia aquí – dijo Bruce mientras se dejaba caer en la silla frente a la Batcomputadora. La mirada de desaprobación del hombre mayor le atravesó la nuca – Es una criminal, Alfred. Y si ve algo, será una amenaza. Para los dos.

-Criminal o no, si ella no hubiera aplicado presión sobre tu herida, es muy posible que estuvieras muerto en este momento.

-Two-Face también me salvó la vida antes. ¿Cuándo debería invitarlo a tomar el té? – Bruce le recordó mientras golpeaba las teclas más fuerte de lo que pretendía. A veces, Alfred no sabía cuándo mantener la maldita boca cerrada –

-Anoche vi a una mujer gravemente herida poner tu bienestar por encima del suyo para asegurar de que vivirías para ver otro día. Ella se merece tu gratitud, no tus sospechas – dijo Alfred, sin dejar espacio para la discusión. Dejó una taza de café al lado de Bruce y se dirigió a la residencia sin decir una palabra más –

***

Bruce puso los ojos en blanco mientras consultaba el archivo AV de la cámara interior del Batwing. De todos modos, ¿qué sabía Alfred? Puso el video en pantalla completa y presionó reproducir.

El rostro de Selina llenó el marco; su rímel estaba untado como por la mano de un artista, un recuerdo de su baño en el río. Su cabello desordenado y medio mojado le quedaba bien. Su mirada, llena de preocupación nunca abandonó su rostro. Ni una sola vez.

La miró en el monitor, con la garganta apretada y de repente le costaba mucho respirar.

El electrocardiógrafo emitió un pitido al mismo tiempo que los fuertes y constantes latidos de su corazón. Las largas pestañas de Selina yacían inmóviles contra sus mejillas como unas suaves alas de mariposa. La mano de Bruce tembló, luego se detuvo mientras reprimía la necesidad de quitarse el guante y pasar los dedos por su espeso cabello negro.

¿Qué había estado pensando Bruce en ese entonces? ¿Era la expresión simple de la compasión humana por otra persona? ¿O fue... más? ¿Podrían ser más? ¿Podrían alguna vez tener algo más allá de lo que tenían ahora... sea lo que sea?

No sería honesto decir que nunca pensó en ella más allá de sus encuentros en las azoteas. A decir verdad, pensaba en ella a menudo, ya fueran recuerdos de ellos cuando salían juntos o un pensamiento perdido sobre ella mientras entretenía a otra aburrida socialité. Incluso soñaba con ella.

El sueño siempre era el mismo: entraba en la extensa biblioteca de la residencia en una mañana fría. La nieve caía suavemente afuera mientras un fuego ardía en la chimenea. Allí, acurrucada en su sillón de cuero favorito, estaba Selina. Su cabello negro estaba húmedo, secándose lentamente con el menor rosé de calor. Llevaba su ropa (una camiseta blanca de gran tamaño, pantalones negros holgados y calcetines blancos). La ropa abrumaba su cuerpo, pero en lugar de encontrarla ridícula, a él le resultaba entrañable. Linda y sexy.

Una taza de té humeante descansaba en sus elegantes manos mientras un pequeño gatito negro dormitaba contento en el apoyabrazos de la silla. Su rostro se iluminó como cuando vio a Bruce; su sonrisa era tan deslumbrante y brillante.

Fue un momento de una vida que no le importaría vivir.

Un susurro detrás de él rompió sus pensamientos.

-¿Cuánto anestésico le diste? – preguntó Bruce sin dar vueltas –

-La dosis recomendada. A diferencia de usted, la mayoría de las personas quieren asegurarse de permanecer inconscientes mientras se les quita una bala de una extremidad – Alfred respondió un paso adelante para examinar la solución salina que goteaba en las venas de Selina por vía intravenosa –

-¿Cuánto tiempo tenemos antes de que recupere la conciencia?

-45 minutos.

Bruce asintió con la cabeza una vez mientras pensamientos turbulentos daban vueltas por su mente. ¿Debía darle más drogas y llevarla de regreso a su departamento antes de que pudiera recuperar el conocimiento? ¿O arriesgarse y mantenerla ahí?

Llevar su cuerpo inconsciente a un edificio ajetreado a la mitad del día podría representar un problema más que una Catwoman despierta y alerta en la Batcueva. O una Selina Kyle despierta, alerta e innegablemente sexy de regreso con él después de una separación bastante intranquila. Dios, si que la había extrañado.

Bruce pensó en sus opciones. Ninguna de las dos fue buena. Si tan solo hubiera podido perderla durante la persecución en la ciudad.

-Avísame cuando esté consciente – dijo Bruce, tomando su decisión. Con suerte no se arrepentiría de eso –

***

Todo dolía. El sabor metálico de la sangre permaneció en sus molares traseros mientras el hedor a lodo de río seco emanaba de su cabello enredado. Selina se quejó y se dio la vuelta, apartando la suave manta de algodón. Estaba en una camilla; una luz cegadora la iluminaba, los cables monitoreaban sus signos vitales. Al hacer una evaluación rápida, vio que estaba despojada de su traje y envuelta en una bata de hospital.

