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24

Se acercaban las 10 de la noche; el calor de las farolas reflejadas en las aceras cubiertas de hielo del centro de Park Row hacían que los tacones de Selina resonaran en el pavimento. Sus labios rojos se abrieron y el aliento se cristalizó al sentir el frescor de la noche de invierno azotar sus mejillas. Su mandíbula apretada se estaba adormeciendo mientras paseaba frente a los escaparates de las tiendas con exhibiciones de joyas de collares de diamantes en forma de corazón, anillos de compromiso de platino y aretes a juego con rubíes.

Todas esas baratijas del deseo, de repente se volvieron inútiles para su persona. Metió sus manos enguantadas en los bolsillos de su gabardina negra; sus dedos congelados comenzaron a calentarse. Chasqueó los talones para pasar a los compradores de medianoche, a los agentes de policía parados en las aceras de los cruces peatonales y a la docena de vagabundos que yacían sobre periódicos desmenuzados. Se detuvo en seco y colocó algunas monedas en una taza que una niña pequeña sostenía con una mano temblorosa.

-Aquí tienes, cariño – dijo Selina con una sonrisa amable cruzando sus labios helados. Entrecerró sus ojos verdes y miró fijamente a la niña, que estaba vestida con ropa rota y gastada, guantes cortados y mugre cubriendo sus frágiles mejillas. Selina se agachó, sintiendo la frialdad del viento helado filtrarse en sus jeans cuando encontró la mirada cansada de la niña y colocó un par de monedas más en la taza – No lo gastes todo en una sola cosa, niña.

Le aconsejó ella mientras la niña la miraba con sus ojos azul claro y luego sonreía antes de correr por la acera. Selina bajó la mirada, sintiendo los fríos copos de nieve aterrizar en su cabello mientras se enderezaba y miraba a través de la multitud, la niña acababa de convertirse en un fantasma como todos los demás en su vida.

Escuchó las sirenas de la policía, por lo que desvió la mirada y vio dos coches patrulla pasando a través de las filas de tráfico, escuchando a los taxistas maldiciendo de que ni en Navidad se acabaría el crimen en Gotham.

Poniendo los ojos en blanco, Selina volvió a la marcha. Levantó la barbilla y cómo miró la nieve descendía de las espesas nubes sobre el cielo anaranjado mientras las luces de los enormes rascacielos se reflejaban en las nubes y los destellos de los aviones entrantes se volvían brillantes como estrellas.

La señal cambió y ella con pasos rápidos y elegantes decidió cruzar la calle. Los faros de un tráfico impaciente iluminaron su camino mientras balanceaba sus caderas y piernas largas con una tímida sonrisa torcida en su boca congelada. Ella golpeó sus tacones en la acera.

En cuestión de minutos, estaba en la entrada de Park Row, mostrando una molestia mientras escuchaba el llanto de un niño, sacudiendo sus instintos para reaccionar. Ella estaba a punto de hacer un acto de bondad impensable a un completo extraño.

Su mirada se clavó en dos matones encapuchados: punks callejeros sin valor o miembros de una pandilla que se divierten aprovechándose de sobrevivientes inocentes. De todos modos, ella no soporto verlos levantar a un niño pequeño para golpearlo con un bate de béisbol contra un árbol.

Selina avanzó más cerca, pegándose a las sombras del área; con sus manos apretadas en puños y los dientes rechinando. Miró con las venas hirviendo como uno de los matones arraso con los bolsillos del niño y saco una billetera al igual que algunas barras de chocolate que se cayeron en la nieve.

-No puedes pasar por nuestro territorio y salir limpio – el más grande de los dos matones gruñó en la cara temblorosa del niño – Vamos a tener que darte una lección.

Los nudillos de Selina comenzaron a crujir debajo de sus guantes. El primer matón sostuvo al niño contra el árbol, agarrando el cuello de su chaqueta hecha jirones. Selina se posiciono detrás de ellos con una bola de nieve rodando en sus manos. Ella lanzo su arma improvisada en la espalda de los matones con un lanzamiento rápido.

