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11

Selina todavía estaba sonriendo por lo sucedido hacía dos meses, en especial por haber puesto nerviosa a Batgirl junto a ella. A lo mejor se pasaba por el departamento de los Gordon más adelante para visitar a "Barbie", como Selina la llamaba.

Después de acabar su trabajo, claro. Casi había terminado de entrar en el profundo sistema de seguridad de la joyería para redirigir las cámaras de vídeo y que reprodujeran las mismas imágenes en bucle.

De repente se le borró la sonrisa de la cara. Estaba en la pequeña oficina de seguridad, situada en la parte trasera de aquellos grandes almacenes de varias plantas que ocupaban la mitad de una manzana de la ciudad. Había deshabilitado las alarmas gracias a unos cuantos cortes del cable óptico.

Aquel programa de inserción no funcionaba. Jamás había funcionado bien.

No hubo problemas mientras Selina caminaba a oscuras por los resplandecientes suelos grises de la tienda, al pasar por debajo de las lámparas de cristal que colgaban de los techos arqueados, ni al dirigirse a un piso más abajo, a las sencillas catacumbas.

Navegar por aquel laberinto de pasillos era fácil, tan solo debía seguir el recorrido de pesadas puertas con rejilla metálica.

Pero ni siquiera el hecho de haber elaborado el plan mentalmente la preparó para la magnitud de aquella cámara acorazada tras cruzar la última puerta de metal y entrar en la pequeña sala donde la aguardaba su único ocupante.

Con las manos en las caderas, Selina inspeccionó la cámara sellada dentro de un sólido muro de cemento. Tenía el rompecabezas delante de ella.

Los de la tienda habían sido más inteligentes que los de los museos al mantener sus planos y documentos fuera de cualquier base de datos. Selina por supuesto, había visitado la tienda el día anterior por la tarde, pero no pudo hacer demasiadas preguntas sobre la cámara acorazada, pues ello habría dejado un camino de miguitas de pan que la habrían conducido directamente a ella.

Lo que significaba cometer aquel robo más a ciegas de lo que le hubiera gustado, pero eso añadía emoción al momento... Debía averiguar el modo de entrar, demostrar que era más lista que ellos. Como en aquellos primeros años en el East End.

Selina estudió la amenazadora cámara, estudió la sólida pared de cemento en la que se había construido, con una bolsa de lona colgando de la mano.

-Voy a hacerte un favor y evitarte que tengas que escuchar la broma de que aquí hay gato encerrado – dijo Poison Ivy tras ella –

-¿Estás siguiéndome? – Selina enarcó una ceja detrás de sus nuevas gafas rojas –

Ivy sonrió con suficiencia al acercarse, vestida con el mismo atuendo verde que siempre traía.

-Bonita difusión en el periódico de la mañana – dijo Ivy, y se puso a inspeccionar la cámara junto a ella – No parecías de las que se auto promocionan y menos con Batgirl.

Selina salvó la distancia que la separaba de la cámara y pasó una mano enguantada por el liso metal de la puerta. Acero diamantado. Al menos quince centímetros de ancho.

-La prensa es solo otra arma que empuñar – le contesto a Ivy – ¿Por qué estás aquí exactamente?

Ivy dio unos golpecitos con su mano enguantada (que de verdad parecía estar envuelta en una enredadera y no en tela) sobre el metal de la cámara.

-Quiero unirme a ti.

-Yo trabajo sola.

Selina dejó la bolsa en el suelo, se agachó para abrirla y sacó un generador de pulso electromagnético. Lo había construido ella misma y lo había diseñado a fin de que fuera lo bastante pequeño para poder llevarlo consigo.

Pero todavía no lo había probado en una misión.

Ivy se apoyó en la pared junto a la cámara para examinar lo que parecía una florecilla rosa que crecía del material del guante.

-Piénsalo: nos asociamos, repartimos los beneficios y nos llevamos lo mejor de Gotham City – le dijo la joven medio planta –

-Echas a correr cuando ves lo mejor de Gotham City – Selina colocó la caja negra rectangular del generador junto a la puerta de la cámara –

-Dejémoslo en que hago bien apartándome de su camino –Ivy agitó una mano – Tú, en cambio... Piensa lo que podríamos llegar a hacer juntas.

-¿Y yo qué gano?

-Tendrás a alguien que te cuide las espaldas. Podríamos alcanzar objetivos mayores. Ganar más.

