11
Catwoman abrió silenciosamente la ventana trasera del apartamento de Brian Anders. El pútrido olor a leche rancia y cerveza la golpeó en la cara, haciendo que se le retorciera el estómago. Asco. Esa fue la única palabra para eso.
Una vez dentro, atravesaron un mar de latas de cerveza vacías y botellas de vino, caminando con cautela alrededor de un colchón desnudo que yacía en el suelo como una isla sucia. El correo sin abrir y los panfletos de carreras estaban esparcidos por una mesa de juego barata estropeada por las quemaduras de cigarrillos. La mandíbula de Selina se apretó. Su padre solía vivir así. La mayoría de los alcohólicos desesperados lo hacían.
-Apuestas – dijo ella, señalando los folletos de carreras –
-Mucho de esto me está dando vueltas a la cabeza – dijo Batman mientras buscaba en el baño sucio. Buscó en la cocina, rebuscando en armarios rotos y cajones pegajosos a ver que más encontraba. La mayoría estaban vacíos, salvo viejos paquetes de salsa de tomate y agitadores de café –
-¿Encontraste algo? – preguntó Catwoman –
-No vivía aquí solo. Hay dos cepillos de dientes en el botiquín y una caja abierta de tampones debajo del fregadero – Pasó un dedo enguantado por el mostrador, dejando un camino limpio a través del polvo – Nadie ha estado aquí en semanas.
-O días – dijo ella, revisando el correo sin abrir. Batman la miró y ella casi se rió – Los alcohólicos con problemas de juego no suelen ser los mejores con higiene.
Ella le entregó a Batman un sobre sin abrir con las palabras "AVISO FINAL" estampadas en el frente con tinta roja enojada.
-Jamie Nguyen – leyó el – Debe ser la novia.
Catwoman plantó sus manos en las caderas y examinó el apartamento. Sin sofá, sin sillón reclinable, solo ese viejo colchón y el mar de latas de cerveza de marcas baratas aplastadas. Selina entrecerró los ojos y se agachó cerca del refrigerador, palpo cerca de la puerta al suelo lo más posible sin tocarlo. Levantando la cabeza, buscó en el espacio entre el refrigerador y los gabinetes.
-Nunca falla – dijo ella mientras sacaba un viejo teléfono celular cubierto de suciedad de su escondite. Lo frotó en un trozo de basura del correo, tratando de limpiar la suciedad. Una mueca de leve disgusto estropeó sus rasgos – Bingo.
-¿Cómo lo descubriste? – preguntó Batman. Ella sonrió con tristeza, el dolor crudo en sus ojos duro el tiempo suficiente para que él lo viera –
-Mi padre era un borracho. Siempre que perdía algo importante (que era todo el tiempo), siempre terminaba debajo del refrigerador. Tiene sentido, ahí es donde está la cerveza fría – el tono de Selina era ligero, casi en broma, mientras trataba de que no fuera la gran cosa –
Se apartó de Batman y se concentró en encender el teléfono.
Batman estaba en silencio mientras presionaba los botones del teléfono antiguo. Su expediente sobre Catwoman/Selina Kyle declaraba que perdió a sus padres a una edad temprana. No tenía mucha información sobre su infancia. Su madre se había muerto (enfermedad en los nervios) cuando ella tenía 13 años, y su padre se había embriagado hasta morir (no sin antes haberle hecho la vida miserable a Selina). Era una atleta nata, pero después de quedar huérfana, Selina fue al orfanato y luego después de varias rachas en el reformatorio, escapo. Luego, la propia Selina desapareció del registro público. Sin expedientes escolares, sin registros de arrestos, sin registros de los Servicios de Protección Infantil. El único otro registro de alguien relacionado con la familia Kyle que había podido encontrar era el de Magdalene Kyle, una huérfana que creció con las monjas.
La necesidad de decirle que él entendía lo que era ser huérfano era abrumadora. Odiaría que él hubiera visto un momento de vulnerabilidad en su comportamiento practicado. Entonces no dijo nada.
-Aquí está el verdadero Brian Anders – dijo Selina, levantando el teléfono. En la pantalla había una foto de un hombre calvo con su rostro pegado al de una mujer de cabello oscuro. Ambos sonreían ampliamente mientras el mar azul brillaba detrás de ellos. Se veían felices. Una cosa estaba clara: este no era el hombre de las imágenes de vigilancia –
-Trae eso contigo – dijo Batman, señalando el teléfono –
-¿A dónde vamos?
