4. NOCHES DE INSOMNIO
Capítulo 4. Noches de insomnio.
Catherine era incapaz de dormir.
Dejando de lado el hecho que jugaron baseball y fútbol hasta entrada la tarde, eran ahora aproximadamente las cuatro de la mañana, y a las ocho y media el equipo de radio de la BBC iba a llegar para grabar a Cat mientras ella se dirigía a todos los niños que fueron evacuados por la guerra.
Era un plan trazado por el primer ministro, hacer que las niñas del rey hicieran una aparición para subir el ánimo de la gente. Su hermana mayor Elizabeth, como futura reina, había hecho una entrevista el día anterior, dándole esperanzas a los niños y a sus familias, mientras que Margaret se había colado en una estación de radio local en el pueblo donde se estaba hospedando, deseando buenas noches a las personas luego de tocar Ave María de Charles Gounod y Johann Sebastian Bach en piano. Así que era el turno de Catherine y como el amargado secretario de su padre, Tommy Lascelles, no le permitió viajar a Londres para hacer una variación de los pequeños cisnes con el Royal Ballet School (¡Ni siquiera una variación del Grand Pas Classique!), ella decidió leer un fragmento de su libro favorito: Anne de las Tejas Verdes. Sin embargo estaba muy nerviosa, esa sería la primera vez que ella se iba a dirigir a Reino Unido por radio de manera oficial.
Así que tratando de no hacer mucho ruido, se levantó con cuidado de su cama, se colocó sus pantuflas y su bata, y silenciosamente abandonó la habitación, dejando a Susan y Lucy dormitando tranquilas y abrazadas. Se encaminó con calma a la cocina, frunciendo el ceño y haciendo una mueca cada vez que la madera del piso rechinaba a su paso, hasta que llegó al final de la habitación gastronómica, donde había una puerta trasera que daba paso a un hermoso jardín.
El cual era totalmente precioso, había todo tipo de flores: rosas, prímulas, no me olvides, girasoles y una cantidad de tulipanes que resultaba prácticamente imposible que aquel lugar se encontrara en el patio trasero de una casa. Una barbaridad, aquel paraje merecía ser observado y admirado por toda la gente del reino. Con una genuina sonrisa en su cara, se encaminó por el largo camino de plantas, llegando hasta una cúpula con asientos de madera que se encontraba al final del jardín. Con paciencia y elegancia, se sentó en la banca, respirando el fresco aire y observando las brillantes estrellas que acaparaban el nocturno cielo, pronto a quedar de un brillante celeste, pues en una hora ya iba a amanecer.
—Supongo que tampoco te ha pillado el sueño, —La voz lejana de Peter la sobresaltó —Y al parecer tuvimos la misma idea de venir al jardín del profesor. —Catherine giró su cabeza con cuidado, encontrando la imagen somnolienta y rodeada de flores de Peter Pevensie, el cual llevaba su bata abierta, dejando ver su pijama rojo a rayas.
—Sólo estoy intentando aclarar mi mente. —murmuró cohibida, sentándose mejor para dejarle espacio al rubio a su lado. Lo bastante cerca para sentir su aroma, pero aún así lo suficientemente lejos para respetar el espacio personal., preguntando por qué diablos la presencia del detestable muchacho le hacía sentir tantos nervios.
—Han sido unos días duros, ¿no es así? —preguntó el adolescente de diecisiete años, intentando sacar información de por qué Catherine estaba en el frío patio y no en su calentita y cómoda cama.
La princesa quiso contestar con mentira, quizás diciendo que los días para ella en verdad fueron llevaderos y pacíficos. Pero pronto se dió cuenta que no tenía razón alguna para hacer sentir bien a Peter con una respuesta falsa solo para no hacerlo sentir mal. Aunque joder, se había pasado toda su estadía en ese lugar dando en el gusto al rubio y siendo recibida con pura apatía de su parte, así que se armó de valor para poder decirle lo que se llevaba guardando desde hace días, reanudando su respiración y mirando al muchacho fijamente.