-Para financiar tus planes de eco terrorismo con el fin de salvar árboles.

-Para contribuir a poner fin a la destrucción antes de que sea demasiado tarde, antes de que este planeta no sea más que un terreno baldío. ¿Sabes que tanto en nuestro gobierno estatal como federal trabaja una abrumadora mayoría de personas que piensan que el cambio climático es un engaño?

-¿Y tú crees que atacándolas vas a cambiar algo?

-No podrán votar por la eliminación de organismos ni abrir canales si no están por aquí para hacerlo.

-O podrías convertirlos en mártires – Selina la miró con cara de pocos amigos. Ivy tensó la boca y las flores parpadearon –

-Ya han hecho bastante daño a la Tierra, y puede que ni siquiera exista la posibilidad de volver atrás. Nos quedamos sin... el ecosistema entero. ¿Quién lucha por eso? ¿Quién se asegura de que se haga justicia?

-Me parece que tú sacas más estando conmigo que yo uniéndome a ti – Selina fingió considerarlo. Un instante de irritación –

-Estoy haciéndote una oferta honesta. Hay menos riesgo en los robos si gaseas el sitio en vez de derribar a los guardias.

-Entonces... ¿por qué no tomo mi látigo y punto? – Selina se apartó del generador de pulso electromagnético –

-Porque no venden mi mezcla especial en las tiendas, cariño – le señalo Ivy a sus propias manos –

-¿De veras?

Ivy sonrió a la enredadera que le recubría las manos y sin mucho más que un ligero movimiento, se deslizaron por sus muñecas.

Selina parpadeó perpleja. Una vez. Dos veces.

-Mis toxinas son compuestos orgánicos – explicó Ivy – Todos vegetales, hibridados, convertidos en armas. Hechas por una servidora en mi laboratorio – Sacó del bolsillo lo que parecía una orquídea de color rosa – A mi señal, esta belleza te dormiría ahora mismo.

Bueno, maldita sea. Selina se dio un instante para contener cualquier gesto de asombro en su voz antes de hablar.

-He oído que no hace falta que te molestes en sacar flores elegantes, que tú misma puedes despedir esas toxinas.

Ivy se quedó callada un segundo mientras volvía a guardarse la flor.

Entonces un humo esmeralda pálido comenzó a salir de ella, como si se le escapara por los poros. Se deslizó y flotó en el aire, rodeando a Selina.

-Un amigo pensó que lanzar flores sería un toque bastante genial – explicó Ivy mientras aquella bruma verde se arremolinaba entre ellas – Pero me gusta hacerlo a la vieja usanza de vez en cuando.

-Entonces parece que tengo que llevar una mascara antigas cuando este contigo – dijo Selina soltando una risita – Desde luego, no sería exactamente una relación de trabajo ideal.

Silencio. El humo de Ivy desapareció tan rápido como había llegado.

-Nunca ha habido un dúo femenino que se haya hecho con Gotham City –dijo Ivy – Todos los grandes son hombres.

-Eso suena a que van a quitarnos de en medio en cuanto pisemos su terreno.

-Te has enfrentado a Batman – Las enredaderas le bajaron por las muñecas para volver a envolverle las manos, tan fuerte como si fueran guantes – Se lo pensarían dos veces.

Selina volvió a fingir que lo consideraba, con los dedos sobre los botones encima del generador.

-Muy bien – contestó Catwoman muy despacio, e Ivy sonrió – Seamos socias.

-Pero quiero un miembro más – Ivy alzó las cejas de un rojo intenso, queriendo proponer algo más – A una amiga de años. Quiero a Harley Quinn.

***

-Volemos por los aires el escenario donde están celebrando ese concurso de belleza infantil.

-¡Por Dios Santo, Harley!

-¿Queee? No digo cuando estén los niños arriba, claro. Pero es que esos concursos son asquerosos.

Selina no estaba segura de cómo había llegado allí. Había llamado a Ivy para decirle que al día siguiente se reuniría con ella y con Harley, pero en vez de estar de acuerdo y colgar, la chica de cabello rojo la había invitado a su casa a pasar el rato.

