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Las manos de Batman se le enroscaron bajo sus brazos y tiraron hacia el. Las rocas le rasparon la espalda y el traje quedó hecho jirones. Selina sintió tierra fría en la piel, bolitas de hielo en la cara.

-¿Selina? – la voz de Batman sonaba lejana, como si la estuviera llamando desde el final de un túnel –

-Aquí estoy – respondió Selina cuando un ataque de tos se apoderó de ella –

-Siéntate – dijo Batman con la mano enguantada sobre su espalda arañada y maltratada –

-Seguro que sabes cómo hacer que una chica se lo pase bien – dijo ella tosiendo de nuevo –

-Tú eres la que quería ir a nadar – y otra vez Batman se puso sarcástico. De alguna forma voz calentó su cuerpo, pero... ¿Batman acababa de hacer una broma? –

-¿Qué puedo decir? Me atraen las cosas brillantes – Ella le sonrió mientras él se sentaba – ¿Dónde estamos?

-Creo que estamos cerca de Bristol Township – Hizo una mueca mientras estiraba la pierna. Nada, ni siquiera el hedor del lodo del río, podía enmascarar el olor de la sangre que salía de su muslo –

-Estas sangrando...

-Tú también – le respondió el mientas arrancaba tiras de tela de su capa – Dame tu brazo – Haciendo una mueca, ella se lo tendió, el dolor floreció a lo largo de sus nervios mientras se movía. Él envolvió su herida con fuerza y ​​ató la tela, la fuerza hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas. Una vez que terminó, comenzó a rasgar tiras de tela para su pierna –

-Déjame a mí – dijo Selina extendiendo la mano. Él vaciló, sólo por un momento, pero lo suficiente como para que ella se diera cuenta. No confiaba en ella. No es que ella lo culpara. Selina envolvió su herida y se sentó sobre sus talones – ¿Ahora qué?

-Caminamos – Batman se puso de pie de un salto, una hazaña impresionante para un hombre que acababa de recibir una bala en el muslo – Por aquí.

Ella lo siguió en silencio, con los ojos pegados a su espalda por temor a perderlo en la oscuridad. La nieve comenzaba a levantarse, gruesos copos intercalados con gránulos de hielo duro que le picaban los labios. Cada diez minutos más o menos, Batman echaba un vistazo a la pantalla de la computadora incrustada en su guantelete y ajustaba su curso.

Cuando empezaron, se negó a cojear y caminó entre la maleza como si no estaba herido. Ahora, en lo que se sintió como una hora después de su caminata, estaba comenzando a desacelerar, su andar era desigual. El dolor lo estaba afectando. Otras personas probablemente no se habrían dado cuenta. Pero otras personas no se habían aficionado a estudiar la forma en que se movía su cuerpo. Selina había olvidado cuánto le encantaba verlo moverse, ver el poder fluir a través de sus extremidades, la fuerza evidente en cada gesto. Había una gracia tranquila en la forma en que se movía, una hazaña asombrosa para un hombre de su tamaño.

El dolor detuvo cualquier sentimiento cálido que surgiera a través de su cuerpo. Su brazo palpitaba al ritmo de su corazón y sus pies se encontraban entumecidos ya hacia algún tiempo. La temperatura había bajado otros 10 grados desde que la sacó del agua. Culpó al frío de su cuerpo tembloroso y trató de no reconocer el miedo nervioso que la rodeaba. Si ella lo hubiera escuchado en el museo... no. Si él no hubiera aparecido en absoluto, ella habría robado ese rubí y habría salido de allí antes de que apareciera Red Claw. Fue su terrible hábito de meter su nariz en sus asuntos lo que los llevó ahí esta noche.

Por supuesto, incluso si todo hubiera salido según el plan, el rubí seguiría siendo falso. Una buena falsificación, una falsificación que podría obtener un par de miles de dólares con el comprador correcto, pero una falsificación. No tenía sentido.