-Bien, muchachos – el ronroneo de Selina brotó de las sombras de los árboles cubiertos de nieve hasta donde los bribones estaban – ¿Cuál de ustedes va primero?

Los dos hombres sacaron sus navajas automáticas, agarrando los mangos firmemente en sus manos antes de que la hoja tocara la mejilla del niño. Selina se deslizó detrás de ellos, se estiró y agarró el brazo del matón, girándolo hacia arriba y luego rompiéndolo detrás de su espalda. El cuchillo cayó junto a sus botas antes de que él otro tipo tuviera una fracción de segundo para reaccionar ante su sigiloso ataque.

El crujido de su hueso rompiéndose resonó a través del aire helado cuando Selina mantuvo su puño en su lugar, luego pasó el tiempo suficiente para derribar al más voluminoso con un rápido golpe de su codo hacia su columna. Los artículos robados cayeron de su mano y ella agarró el cambio suelto con un movimiento brusco de sus manos. Apretando el dinero en un puño, arrojo al matón a un lado en el proceso.

-Ustedes, muchachos, deben aprender a medirse con alguien de su tamaño – gruño ella. Sus ojos verdes se encendieron con un brillo peligroso –

-¡Perra! – el otro matón gruñó, lanzándose tras ella mientras el niño caía en la nieve –

Selina giró a medio camino sobre sus talones y se hizo a un lado cuando él avanzó hacia ella con el cuchillo apuntando a su pecho. Selina era rápida por reflejo y agarró su garganta con un apretón, sabiendo dónde se ocultaba su debilidad y la usó contra él mientras su rodilla derecha fue clavada en su ingle. El bribón grito y dejó caer el cuchillo. Ella apretó su dominio sobre él antes de curvar sus labios con disgusto. Selina lo arrojó a un lado con una sonrisa cruzada en sus labios.

-Supongo que ambos fueron unos desgraciados – dijo ella, pateando su bota en el estómago del matón. Se acercó al compañero y cruzó hacia abajo, colocando sus dedos enguantados en su mejilla magullada – No dejes que te vuelvan a encontrar robando a los niños. Porque la próxima vez... – Selina sonrió ella mientras golpeaba su estómago redondeado – No tendrás tanta suerte.

El niño se quedó rígido contra el árbol, mirando a Selina con una mezcla de sorpresa y asombro. Un poco de sangre goteaba de su labio, pero él se agachó y agarró las barras de chocolate, rápidamente metiéndolas en los bolsillos de su abrigo mientras Selina se alzaba sobre él extendiendo su mano.

-No salgas de casa a estas horas – murmuró Selina con un tono autoritario antes de dejar caer el cambio en la palma de su pequeña mano – Los perros callejeros no duran mucho en las calles con los perros grandes.

Él niño asintió, mirándola con cansancio antes de salir a la calle; dejando a Selina con una mirada orgullosa sobre los dos punks que dejó con moretones.

-Mantente de pie, niño – susurró ella, mirando al niño cruzar a través del tráfico intenso –

Selina se metió las manos en los bolsillos y se adentró más en el gran parque. La luz de la lámpara se reflejaba en su cabello mientras la nieve caía más espesa, haciéndola apenas ver a las parejas sentadas en los bancos o apoyadas en los puentes arqueados.

Se detuvo debajo de una lámpara y miró a una pareja joven que tomaban café juntos, tomados de la mano y riéndose mientras la nieve se acumulaba en sus chaquetas. Selina cruzó los brazos protectoramente sobre su pecho y bajó la mirada mientras su labio se curvaba con el sonido de su voz que su mente reproducía.

Tan solo otra noche más aquí. Solo otra más y me iré.

Cerró los ojos con fuerza, sintiendo el calor de las lágrimas bajo sus pestañas mientras los copos de nieve se deslizaban por su mandíbula tensa. Su rostro se estaba adormeciendo cuando escuchó pasos crujiendo en la nieve detrás de ella. Se encogió levemente y levantó la mirada hacia el cielo nevado, con una voz silenciosa que hizo algo totalmente fuera de lugar.

