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Varios años más tarde...
Era un fantasma. Un espectro.
Selina recordó ese pequeño detalle en lo alto de la escalerilla del jet privado, entrecerró los ojos por el cegador sol de mediodía que se reflejaba en los hangares del aeródromo y le llegó de pleno el mal olor de Gotham City a finales de agosto.
Aquello, al menos no había cambiado en los últimos años. Sin embargo, ella...
Los tacones negros de diez centímetros que sonaban tan bien al descender los escalones eran solo el principio de los cambios que había experimentado. El pelo corto y negro, las uñas con la manicura hecha y la piel bien cuidada eran lo siguiente. Y luego estaba el traje oscuro de seda confeccionado a medida y que le había planchado la auxiliar de vuelo treinta minutos antes de aterrizar. El retrato del dinero inofensivo y despreocupado.
No había rastro de la chica que había subido la escalerilla de aquel avión hacía dos años, golpeada y ensangrentada. No había rastro de la chica que había luchado con uñas y dientes para mantener a Holly y a Maggie a salvo, para que estuvieran lo más cómodas que podía esperarse, especialmente ahora que el convento de Maggie había recibido una donación bastante significativa y Holly iba a una universidad de bastante prestigio.
No quedaba ni rastro de aquella chica.
Sí, los recursos de toda la gente a la que había robado a lo largo de los años habían hecho aquellos primeros pasos de vuelta a Gotham City fueran mucho más fáciles, le habían despejado el camino para todo lo que allí había ido a hacer.
Selina suspiro lentamente, flexionando los dedos para que cesara el ligero temblor que bajaba por ellos. No había lugar para el miedo ni para dudas. No con tantos ojos observándola.
Los fotógrafos con cámaras de largo alcance hacían fotos a través de la alambrada cercana.
Selina apartó cualquier rastro de nervios y lanzó una mirada pícara y seductora en su dirección, con un sombrero negro de ala ancha (el broche de su conjunto) tapándole la mitad de la cara. Les hizo a los fotógrafos un favor incluso más grande y se quitó las gafas de sol al acabar de bajar de la escalerilla. Y solo porque por fin estaba de vuelta en aquella ciudad de mierda, por fin de vuelta en aquel lugar que había sido tanto su hogar como un infierno, los saludó y les dedicó una sonrisa lo bastante resplandeciente para iluminar los edificios de Gotham City.
¿Acaso se cuestionaban aquellos fotógrafos sobre el "informante" anónimo que dijo sobre la llegada a la ciudad de la famosa consultora de arte Selina Kyle tras una larga estancia en Europa? ¿O tenían demasiado miedo de parecer tontos al preguntar quién era aquella persona que acababa de aterrizar en Gotham City?
Selina llegó a la limusina y el empleado le sostuvo la puerta abierta para que pudiera entrar. Había tardado años en reprimir un gesto de agradecimiento con la cabeza, en obligarse a ignorar las ganas de mirarle a los ojos a modo de un saludo.
El chofer dentro del coche no se atrevió a presentarse. No hizo nada. Selina solo noto a ver a través del reflejo del espejo retrovisor su sonrisa.
Una sonrisa que emanaba maldad y locura.
Incluso ahora, después de todo lo que había escuchado a lo largo de los años sobre este personaje, se le revolvía el estómago.
-Asi que tu eres el pez gordo en esta ciudad... ¿cierto? – pregunto Selina, tratando de disimular el asco y el miedo que le generaba este personaje –
-Touche – le respondio Joker, poniendo su mejor sonrisa – Fue bueno que hubieras avisado que ibas a entrar, de otro modo me hubiera enojado un poco.
-¿Y supongo que no conviene hacerte enojar?
-Gatita... todos los que me han hecho enojar tienen ahora una sonrisa.
-Entonces me mantendré al margen – Selina concluyo –
Una mentira. Todo esto es una mentira. Yo me crie en el East End, crecí allí. Realmente no soy una niña rica que regresa a su casa.
Todo esto es una mentira.
No hizo falta que le dijera a su peculiar chofer la dirección del ático en la Old Gotham City que Selina había alquilado para la estancia que de momento no se sabía cuánto iba a durar. Probablemente se quedaría la temporada de galas según había informado al agente de la inmobiliaria, que se había casi desmayado ante la comisión de su vida. O tal vez, si la racha y la diversión eran bastante buenas... se quedaría ahí permanentemente.