Si una persona fuera lo suficientemente inteligente como para robar el rubí antes de que el museo cerrara por la noche, debería de tomar el crédito. Ella lo haría, de todos modos. La pregunta más importante era por qué un terrorista conocido como Red Claw de repente se interesaría en las joyas. Lo último que escuchó fue que Red Claw estaba más interesada en las armas de destrucción masiva.

Dejando a un lado los pensamientos sobre Red Claw, Batman se concentró en averiguar quién tenía el verdadero Queen's Ruby. Esa era su preocupación y estaría condenado si alguien con un poco de ácido y un poco de suerte le pasaba la gema por debajo de la nariz.

Catwoman se estremeció de nuevo cuando una ráfaga de viento del norte le dio en la cara, agrietando sus labios y haciendo que sus pestañas se congelaran juntas.

-No es que no me guste un paseo de medianoche con un hombre grande y fuerte, pero es un poco más frío de lo que me gustaría – dijo ella, rompiendo el silencio que se había mantenido entre ellos desde que empezaron a caminar. Batman se detuvo y volteo hacia ella – ¿Quizás deberíamos encontrar refugio? Conozco una excelente manera de calentarnos a los dos – Ella nunca sería demasiado fría o estaría demasiado herida para coquetear con él –

-Unos minutos más – dijo el continuando a través de las nevadas cada vez más intensas –

Cinco minutos después, entraron en un claro y él se detuvo.

-¿Bien? – preguntó ella, acercándose a él. Batman envolvió un brazo alrededor de su cintura y la atrajo hacia su cuerpo. Ella jadeó cuando él apretó su agarre –

-Espera... – dijo Batman con su voz baja y gruesa. Su pistola de agarre estaba en su mano y disparó justo cuando el Batwing pasaba zumbando sobre su cabeza. Ella se aferró a él y ya a bordo, ambos se acomodaron en el avión, él en el asiento delantero y ella en la parte de atrás. La calidez del avión les dio la bienvenida después del frío del bosque –

-Te dejaré en Gotham... – Batman se interpuso, sacudiendo la cabeza para ordenar sus pensamientos –

-¿Estas bien? – preguntó ella, mirando en su asiento. Sangre. El olor llenó la cabina –

-Estoy bien, yo... – comenzó a decir el antes de apagarse de nuevo, con la cabeza inclinada hacia adelante –

-¡Mierda! ¿Cuánta sangre has perdido? – Ella saltó a su asiento con sus manos buscando su herida. Aplicó presión y miró su rostro encapuchado. Había una palidez de su piel evidente en sus labios blancos – Tenemos que llevarte a un médico.

-No... No hay médicos... No puedo...

-Conozco a un tipo. Es discreto. Y me debe una. Dime cómo volar esta cosa y yo...

-A casa...

Las luces de la consola empezaron a parpadear. Batman había activado el piloto automático. Su hombro se desplomó hacia adelante, estaba perdiendo el conocimiento. Selina no podía permitir que eso sucediera.

-Sé que no eres muy conversador, pero necesito que me hables, ¿Bien, guapo?

-Mmm... – el refunfuñó, con su cabeza cayendo hacia adelante de nuevo –

-Vamos, puedes hacerlo mejor que eso. Dime de nuevo por qué debería renunciar a la vida delictiva. Esa es una buena idea.

-No escucharás – le respondió el moribundo, mostrando que todavía tenía algo de vida en él –

-Tal vez lo haga. Tal vez lo deje todo y me convierta en fotógrafa – los nudillos de Selina estaban blancos por el esfuerzo de aplicar presión al muslo de Batman. Ella no lo soltaría –

-Gracioso – murmuró el –

-Te invitaré a la inauguración de mi exhibición – Él no respondió – ¿Batman? – ella susurró aterrorizada. Las lágrimas brotaron de sus ojos –

-¿Qué fotografiarías? – dijo el arrastrando las palabras, sus labios de alguna manera estaban más pálidos que antes. Ella no sabía cómo responder. La fotografía no era algo que le hubiera interesado antes, solo lo había inventado para mantenerlo consciente y hablando –

-El Puente de Gotham. Siempre me gustó. ¿Creo que fue construido en 1899? – Las palabras se derramaron de sus labios. Selina estaba divagando, lo sabía, pero no le importaba –

-1901 – dijo el, aun siendo un fanfarrón sabelotodo incluso en la desorientación – Fue diseñado por Amadeus K. Arkham.