-Buenos días, señorita Kyle... ¿Cómo se siente? – el hombre mayor de la noche anterior le sonrió amablemente –

Puro. Esa fue la única palabra que se le ocurrió a Selina para describirlo. El cabello canoso de su cabeza estaba peinado de lado con precisión militar y el brillo de sus zapatos era tan impecable que brillaban como espejos. Olía a galletas recién horneadas.

El brazo de Selina irradiaba dolor con cada movimiento y le dolía la espalda como si le hubieran quitado toda la piel. Debió haber sucedido cuando su traje se rasgó en las rocas del río cuando él la sacó del agua. Él.

-Batman... ¿Él es...? – Selina se las arregló para hablar, pero su lengua estaba seca como papel de lija –

-No se preocupe señorita, vendrá pronto. Venga, beba esto – Alfred le entregó un vaso de agua fría, que ella bebió de inmediato. El hombre sonrió, apareciendo arrugas muy gastadas alrededor de sus juveniles ojos color avellana. Él era carismático y encantador, solo estar cerca de él la tranquilizaba. Era extraño encontrarlo ahí rodeado de granito húmedo y murciélagos inquietos. A Selina se le vino a la mente alguien a quien había conocido antes y quien además le caía bastante bien –

-¿Cómo te sientes? – la voz ronca de Batman retumbo a través de la camilla de acero cuando emergió de las sombras de esa manera. Ella luchó contra una cojera mientras caminaba. El caballero mayor le asintió una vez antes de dejarlos –

-¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

-Cuatro horas y media – le respondió el mientras Selina gimió de nuevo y balanceó sus piernas sobre el costado de la mesa de metal; cada movimiento enviaba sacudidas de dolor a través de su tierna espalda. Apoyó las piernas en el suelo y trató de ponerse de pie. No sirvió. Sus piernas eran de gelatina. Ella comenzó a caer –

Luego, el brazo de Batman rodeó su abdomen, sosteniéndola.

-Cuidado. El anestésico es poderoso. Tomará algún tiempo para que pase el efecto – La mesa tembló cuando Selina se aferró a ella para mantener el equilibrio –

-Quisiera una ducha – murmuró ella mientras trataba de estabilizar sus temblorosas rodillas –

-Allí – dijo Batman señalando una puerta que ella no había visto hace un momento. Tomando un momento para inspeccionar el área, no podía creer que él realmente viviera en una cueva. Una cueva especialmente renovada con un baño y un centro de aislamiento, pero una cueva de todos modos. Adecuada para un tipo que se vestía de murciélago –

-¿A dónde fue ese encantador caballero?

-Fuera – dijo el, tan serio como siempre. Apenas podía evitar que sus ojos se pusieran en blanco –

-Me alegro de que sigas siendo el conversador chispeante que recuerdo - dijo Selina con sarcasmo – ¿Él es tu padre?

-Es complicado.

-Huh – Dejando el tema, Selina dio un paso hacia el baño. Las piernas le temblaban y la cabeza le daba vueltas. Volvió a agarrarse a la mesa – No estabas bromeando sobre esas drogas.

-Aquí – dijo el, tomando su brazo alrededor de su hombro –

-¿No me vas a llevar? – preguntó ella, usando su mejor voz de damisela con angustia –

-No con esta pierna, pero si insistes...

Con su apoyo, sus pasos se hicieron más fuertes a medida que avanzaban. Cuando llegaron al baño, se sintió menos como si estuviera caminando sobre masilla. Ella se estabilizó en el marco de la puerta mientras él la soltaba. Echaba de menos sus brazos al instante.

-¿Estarás bien? – preguntó Selina mientras daba unos pasos hacia el baño masculino brillantemente iluminado. Él se demoraba –

Asintiendo, Selina trató de desatar los lazos de la bata en su espalda, mordiéndose el labio para evitar que siseara de dolor mientras se movía. Verse débil frente a él era peor que apestar a sangre seca y lodo del río.

-Déjame – le pidió el. La raspadura de su voz lo hizo olvidar el dolor que bailaba a través de sus nervios. Hubo algunos tirones apenas perceptibles antes de que el aire fresco le picara en los cortes –

-Está mi espalda...

-Solo son raspaduras – la voz suave y baja se apoderó de el – Mi amigo se tomó la libertad de limpiar y reparar tu traje. Le pediré que te lo deje en el mostrador.

-Gracias – dijo ella en voz baja. Podía sentirlo a su espalda, sentir su energía mezclándose con la de ella en un pequeño espacio entre sus cuerpos. Su corazón latía contra sus costillas con tanta fuerza que podía estallar en su pecho en cualquier momento –

-Sobre el viaje aquí...

-No sé dónde estoy, si eso es lo que te preocupa.

-Lo sé. Si no hubieras... – Bruce se interrumpió a si mismo, dando un paso atrás, rompiendo la tensión que unía sus cuerpos –

-Yo no hice nada – dijo Selina, agitando la mano. Asintió y desapareció de la habitación –

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