Hizo una pausa en todos sus pensamientos inestables y sintió una presencia reconfortante y familiar detrás de ella. Se tragó un nudo en la garganta cuando el calor relajante entró a través de su abrigo.

-Disculpe, señorita... ¿este lugar está ocupado? – preguntó el hombre alto, indicando al lugar junto a ella en la banca –

-No, adelante – Selina le respondió, casi poniendo una sonrisa – Bruce.

-Es el momento perfecto – murmuró Bruce en voz baja después de encender un cigarrillo –

-No te conocía esa maña...

-Hay muchas cosas que no conoces de mi – le respondió Bruce dándole una calada al cigarro – Es bueno eso.

-Supongo que eso significa gracias – dijo ella con la misma tranquilidad. Bruce le dio una calada profunda a su cigarrillo antes de chocar su mirada con la de Selina –

-Si es, un gracias...

El tiempo se ralentizó mientras se miraban el uno al otro en cámara lenta; sus miradas bailaban. Habían pasado por muchas cosas juntos en los últimos días. El vínculo que habían formado era frágil pero próspero. Bruce miró hacia otro lado primero y le dio otra calada al cigarrillo.

-Siempre te pregunte por que no te ibas de Gotham – Bruce se rasco el pelo, y luego apago la colilla de su cigarro antes de preguntarle a Selina lo que contaba – ¿Por qué cuando tuviste la oportunidad no te fuiste... cuando estábamos haciendo la investigación?

-No te voy a negar que cuando me convertí en Catwoman si quería sacar un beneficio personal, pero después de ver como le iba a mi vecindario... y luego lo que paso con Holly y las otras chicas, pues no te voy a negar que quería que las cosas fueran mejores. Por eso me uní a Harley e Ivy esa vez, para tratar de derribar a Black Mask – le respondió Selina, casi señalado con la mirada a Bruce – Parece que tu heroísmo si se me contagio un poco.

-Lo sé – le respondió Bruce, sonriendo un poco – Vi tu acto heroico de hace rato. Eso solo me hizo reflexionar que no me equivoque contigo... al menos no del todo.

-Ya te dije... solo quería derribar a las pandillas en el East End mientras que con su dinero yo me beneficiaba a la vez que lo donaba a los demás – volvió Selina a repetirlo, solo que ahora con algo de disgusto – Siempre quisiste que dejara la vida de crimen, ¿No? Ahora lo haré... – Sus hombros se hundieron notablemente y sus ojos cayeron al suelo –

Bruce vio su reacción y puso sus manos sobre sus brazos. Suavemente, la atrajo hacia él.

-Selina, sé que me precipite al proponerte matrimonio, pero eres una buena persona... una gran persona – dijo entusiasmado – Piensa en el bien que podrías hacer por esta ciudad... piensa en lo que podríamos hacer juntos.

-Bruce... no sé qué decir – los ojos de Selina comenzaron a brillar cuando las palabras salieron de su boca – Estoy agradecida de que tengas tanta fe en mí... pero cuando te han dicho toda tu vida que no eres una buena persona... y que nunca te convertirás en una buena persona... simplemente no puedes cambiar de la noche a la mañana porque de...

Selina no pudo terminar su oración cuando las lágrimas se convirtieron en suaves sollozos. Bruce la atrajo a sus brazos donde Selina apoyo la cabeza en sus hombros. Cuando intentó el hablar, ella lo detuvo y se apartó.

-No, no hay nada que necesites decir.

Sus ojos aún estaban llenos de lágrimas, pero había una severidad detrás de ellos. No de ira, sino de propósito. Él había sacudido sus pensamientos y solo ella iba a decidir qué pasaría después.

-Voy a ver cómo están unos amigos y luego me iré de Gotham – anunció ella – Necesito pasar desapercibida después de lo que pasó con Talia. También necesito algo de tiempo para pensar... reflexionar... considerar... no sé exactamente qué, pero necesito hacerlo.

-Está bien – respondió Bruce con humildad – Yo... siento haberte molestado.

