Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20



El parque no está tan lleno como es habitual, lo cual es una suerte. Jordan y yo nos agenciamos una esquina apartada y estiramos la manta en el suelo. Nos hemos puesto dos vestidos iguales, salvo que el mío es azul cielo y el suyo es del color de los girasoles. No son cien por ciento fieles a la época victoriana, pero era lo que teníamos por casa.

Ella lleva el transportín de Gato, que, durante el trayecto hasta el parque, se iba balanceando cada vez que el animal golpeaba furiosamente la reja. Ahora está callado y sé que está emocionado ante la perspectiva de jugar en el parque, aunque cada vez que me asomo a ver cómo está me pone mala cara, solo por fastidiar.

Jordan deja el transportín en el suelo y yo pongo la cesta a un lado. Con la misma cautela que si estuviera abriendo la jaula de un león, abro la puertecita de su transportín.

De inmediato, a Gato se le dilatan las pupilas y se asoma un poco fuera del transportín. Libertad, dulce libertad.

Pone una pata en la manta solo para tantear el terreno y vuelve a meterse en el transportín. Una vez se ha asegurado de que está en terreno seguro —y de que no hay perros a la vista—, saca medio cuerpo fuera. Jordan aprovecha para coger su correa y atársela en torno al tobillo. Le damos libertad, pero tampoco queremos que aproveche el menor descuido para hacer una escapada.

Durante la primera media hora se dedica a olisquear flores con su trajecito azul y a intentar cazar algún insecto sin éxito. Algunas personas se paran cuando lo ven, pero él les bufa y sigue a lo suyo. Desde luego, no hay disfraz que sea capaz de ocultar el mal que se esconde dentro de ese diminuto cuerpo y todavía no nos hemos cruzado con alguien lo suficientemente temerario como para intentar acercarse a Gato pese a sus advertencias.

El picnic que hemos preparado es bastante sencillo. Algo de fruta, unos sándwiches y dos pasteles. Y té, por supuesto. Pero a eso somos adictas las dos.

Rebusco en el bolso hasta que doy con el táper con la comida de Gato y su agua y lo dejo todo en un lateral de la manta para dárselo cuando esté cansado. El gato no le presta mucha atención porque está demasiado ocupado explorando.

—¿Cuánto tiempo hace desde que hicimos el último picnic? —me pregunta Jordan, frotándose la barbilla.

—Un millón de años, aproximadamente.

—No sé porqué dejamos de hacerlos.

—¿Aparte de porque discutiste con un señor mayor y juraste solemnemente que no volverías hasta que se muriera? Ah, y luego añadiste que eso pasaría en un par de días a lo sumo, porque el viejo estaba decrépito.

—Me dirás que no. Tenía un pie y medio en la tumba.

—Viejofóbica.

—No odio a los viejos, solo que algunos creen que tienen derecho a hacer y decir lo que quieran porque han vivido más que nosotros. Condescendencia a mí no, gracias.

Estoy completamente segura de que Petrov y Jordan se llevarían a matar o bien se aliarían y se convertirían en un auténtico incordio. El odio, cuando se multiplica, pasa a ser caos absoluto.

—Hablando de viejos, ¿recuerdas el vecino de Marcus?

—No. No sé ni de quién me hablas.

De pronto me acuerdo. No le conté a Jordan sobre mi primera visita a la casa de Marcus.

—Bueno, es igual. El caso es que tiene un vecino gruñón, un señor ruso de unos 70 años que al principio me odiaba. Me estaba preguntando si os odiaréis o si formaréis una alianza del mal.

Jordan se encoge de hombros.

—Depende. Si encontramos un enemigo común podríamos ser temibles. De cualquier modo, tengo el cupo de villanos cubierto —dice, señalando a Gato con el mentón.

El animal nos observa de reojo y echa las orejas hacia atrás. Luego, salta sobre una pobre margarita y la hace trizas sin quitarnos el ojo de encima, como si quisiera decirnos que nosotras somos las siguientes. Ahogo un escalofrío.

—A veces me da un poco de miedo.

—No te lo niego, a mí también. Sobre todo cuando me despierto de madrugada y él está sentado en mi pecho, observándome. Te juro que un día tenía la pata sobre mi nariz y me desperté porque no podía respirar.

—Yo en tu lugar empezaría a cerrar la puerta de la habitación. No quiero tener que explicarle a la policía que convivimos con un gato homicida.

—Empiezo a pensar que me equivoqué con su nombre. Tendría que haberle puesto Lucy.

—¿Lucy? —pregunto con una ceja arqueada.

—Sí, de Lucifer.

—Le pega.

—Aunque, seamos sinceras: Gato tiene razones de peso para odiar a los humanos. Si yo estuviera bajo su piel, también nos odiaría.

Suspiro. Sé que tiene razón. En realidad, cuando conocí a Jordan, Gato solo llevaba un mes con ella y prácticamente fue una casualidad que se encontraran. El antiguo inquilino de nuestro piso lo abandonó allí y el dueño quería llevarlo a una perrera, pero Jordan se ofreció a hacerse cargo de él.

Gato estaba asustado, como es lógico en una situación como esa. Los gatos no llevan bien los cambios y llevan peor el abandono. Luego, cuando se dio cuenta de que Jordan no iba a hacerle daño, convirtió su miedo en odio. Ambas comprendemos que no quiera saber nada de otros humanos, por eso no solemos quejarnos de su mal carácter.