—Por supuesto, señor Pevensie. En especial cuando me has tratado como una desterrada solo cuando quiero ganarme tu amistad.
El chico soltó una ronca risa, negando con la cabeza en señal de burla y suspicacia, aunque no pudo evitar que el sonrojo llegase a sus mejillas por ser expuesto así. Venga, toda la razón por la cual Peter siguió a Catherine al jardín fue plenamente porque la escuchó salir de la habitación, y en un atisbo de culpa y pensamientos intrusivos de madrugada, decidió que tal vez sería buen momento para disculparse con la hija del rey y hacer las paces para que la estancia de ambos en la mansión Kirke no fuese a interferir con el buen humor que Susan y Lucy llevaban (y Edmund, a veces). Pero, si Catherine raramente hablaba por sí misma con valentía sobre las injusticias sobre su persona, entonces él también iba a aprovechar y continuar el tema de conversación previamente elegido por la castaña.
—Princesa, —eligió sus próximas palabras con sabiduría. —Creo que ambos sabemos que no es solo mi amistad lo que quieres ganarte.
Quince palabras lograron que Catherine se sonrojara violentamente y abandonara todo el valor que reunió segundos antes, mientras que pequeños espasmos seguían ocurriendo en su cuerpo y jugaba ansiosamente con su pulsera de plata, ¿Qué era lo que estaba sucediendo ahora mismo?
—No, no sé a qué te refieres. Simplemente me gustaría llevar una relación cordial con quienes comparto hogar. —dijo tratando de dirigir la conversación, evitando mirar a Peter a los ojos y cruzando sus piernas.
—Princesita, ¿en serio crees que no me doy cuenta cuando te me quedas mirando fijamente? ¿O cuando muerdes tu labio con ansiosa delicadeza cada momento que me ves, sin darte cuenta? Joder mírate, incluso lo estás haciendo ahora. —Soltó una pequeña risa triunfadora mientras acariciaba los suaves brazos de Cat con sus gruesas manos, evitando que la muchacha siguiese jugando con su accesorio plateado.
Catherine cerró los ojos, sobreestimulada por las emociones, ¿por qué de pronto el rubio cambiaba su actitud?
Y más importante, ¿por qué ella no podía ponerlo en su lugar?
—He estado investigando sobre tí, tal parece no eras como yo pensaba. —Continuó el rubio, sintiéndose poderoso por el efecto que lograba en la segunda al trono, le alimentaba el ego saber que tenía ese control sobre una princesa, la jodida hija del rey de Inglaterra, mientras que él venía de una humilde familia y era un simple súbdito. —Los periódicos te aman, los nuevos libros de historia te califican como una inocente jovencita que con solo una mirada podría conquistar al mundo entero, pero ellos no tienen ni idea, de inocente no tienes una pizca ¿No es así? Dios, pagaría lo que no tengo para obtener tan solo una mirada dentro de esa mente curiosa tuya.
Cat jadeó inconscientemente cuando abrió sus ojos y se dió cuenta de la mínima distancia que separaba sus labios con los del Pevensie. No era tonta, leer tantos libros le habían hecho saber exactamente lo que el muchacho quería. E insensatamente ella lo quería también, tantas veces imaginando su primera vez besando a alguien, y quizás ahora esa fantasía se hiciese realidad.
No podría ser la primera vez que Peter besaba a una chica, claramente tenía algo de destreza con eso si es así como manejaba el juego previo, pero aun así se sintió algo torpe al acercamiento, como si aquella experiencia bajo las estrellas y alrededor de las flores fuese su primera vez. Por otro lado, Catherine juraba para Dios y su vida que ella era una buena dama. Pero en ese momento no quería serlo. No con los labios del rubio burlándose de ella al acercarse lentamente como si fuese cristal delicado y valioso, mientras que sus fuertes manos se dividían entre acunar su mejilla y su cintura. Cat recordó vagamente las charlas que tuvo con su madre la reina Elizabeth y con su abuela paterna la reina Mary, ambas diciéndole que su virtud era lo más importante, lo que la hacía una mujer digna de conseguir esposo, que comportamientos como el que estaba teniendo ahora era pecado.
Pero al diablo con sus pecados. ¿Acaso no eran Adán y Eva pecadores? Y Jesús ama a los pecadores también, ¿no es así? pues él ama a todos los hijos de Dios, y todos nacemos culpables. Así que Catherine se dejó llevar, dejando que el rubio acaricie con cariño también parte de su cuello, mientras ella posaba sus delicadas manos en los dorados mechones de cabello de Peter. Entonces, ahí fue cuando la realidad la golpeó como lluvia fría cayendo por su cabeza.
Literalmente, había comenzado a llover, y el delgado techo de la cúpula no les cubría nada.
Ambos jóvenes observaron cómo la no tan inocente pasión y ganas se desvaneció rápidamente de sus ojos y cuerpos, para luego correr dentro de la mansión, antes de mojarse más y pescar un resfrío. Al entrar a la comodidad del hogar, compartieron una simple mirada, con solo un significado.
Nada había pasado, pero vaya que querían que se volviese a repetir. Sin duda alguna.
Sin pensarlo dos veces ambos se retiraron lo más rápido a sus dormitorios, intentando no hacer ruido pero al mismo tiempo sin querer mojar el piso y que Macready los retase por la mañana, la lluvia había comenzado a caer más fuerte y en poco tiempo sus compañeros de cuarto despertarán. Afortunadamente Catherine llegó a su habitación a tiempo, Susan y Lucy seguían dormidas y acurrucadas, justo donde las había dejado.
Pero sabía que era cuestión de tiempo para que alguna de ellas se despertara, así que se acercó a su baúl y sacó unas medias largas blancas, unos zapatos de medio tacón color beige y un vestido rosa palo con detalles y cuello en acabado piqué, con un chaleco abrigador para combatir el frío mañanero. Mientras se vestía y se abrigaba sonreía como una niña, no podía creer que había estado a punto de haber dado su primer beso con el hombre que parecía odiarla. Su mente le mostraba el recuerdo una y otra vez, quizás era su subconsciente intentando hacerla sentir mal, pero ella era una muchacha de 16 años que estaba descubriendo las deidades y maravillas del mundo que se le habían ocultado.
Y no se arrepentía de nada.
•••
—[...]Yo lo tengo muchas veces, cada vez que veo algo realmente hermoso. Pero no debían llamar la «Avenida» a ese hermoso paraje. No hay significado en un nombre así. Debían llamarlo... Veamos... «El Blanco Camino Encantado». ¿No es ése un nombre imaginativo? Cuando no me gusta el nombre de un lugar o de una persona, siempre les imagino uno nuevo y siempre me refiero a ellos así. En el asilo había una niña cuyo nombre era Hepzibah Jenkins, pero yo siempre me la imaginaba como Rosalía De Veré. Otros pueden llamar «Avenida» a ese lugar, pero yo siempre le diré «El Blanco Camino Encantado». ¿Es verdad que debemos hacer otro kilómetro antes de llegar a casa? Estoy contenta y triste. Estoy triste porque el paseo ha sido agradable y siempre me pongo triste cuando finalizan las cosas agradables. Puede ser que después venga algo aún más agradable, pero uno nunca puede estar seguro. Y muy a menudo ocurre lo contrario; ésa ha sido mi experiencia. Pero estoy contenta de pensar que llego a casa. Verá, desde que tengo memoria no he tenido un verdadero hogar. Me da otra vez ese dolor placentero el pensar que voy a tener un verdadero hogar. Oh, ¿no es hermoso? —Catherine terminó de leer aquel capítulo de Anne de las Tejas Verdes, para luego cerrarlo.
El equipo de la BBC asintió, mientras que el director le susurraba que aún le quedaba un minuto para cerrar la transmisión. Kitty sonrió, sintiendo como el fotógrafo seguía sacando fotos, para luego volver a acercarse al micrófono.
—Sé lo difícil que es separarse de sus seres queridos, lo he vivido también, pero a las cosas malas siempre le siguen las cosas buenas. Confío en Dios, y confío que todos volveremos a estar con nuestras familias y en nuestros hogares muy pronto. Con mucho cariño, Catherine.
Y la grabación en vivo terminó, con la mayoría de los presentes aplaudiendo y felicitandola.
—Su alteza real, eso fue excelente. —El director se acercó a ella con una sonrisa, diciéndole algo más que Catherine realmente no logró escuchar, para luego retirarse de la biblioteca con todo su equipo detrás. Pero por petición de Catherine, el fotógrafo se quedó. La princesa rápidamente llamó a los Pevensie, para luego los cinco posar para una foto.
—Por favor, ¿podría hacer cinco copias de esa foto? —Cat preguntó esperanzada, feliz de tener un recuerdo físico con sus nuevos amigos, y poder regalarles una copia a ellos también para recordar cómo en tiempos grises formaron un lazo de amistad.
—Por supuesto, su alteza. —El fotógrafo inclinó su cabeza y se fue del salón.
•••
—El libro que leíste fue muy bonito. —susurró Lucy, luego de pedirle a Catherine que más adelante le prestara su copia de los libros de Anne de las Tejas Verdes, para que la niña pudiese entender la historia de Anne, Diana, Gilbert y compañía, para que en un futuro ambas pudiesen conversar de aquellos libros.
Catherine y Lucy estaban sentadas en la ventana mirador que se encontraba en la biblioteca, la lluvia no tenía intenciones de parar y luego del almuerzo la señora Macready prácticamente los había encerrado en ese lugar, sólo diciendo un simple "Compórtense".
—Gastrovascular. —escucharon decir a Susan, quien tenía un diccionario gigante en sus piernas, mientras descansaba en el sillón más grande del lugar.
Cada quien estaba por su lado, Cat y Lucy estaban hablando entre ellas. Edmund se encontraba haciendo vete a saber tú algo debajo de un sillón. Y Susan y Peter estaban jugando a un juego bastante divertido para ellos.
O al menos solía ser divertido.
Consistía en que Susan leía una palabra del diccionario y Peter debía adivinar qué significaba esa palabra, así y viceversa. Hasta el momento iban siete a cinco con favor a Susan, luego de que Edmund se retirara en la primera ronda luego de aburrirse y que Catherine dejase de jugar cuando Lucy le pidió que le contase sobre los libros de Anne.
—Vamos, Peter. —Volvió a decir Susan, pero Peter no le escuchaba, estaba muy ocupado manteniendo su pesada vista en Catherine.
Especialmente en sus labios, deseoso de repetir lo de esa mañana. No pudo volver a dormir después de eso, simplemente se dedicó a acostarse un rato en la cama observando el relicario que contenía la adorable foto de la princesa y la gata blanca. Se preguntaba cuál podría ser el nombre del felino, quizás era algo elegante y de la realeza, cómo Duquesa o Lady. Realmente sentía curiosidad sobre el pasado de Catherine, pero no aquél que leía en los libros o periódicos, sino aquél que era privado de ella; sus juegos favoritos, cuál era el color que le gustaba más, o cuál era el nombre de sus mascotas.
—Gastrovascular. —Susan repitió por última vez, fulminando a su hermano por no prestarle atención, mientras se acomodaba mejor en el sillón.
—No lo sé, ¿viene del latín? —preguntó el rubio con aburrimiento, volviendo a pegar su mirada en Cat.
—Eso es correcto. —murmuró su hermana, pidiéndole a Peter con la mirada que continuará con la definición.
—¿Viene del latín como el peor juego jamás inventado? —Se burló Edmund, saliendo por debajo del sillón y observando divertido como Susan se enfadaba.