-Dijiste lo que había que decir – respondió Selina – Mira Bruce, por favor prométeme que no intentarás localizarme. Y prometo pensar en lo que dijiste... sobre nosotros.

Ella extendió la mano y tomó una de las manos de Bruce entre las suyas. Cuando ella lo miró, Bruce vio sinceridad y una medida igual de desafío con la que sabía que no debería de jugar.

-Te lo prometo Selina.

-Gracias Bruce.

Se juntaron una última vez para un largo abrazo que fue a la vez una eternidad y algo demasiado breve. Bruce se paró de la banca y se dio la vuelta y para empezar a caminar. Antes de caminar, volteo una última vez hacia ella.

-Para responder a tu pregunta de antes, ahí en la cueva... sí, me siento responsable por la muerte de mis padres. Siempre lo he sentido y siempre lo haré. Y tú... eres la única persona a la que se lo admitiré.

Luego Bruce comenzó a caminar, dejando a Selina con la más mínima sonrisa en su rostro.

-Sobre Talia... – dijo Selina, avanzando hacia Bruce. Era importante que el supiera. Ella colocó su mano sobre la de él. Su piel era suave, cálida. Justo como él la recordaba. La miró una vez más – ¿Qué significa ella para ti?

-Ella es una parte de mi a la que no puedo dejar ir, y tal vez nunca lo haga – contesto el, apartando su mano de Selina –

Y entonces, Bruce volvió a tener esa mirada perdida en sus ojos. Ella había visto esa misma mirada en el acantilado cuando intento salvar a Talia.

Selina lo supo. Y ella lo entendió.

El hombre frente a ella siempre hiba a vivir atormentado por el recuerdo de una mujer que lo amo de una manera enfermiza. Una mujer a la que Selina tuvo que matar para salvarle la vida a un hombre que no le correspondía.

Y así como Bruce Wayne llego, así se fue.

Perdiéndose entre la gente que transitaba en la acera, camino hacia afuera del parque y se convirtió en un extraño más.

***

Selina amaba y odiaba a Gotham City. La ciudad tenía un latido y un sentimiento que era único en cualquier otro lugar del mundo. Sus ciudadanos eran iguales de únicos, para bien o para mal. Era su hogar en todos los sentidos de la palabra.

Dios, ella lo extrañaría.

Ted Grant volvió del baño, tan pronto como se sentó de nuevo, miró la llave que ella le había empujado sobre la mesa una vez más. Retomó la conversación desde donde la habían dejado.

-Ahora déjame ver si entendí esto bien. Me estás dando la llave de tu pent-house pagado porque te vas de Gotham...

-No sabía que mudarse era un concepto tan difícil para ti, Ted – Selina estaba un poco molesta por su incredulidad –

-No lo creo – respondió Ted golpeando la mesa con la mano, atrayendo la atención de algunos de los clientes más cultos. Selina pensó que debería haber elegido un restaurante menos exclusivo para esto mientras examinaba frecuentemente a la multitud en busca de rostros familiares – Simplemente no me lo creo.

-Está sucediendo, lo creas o no.

Selina sonrió y Ted quedó tan encantado como cualquier otro hombre.

-Bueno, no quiero tu pent-house. Es demasiado "fino" para mis gustos humildes y toscos.

Sorprendentemente, Selina no opuso resistencia, lo que hizo que Ted sospechara que ella había estado planeando que esta fuera su reacción desde el principio.

-Está bien. Entonces solo asegúrate de que nadie entre y alimente a mi gato por el momento – le respondió ella poniendo una sonrisa – Solo échale un ojo a Maggie, por favor Ted.

-Si... no te preocupes – Ted se preguntó si algo de esto tenía algo que ver con su resiente asociación con Batman. Pero hizo a un lado el pensamiento – ¿A dónde vas?

Selina miró de nuevo a la multitud que la rodeaba. Dios, se estaba volviendo tan paranoica como Bruce.

-Creo que cuanto menos sepas, mejor – le dijo ella, poniendo su mirada hacia la calle. Parecia que quería ver a alguien – Cuando era adolescente me encantaba "The Police".

