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25. ¿Un intruso decías?

—¡Serás cabrón! —le gritaste a Pietro, hecha una furia.

—Y tú una perdedora, voy a matarte y no podrás ni defenderte.

—Por dios, que insoportable —te levantaste y te dirigiste hacia el platinado.

—¡Wanda! —gritó él— ¡La loca ataca, repito, la loca ataca!

Usaste tu telequinesis para levantarlo del sofá, alejándolo del control de la Wii para que no pudiera jugar. Llevabais poco más de una hora jugando con la consola, Pietro usaba su súper velocidad para pulsar los botones más rápido que tú y así ganarte, lo cual sinceramente te parecía una trampa absoluta. Sin embargo, él decía que simplemente estaba usando sus cartas a su favor, y que era totalmente lícito.

—Pienso castrarte si vuelves a usar tus poderes —amenazaste, aún manteniendo al chico flotando un par de metros sobre el suelo.

—¡Wanda!, ¡Te va a dejar sin sobrinos! —chilló en busca de ayuda.

—¿Otra vez vais a discutir por un juego? —dijo la pelirroja entrando a la sala viendo la escena.

—No estoy discutiendo, solo practico con mis poderes —explicaste con una sonrisa inocente de no-he-roto-un-plato-en-mi-vida.

La sokoviana, sin creerse tu cara de niña buena, usó su magia para bajarlo y ponerlo otra vez en el suelo, y al ser bastante más poderosa que tú no pudiste mantenerlo elevado. 

Wanda 1, Raya 0.

—Gracias hermanita —sonrío viendo como la chica se iba.

—Y no me metáis en vuestros líos —soltó antes de desaparecer por las escaleras.

Le lanzaste una mirada amenazante a tu novio, comenzando así una pelea de miradas que probablemente iba a acabar con una victoria para él. Después de unos segundos te habían empezado a llorar los ojos por mantener la mirada sin pestañear, y otros pocos momentos después Pietro se cansó y te tiró de espaldas al sofá para hacerte cosquillas.

—¿Te parece más justo así? —vaciló, sabiendo que no podías aguantarlas.

—¡No! —dijiste entre risas—. Quítate Speedy.

Siguió así hasta que te quedaste sin aire, una vez que paró se sentó a tu lado observando como tu pecho subía y bajaba con velocidad.

—No... vuelvas... a hacerme eso —intentaste darle una patada, pero como siempre, te paró el pie.

—Sabes que te encanta.

—No es cierto.

—Lo que tú digas.

Él te miraba con una sonrisa de victoria. Durante las semanas que habíais estado en Escocia con Wanda os habíais dedicado a jugar a la Wii, hacer fiestas de pijamas los tres, y tú y Wanda a entrenar tus poderes. 

A decir verdad te lo estabas pasando como nunca, no había ningún ambiente desagradable y la casa era muy acogedora, al estilo Maximoff. Pero no todo era color de rosas, ya que aún no habías dado señales de vida para tu padre y probablemente estaría muy preocupado por ti. La culpa cada vez te carcomía más por dentro, te sentías como la peor hija del mundo, si hubiese un premio de esa categoría estabas segura de que lo ganarías. 

—¿En que piensas? —preguntó el chico tirando de tus piernas para tumbarte sobre su regazo.

—Soy una hija horrible.

—Pues yo no pienso que lo seas, habéis tenido diferencias y has decidido tomarte un respiro, estás en tu derecho —explicó con total tranquilidad.

—Pero el no sabe ni donde estoy, tal vez piensa que me ha pasado algo malo, o peor, que estoy muerta.

—Tony sabe que estabas conmigo, y sabe que yo estaba con Steve, Natasha y Sam, así que habrá sumado dos más dos y sabrá que estás a salvo con nosotros, fuera de peligro —acariciaba tu pelo intentando transmitirte su paz.

—Puede ser —murmuraste, aún sin estar convencida del todo.