Así que allí estaba, con su traje y sus gafas puestas, en un laboratorio repleto de plantas que Ivy había construido en el gigantesco invernadero adyacente al gran salón abandonado del Robinson Park. Todo aquel lugar parecía sacado de un sueño: los árboles crecían en el mismo suelo y se alzaban atravesando el techo de cristal, formando un tejado con su espeso follaje. Había senderos bordeados de flores abiertas entre la densa maleza de enredaderas que colgaban de helechos y pequeños arroyos. Unos cuantos pájaros se dieron las buenas noches adormilados.

El aire era dulce y cálido pero no muy reconfortante. El olor a tierra fresca las rodeaba. Un sitio bonito, aunque perturbador.

Un laboratorio/hogar al parecer por la pequeña zona de césped abierta contra un muro de piedra al otro extremo, donde estaban ahora sentadas. Ivy y Harley se hallaban tumbadas en lo que parecía un sofá hecho de musgo aterciopelado, y Selina se colocó en lo que habría jurado que era una seta venenosa gigantesca. Pero al menos todos los muebles vivientes miraban a la pantalla de un antiguo televisor donde estaban dando una película sangrienta con Kurt Russell en su auto tan veloz como el infierno.

Cómo Ivy había conseguido tener electricidad y que llegara un cable hasta allí era la menor de sus preocupaciones.

-Si hay niños en el concurso... – dijo Selina, haciendo con su pierna uno de los estiramientos de gimnasia que podía realizar mientras estaba sentada – No nos arriesgaremos.

Harley hizo un gesto de enojo.

-¿No vas a quitarte las gafas? – le pregunto la payasa –

-No – respondió Catwoman –

Sus dos compañeras intercambiaron miradas.

-¿Eres fea o qué? – dijo Harley, lanzándole una mirada de desafío –

Selina había tratado toda su vida con bastantes chicas del tipo Harley Quinn.

-No – se limitó a repetir Catwoman –

La ex del Joker resopló, pero volvió a mirar la tele.

-¿Por qué esas idiotas siempre corren escaleras arriba cuando llega un asesino? –preguntó Ivy, desviando el tema –

Selina le lanzó una mirada de agradecimiento que la villana ecologista no pudo ver. Harley estiró las piernas tatuadas cubiertas con medias de rejilla sobre el cristal salpicado de flores.

-¿Porque no se les dan bien los explosivos y tampoco tienen un ejército de plantas asesinas que las acompañen allá donde van?

-¡Qué lista que eres! – Ivy se rio y le dio una palmadita a Harley en su mejilla pintada de blanco –

Harley le apartó la mano de un manotazo y continuó viendo la tele, aunque los ojos verdes de Ivy se quedaron clavados en ella un rato más. Estaban llenos de ternura y... deseo.

La villana de melena rojiza advirtió la atención de Selina y le sonrió algo tensa, pero Selina solo inclinó la cabeza. Su secreto estaba a salvo. Si Harley no quería nada más de lo que ya tenían (fuera cual fuera el motivo) a ella no le correspondía decir que era obvio que Ivy no sentía lo mismo.

La sonrisa de la enamorada de la ecología se convirtió en una sonrisa traviesa.

-La verdad que es raro... llamarte solo Catwoman. Si intentásemos averiguar tu nombre, ¿nos dirías si hemos acertado?

-Quizá... – Jamás se les ocurriría Selina, pensó ella. Y antes de que Ivy empezara a probar nombres, ella preguntó – ¿Cuánto tiempo tardaste en hacer todo esto?

Señaló el laboratorio y el bosque artificial a su alrededor, con las pequeñas luciérnagas que revoloteaban entre los árboles y las flores.

-Dos años.

-¿Vives aquí incluso en invierno? – preguntó Catwoman. Le parecía una opción horrible, teniendo en cuenta los agujeros y las brechas del cristal –

Ivy se encogió de hombros y cambió de posición en el sofá de musgo.

-No tengo muchas más opciones y me gusta estar aquí. Este es más mi hogar que cualquier otro sitio.

Selina comprendía demasiado bien aquel sentimiento, aunque ella no se sintiera en casa. No, solo Maggie había sido su hogar, si es que el hogar podía ser una persona. Holly no cuenta por que la había dejado ir, y Bruce... solo había sido una ilusión tonta. Una ilusión de algo que no tenía futuro.

Un dolor antiguo y familiar comenzó a rondarla, así que Catwoman preguntó:

-¿No tienen un bonito apartamento y un trabajo de verdad?

Harley se volteo para lanzarle una mirada de advertencia y se le movieron las coletas.