-No estoy familiarizada con él – respondió Selina con sus manos aun agarrando su herida. Sus ojos nunca se apartaron de su rostro mientras ella pudiera mantenerlo hablando – Háblame de él – Para sorpresa de ambos, lo hizo –

***

El Batwing entró en la Batcueva y aterrizó sin problemas. Alfred estaba listo, después de haber intentado y no haber podido contactar a Batman durante el vuelo. Para intentar ocultar su identidad, el mayordomo se puso un pasamontañas, tal vez así lograría despistar a Selina. Lo que sea que estaba esperando no era bueno. La cabina se abrió.

-¡Necesita atención médica! – Catwoman gritó cuando lo vio allí parado –

-Estoy bien – dijo Batman, poniéndose de pie. Sus manos nunca dejaron su muslo – Solo necesito... – y entonces se desmayó. Alfred lo agarró por un lado antes de que cayera del avión, Catwoman agarró el otro. Los tranquilos ojos color avellana de Alfred se encontraron con el verde febril de la hermosa mujer –

-¿Sería tan amable de ayudarme a llevarlo a la enfermería? – Ella asintió. Lo llevaron a una camilla. Alfred llevaba guantes de látex y una mascarilla quirúrgica antes de que pudiera parpadear –

-Le dispararon, ha perdido mucha sangre. Creo que la bala todavía está en su pierna... – Ella estaba balbuceando, los efectos físicos de la noche comenzaban a asentarse. Alfred tomó nota mental de su estado antes de enfocarse en Bruce. Necesitaría atención médica después de que esto terminara. Sacó el guantelete de Batman e insertó una vía intravenosa con sangre entera fluyendo de la bolsa a sus venas –

-No se preocupe, señorita. Soy bastante experto en atenderlo después de sus excursiones nocturnas – dijo Alfred, mientras le quitaba con destreza las placas blindadas del traje para exponer el muslo de Batman –

La armadura lo había salvado, enviando la bala al costado de su muslo en lugar de directamente al centro. Las delgadas manos de Alfred (delicadas manos para un hombre) se movieron a la velocidad del rayo.

-¿Puedo ayudar? – ella preguntó. Mirando hacia arriba, él no estaba preparado para lo que vio –

Los ojos preocupados de Selina se clavaron en los labios entreabiertos de Batman, sus dedos permanecieron casi lo suficientemente cerca como para tocar la piel de su brazo. Su boca hizo un puchero de preocupación. La preocupación en su rostro era real. Al igual que el cuidado en sus ojos. Alfred no lo esperaba.

-Sí – Alfred comenzó con lo necesario para la intervención médica. Su voz se perdió y luego se aclaró la garganta –Ponte esos guantes y mantén esta puntada.

La sangre rodeaba el desagüe de acero inoxidable mientras se frotaba la piel temblorosa. La bala había cortado una arteria, pero también le había salvado la vida: se había alojado en su pierna y había reducido la velocidad de la sangre a un hilo. Si hubiera salido limpio, se habría desangrado en el bosque.

-Señorita, debe permitirme tratar sus heridas también – dijo Alfred, señalando una camilla transparente –

Era difícil de ver... difícil de entender lo que estaba pasando. Batman necesitaba la ayuda, no ella. Pero estaba tan mareada. Y hacía frío. No había notado el frío antes. Su cuerpo se estremeció y se agarró al fregadero para mantener el equilibrio.

-Yo... ¿qué hay de Batman? Está herido... – dijo ella, con sus rodillas cediendo. Todo estaba turbio – No puedo... lo haré... ¿estará bien? Tiene que estar bien – Sintió el metal, y la camilla en su espalda. Una luz brilló en su rostro –

-Sólo relájate – dijo la voz avejentada –

-El... tiene que estar bien...

Fue lo último que Selina susurró antes de que el mundo se volviera negro.

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