-Don't stand so close to me...

-Si ellos... es bastante extraño considerando que he pasado huyendo de la policía la mayor parte de mi vida. Algo irónico así voy a hacer.

-¿Al fin te reformaras? – Ted sonrio –

-Si... y tal vez si sepas de mí, aunque aún no termino de terminar mi plan.

-Bueno, entonces, esto requiere un trago – Ted agarró al camarero que pasaba – Dos vasos de tu mejor whisky escocés para mí y para la señorita.

Un rato después, el mesero había regresado con sus bebidas y Selina le agradeció. Levantó su copa y esperó a que Ted igualara su acción, después de lo cual brindó.

-Por nuevos comienzos y días más brillantes – dijo Selina –

-Junto con viejos amigos y oscuros secretos – agrego Ted –

Ted apuró su bebida mientras Selina simplemente tomo un sorbo. Y entonces, el hombre mayor al fin tuvo que preguntarle algo por lo que el tenia curiosidad.

-"EL" es Bruce Wayne... ¿verdad?

La mayoría de la gente no habría notado la forma en que Selina se puso rígida ante el nombre "Bruce Wayne", como si la atraparan. Pero Ted no era la mayoría de la gente.

Selina sabía que no debía intentar mentir. Quitó la servilleta de su regazo y suavemente se limpió las migas inexistentes de las comisuras de su boca. Colocó la servilleta en un espacio vacío frente a ella, indicándole en silencio al mesero que habían terminado de comer y necesitaban la cuenta. Miró hacia un lugar a la derecha de la cabeza de Ted y respondió en voz baja.

-¿Cómo lo sabes?

Ted volvió a maldecir cuando el camarero le trajo la cuenta. Selina tomó la cuenta antes de que Ted pudiera protestar y se la devolvió al mesero con su tarjeta. Una vez que el mesero se fue, Ted hablo en voz baja.

-Cuando él era joven y estúpido, vino a mí para que lo entrenara. Tenía diez y ocho años pero era más aguerrido que cualquiera de los otros chicos del gimnasio, algo muy raro en un niño rico – Ted rio – No había visto al alguien tan roto y triste... hasta que te conocí a ti – y para ese punto, Selina había levantado su mirada hacia Ted, poniéndose curiosa ante lo que él iba a decir – Tienes la misma mirada que él tenía que cuando lo conocí... esa mirada fría y triste, como si simplemente quisieran escapar de su realidad. Después de todo... no hay más que dos huérfanos en todo Gotham que se visten de animales y se persiguen por los tejados.

Selina se inclinó hacia adelante amenazadoramente; apuntando una uña bien cuidada y afilada en la cara de Ted, lista para decirle algo en su tono más letal.

-Nunca se te ocurra revelar nada de eso... ¿Entendido? – le dijo ella – Lo que Bruce significa... lo que Batman significa para Gotham es algo más grande que tú, que yo o que cualquiera...

-¿Y por eso estas renunciando a el? – y así como así, Ted le respondió con una pregunta retórica. Selina no tenía que responder para que el conociera la respuesta – No te preocupes... mi doctor me dijo que no me queda menos que un año de vida, por lo que me llevare estos secretitos a la tumba. No te preocupes.

-Quería quedarme con el – entonces, un nudo empezó a formarse en la garganta de Selina. Tan solo recordarlo, le quemaba por dentro – Me quería quedar con el... pero soy una asesina. Y el no merece a su lado a alguien así, a alguien como yo.

Ted se reclinó y sonrió encantadoramente al mesero cuando volvió. Selina hizo la factura mientras Ted buscaba su billetera para dejar la propina. Se levantaron juntos.

Selina le sonrió a Ted y ahora abandonó por completo su animosidad anterior, aunque Ted aún podía sentirla bajo la superficie, incluso cuando le dio un abrazo de despedida. Ella besó su mejilla, dejando un rastro de sus labios rojos.

-Te extrañaré, viejo.

-También yo a ti, niña.

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