-¿Por qué haces tantas preguntas, gatita?

Ivy se limitó a decirle a Selina:

-No. Lo que ves es lo que hay – y añadió un poco más suave – Y no tengo a nadie... a quien proteger y por quien mantener secreta mi identidad.

Las uñas pintadas de rojo y negro de Harley se clavaron en el brazo del sofá de musgo, pero continuó viendo la tele.

Selina advirtió su reacción y contuvo las palabras que ansiaba pronunciar:

Sé... lo que significa tener ese peso. Necesitar esta mascara para mantener a salvo a los seres queridos.

No le cabía duda de que Harley no apreciaría su sinceridad. Podría verla como una amenaza para quienquiera que estuviese protegiendo con su nombre falso, su maquillaje y sus disfraces.

-¿Cuál es tu comida preferida? – le preguntó Ivy –

-No... no tengo – Selina pestañeó – era cierto. La comida había sido tan escasa en el pasado que no se había podido permitir el lujo de encontrar una favorita. Pero cuando las otras dos la miraron con las cejas levantadas, corrigió – La pizza y la comida mexicana, supongo. ¿Y la tuya? – dijo porque no sabía qué más decir, aunque esa comida si le agradaba bastante –

-Las frambuesas.

-Es vegana. No dejes que cocine nunca para ti – susurró Harley en broma –

Ivy le dio un codazo.

-Dijiste que te gustaron aquellos tacos de seitán.

-¿Con el queso, la nata y la carne de mentira? Mmm... ¡deliciosos! – dijo Harley con sarcasmo –

-Estoy de acuerdo con Harley en eso – Selina se rio –

¡Qué extraño! Estar aquí sentada en este extraño país de las maravillas, con estas mujeres... pasando el rato. Sin hacer nada más que hablar y relajarse.

Podía parecer ridículo, probablemente lo era, pero jamás había tenido amigas. Sus "compañeras de trabajo" no contaban. Su lealtad tenía más que ver con la supervivencia y las normas que con algún sentimiento auténtico.

Solo Holly, pero ella también era menor que ella.

Y aun así, mientras Harley e Ivy empezaban a discutir sobre la estupidez de las heroínas de la película, Selina creyó que aquello estaba bien. Era agradable estar con otras chicas, con amigas o lo que quiera que fuesen, sobre todo cuando las tres estaban en situaciones muy parecidas.

Selina abrió la boca para explicar cómo escaparía ella del asesino, aunque más bien sería cómo iría por Kurt Russell, pero no tuvo tiempo.

Algo atravesó el viejo cristal y rodó por la suave y densa hierba entre ellas y el televisor.

Selina tardó un segundo en darse cuenta de lo que era.

Una granada. Casera y letal.

Harley gritó, pero Ivy se movió tan rápido que Selina apenas tuvo tiempo de considerar lanzarse a por la bomba.

Un destello verde, un chasquido...

Un gruesa enredadera que Selina había confundido con una raíz en el césped tomo la granada y la arrojó por donde había llegado.

Apenas había abandonado el invernadero cuando explotó.

Selina se lanzó sobre las dos mujeres cuando el cristal se partió en mil pedazos y cayó sobre ellas.

Después hubo silencio.

-Mierda – dijo Harley jadeando debajo de Selina – ¡Mierda!

Tenían que ponerse en marcha. Tenían que salir de allí ya.

Al cabo de un instante, algo pesado cayó en la hierba.

La enredadera fue a moverse de nuevo, pero se quedó paralizada.

Incluso a unos pasos de distancia, el mensaje escrito en el ladrillo estaba bastante claro:

Esto solo ha sido una advertencia. La próxima vez, habrá más. Están acabadas, perras.

Una advertencia. La granada había sido una advertencia.

El cuerpo de Selina, que todavía estaba extendido sobre Harley e Ivy no parecía estar de acuerdo.

Catwoman respiró hondo para tranquilizarse. Respiró otra vez. Al parecer las otras dos estaban haciendo lo mismo.

-¿Están heridas? – les preguntó Selina cuando el corazón se le había calmado lo suficiente para ponerse de pie y sacudirse los cristales de encima –

No le habían atravesado el traje, pero las otras dos...

Ivy estaba sangrando. Tenía unos largos arañazos en los brazos y las piernas, en las zonas que el cuerpo de Selina no había podido proteger.