Sabemos que necesita su espacio y su tiempo, así que le dejamos todo el que necesite. Tiene su sofá y su castillo, donde sabe que absolutamente nadie se va a acercar —claro está, él se ha encargado personalmente de establecer esas distancias a base de agredirnos físicamente— y puede estar tranquilo. El otro día lo pillé ronroneando mientras jugaba y se puso contentísimo cuando Jordan le trajo un saquito de hierba gatera. Es como la droga de los gatos, al parecer.

—No me sorprendería que se convierta en el líder de un grupo de gatos armados cuyo objetivo es destruir a la humanidad. Una especie de El planeta de los simios pero con gatos.

—Si tuviera que vivir bajo el yugo de un grupo de gatos villanos, no me quejaría en absoluto. Quiero decir, míralo, es tan bonito que dejo que me pegue. Si me quiere subyugar, aquí me tiene.

—Quién iba a decir que la mujer que odia el compromiso terminaría bajo el yugo de un gato dictador, ¿eh?

Jordan se desternilla de risa.

—Al menos Gato es suavecito y tiene una cara perfectamente simétrica. Hay hombres que parecen hechos a sartenazos. Están llenos de aristas, por dentro y por fuera.

—Eres la persona más romántica que he conocido.

Ella se encoge de hombros. Lanza una uva al aire y la atrapa con los dientes. Luego, se recuesta y apoya la cabeza en la mano, observando a Gato.

—Lo que yo no entiendo es como crees en el amor, después de todo.

—No creo en el amor en sí, Jordan. El amor no es más que dos personas que encajan, que se quieren y que se respetan. Son solo tres factores, pero es muy difícil encontrar a alguien con quien encajar en un mundo tan diverso.

—Tú lo has encontrado y de la forma más inesperada —admite con una sonrisa—. ¿Sabes? Hacía mucho tiempo que no te veía tan animada. Me ofende que lo que te haya animado sea un polvo bien echado y no una amiga maravillosa como yo, pero te lo perdono porque yo soy así, una buena samaritana que perdona todo el daño que le hacen.

Pongo los ojos en blanco.

—Sabes perfectamente que, de no ser por ti, no estaría aquí hoy. Eres una de las personas más importantes de mi vida. Vas por delante de Gato, con eso te lo digo todo.

Jordan sonríe y el animal me mira, furibundo, pero luego se percata de que le he traído comida y rasca el táper con la pata para que lo abra.

—Lo dicho, te perdono.

—¡No hay nada que perdonar! —protesto.

—¿Cómo que no? Has sacrificado dos noches de cine. ¡Dos! ¡Tuve que recurrir a mi lista de nabos para entretenerme!

Lo dice como si fuera un sacrificio, cuando ambas sabemos que lo disfrutó igual.

Lo sieeeeeeeeeeeento.

—No lo sientas tanto. Vi Pretty Woman sin ti. Y puse la escena del piano dos veces.

Abro los ojos y me llevo una mano al pecho, escandalizada.

—¡Dime que no te atreviste a hacer eso!

—Y tanto que me atreví. ¡Ah! y comí palomitas. De las de la marca cara. ¿Cómo se llamaba? —pregunta en voz alta, frotándose el mentón.

Cuando quiere puede ser tan malvada como Gato. Yo diría que incluso peor.

—Jordan Williams Smith, estás traicionando el código de las amigas.

—Queda un paquete —murmura—. Podemos gastarlo luego.

—Solo si me dejas elegir la película.

Jordan intenta hacerse la dura, pero apenas tarda unos segundos en asentir enérgicamente, bajo la promesa de que apagaremos los móviles y desconectaremos del mundo por un día.

Hay amistades que llegan a tu vida de la forma más inesperada, pero que están destinadas a ser, a transformarte por completo. Creo firmemente que Jordan es una de esas personas, de las pocas por las que pondría la mano en el fuego sin dudarlo un segundo.

Y es que ella ya lo ha hecho por mí muchas veces. Me levantó del suelo aquellos días en los que el miedo me paralizaba, me secó las lágrimas mientras me decía que todo iría mejor y me convenció para ir a terapia. Ella me ayudó a encontrar el camino en un tiempo en el que yo no era capaz de dar un paso por mí misma.

De no ser por ella, yo no estaría aquí, sonriendo de oreja a oreja en un parque.

De no ser por ella, yo no habría sido capaz de enamorarme otra vez.

De no ser por ella, Elisabeth Brown se habría evaporado hasta desaparecer.


Siento haber estado tan desaparecida por aquí. Lo cierto es que tenía este capítulo escrito desde hace tiempo, pero mi cabecita me jugó una mala pasada y estaba convencidísima de que ya lo había subido. En fin, cosas de ser una de las personas más despistadas del planeta. 

No, en serio. Soy despistadísima. Es horrible. Ni Eme en sus peores momentos.

Espero que os haya gustado el picnic victoriano y Gato disfrazado de aristogato ♥ 

Hacía mucho que me apetecía un capítulo dedicado únicamente a Jordan y Eli porque son GOALS total :)

En el próximo capítulo sale Marcus, que sé que echáis de menos al bebé.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro