Una noche especial
—¡Maldigo el día que empecé a estudiar la magia! Estoy harta de esta mierda, sigo sin ver qué tiene bueno ser bruja en estos días. Maldita Shadow Weaver, se muere y me deja a la deriva. ¿Qué se supone que haga ahora? "Ve a tal aquelarre" me dijo, como si fuera la solución a todos mis problemas —Catra reclamaba en voz alta, mientras caminaba a paso rápido por un bosque muerto, que se caracterizaba por estar rodeado de neblina, enormes árboles muertos o secos y tierra gris oscura, sin tener absolutamente nada verde, a excepción de musgo.
Huir de cazadores de brujas para meterse en territorio de hombres lobo no le parecía la mejor idea. Según Shadow Weaver, antes de fallecer, el aquelarre más cercano estaba cruzando el Bosque Maldito. Claramente los humanos habían bautizado aquel bosque muerto así, debido a que era territorio de licántropos y otras criaturas que atacaban siempre a los mortales.
Por supuesto, Catra no estaba asustada, sino cabreada con la situación en la que se encontraba. Hasta hace unas horas era aprendiz de bruja, le faltaba muy poco para por fin ser una bruja completa, pero claro que tenían que aparecer cazadores y matar a su maldita maestra. Esos cazadores no tardarían en encontrarla, necesitaba ponerse a salvo cuanto antes.
Escuchó unos aullidos no muy lejos de donde se encontraba. Maldijo murmurando, esa noche se ponía cada vez peor. A lo lejos divisó un viejo edificio, que se mimetizaba con la oscuridad natural del lugar, haciendo imposible determinar su forma. Suspiró, al parecer no bastaba caminar rápido, también tendría que correr, ya que escuchaba pisadas pertenecientes a esas bestias nocturnas acechándola.
Corrió con cierta agilidad, esos licántropos no la atraparían viva. Una vez que alcanzó la proximidad del edificio, notó que traspasó una barrera mágica, por lo que probablemente los licántropos no podrían hacerle daño definitivamente. Alcanzó la enorme puerta de madera oscura, y tocó con fuerza la aldaba.
Esperó un largo rato. Tal vez era estúpido de su parte creer que la recibirían, después de todo, era una bruja solitaria. Un aquelarre es conformado por brujas que tradicionalmente pertenecían a una asociación. Nada en la vida de Catra había sido tradicional, tener orejas y cola de gato no la hacían una bruja precisamente normal, la mayoría de las brujas tenían un aspecto humano, gracias a esto sobrevivían entre los poblados cada vez mayores de los mortales.
Sabía que había nacido con ese aspecto híbrido a causa de una maldición que había sufrido su madre, la cual nunca llegó a conocer, ya que Shadow Weaver se quedó con ella, luego de asistir a su progenitora en el parto y que ésta muriera. Estaba a punto de irse, mientras divagaba sobre su pasado, cuando escuchó ruidos cerca de la puerta.
—¿Quién eres tú? —una rubia de ojos azules le abrió la puerta. Sus ojos se volvieron de un rojo amenazante, al parecer no era del todo humana. Arrugó la nariz, haciendo una mueca que a Catra le causó gracia, pero no así a la desconocida.
—Siento molestar a estas horas de la noche, pero fui atacada por cazadores de brujas y perdí a mi maestra, yo apenas logré huir, ella, con sus últimas palabras, me indicó que viniera al aquelarre más cercano al bosque muerto.
—Ah, así que volvieron. ¿Sobreviviste a los lobos? Te dejaré pasar, pero sinceramente no sé qué harán contigo. Bienvenida a Dark Moon.
La puerta se abrió por completo, dejando pasar a Catra. El lugar carecía de iluminación, pero a pesar de esto, la morena veía perfectamente gracias a sus ojos felinos. Pero le costaba trabajo percibir a la rubia, no sabía dónde estaba exactamente ubicada.
—¡Adora, esconde tus colmillos ahora! No puedes invitar a alguien para terminar comiéndolo —chilló una voz, que a su vez hizo que el sombrío lugar se iluminara. Poseía un extraño cabello rosa. Luego sonrió a Catra con amabilidad, que no había notado que la rubia estaba casi encima de ella, detrás suyo, con unos relucientes colmillos afuera.