Las dos chicas la estaban mirando fijamente, como si nunca la hubieran visto.

-Has saltado sobre nosotras – dijo Harley –

-Llevo un traje resistente – se limitó a decir Selina, y añadió volteándose a Ivy – Tenemos que limpiar eso.

Cuando Harley se levantó, vio la sangre que cubría a Ivy y el cristal. Su pálido rostro adquirió un tono fantasmal. Su amiga apretó los dientes y al verse las heridas sangrantes aulló:

-Hay... hay un ungüento y vendas en el armario al lado del lavabo – dijo Ivy – Me ayudará. Lo... he hecho yo.

Harley se puso en marcha, medio corriendo hacia el armario que le había indicado.

Selina se acercó a la pared del invernadero detrás de ellas y vio hacia la oscuridad. Nada. Ni rastro de quienquiera que hubiese lanzado aquella pequeña bomba y el desagradable mensaje.

-Este lugar ya no es seguro – declaró Catwoman mientras Harley regresaba con el ungüento y las vendas – Tienes que irte de aquí.

-No hasta que la hayamos limpiado – dijo Harley, que se tiró de rodillas a la hierba para examinar el largo corte en la pálida pierna de su amiga. Selina les dijo que no había cristales en las heridas, pero Harley la ignoró y continuó aplicando el ungüento en los rasguños –

Cuando Harley fue a tomar las vendas, la piel de su amiga ya había empezado a cerrarse.

Selina parpadeó asombrada.

-¿Cómo...?

-La naturaleza tiene respuesta para todo – respondió Ivy, todavía temblando –

Harley continuó curándola, y mientras lo hacía sus coletas se le mecían por el movimiento eficiente y constante.

-Ese mensaje podría venir de cualquiera – dijo Selina, retomando el tema –

-¿De Batman y sus amiguitos? – sugirió Harley sin levantar la mirada –

-No es su estilo – contestó Selina – Fueron demasiado cobardes para ser los justicieros de la ciudad. No, Batman, Robin y Batgirl se habrían enfrentado a nosotras directamente y nos habrían encarcelado vivas. El GCPD habría hecho una redada. Quien ha lanzado esa granada ha sido un delincuente de los bajos fondos molesto por que estemos invadiéndole el territorio – Catwoman contempló el bonito laboratorio, el refugio que Ivy había creado – Lo siento. Tienes que marcharte. Es probable que la policía reciba un informe de la explosión en el parque, y si alguien te localiza aquí...

-Lo ha captado – soltó Harley – En vez de hablar tanto, ¿por qué no ayudas?

A Selina no le gustó su tono, pero se acercó a zancadas al sofá hecho de musgo y sacudió los cristales antes de quitarse los guantes para meter los dedos en el bote de aquel ungüento lechoso que iba a aplicar en la parte superior del brazo de Ivy.

-Podría haber sido cualquiera – dijo la ecovillana mientras Harley terminaba con una pierna y empezaba con la otra – Black Mask, por lo que le hicimos a sus hombres hace unas semanas.

Selina lo consideró. Se había enterado que Harley e Ivy se disputaban unos barrios con el y habían dejado a fuera de combate a algunos de sus secuaces. No los mataron pero si los dejaron sin algunas de sus extremidades.

-Podría ser. Por esa razón, cuando tomemos represalias, debemos hacerlo con prudencia – dijo Catwoman. Se había dado cuenta de que en los ojos de sus dos compañeras ardía la venganza. El odioso mensaje en el ladrillo sobre la hierba detrás de ellas parecía brillar con la misma intensidad que una luz de neón –

-¿Y qué es lo que tienes en mente? – quiso saber Ivy mirando sus plantas, el laboratorio que ella había creado. Aquel era su verdadero hogar –

Sintió una punzada de celos, extraña y fría.

-Iremos directo a el y le dejaremos las cosas en claro.

El brillo letal en los ojos de Harley se intensificó.

-¿Por qué? – pregunto la payasa –

Selina se puso al otro lado de Ivy para ocuparse de su brazo derecho.

-Porque nosotras también tenemos algunos mensajes que enviar.

-¿Cómo vas a sacarlos?

-Déjamelo a mí. Tú tráeme explosivos que puedan derribar hormigón y acero.

Selina terminó con el brazo derecho de Ivy y se movió para tomar los guantes que estaban al otro lado de Harley.