—No creo que debas comerte la cabeza con eso, pero si te hace sentir mejor puedes llamarle — sugirió señalando el móvil de su hermana.

—No podemos ponerla en peligro, rastrearían la llamada hasta dar con nosotros.

—¿Crees que tu padre haría eso? —preguntó algo sorprendido.

—No lo sé, pero no vale la pena arriesgarse.

Él solo asintió con lentitud, adentrándose en su mundo, esperando a que sacases un nuevo tema de conversación.

—Echo de menos al capipaleta —y ahí estaba el tema.

—Hablando de Steve... —notaste como se tensaba—. Hay algo que deberías saber.

¡Alto! Alerta roja.

Quijada apretada, músculos contraídos, mirada sería, y típica frase de película en la que te sueltan la bomba de tu vida. Sip, algo malo estaba por pasar.

—¿Qué pasa? —preguntaste mientras te sentabas.

—Tony no era el único que sabía sobre tu pasado en Hydra —tragaste saliva—. Él se lo contó a alguien más.

—¿A quién? —preguntaste ya impaciente por saber que demonios pasaba.

—Mira, no quiero que te lo tomes a mal, primero piensa luego actúa —recordó, haciéndote rodar los ojos por su poca fe en ti— Y por favor no me odies por no habértelo dicho antes.

—¡Ya, dilo! —pediste cansada de tanto rodeo.

—Steve también lo sabía, prácticamente desde que se empezó a llevar bien con tu padre. Ambos intentaron hacer despertar tus habilidades en varias ocasiones, pero nunca lo consiguieron.

De acuerdo, eso fue un golpe duro. Mucha información que procesar para tu cerebro. Steve lo sabía. ¿Experimentaron contigo al igual que Hydra? No, no tenía sentido, ellos te protegían, no podía ser así, ellos jamás harían eso sin si quiera consultártelo... ¿Verdad?

—¿De dónde lo sacas? —preguntaste aún reacia a creer la verdad.

—El día que volvimos del paseo en el que Nat le gritaba a Steve, Sam me contó de qué iba la pelea, y como ya supondrás iba sobre que él lo sabía y no dijo nada, y para saber toda la verdad fui a hablar con él, y así fue.

—¿Lo sabías desde entonces? —frunciste el ceño.

—Sí, no sabía si decírtelo porque al fin y al cabo no es un tema que me incumba, pero creo que mereces saberlo.

Te tomaste unos segundos para asimilarlo para después levantarte del sofá y correr hacia tu habitación con Pietro corriendo detrás de ti.

—¿Qué haces? —quiso saber.

—Recoger mis cosas, me voy a Nueva York —el platinado se cruzó de brazos.

—¿Recuerdas lo que te dije? Piensa, luego actúa.

—Ya. No me va eso, lo siento —sonreíste guardando tus pocas pertenencias en una mochila.

—Voy contigo.

Se dispuso a hacer lo mismo que tú, a guardar sus cosas y seguirte a donde sea que fueras pero lo detuviste.

—No, esta vez voy a hacerlo yo sola, me gusta tener tu apoyo pero también tengo mis momentos de madurez, pocos pero los tengo.

—Madurez también es saber que recibir ayuda no está mal.

—Y créeme que lo sé, pero tampoco puedes estar ayudándome hasta para respirar —tomaste una bocanada de aire para después seguir hablando—. Ya sé que quieres cuidar de mí, yo también tengo ese sentimiento contigo, pero creo que esto es algo que debo hacer yo sola, y cuando termine ten por seguro que te llamaré.

Él asintió con la cabeza, sabiendo que tenías razón. Te iba a echar mucho de menos, tanto como tú a él, pero entendía que tampoco podíais estar pegados todo el tiempo y que había cosas que teníais que hacer por separado.

—Está bien, me quedaré dándole la lata a Wanda.

—Si la lías me lo va a contar, osea que yo que tú me comportaría —advertiste.

—A sus órdenes, printsesa.

Te acercaste a él para besarlo, sin saber que no lo volverías a hacer en mucho tiempo.


 ✪


Supusiste que si aterrizabas en el complejo como si nada pensarían que sería un intruso o algún tipo de enemigo, pero definitivamente no esperabas salir del quinjet con cinco armas apuntando directamente a tu entrecejo.

—¡Ey! Tranquilidad, ya sé que ha pasado un tiempo pero me ofende que no me reconozcáis — levantaste tus manos en señal de rendición, pero ninguno de los soldados cedió—. ¿De verdad tengo que deciros quien soy? Lamentable —bufaste.

—Sabemos perfectamente quien eres, señorita Stark —habló uno de ellos—. Y por eso estamos en la obligación de detenerla.

—¿Detenerme? —cuestionaste.

—Órdenes del general Ross —explicó una voz femenina.

—Pues es una lastima porque yo de aquí no me muevo - te balanceaste sobre tus tobillos con una sonrisa inocente, a lo que todos respondieron recargando sus armas—. Oh, ¿Tenéis permiso de dispararme? Porque sí es así me ofendería bastante.

Ninguno disparó ni hizo ningún movimiento de ataque directo, lo cual confirmó tus sospechas. No tenían el permiso de matarte, a lo mucho podrían electrocutarte pero ninguno de ellos podía poner una bala en tu pecho.

—Si no tienen nada más que decir, lamento deciros que tengo que irme —no diste ni un paso cuando alguien se tiró sobre ti, tacleándote.

No tenías la menor idea de donde había salido, los cinco hombres que te apuntaban no habían sido porque los estabas viendo, lo cual significaba que era alguien que había estado escondido todo este tiempo. ¿Tanta seguridad hacía falta para capturarte?

Rápidamente usaste tu telequinesis para apartar a esta persona de la cual aún desconocías la identidad y rodaste a un lado para poder levantarte, viendo a un hombre de musculatura ancha con la cara cubierta por una mascara y unos googles parecidos a los del soldado de invierno, pero descartaste la idea de que fuera Bucky cuando viste sus dos manos humanas.

—¿Y tú quien eres? —preguntaste levantando los puños.

El desconocido no contestó, si no que fue directamente hacia ti con una patada que nunca llegó, pues uno de los soldados que te apuntaban antes se lanzó hacia él, protegiéndote. ¿No eran del mismo bando? Supiste que no lo eran cuando viste como se lanzaban puñetazos el uno al otro, mientras que el resto de los soldados se pusieron delante tuya haciendo una muralla humana.

—Entre dentro, tenemos órdenes de capturarla pero también de protegerla. El androide Visión debería estar en el complejo —avisó la misma voz femenina de antes, tú sola asentiste y fuiste corriendo hacia las instalaciones.

Lo primero que notaste al entrar fue lo ordenado que estaba todo, no había ni una mota de polvo en los muebles, y cada cuadro estaba perfectamente colocado, a diferencia de como estaba cuando te fuiste.

Decidiste no perder más tiempo observando la decoración e hiciste lo que te dijeron, buscar a Visión. Pensaste que estaría en la cocina leyendo una revista, pero allí no había ni un alma. Pasaste por el gimnasio, las oficinas, las salas recreativas, e incluso las habitaciones, y para tu sorpresa no había absolutamente nadie.

No te parecía raro que Tony no estuviese, probablemente estaría con Pepper en alguna de sus mansiones, pero según lo que te dijo Wanda el androide prácticamente no salía de las instalaciones.

Todo esto te olía a chamusquina, no te parecía seguro seguir en el complejo, lo mejor sería localizar a tu padre, que supiera que estás bien. 

Entraste otra vez en las oficinas y tomaste un teléfono cualquiera para llamar a Tony.

—Tony Stark al teléfono, ¿Quién es? —habló una voz molesta en la otra linea de la llamada.

—Hola papá, no te enfades, pero estoy en las instalaciones y creo que hay un intruso afuera — explicaste con velocidad, sin tiempo que perder.

—¿Raya? —preguntó, sin poder creerlo.