No esperaba para nada que la tal Adora fuera vampira, ya que no olía a muerta.
—Perdona a nuestra Adora, es nueva aquí y la acogimos hace un tiempo porque no sabe controlarse aún, ella no es una bruja, es mitad vampiro, mitad mortal, una híbrida como tú.
—Ser híbrida no es lo que me define, soy una bruja también —contestó un tanto ofendida Catra.
—Oh, eso lo cambia todo, querida. Me imagino que tienes tu marca del ritual de ascensión en la piel, ya que te proclamas como bruja —respondió con rostro amenazante, acercándose a Catra, quien se sintió algo intimidada, pero no retrocedió.
—Mi maestra murió hace unas horas a manos de unos cazadores, cuando estábamos haciendo el ritual de ascensión. No pude completarlo, pero...
—Pero nada, es indispensable que completes el ritual para que seas una bruja completa. Si no, no puedes formar parte de este aquelarre. Adora es una excepción, ya que ella pidió asilo en nombre de Mara, la bruja fundadora de este aquelarre.
—No sé si tienes problemas auditivos o qué, pero perdí a mi maestra, por lo que no pude completar el ritual, y no fue mi culpa, fue gracias a esos cazadores de brujas.
La mujer suspiró con hastío, como si le molestara que Catra fuera tan lenta para comprender.
—Iba a ofrecerte una maestra temporal de una de las nuestras para que te ayudara a completar el ritual. Pero creo que no debería regalarte nada, así que harás lo que te diga para convertirte en una bruja.
—Dime tu nombre, bruja malnacida, recordaré este día —murmuró con ira Catra.
—Oye, oye, deberían calmarse un poco. Si les hierve la sangre, no podré contenerme —Adora miraba a Catra, sus ojos se habían vuelto rojos nuevamente. La observaba de la misma manera que un depredador a su presa. La morena tragó saliva— Y tú, Glimmer, deberías ser más amable con esta bruja que perdió a su maestra, tú tienes a Castapella al menos...
—Silencio, Adora, debes aprender a cerrar la boca frente a extraños.
—Todas aquí somos aprendices, Glimmer, ¿no será que te causa celos que ella te supere?
—Deja de hablar estupideces, Adora, no ayudas.
—Entonces deja de hablar como si fueras la maldita dueña del aquelarre, niña malcriada —gruñó Adora, acercándose peligrosamente mostrando sus colmillos a Glimmer. Catra sonrió sin darse cuenta, al parecer la rubia era más corta de genio que ella, le agradaba.
Glimmer retrocedió, era consciente que no era lo suficientemente fuerte como para enfrentar a la mitad vampira. Luego miró a Catra, quien sonreía, lo cual la enfadó más.
—Acaba con los cazadores, y te conseguiré una maestra —le ofreció Glimmer.
Catra la miró alzando una ceja, acababa de decirle que apenas había huido de los cazadores y le pedía que los matara, de verdad estaba sorda al parecer.
—Vamos, te ayudaré, de todas maneras tengo sed, esos cazadores servirán —le dijo Adora.
Catra dudó unos segundos, ¿realmente se iba a arriesgar a estar a solas con la vampira? Suspiró con resignación, no era como si tuviera demasiadas opciones en ese momento.
—Bien.
Ambas salieron del edificio, dando un portazo. Adora solía perder los estribos con facilidad con Glimmer, por lo que prefería salir con una desconocida a seguir respirando el mismo aire que la engreída bruja.
—¿Cómo evitaremos a los lobos? —preguntó con cautela Catra.
—Volando —respondió con simpleza Adora. Catra pensó en que había vampiros que podían levitar, pero no estaba segura si la rubia sería capaz de eso. Sus dudas se despejaron cuando vio que Adora traía una escoba.
—Espera, ¿sabes usar magia? Creí que no eras una bruja, bueno, según...
—Glimmer se refería a que aún no hago el ritual de ascensión, pero de momento soy una aprendiz. Mi madre era una bruja bastante poderosa.