Ivy lanzó a Selina una mirada que decía que no le creía. En ese momento, Harley se levantó suspirando y sus coletas rebotaron.

-Puedes quedarte en mi casa, Hiedri. Toma las mierdas que creas importantes y vámonos.

Ivy se quedó mirando el paraíso que había creado... con mucha tristeza.

Esas plantas eran... sus amigas. Su familia.

Pero una casa de cristal no era un buen lugar donde vivir para nadie cuando estaban tirando tantas piedras.

***

Selina entró a zancadas en el pequeño bar de Gotham Harbor, con Ivy y Harley por detrás. Todos los que estaban en el oscuro local con paredes de madera se quedaron en completo silencio y hasta se interrumpió la intensa música rock que sonaba por los altavoces.

Había esperado hasta entonces, varias semanas después del encontronazo en el banco, por un motivo. Había escogido aquel bar por un motivo. Sabía que allí se reunía la gente como Roman Sionis, gente que respondía ante la mayoría de capos de Gotham City e iban allí por ser terreno neutral.

La granada en casa de Ivy había llevado a Selina a actuar un poco más rápido.

La policía no acudía allí. No se atrevía. Ni siquiera los agentes corruptos.

Ivy y Harley permanecieron con la cabeza alta junto a Catwoman mientras esta examinaba el lugar: suelos de roble pulidos, el techo de cerámica original del siglo XIX, fotografías de los capos del pasado y del presente, y los globos de las lámparas doradas en las paredes forradas de madera. Para ser un grupo de criminales, se habían preocupado de mantener el carácter original del local.

Y ahora todos ellos miraban fijamente en su dirección, con algunas de sus bebidas en alto.

-Estas son las reglas... – dijo Selina a nadie en particular. Sacó las garras de los guantes que brillaron bajo la luz tenue. En el costado, le pesaba el látigo, ansioso por que lo usaran – Se mantendrán fuera de nuestro camino y sacaran sus drogas de las calles... – continuó Selina en voz baja dirigiéndose a todos los presentes, pero acercándose al hombre que estaba sentado más próximo a ellas, en la barra de roble tallada con muchos adornos – Si intentan jodernos, las represalias también serán... – dijo, y el tipo tembló en su taburete de terciopelo rojo mientras ella le pasaba con cuidado una garra por una mejilla sin afeitar y luego por la otra, esgrimiendo una sonrisa perversa – Más que severas.

Se volteo y les hizo una señal a Harley y a Ivy con la cabeza.

-Zorra – soltó alguien al fondo –

Selina hizo un gesto de desesperación. Conocía esa voz.

Se detuvo.

Reinaba un silencio incómodo.

Catwoman identificó al que había hablado, aunque no le hacía falta esa información. Conocía a ese hombre malévolo sentado en una mesa cerca de la puerta trasera.

Roman Sionis, o mejor conocido como Black Mask.

Precisamente a quien había ido a ver.

Por esta ocasión, Roman no llevaba puesta su máscara de ébano negro. Seguía teniendo el mismo aspecto, todavía llevaba los trajes hechos a medida demasiado ceñidos, todavía se peinaba el pelo hacia atrás y su rostro seguía teniendo aquella expresión despectiva permanente, con aquellos capilares reventados por toda la nariz aguileña. Selina se preguntó a si misma por que después de tantos arrestos no lo sentenciaban, pero aun así ella se acercó al capo.

-La has cagado, imbécil – murmuró Ivy –

En su favor había que decir que Sionis ni se había inmutado. Tan solo lanzó una sonrisita de suficiencia y le dio un sorbo a su cerveza.

Nadie lo había hecho temblar jamás. Nadie lo había desafiado tampoco. Selina sabía que había una primera vez para todo.

Liberó su látigo con el pulgar y lo sacudió. De un chasquido le quitó la cerveza de la mano. Con el segundo restallido, le rodeó el cuello con el látigo y lo arrojó encima de la mesa mientras se sacudía como un cerdo al que habían echado al matadero.

Cuatro de sus hombres se pusieron en pie de un salto en las mesas cercanas y sacaron las pistolas, pero de inmediato se encontraron con Ivy y Harley apuntándoles con su arsenal personal.

En la mano de Ivy resplandeció una flor roja como la sangre bajo las lámparas doradas del bar.