—Sí, lo siento por desaparecer, he tenido un par de problemas y quería despejarme de todo, lo siento por ser una inmadura y una impulsiva.

—¿Un intruso decías? 

—Sí, aun que he de decir que me ofende que no te preocupes por donde he estado — murmuraste.

—Lo supe todo el tiempo, ¿De verdad crees que podría vivir tranquilo sin saber donde ese encontraba mi única hija? —preguntón sarcástico.

—¡¿Lo sabías?! —gritaste incrédula—. ¿Y yo me he estado sintiendo mal por nada? Que fuerte.

—Luego hablamos de eso, ahora céntrate, ¿Intruso?

—Sí, cuando bajé del quinjet me apuntaron unos soldados de Ross, diciendo que debían capturarme, yo iba a irme pasando de ellos pero un hombre vestido de negro me atacó, cuando me lo quité de encima él y los soldados empezaron a pelear, y yo me fui buscando a Visión.

—Lo de Ross es porque técnicamente eres una fugitiva de la ley, las naciones unidas han hablado, creen que estás del lado del cap y que debes de ser castigada igual que él —explicó—. Pero según lo que has dicho, parece que lo tienen todo controlado.

—Sí, pero todo esto me da mala espina.

—Puedo pedir que mejoren la seguridad, si te hace sentir más tranqui-

La voz se cortó, y segundos después escuchaste un pitido proveniente del teléfono. La línea se había cortado.

Saliste de las oficinas, entrando en un oscuro pasillo. La mayoría de luces estaban apagas, exceptuando un par que se encontraban parpadeando, no había electricidad, y eso no tenía ningún sentido porque Tony tenía los mejores sistemas eléctricos de Nueva York, no podía ser un fallo. 

Un sexto sentido se te activó, como un reflejo, rápidamente te giraste, parando un puño que iba disparado directamente a tu cuello.

Lo que te asustó fue ver que era la misma persona que te había tacleado hace rato, la misma que pensaste que había sido detenida por los soldados, estaba ahí de pie, la única diferencia era que esta vez no llevaba googles, dejando ver unos ojos negros que desprendían una oscuridad inexplicable.

—¿Otra vez tú? Sí que eres difícil de moler —sacaste una media sonrisa—. De todas formas no me parece justo, yo no sé tu identidad y tú sí la mía.

El hombre pareció pensarlo, y unos segundos después dirigió su mano a la mascara, para retirarla lentamente, dejando ver su rostro completo.

Sentiste como una sensación extraña te inundaba al verlo, había algo en él, no sabías qué era pero su presencia comenzó a ponerte un tanto ansiosa, y eso no te beneficiaría más tarde.

—Vaya, y yo que quería que fueras Brad Pitt —hiciste una mueca de desagrado.

—Tienes agallas, niña, pero eso no te servirá de nada —sonrió con superioridad.

—¿Ah sí? ¿Quieres a mis amigas destrozando tu pecho? - levantaste tus puños con furia.

—¿Por qué me amenazas con tus golpes teniendo algo tan especial dentro de ti? —preguntó el hombre—. Quiero decir, eras un caso perdido, pero después de desaparecer públicamente durante tanto tiempo decidimos ir a buscarte, realmente no tenía esperanzas, pero parece ser que nuestro pequeño milagro ha florecido.

—No sé de que me hablas —contestaste con frialdad.

—No te hagas la tonta, confirmaste mis sospechas cuando me mandaste a volar sin si quiera tocarme, después de tanto tiempo por fin has desarrollado las habilidades que Hydra te proporcionó.

—¿Hydra?, ¿Qué sabes tú de eso?

—Pensé que eras más inteligente como para descubrirlo tú misma —alzaste una ceja—. Yo soy de Hydra, soy yo quien ayudó a tu madre a criarte cuando eras pequeña, soy yo quien se encargó de que cada experimento en ti funcionase —su sonrisa se ensanchó, y su postura se volvió más rígida—. Soy yo quien te creó

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