—Ah —la híbrida no quiso preguntar más, ya que la rubia parecía enojada aún.
Ambas se subieron a la escoba, y aunque en principio se elevaron bruscamente del suelo, luego se estabilizó, aunque de todas maneras Adora se disculpó algo avergonzada por su torpeza. La magia de vuelo no era su fuerte, pero de todas maneras haría lo que fuera para evitar a esas desagradables criaturas del bosque. Catra se aferraba a su cintura, se sentía bastante incómoda volando sobre una escoba, pero se esforzó en mantener la calma y guiar a Adora al lugar de la tragedia.
Llegaron a las afueras del bosque, donde habían acampado Catra y su maestra. Aún se veían los restos de la fogata que habían hecho, como también sangre en todo el lugar. Adora aspiró el aroma un momento, y luego se dejó llevar por éste, del cual quedaba un leve rastro, lo que las condujo a un sendero. Como iban volando, llegaron de forma expedita a la única cabaña en aquel páramo yermo. El rastro llegaba hasta ahí, divisaron que por una de las ventanas se podía ver luz en su interior.
Adora descendió con suavidad, esperando que Catra bajara primero de la escoba. Estaban en un punto ciego de la cabaña, no había ventana alguna por la cual pudieran verlas.
—¿Recuerdas cuántos eran los que las atacaron? —preguntó en voz baja Adora.
—Si mal no recuerdo, eran 3.
—Hay 4 personas en el interior.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con genuina curiosidad Catra.
—Por los latidos de sus corazones. De todas maneras, no son cazadores normales. Suelen quemar de inmediato los cuerpos de las brujas, no llevárselos.
—Shadow Weaver no era una bruja normal, tenía muchos enemigos. Tal vez van a reclamar una recompensa y por eso llevaron su cuerpo, o... —Catra guardó silencio, no quería revelar algo tan íntimo de la difunta.
—¿O qué? Tenemos que saber a lo que nos enfrentamos —la apremió Adora.
—Tenía una gema injertada en su corazón, una que le daba su poder característico, con la cual utilizaba su magia sombría. Esa gema era importante, aunque nunca me quiso decir mucho al respecto.
Adora guardó silencio, pensando en su próximo movimiento. Intentaba no dejarse llevar por su sed, pero era difícil. Si quería ayudar a Catra, tenía que dejar de pensar en formas de matar rápidamente a esos humanos dentro de la cabaña. Sin embargo, esa era una oportunidad única para alimentarse, con ello le bastaría para resistir un par de meses. Observó a Catra, sus ojos bicolores no reflejaban nada, a diferencia de los de Glimmer u otras brujas. Por alguna razón, su mirada y su pulso calmado la tranquilizaron.
—Catra, ¿deseas que acabe con sus vidas? Podrás honrar a tu maestra luego de eso.
Catra sopesó un momento la sugerencia de Adora. Shadow Weaver no había sido su madre ni nada de eso, pero le había ayudado a sobrevivir a través de la magia. Por otro lado, era realmente amable de parte de la rubia preguntarle, ya que se notaba que tenía una intensa sed de sangre.
—Mátalos a todos. Si no son ellos, seremos nosotras.
Adora asintió con la cabeza, luego se mordió su muñeca, asombrando a Catra, quien definitivamente no se esperaba esa reacción.
—Bebe. Con este lazo podrás sentir si estoy en peligro.
Catra la miró con los ojos entrecerrados, sopesando si aquello era una trampa o no. Tomó el brazo estirado hacia ella, y lamió la sangre que brotaba de la herida. Por alguna razón, aquello se sintió demasiado íntimo, sobre todo por el largo suspiro que salió de Adora. La sangre sabía diferente, algo dulce, cosa que jamás hubiera imaginado.
Sin previo aviso, la rubia desapareció de su vista, mientras la híbrida aún saboreaba el extraño dulzor de la sangre de Adora. Levantó la vista hacia el cielo nublado, donde se veía un pequeño retazo de la luna llena, recordaría esa noche como la más rara de su vida, se prometió a sí misma. Escuchó ruidos en el interior de la cabaña, que no duraron demasiado, había demasiado silencio.