"Creé un nuevo modelo de planta letal" le había dicho a Selina cuando se la había enseñado antes. Unas flores capaces de quemar piel humana, y no solo al que estuviera más próximo. Pero Ivy no se había quedado ahí. Alrededor de la otra mano estaba aquella enredadera, cuya punta ahora iba equipada con espinas cortantes.

El hombre que estaba más cerca de la ecovillana se estremeció al ver que la planta se enroscaba por la muñeca de la chica, mientras el tipo que se hallaba frente a Harley había palidecido al ver el bate de baseball (pintado como el juguete de un niño) que aquella loca sujetaba.

Selina agarró el látigo con fuerza al acercarse más mientras Sionis trataba de liberar en vano su cuello. Ella le pasó las garras por la espalda, destrozándole el traje y la camisa a cuadros que llevaba debajo y dejando a la vista un trozo de carne peluda y sudorosa.

-El East End es mío – le susurró Catwoman – Aleja tus malditas drogas de ahí.

Y a pesar del látigo que le rodeaba el cuello, Black Mask gritó mientras ella le pasaba la garra por la columna vertebral, rasgándole la piel y haciendo salir la sangre a chorros.

Un movimiento de muñeca y lo liberó del látigo. Sionis temblaba y gemía.

-Da las gracias de que no haya sido tu lengua – fue lo único que le dijo Selina –

Entonces se dirigió hacia la puerta a zancadas, y Harley e Ivy salieron de espaldas poniendo unas sonrisitas mientras seguían apuntando a Sionis y a sus hombres.

-Dales las buenas noches, Ivy – dijo Selina, pavoneándose por la puerta –

Ivy les dedicó una susurrante y dulce risa.

-Buenas noches.

La ecovillana tiro su flor al suelo, se oyó un sonido sibilante y entonces...

Gritos y bramidos.

Para cuando salieron con aire arrogante para reunirse con Selina, el bar se había quedado en silencio. Todos tendrían un dolor de cabeza horrible al despertarse y se darían cuenta de que habían llamado al GCPD para que los arrestaran mientras los habían dejado inconscientes.

Selina deseó ver la cara de Sionis cuando recobrara la conciencia. Cuando comprendiera que su reinado había llegado a su fin, sobre todo después de aquella humillación hacia tantos años cuando la golpeo y la puso la máscara de gato sobre su rostro.

Harley iba delante medio saltando por la acera agrietada mientras Ivy y Selina caminaban tomadas del brazo.

-¿Y ahora qué? – pregunto Harley bastante emocionada –

Selina miró hacia el horizonte.

-Los mafiosos nos dejaran en paz.

***

Gordon retuvo a sus agentes el tiempo suficiente para que Batman estudiaran durante una hora el lugar donde habían arrestado a una banda completa de gángsters.

La tecnología de su traje lo analizó todo, desde el gas que Poison Ivy había utilizado para derribar a los matones hasta los balbuceos de los mismos. Todo orquestado por Catwoman.

Fuera de control. Totalmente fuera de control.

-Hasta este momento se han salido con la suya – dijo Gordon, tenso – Ahora están intentando ver cuál es el límite.

Batman lo sabía.

-Si se ha atrevido a hacer esto, puede que su objetivo próximo sea Arkham.

-Nadie sería tan tonto – le respondió el justiciero –

-Trabaja con Harley. Podrían estar preparándose para poner en libertad a los secuaces del Joker... ya sea como regalo para Harley, ya sea para tratar de ganarse el favor de ese hombre.

A Batman se le heló la sangre al pensarlo. No podía creer que Selina fuera ese tipo de persona. Se negaba a creer eso.

Gordon negó con la cabeza y abrió la puerta sellada para salir hacia la zona principal al final del muelle. El sitio estaba lleno de policías y todos se sorprendieron al escuchar que Batman andaba por ahí.

-No podemos permitir que eso suceda – dijo Gordon, deteniéndose en la protección al final del muelle –

Batman tomo su Bat-garra y disparo su cable directo a un edificio cercano para ascender sobre él y desplegar sus alas. Alejarse así era la mejor manera de escapar de los policías.

-Yo me encargo – dijo Batman, abriéndose camino con ayuda de su pistola de agarre – Confía en mí.

Gordon no parecía muy convencido, pero asintió con la cabeza.

Batman dio tres pasos corriendo después de ascender hacia la azotea del edifico antes de desplegar las alas y lanzarse hacia el cielo.

Él se encargaría, Gordon sabía que lo haría.

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