—Muy chistoso. —Masculló la ojigris mientras cerraba el libro con fuerza, indignada por la falta de interés de su familia en algo que ella encontraba genial.
—¿Qué les parece si jugamos a las escondidas? —preguntó Lucy en un tono esperanzado, levantándose del alféizar y caminando al centro de la habitación. —Tal vez no podamos jugar afuera, pero nada nos impide divertirnos aquí adentro.
—Pero ya estamos teniendo un montón de diversión, no creo que los demás quieran jugar a las escondidas. —Peter rodó los ojos, no queriendo levantarse de su cómodo lugar.
—Creo que es una maravillosa idea. —contradijo Catherine mientras se levantaba del asiento de la ventana con una gran sonrisa, recordando vagamente jugar a ese mismo juego con sus hermanas en su hogar. —Yo sí quiero jugar.
Peter la miró sorprendido.
—Yo igual quiero. —Edmund apoyó, luego de recordar los posibles lugares escondidos donde podría consagrarse ganador. Además, unirse en contra de cualquier persona que estuviese en contra de su hermano siempre era un buen plan. —La mansión es gigante, será divertido.
—Por favor, Peter. —Lucy se acercó a su hermano con un puchero, aunque la verdad es que tenía tantas ganas que no le importaba si su hermano jugaba o no. —Por favorcito.
El rubio miró a la pequeña, para luego dejar salir un suspiro.
—Uno, dos, tres...
Automáticamente todos se miraron entre ellos, para luego salir corriendo fuera de la biblioteca. Edmund y Lucy se fueron por el pasillo derecho, mientras que Susan y Catherine fueron al izquierdo. Siguieron corriendo lo más rápido que podían, hasta que encontraron el gran baúl del pasillo, habían tenido la misma idea, pero lamentablemente solo una persona cabía allí.
—Escóndete ahí. Yo iré a otra parte. —Susurró Catherine, dándose por vencida al ver los ojos tormenta de Susan rogarle quedarse con ese lugar. La Pevensie asintió con una sonrisa, y fácilmente se refugió dentro del baúl.
Cat se aseguró de que el escondite de su amiga pasaba desapercibido, para luego seguir corriendo hasta el salón de baile. Entró con cuidado al lugar, pues no sabía si alguien estaba dentro, pero cuando se dió cuenta que estaba sola, cerró la puerta de un accidental sopetón y se escondió detrás de esta, cerrando los ojos con derrota por haberse prácticamente delatado.
—Lucy... —Escuchó la voz de Peter, quien ya había terminado de contar y se encontraba buscando a los escondidos. Catherine aguantó la respiración cuando el rubio comenzó a abrir lentamente la puerta del salón de baile.
—Sé que estás aquí... —Peter se quedó en la entrada, observando la habitación en espera a quien estaba allí se revelara. —Escuché cuando cerraste la puerta, Lu. Eres la única persona que conozco que las cierra tan fuerte. Que manía la tuya, algún día las pobres puertas quedarán giratorias gracias a tí.
Catherine soltó un suspiro en voz baja, no debió de haber hecho tanto ruido. Y al parecer Peter estaba de acuerdo, pues escuchó aquel pequeño ruido que salió de la boca de la niña, delatando su escondite.
—¡Así que ahí estás! —exclamó el rubio con cinismo al mismo tiempo que entraba por completo al salón y cerraba la puerta trás él, quedando al frente de una asustada Catherine. —Pensé que ya había atrapado a Lucy, pero supongo que esto es mucho mejor.
El sistema nervioso de la princesa se activó de golpe, esquivando al rubio y abriendo la puerta rápidamente, ahora el juego de escondite se había convertido en uno de persecución. Pero justo cuando las manos de Peter agarraron a su presa, los gritos de Lucy interrumpieron su momento.
Y ambos continuaron su carrera, esta vez preocupados, hacia la pequeña Lu.
Capítulo editado.
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