Se atrevió entonces a asomarse por la ventana, donde vio una escena estremecedora. Adora sujetaba por detrás el cuerpo de un hombre, sus colmillos habían agujereado su cuello, del cual bebía con alevosía la sangre que brotaba a raudales. Y Adora le devolvió la mirada, y Catra vio en aquellos ojos rojos el reflejo de algo salvaje y animal, algo tan primitivo como saciar el hambre, pero de una forma sanguinaria y cruel.
Se imaginó a sí misma en el lugar de aquel hombre, siendo sujetada por los fuertes brazos de Adora, mientras le entregaba su sangre, su vida, en un abrazo mortal. Catra tragó saliva, nunca había fantaseado de esa manera con su muerte. Giró su rostro para no ver más, después de todo, sus gustos masoquistas no tenían nada que ver con lo que Adora hacía, que era alimentarse.
Fue tranquilamente hacia la puerta, entró, y pudo ver el desastre que había hecho la rubia. Ahora otros cuatro cadáveres acompañaban al de Shadow Weaver, repartidos por toda la habitación, uno reposaba sobre la única mesa en el centro, otro estaba tirado al lado de la chimenea, y los otros dos que restaban, prácticamente tirados al lado de la entrada.
La sangre había salpicado en cada lugar donde yacían, aunque la mayor cantidad se concentraba en el cuerpo de Shadow Weaver, en el centro de la sala. Adora, ya satisfecha, comenzó a registrar los cuerpos y las pertenencias de los cazadores. Catra se acercó al cadáver de su maestra, su pecho estaba descubierto, y en el centro, un granate ennegrecido esparcía unas delgadas líneas negras que parecían venas al resto de su cuerpo.
Se agachó para examinarla de cerca, la gema tenía grabado un extraño símbolo, que tardó en reconocer, pero recordó cuando le enseñó la lengua de las brujas, esa runa significaba unión. Puso una mano cerca del granate, murmuró unas palabras arcanas, y la gema se separó del cuerpo sin vida. Catra lo tomó, y lo guardó en una bolsa de cuero que traía amarrada a la cintura, donde también guardaba el poco oro que tenía.
—Uno de ellos era de la orden templaria, tendremos que dar aviso al aquelarre. Respecto a la gema que estaba unida a tu maestra, será tu decisión si compartirlo o no, yo respetaré tus deseos —le dijo Adora, sacándola de sus pensamientos, observándola con seriedad, se había limpiado la sangre del rostro, sin embargo, tenía gran parte de la camisa y pantalón salpicados con sangre.
Catra supuso que aquella gema valía bastante si hasta los templarios y cazadores de brujas estaban tras ella, por lo que pensó que lo mejor sería quedarse en silencio al respecto, con decir que Shadow Weaver tenía problemas con todo el mundo sería suficiente.
—No creo que sea buena idea que lo sepan —acotó Catra.
—Estoy de acuerdo. Eres una recién llegada, debes tener cuidado. El aquelarre no es tan unido como parece, por algo tu maestra andaba sola —Adora desvió la mirada, parecía perdida en sus pensamientos mientras le hablaba.
—Entonces, ¿por qué te uniste a ellas? —se atrevió a preguntar Catra.
La rubia se quedó un momento en silencio, como si estuviera decidiendo cuidadosamente qué respuesta dar.
—Al igual que tú, necesito ayuda. Pero no voy a estar ahí por siempre —le respondió con seriedad. Sus ojos azules reflejaban cierta frialdad, pero Catra notó que había un deje de tristeza en ellos.
—Creo que deberíamos volver —sugirió la bruja.
Adora asintió con la cabeza, por lo que ambas salieron en silencio para ir por la escoba nuevamente, y así volver volando al aquelarre. Una vez que estuvieron de vuelta, la rubia explicó brevemente lo que había sucedido a sus superiores junto a Glimmer, para luego desaparecer.