El cuero suave como la mantequilla la recibió cuando se deslizó en el asiento trasero del coche, y el empleado de aeródromo se aseguró de que sus depiladas piernas doradas estuvieran totalmente dentro y el bolso Birkin colocado a su lado, antes de cerrar la puerta sin hacer ruido. El aire a veintiún grados, dos botellas de agua fría en la bandeja inferior junto a ella, una tablet inteligente sujeta al respaldo del asiento del pasajero y paquetes de toallitas faciales metidos en una red de malla debajo.
No es que fuese a usarlas. ¿Por qué estropear el maquillaje que se había aplicado con cuidado antes de aterrizar? La base apenas existente, la sombra de ojos gris perla mate con un poco de lápiz de ojos y unos atrevidos labios rojo lanzallamas.
El Joker arranco el coche y encendió la radio en la emisora que ella había pedido: música clásica. Como futura patrocinadora de la Gotham City Opera al menos tenía que parecer interesada.
El coche salió del aeropuerto privado cuando las pesadas puertas se abrieron para dejarlos pasar. Selina acarició con la mano el cuero suave como la seda del Birkin a su lado. El bolso, los zapatos, la ropa, las joyas... todo era un símbolo de estar forrada de dinero. Literalmente. Y también lo eran los pasaportes, auténticas entradas de oro para los círculos de la sociedad que se hallaban por encima de aquellos que a duras penas se ganaban la vida en las calles de Gotham City.
La naturaleza se basa en el equilibrio – le había susurrado una vez Sean, su mentor y el mejor ladrón de guante blanco con el que paso tiempo en Paris – Aunque se incline demasiado hacia una dirección, siempre encontrará el modo de enderezarse.
Gotham City llevaba mucho, mucho tiempo, inclinándose demasiado hacia los ricos y corruptos. Ella regresaría a casa para volver a enderezar la ciudad.
-¿Sabes por que quería hablar contigo? – Joker le pregunto –
-No lo sé – le contesto ella, poniendo una mueca de hartazgo –
-Las reglas están cambiando, Gotham está cambiando. En tu ausencia, las mafias Falcone y Maroni dejaron de existir; ya sea gracias a Batman o a un servidor. Lo que hay ahora aquí somos nosotros...
-¿Criminales enmascarados que pelean por el control? – le soltó la respuesta solo así nada más. Joker se sorprendió ante el atrevimiento de Selina, aunque no le molesto –
-Así es cariño – contesto Joker, volviendo a sonreír – Así que este es el trato. Puedes asociarte con alguno de nosotros o puedes no hacerlo, pero la regla es: "Nunca delates nuestras identidades al Murciélago"
-¿Y ustedes me dejan trabajar, verdad?
-Por supuesto, cada quien hace lo suyo.
-Entonces trato hecho – Selina concluyo queriendo poner fin a su conversación con el Joker. Ya era suficiente con tan solo soportar su presencia –
El coche se metió por un laberinto de calles antes de salir a la carretera que cruzaba el Gotham River y los conducía al centro. Mientras avanzaban a toda velocidad por el Brown Bridge, el extremo sur de Gotham City se extendió ante ella, repleto de relucientes rascacielos que se clavaban como lanzas en un cielo de verano totalmente despejado. Y sobre todos ellos se alzaba la Wayne Tower. Seguramente cada habitante de la ciudad podía hacer de memoria un boceto del edificio. Las postales declaraban que era un símbolo de bienvenida.
Pero la torre no era símbolo de nada, más que de una mentira que su dueño había construido.
Miró entre los huecos de las vigas de acero del puente hacia las aguas turbias azuladas del Gotham River. ¿Cuántos cuerpos habían nadado en el a lo largo de todos estos años?
Selina levantó la mirada del río hacia la brillante ciudad que cada vez estaba más cerca. Hacia los edificios más oscuros y bajos del East End que manchaban el horizonte.
Su hogar. O el que había sido su hogar. No se había permitido considerarlo así desde hacía mucho tiempo. Se negaba a contemplar dónde podría estar su hogar, si es que existía tal cosa para ella ahora.
Había matado a la chica criada en las calles. La había hecho desaparecer, junto con el dinero que le había quitado a los empresarios corruptos y los ricos vanidosos a los que había estafado.
No, el concepto "hogar" ya no existía para ella. Pero había valido la pena. Había ido hasta allí para asegurarse de que todo había valido la pena: el entrenamiento, el horrible precio.
Así que Selina respiró para tranquilizarse y contempló la brillante ciudad mientras se recostaba en el asiento acolchado del coche.
Y finalmente se permitió sonreír un poco.
Que Gotham City disfrutase de sus últimos días de verano.
Eso sí Batman se lo permitía.
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