-A la morgue.
***
La mano enguantada de Selina ahuecó su nariz y boca mientras trataba de contener la ola de náuseas que amenazaba con apoderarse de ella.
-¿A dónde vamos ahora? ¿La alcantarilla? Escuché que huele muy bien en esta época del año – dijo Selina. Incluso en el ambiente higienizado de la morgue, el olor a muerte que emanaba del verdadero Brian Anders estaba a punto de derribarla –
-Aquí – dijo Batman, entregándole un pequeño frasco de Vick Vapo-Rub – Ponte un poco debajo de la nariz. Te ayudará.
-¿Cómo sabías que lo encontraríamos aquí? Es un John Doe – preguntó ella a la vez que se ponía pomada en la nariz. Batman abrió otro casillero frío y Jamie Nguyen apareció a la vista. La etiqueta blanca rígida en su dedo del pie decía "Jane Doe" 239-2014 – Escuché sobre ellos hace unos días. Según los informes, fueron encontrados en una playa privada al norte de la ciudad. La policía cree que intentaron colarse en la playa después del atardecer, pero debido a la mala visibilidad y a altos niveles de alcohol en su sangre, no vieron el acantilado antes de caer a la muerte.
-Una forma poética de morir para los borrachos con inclinaciones románticas. Demasiado poético... – dijo Selina con algo de pesar –
-Fueron asesinados – dijo Batman, con una nota de tristeza en su voz –
Ambos estudiaron los cadáveres mientras estaban en la habitación a oscuras.
-¿Por qué matarlos a los dos si solo los comprometieron con la identificación de Anders?
-¿Sabían demasiado? – Catwoman se atrevió a decirlo, aunque no lo creyó ni por un segundo –
-¿Cómo conoces al falso Brian Anders? – preguntó Batman mientras conducían de regreso a la Batcueva, con Selina con una venda atada firmemente alrededor de sus ojos.
-Era el... digamos "novio"... uno de mis socios comerciales italianos. Nunca hablamos.
-Sin embargo, ¿te acuerdas de él? – preguntó Batman con escepticismo. Vio sonreír a Selina por el rabillo del ojo –
-Las pocas veces que lo vi estaba tumbado junto a la piscina con nada más que una sonrisa, así que sí, lo recuerdo. Bastante bien – dijo ella, su voz no era más que un ronroneo sensual –
-¿Pero nunca hablaste con él? – preguntó el. Ella le devolvió la sonrisa y movió su cuerpo en el asiento –
-Nunca... la verdad se me hacía antipático.
Silenciosamente, Batman volteo la cara hacia la ventana.
-La participación del ex novio de tu socio es demasiada coincidencia para ignorarla, Selina. ¿Sabían que ibas tras el rubí?
Ella suspiró y él se la imaginó poniendo en blanco sus ojos color esmeralda debajo de la venda.
-Cuantas menos personas sepan lo que estás haciendo, menos posibilidades tendrás de venderte al mejor postor. Es la regla número uno en el manual de ladrones.
-¿Y dónde se compra el manual de ladrones? – bromeó Batman, todavía incapaz de dejar de coquetear con ella –
-Eres adorable por pensar que es algo que compras – bromeó ella. Él sonrió, pero solo porque Selina no podía verlo –
-Penny One a Batman – el altavoz cobró vida cuando la voz acentuada de Alfred llenó el ruido el coche –
-Adelante, Penny One.
-Señor, ¿regresarán pronto? Hay algo aquí que quizás deseen ver.
-¿Qué es? – Batman chasqueó cuando su pie pisó el acelerador –
-Los resultados están de vuelta en la muestra de la sustancia que encontró a través de los cables de la caja de la gema. Su composición química es única.
-Esas son buenas noticias – dijo Catwoman –
-Quizás. Sin embargo, este residuo en particular tiene rastros extremadamente altos de... – Alfred se calló –
-Escúpelo – gruñó Batman mientras la ciudad se alejaba detrás de ellos –
-Tiene rastros extremadamente altos de un compuesto que solo se encuentra en los Pozos de Lázaro.
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