Catra se sintió algo solitaria cuando se dio cuenta que había desaparecido, ya que de verdad le agradaba. Pero no tuvo tiempo de pensar demasiado en eso, ya que Glimmer la presentó a su tía, Castapella, que resultó ser una conocida de Shadow Weaver, o más bien rivales, que aceptó ser su maestra para completar el ritual de ascensión. Sin embargo, los cazadores junto con los templarios eran una amenaza significativa para el aquelarre, por lo que enviaron a algunos de sus miembros a cazarlos. Catra se enteró, gracias a su maestra, que uno de ellos era Adora, y cuando lo supo, cierta inquietud se apoderó de ella, pero se dedicó de lleno a sus tareas, para poder convertirse en una bruja completa.
Muchas lunas pasaron, hasta que Castapella consideró que Catra estaba lista para el ritual de ascensión. Esperaron a la siguiente luna nueva, ya que el inicio del nuevo ciclo nocturno era importante para una bruja. La híbrida se sentía emocionada, después de tanto tiempo, podría por fin llamarse a sí misma bruja y no aprendiz, además, que podría darle órdenes a la insoportable de Glimmer, y ésta no podría discutirle. Eso, claramente, si se quedaba en aquel aquelarre, cosa que aún le costaba decidir.
El ritual se llevó a cabo sin ningún inconveniente, en el cementerio del aquelarre, donde Catra se llenó de magia pura y lunar, con la que se manifestó su marca de bruja, que consistía en un tótem que representaba al gato, algo muy adecuado para ella. A pesar que se sentía satisfecha, su inquietud seguía creciendo, y se preguntaba si algún día volvería a ver a Adora la medio vampira.
Sus deseos no tardaron en hacerse realidad, ya que en la siguiente luna llena posterior a su ascensión, golpes desesperados sonaron en la puerta principal del edificio. Por algún motivo, su instinto le indicaba que tenía que ir, por lo que fue a abrir. Para su sorpresa, se trataba de Adora, que se encontraba gravemente herida, de su costado izquierdo manaba una gran cantidad de sangre.
Catra, sin pensarlo demasiado, la tomó entre sus brazos y la teletransportó a través de un hechizo a su habitación, donde la recostó en su cama. Aquella imagen de Adora recostada en su colcha, le hacía recordar los frecuentes sueños que tenía con ella, que variaban entre lo erótico y lo mortífero.
—Adora, ¿estás bien, quieres que llame a alguien? —preguntó la híbrida, arrodillada a un lado de la cama.
La rubia giró su rostro, se encontraba bastante pálida y débil, la herida era profunda, probablemente había sido hecha con plata pura.
—¿Ya... hiciste el ritual? —preguntó en voz débil Adora.
—Sí, lo hice, aquí está mi marca que lo prueba —respondió mostrando la palma de su mano izquierda.
—Dame... tu sangre... me salvará... sólo un poco...
Catra la miró unos segundos, algo dudosa de ofrecer su sangre a una vampira que apenas sabía controlarse. Extendió con cierta timidez su brazo, ofreciéndole su muñeca. Adora negó con la cabeza, y levantando una mano, señaló hacia su cuello. La bruja tragó saliva, nerviosa por lo que Adora estaba proponiendo. Luego vio la gravedad de su herida, cómo su tez se volvía cada vez más pálida, y supuso que aquella era la forma más rápida de salvarla.
Acercó lentamente su cuello a la boca de Adora, quien tenía sus labios entreabiertos, algo que, a pesar de su terrible condición, a Catra le pareció sensual. Unos segundos después, sintió los colmillos de la rubia hundirse en su carne, lo cual dolió en un principio, pero luego se transformó en una sensación muy placentera, a pesar de que sentía también como su sangre brotaba a borbotones.
Adora bebía como si de una ambrosía de los dioses se tratara, incluso gemía de placer sincero en el proceso. Sujetaba con firmeza el cuello de Catra, su sangre sabía tan bien, y se estaba recuperando tan rápido, que se sumió pronto en el éxtasis. Se separó sin dificultad de ella, y no había bebido tanto como con otros humanos. Sin embargo, el olor de Catra le hacía sentir un deseo irrefrenable hacia ella, aunque no sabía si era carnal o mortal.
La observó unos segundos, sus ojos bicolores reflejaban placer, ella también había sentido placer cuando sorbía su sangre. Adora sonrió lujuriosa, y aún con el sabor de su sangre en su boca, besó a la híbrida, quien se entregó a ella con intensidad, sin importarle el extraño condimento de su propia sangre.
Catra notó que Adora ya se había recuperado completamente de su herida, por lo que comenzó a arrancarle lo que le quedaba de ropa, presa de un frenesí que jamás había sentido antes, quería ver el cuerpo desnudo de la rubia, sentir su piel, sus labios, eso era lo único que le importaba.
Adora también le arrancó la ropa a Catra, que consistía en una blusa simple y un pantalón. Sus ojos seguían rojos, lo que confundía a la bruja, quien no sabía si la rubia estaba satisfecha o hambrienta. Pero lo cierto era que Adora tenía hambre de ella, de su cuerpo, no podía refrenar ese deseo intenso que Catra despertaba en ella, como si propio cuerpo hubiera nacido para complementarse con el de ella.
Los besos se sentían cada vez más húmedos, y ya no eran suficientes para ninguna de las dos. Catra, guiada por un instinto primitivo, mordió con fuerza en el cuello en la misma zona donde ella misma había sido mordida, y también bebió de la sangre de Adora, que la estimuló más de lo pensaba. La rubia sintió placer en aquella mordida, y gimió cuando su sangre tocó la lengua de Catra, sentía un nivel de conexión mucho más allá del físico, como si no estuvieran en un simple plano terrenal.
No fue lo único que lamió la híbrida, también besó y succionó sus sensibles pezones, masajeó sus pechos con delicadeza, como si de una fruta se tratase. Dibujó un camino de besos húmedos desde su pecho hasta su sexo, donde hundió su lengua y la estimuló hasta que alcanzó el clímax. No contenta con eso, volvió a arremeter con su lengua, pero ayudándose con sus dedos, que metió tanto en su cavidad frontal como posterior, logrando que Adora gimiera otra vez su nombre desbordada de placer.
Pero Adora no se quedó atrás, y en un rápido movimiento se posicionó sobre Catra, a quien regaló besos y caricias en todo su cuerpo, especialmente sus pechos, a quienes atendió con gran devoción, lamiendo, besando y succionando, arrancando más de un gemido a una alborotada Catra, quien se arrepentía profundamente de no haber follado antes con Adora.
La rubia se encargó también de beber cada gota del líquido que manaba de su sexo, que parecía un elixir de igual o mayor magnitud que su preciosa sangre, la cual volvió a beber al morder su muslo derecho, lo cual, al igual que sucedió con su cuello, excitó sobremanera a Catra. Usando sólo su lengua Adora consiguió que la híbrida alcanzara el clímax, también utilizó sus dedos, y como la noche era joven, también usaron cuerdas, mordazas y cuanta idea vino a sus excitadas mentes.
Aquella noche duró menos de lo que esperaban, debido a la intensa sesión de placer que tuvieron ambas, pero cambió su relación para siempre, porque Adora supo que no podría vivir sin la sangre y cuerpo de Catra, así como Catra supo que no renunciaría a ese éxtasis por nada del mundo, ni siquiera por un aquelarre o por la mismísima muerte. No obstante, a nadie le sorprendió que ambas desaparecieran del aquelarre de un día para otro. Nadie tampoco las buscó, a pesar de que pertenecían a Dark Moon, un aquelarre tan misterioso que se creía que no existía.
Sin embargo, su historia se fue transformando con el paso del tiempo, y se decía que su amor era tan poderoso, que cada cierto tiempo, una luna roja aparecía, contagiando su lujuria en el resto de las brujas y otros seres inmortales, se decía también que este acontecimiento les ayudaba a encontrar su alma gemela a través de la lasciva unión carnal, lo que terminó transformándose en una celebración pagana que se extendió por todo el mundo brujo, hasta el día de hoy.
********
Nota de la autora: Este oneshot lo escribí por halloween, creo que se nota jajajaj. La imagen también fue autorizada para utilizarla por Lava_Shots en twitter, tiene unos fanarts buenardos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro